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ANGELITO por Ibyra

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Notas del capitulo:

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Los personajes y el universo de Harry Potter no me pertenecen, son de J.K. Rowling, no percibo ninguna retribución económica.

 

Primero lo primero, gracias a todos los que leyeron y a los comentarios.

Subiré los tres primeros capítulos durante ésta semana, después porque ya los tengo hechos, después la publicación será cada semana.

Segundo ¿cómo puedo quitar esas letras (lenguaje de programación) sin sentido del resumen?

Ahora lo queda es esperar a que éste nuevo capítulo sea de su agrado.

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(2) ¿DESCUBRIR?

 

Al principio Albus Dumbledore puso todos sus mejores y chispeantes esfuerzos en descubrir a la persona (profesora o… profesor) que decidiera tomar ese importante paso en la vida, además ¿por qué puso esos papeles precisamente ahí?

Resolver EL MISTERIO lo estaba volviendo loco, pensó que sería cosa de unos cuantos minutos, averiguando cosa aquí, cosa allá, rellenando los vacíos con suposiciones como siempre hacía, pero los minutos se hicieron horas, las horas en días y, en más días, por lo que ya habían pasado casi dos semanas, el resultado: nada, absolutamente nada.

Los alumnos habían llegado hace ya una semana y el comportamiento del director no fue el habitual ni en su recibimiento ni en los posteriores días, porque sus esfuerzos detectivescos se centraban en un solo caso; el dueño o dueña del folleto y de los demás papeles que encontró esculcando entre los demás en busca de más pistas, ese dueño no aparecía y él no tenía la mínima idea.

Su saquito de dulces, caramelos demás confituras y muy a su pesar incluidos los dulces de limón estaban mermando, la desesperación por no saber nada, por primera vez en su vida, ¡no saber nada sobre algo que pasaba justo en frente de su nariz!, hacía que los consumiera más de lo acostumbrado.

 

A términos de la tercera semana McGonagall compadecida quiso ayudarlo, por lo que se le ocurrió que sería una buena idea redactar una lista de los posibles futuros padres e ir descartándolos, según la factibilidad o no que tenían del magnánimo evento, como es el de tener un hijo o hija, ya en el momento lo sabrían.

Una vez había terminado las clases y la cena, por lo tanto el bullicio estudiantil también había disminuido y se había trasladado a su respectivas salas comunes, Dumbledore y McGonagall se encontraban en el despacho del Director, éste había elaborado la necesitada lista, ahora pondrían todos sus esfuerzos en resolver de una vez por todas, el problema causante de sus desvelos.

Así que empezaron leyendo desde el principio:

 

Albus Dumbledore; Director.

Minerva McGonagall; Sub Directora - Jefa de  Gryffindor.

Ambos se miraron, el director para saber la reacción de Minerva y así poder tal vez descubrir si era ella o no la del secreto, mientras la subdirectora le devolvió la mirada muy, muy fastidiada.

—Albus, ¿me dirías la razón por la que pusiste nuestros nombres en la lista?

—Creí que tal vez tu…

— ¡Claro que no Albus! Pero ¡¿cómo puedes siquiera imaginarlo?! Te recuerdo que fui yo quien descubrió el dichoso folleto, además ya no estoy en la edad de… de… ¡ALBUS!

—Bueno, bueno, no es necesario que te sulfures así, solo te tacho y listo —lastimosamente su plan no tuvo éxito.

—Y… ¿me aclararías la razón por la cual tu nombre también esté ahí?

—Eh… pues… es mas por la fuerza de la costumbre, cada lista que hago siempre debo empezar con mi nombre, soy el director y debo encabezar mi plantel —hinchó su pecho— al igual que en la Orden del Fenix, por eso…

Y hubiera seguido con sus excusas si eventualmente Minerva no decidiera cortar sus palabras. Pensándolo mejor, ¿por qué Albus tendría que hacer la lista de la Orden si supuestamente trabajaban semiocultos? Mejor no pensar en eso, se dijo la bruja.

—Basta, Albus, basta, mejor sigamos con la lista y también borra tu nombre.

Cuthbert Binns, fue el siguiente de la lista. Minerva solo masajeó sus sienes, ¿es que en verdad Albus podía ser tan… tan…? Se preguntó ¿Por qué le respeto?

—Dime que te equivocaste al anotarlo y te comprenderé.

—No mi querida amiga, yo creo que, aunque Binns pueda llegar a ser aburrido, puede llegar a albergar en su corazón, el deseo ferviente de tener un descendiente; para un historiador lo mejor sería legar todos sus conocimientos a su propio retoño, digo.

La animaga no dejó de dar pequeños círculos en sus ya misteriosamente más canosas sienes, mientras escuchaba la explicación de su amigo.

—Un fantasma… es un fantasma… nada más que un… —suspiró cansada.

Fue entonces que el Director reparó en la condición del Maestro de Historia.

—Oops, como siempre tienes razón, será mejor que lo borre.

Con la base de su varita y, como si se tratase de un lápiz muggle, borró el nombre.

Firenze, era el siguiente, el centauro seguía dictando algunos cursos de Adivinación, sus alumnos lo apreciaban, él se llevaba muy bien con ellos, los trataba con cariño y esmero, podría haber sido un muy buen padre, pero…

—Lástima que los de su Clan aún no lo perdonan —Dumbledore negaba lastimeramente con su cabeza, al recordar las reglas demasiado estrictas de los centauros.

—Realmente lo es Director, además, no tenemos la mínima idea cómo se reproduce su especie, tampoco creo que en San Mungo exista esa… eh… especialidad.

No hubo más que decir y esta vez fue la animaga quien borró el nombre, con un sutil y efectivo toque de su varita.

—Filius Flitwick —leyó Minerva— Filius Flitwick —volvió a repetir.

—Si no me equivoco, él tampoco está en edad de esos trotes, Minerva.

Ambos concordaron con un asentimiento y otro nombre más era descartado.

—Rolanda Hooch.

El cabecilla de la Orden, pronunció el nombre de la profesora de vuelo con semblante pensativo, mirando entre sus manos la casi escasa lista, no pudo ver cómo ni cuándo, pero Minerva le había arrebatado de una sola vez el pergamino, ésta paseó sus ojos por los nombres rápidamente, después se la devolvió al desconcertado anciano, que se puso feliz, cuando volvió a tener su preciada lista de nuevo entre sus manos.

—Bórrala, al igual que a Sprout, Vector e Irma Pince.

—Pero…

—Haz lo que te digo Albus, si ellas pensaran en ser madres, yo ya lo sabría.

— ¡¿Acaso esculcas entre sus cosas?! ¡Me sorprendes, realmente me sorprendes!

— ¡No tengo necesidad de hacer eso Albus!, todas nos reunimos los sábados por la tarde a compartir algunas copas… ejem… algunos “Informes de Desempeño de los alumnos —se corrigió— la comunicación es algo que ustedes los magos no comprenden.

—O la ¡exagerada! comunicación, querrás decir.

Una mirada homicida bastó para que el Director callase su opinión sobre las reuniones de los “Informes de Desempeño. Minerva volvió a quitarle el pergamino.

— ¿Poppy Pomfrey? Señor Director, no creerá que… —decía, mientras le devolvía la lista.

Y antes de que dijera cualquier otra cosa, Dumbledore borró el nombre de la enfermera, con la misma técnica del lápiz muggle, haciendo un puchero el cual McGonagall no vio, o no quiso ver.

— ¿Contenta? —le dijo resentido.

—Mejor dejémoslo así, ¿quieres?

Sybill Trelawney, era la siguiente, mientras que Dumbledore sopesaba todas las posibilidades que llevara a la adivinadora a decidirse por la maternidad, McGonagall negaba con la cabeza resueltamente, poner en el mundo a una copia de la desastrosa bruja, solo significaba una cosa, que todo el mundo entraría en caos, porque todas las personas aprovecharían “sus últimos días de vida” de la forma más loca posible, una Trelawey era suficiente.

—Ni lo pienses Albus, y… —se volvió al anciano y con el dedo en alto le advirtió— te prohíbo terminantemente que le des ese tipo de ideas.

— ¿Por qué tienes esa manía de arruinarme la diversión? En verdad no te entiendo ¿Qué te cuesta permitirle a este pobre ancianito gozar de los pocos años que tiene de vida?

— ¿¡Pocos!?… ¿Sabes? Mejor dame la lista y así avanzaremos —y volvió a inspeccionar el pergamino, borro y tachó los nombres de varios docentes, que estaba segura no tenían nada que ver con el famoso folleto, sea porque tenían ya varios hijos o simplemente no tenían la edad adecuada para tener a sus pequeñuelos.

Cuando el Director por tercera vez releyó los nombres no evito quejarse.

—Lo dicho, tú me arruinas todo.

El silencio le advirtió que su bruja amiga empezaba a perder su paciencia, decidió no arriesgarse y siguió con el próximo de la lista, y sus ojos se iluminaron al ver el nombre escrito, esta vez, creyó fervientemente haber resuelto EL MISTERIO, las chispitas de sus ojos no pasaron desapercibidos para la Jefa de la Casa Gryffindor.

—Habla de una vez Albus Dumbledore.

—Remus Lupin —fue su contestación.

Esta vez, Minerva compartió esas mismas insanas chispitas que le contagiara su viejo amigo porque en tantos años de amistad siempre se te pega algo, una sonrisa que no sabía que tenía se dibujó en su rostro, ella al igual que él, estaban muy seguros, ahora sí se develaba la identidad del futuro padre.

Así, comenzaban a hacer sus propios planes para el aún inexistente bebito, planes en donde Albus malcriaría como solo un abuelo sabe malcriar nietos; donde Minerva McGonagall por fin daría una noticia el próximo sábado en la acostumbrada reunión, nada menos que las buenas nuevas y además organizar la fiesta para dar la bienvenida a esa criaturita.

 

Estaban tan felices y absortos en sus sueños que no escucharon cuando el “personaje” de sus divagaciones tocaba la puerta, tampoco cuando, lobo como él, su paciencia se agotaba y procedía a tirar la puerta a patadas, no movieron un músculo cuando después de entrar en el despacho Lupin pasó su mano por los ojos del mago y la bruja, no teniendo ni un solo pestañeo.

Remus Lupin se encogió de hombros, inspiró largamente y gritó:

—¡¡¡Voldemort no murió!!!

La sola factibilidad de esa posibilidad despertó de sus ensueños a los mayores, años de entrenamiento, habían resultado en:

Un ancestral mago tapiado con su escritorio por delante, con la espada Gryffindor en su mano izquierda ¿quién sabe cómo pudo haber llegado ahí? y la fiel varita en su derecha, en posición de ataque tan tensa que el aire a su alrededor se detuvo por un momento.

Una bruja valiente como ella sola, parada estoicamente en centro del despacho, más rígida que una piedra y con varita en mano, su atuendo, generalmente escocés ahora adoptaba estampados camuflados con el entorno.

Un hombre lobo que antes estaba enojado por no haber sido atendido con prontitud, ahora se encontraba medio y no totalmente temblando con las manos arriba en un acto de rendición, no vaya a ser por un descuido lo confundieran con un enemigo y, terminaran con su ahora “buena vida”.

Cuando ambos mayores no distinguieron peligro alguno a sus alrededores, se enfocaron en su ocasional visitante. En un giro de ciento ochenta grados, sus expresiones cambiaron de rostros de guerra a una de total ternura y ojos resplandecientes, bajaron sus armas y se encaminaron rápidamente hacia la visita.

—Es bueno verte Remus —le sonrió.

—Igual Minerva —Eso era extraño para Lupin.

—Dime, mi muchacho ¿te sientes bien? ¿No quieres ponerte más cómodo?

Y el director lo arrastró hasta la silla más próxima, ahora Lupin estaba preocupado.

—Albus, lo agobias —era ella quien ahora llamaba su atención, desplazando exitosamente al Director a un lado— dime Remus, ¿lobitos o haditas?

Y le mostró un muñeco regordete de un cachorro de lobo en una mano y en la otra una muñequita de tela representando a un hada, seguro los temas para la dichosa fiesta de bienvenida, ahora Lupin se compadeció de ellos, los años realmente no perdonaban.

—Eres tu quien lo agobia Minerva ¡Por favor! Deja que el muchacho respire —ahora tomaba posición en frente de Remus— supongo que Lucius ya lo sabe, espero que te esté cuidando bien.

¿A qué venía eso? Lucius, su pareja siempre lo cuidaba, no tenia queja de ello, pero al volver a mirar a sus dos antiguos maestros su sangre generalmente muy caliente, se congeló, esas pestañas no se batían así por así sin motivo, ahora Lupin estaba asustado.

—Podrían decirme ¿qué es lo que les pasa?

— ¿A nosotros? Naaada —dijeron ambos.

—Entonces… ¿me pasa algo a mí? –su voz sonaba un poco temblorosa.

—Claro, claro, pero nosotros velaremos por ti, ¡siempre!

Dumbledore había puesto tal dramatismo en la última palabra que el hombre lobo temió lo peor, ¿fue por eso que le preguntaron si Lucius lo estaba cuidando bien? ¿Tenía una rara enfermedad? ¿O quizá moriría y no lo sabía? Era el momento de enfrentarse a la realidad por dura que fuera, era un Gryffindor y moriría como tal.

— ¡¿Pero de qué rayos están hablando?!

—Del pequeño hatito de felicidad que está por venir.

Minerva competía con facilidad con los radiantes ojos del Director.

—Ahora entiendo menos, mucho menos.

—De esto —no se supo cómo, pero ella ya le tendía el folleto.

Remus tomó el papel con curiosidad, lo abrió, leyó, interpretó su contenido, se paró con lentitud llevó la mano que no sostenía el folleto a su boca porque la había abierto en una buena imitación de lo que hiciera la animaga cuando lo encontró.

—Quizás… sea por esto… —susurró

— ¡Claro que es por eso mi muchacho! Estamos felices por ti, pero ¿hasta cuándo pensabas decírnoslo?

—Si están pensando que esto es mío… se equivocan.

Desilusión, fue el sentimiento reflejado en las dos anteriormente sonrientes caras, por lo visto y oído, estaban equivocados y se encontraban en las mismas condiciones que en el principio, porque Remus Lupin no mentía exceptuando el pequeño altercado con el mapa del merodeador cuando lo tenía Snape.

El silencio ya era demasiado horrible y fue Remus quien decidió poner fin a eso.

—Tal vez yo sepa a quién pertenece.

Extrañeza y ¿esperanza? Era lo que sentían ahora los mandamás de Hogwarts, se dispusieron a escuchar lo que el profesor tenía para decir.

—Justamente venía a hablar de eso con el Director —y puso cara de quien guarda un misterio— del extraño comportamiento de Sirius… —la voz también sonaba extraña y más si uno se encoge para decirlo en un susurro.

Y lo interrumpieron.

— ¡No me lo creo, no puede ser! —la incredulidad de Minerva era notoria.

— ¡Esto es fabuloso! —Dumbledore pareció respirar después de mucho tiempo, ahora que el misterio había sido develado podía dormir tranquilo.

—Déjenme continuar —volvió a decir Remus— Sirius, está serio, prepara sus clases con anticipación, revisa concienzudamente los trabajos de los alumnos, cosas que nunca ha…

Se detuvo, estaba dando demasiada información no conveniente de su amigo, lo supo porque el gruñido de McGonagall se escuchó peligrosamente.

—Ejm… Lo más extraño es —quiso poner un poco mas de expectación— No molesta más a Severus.

 

Si, la expectativa había funcionado, dos pares de ojos muy, muy redondos lo veían sorprendidos. Sirius padre, aunque no conocían de ninguna pareja oficial, hasta ellos aceptaron que el inusual comportamiento del merodeador era extraño, bien pudo ser que la estancia en Azkaban lo haya hecho pensar, tal vez decidió pensar en ser más serio y formar una familia más grande que el que tenía ahora, porque la vida es corta aunque esto sea muy relativo si eres un mago.

Sus pensamientos volvieron a los mismos planes que tenían con Remus, pero cambiando de individuo, hasta que una voz ladrada les hizo despertar.

—Pero ¿quién fue capaz de destrozar la puerta así?

Sirius entraba tranquilamente por el hueco en donde se suponía debía estar la puerta, caminando con largos pasos por encima de los maderos que estaban dispersos por el lugar.

— ¿Por qué me miran así?

Seguían mirándolo.

— ¿Tengo algo encima? Ya, no me digan, es que Hagrid me pidió que acompañara a fang al bosque y pues, escapó por un ruidito, lo perseguí, una cosa llevó a la otra y terminamos embarrados en la orilla del lago.

Aún las miradas seguían ahí.

—No es nada que un buen baño no quite, en serio.

Pero nadie dejó de observarlo.

—Empiezan a preocuparme.

—Sirius, no es nada de eso, solo que… mejor mira.

Remus por fin había hablado y le pasaba el folleto. Sirius un poco extrañado tomó el papel y de inmediato pasó sus ojos del papel a Remus, de Remus al papel varias veces, porque fue él quien se lo había dado, sin más preámbulos abrazó a su amigo.

—Oh Remus, Remus… ¡qué gran noticia!

Lo levantó y empezó a hacerlo girar en el mismo lugar, pero se detuvo prontamente.

—Perdona, perdona, es que a veces soy muy impulsivo, espero no haberte hecho daño.

Empezó a palpar el cuerpo de su amigo en busca de algún daño, mientras los dos mayores volvían al restaurado escritorio para seguir con la lista, era innegable lo que sucedía ahí, ninguno de los dos era a quien buscaban. Mientras Sirius seguía en su error.

— ¡Seré tío, voy a ser tío!

— ¿Por qué todo el mundo cree que seré yo?

— ¿No es obvio? El intento de espía de Lucius y tu, ya llevan bastante tiempo juntos, es comprensible que quieran uno, aunque preferiría que fuera él quien los llevara, pero si a ti te hace feliz, yo lo soy también.

—Siento desilusionarte, pero no, créanme que seré yo mismo el primero en decirles si tenemos tales planes —les dijo a todos.

—Entonces ¿no hay un sobrino lunático que este escondido por aquí?

Preguntaba Sirius mientras ponía su mano en el vientre de Remus, con un tono un poco desilusionado.

—No —respondió un tanto fastidiado.

—Entonces, me podrías decir ¡¿por qué me mostraste ese folleto?!

—Es algo que yo también quisiera saber —le dijo mientras se giraba en dirección de los magos mayores.

Tanto Minerva como Albus consintieron que sería mejor decirles, así que les relataron todo lo que sucediera desde el momento en que encontraron el dichoso folleto y los demás papeles.

 

¨*¨*¨*¨

 

Ahora eran cuatro las personas sentadas alrededor del escritorio principal, muchas más cabezas para pensar, mucho más fácil sería hallar a la persona en cuestión.

Dumbledore fue el encargado de leer el siguiente nombre:

—Severus Snape.

—No —dijo McGonagall.

—No —corroboró Lupin.

—NOOOOOOO —gritó Sirius.

El Director sacó su varita de la túnica, los tres temieron que los usara contra en ellos porque sabían muy bien del aprecio que sentía hacia el ex mortífago héroe de guerra y, el NO considerarlo como uno de los candidatos tal vez lo había puesto de mal humor; pero la varita se dirigió hacia la puerta, la reparó desde sus escombros, la puso en su lugar, el ruido de varios seguros puestos irrumpió el repentino silencio, sí, su muerte estaba asegurada y lo haría a puertas cerradas pero…

—No —dijo bajito, muy bajito y continuó— aunque estaría encantado que mi muchacho se decidiera darme de una vez por todas los nietos que quiero, creo que él no contempla eso, o lo hace a centurias de aquí.

La animaga puso una mano en el hombro del director como una forma de apoyo, por lo visto, había algo de cordura en esa cabecita blanca.

—Bueno, sigamos Albus.

Y el aludido sonó la nariz en un grande y floreado pañuelo presa de su desilusión.

— ¿Argus Filch? —Sirius preguntó con algo de repugnancia.

—Error mío, je, je, lo siento —dijo algo avergonzado el director y muy acostumbrado a borrar los nombres hizo lo mismo con el mencionado.

—Pero… entonces… ¿qué hacía su gata ahí? —Cuestionó la bruja con la mirada analítica, mirada que borró cuando vio la de los otros magos— Bueno, dejen de mirarme así, puedo equivocarme de vez en cuando —se defendió Minerva, y evitó mirarlos por más tiempo, porque todos hacían una excelente imitación de la mirada de superioridad e incredulidad de Severus y, tener a tres parecidos en su contra era demasiado.

— Rubeus Hagrid —Remus había pronunciado el último nombre sobrante y… la comprensión se hizo.

La relación que mantenía con la Directora Olimpia era muy conocida, el delirio que sentía el semigigante por todas las criaturas era histórico, la buena disponibilidad de ser padres era natural sobre todo cuando el peligro de Voldemort no se repetiría por mucho, mucho, mucho tiempo. A demás vivir, compartir y querer niños extraños en ambos casos porque esto es obvio si trabajan en un Colegio, era un aliciente para que intentaran tener los propios era tentador y… aterrador.

Todo, absolutamente todo indicaba que Hagrid era el de las ideas locas y, todos, absolutamente todos tenían el mismo pensamiento.

Se miraron evaluándose entre ellos y pues, lo siguiente que hicieron:

— ¡¿HAGRID?!

Gritaron a coro, saliendo como un torbellino, no respetaron la pobre puerta y la derrumbaron como si nada, rumbo a la humilde casita del semigigante. No importándoles que fuera ya de noche.

 

¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨* ¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨

¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨*                   *¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨*¨

 

 

Notas finales:

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¿Se lo esperaban? A que no, bueno, bueno, tal vez uno que otro, pero ¿CREEN QUE ESTARÁN EN LO CORRECTO?

¡¡¡Nos vemos en el siguiente capítulo!!!


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