¿Quien no ha anhelado el más allá?. En un momento en que ya no sabes que hacer con quien recurrir, piensas que todos son tus enemigos, que nadie se pone en tus zapatos, entre otras razones. En mi caso, por suerte he sido afortunado de no pasar por ese sentimiento de abandonar cada cosa que he formado durante mi existencia aquí; sin embargo, cuando saboreaba algo de la vida color rosa, una profunda oscuridad me arrebato lo que amaba; lo que prometí proteger hasta mi ultimo día y el suyo. A veces la vida es injusta, Dios también es injusto, lo odio, si llego odiarlo y llego odiar a la muerte.
Cinco años atrás.
Era un chico como cualquier otro, nada me sorprendía, nada me llamaba la atención. Simplemente rutinario, aburrido de cada paso de segundo a otro, me cuestionaba ¿ como la gente puede sonreír, si todo es igual que siempre?. Si vez un amigo de años, te emociones, lo abrazas fuertemente y luego se despiden con un "hasta luego". ¿Acaso se habría acordado un minuto de el, todos esos años que no se vieron?. Pero, supuestamente lo extrañaste, ¿no?. Tampoco creo en los "hasta luego", o los "jamás te olvidare". Basta con meses o incluso menos y ya aquella persona, se ha ido de tu rutina.
Hoy, como cada martes, tenia que visitar a mi abuela. Aunque tuviera que madrugar haciendo un trabajo para algún profesor, iba a verla, para mi no habían excusas de faltar a la promesa que le había echo antes de que falleciera. Mi madre me criticaba por eso, estaba preocupada de que fuese un secuela o un trauma que se quedo desde su fallecimiento. La verdad no era ninguna de las dos, solo era que con ella, mi rutina cambiaba, o el camino era distinto a como era cada martes. El cementerio era lo bastante grande como para perderse, la primera vez que vine, estaba asustado de extraviarme aquí y ser comido por un muerto; cosas de nene chico. A ella les gustaba las rosas rojas, no aceptaba nunca otra flor que no fuera esa. Así era cada martes, mis compañeros se preguntaban porque siempre llevaba rosas rojas, creían que tenia novia, hubiese respondido "si tengo una, esta en el cementerio". Jejeje seria chistoso, solo que sonaría enfermo.
Salude al encargado del sitio, camine tranquilamente por el camino de tierra, mientras escuchaba música hasta el máximo. Debería de tener respeto por un sitio así, pero confió en que esto no les molesta. Debería de molestarle escuchar el llanto de que no estén aquí con uno, quizás una pequeña gota de frustración por no poder hablar, ni tocar ni susurrar un "ya debes superarlo". Al fondo del gran terreno casi sepultado por cemento, cerámica y rodeado de flores, con fotografías, regalos, frutas, y otras costumbres raras de la gente, se encontraba mi abuela.
Coloque mi bolso a un costado de la banca, saque sin apuro las flores pasadas y las lance al bote de la basura. Una vez que eche agua limpia a los floreros los adorne con su habitual color rojo, dejándolo finalmente en su sitio. Cuando ya estaba todo listo, me senté en la banca, disminuyendo el volumen del reproductor, algo andaba mal aquí...
Me quite los audífonos y mire hacia atrás, no estaba solo como pensaba.
-¿Quien eres?.- Le dije pesadamente, me disgustaba tan sola la presencia de esa persona. El tan solo comenzó acercarse mas a mi, sin quitar sus ojos sobre mi. -Vamos niño, ¿que quieres?.- Pero nada, no respondía.
-Soy Takanori.- Finalmente soltó su respuesta estando a unos pocos pasos a de mi. Se veía dos años menor que yo, o puede que más. Su piel blanca y cabellos rubios, daban la sensación de estar al lado de un ángel, de pronto sus manos tocaban mi rostro y soltó una risa. - Se que vienes todos los martes aquí, te he visto de hace mucho tiempo, más de lo que te imaginas...-
-¿Que....que dices?.- Aun acariciándome, acerco su rostro mas al mío y lo que estaba mas cerca de ambos eran nuestros labios. No tenía miedo, sin embargo, la piel suya estaba helada, y al fijarme más en cada detalle suyo, su boca estaba casi color morado.
-Lo que escuchas.- Dejo de lado la corta distancia y se alejo de mi lentamente. Sin esperar nada mas increíble que haber sentido esa helada sensación, el chico se desmayo. Me apresure a tomarlo entre mis brazos y colocarlo en la banca. Llame por ayuda, pero nada llego, nadie había llegado y lo peor, estaba oscureciendo. Busque en sus bolsillos, alguna posibilidad de hallar algo mas de el, y no encontré mas que solo papeles en blanco.
Allí estaba yo, con un chico que solo sabia su nombre y eso era todo.
Lo abrigue con mi chaqueta para ir a buscar ayuda, pero me tropecé con una piedra antes de irme del sitio.
-Auch...Eso dolió..- Me levante del piso y mi rostro se quedo congelado. ¿Como explicar lo que estaba leyendo?. -No...no puede...ser...- Me temblaban las manos, no, todo mi cuerpo temblaba ante la posibilidad de haber sido tocado por el. Con pánico y miedo hasta los huesos, regrese mis ojos a la banca y el seguía allí. - ¿Que esta....ocurriendo....aquí?-.
Tape mi boca antes de soltar un grito, al lado del sitio de mi abuela se encontraba escrito "Matsumoto Takanori, 01-02-1982 hasta 01-02- 1995." mas abajo unas letras dedicadas a el y la razón de su fallecimiento. Podría ser netamente casualidad, pero nunca una casualidad seria encontrar el mismo rostro que estaba cerca de ti en la fotografía colocada en la ventanilla.
-Te dije que te conocía mas tiempo del que te imaginabas...- Escuche como se reía después de lo que me decía. Quería creer en ese minuto que era un sueño o una broma de mal gusto. Esas cosas nombradas jamás podrían ser lo que yo quería que fuesen. Trague un bocado de aire y saque valor de cualquier sitio para tomar mis cosas e ignorarlo por completo. Ya listo, no dirige mi vista hacia el, solo quería llegar a mi casa a velocidad luz y encerrarme hasta perder conciencia del día de hoy. - Akira, te espero otra vez por aquí...-
Me dijo antes de irme de ese lugar y dejarlo junto con mi abuela.
Ahora cada martes en el que trataba de llegar hacia mi abuela, Takanori me esperaba sentado con sus ojos observando mi camino, para saber si llegaba o no.
Comencé a tener miedo de mi mismo más que de Takanori. Ya que el miedo de la primera vez de haberlo conocido había desaparecido más rápido de lo que pensé, solo esperaba que llegara martes, solo para verle un rato más.
Me estaba interesando por un muerto.