Desde entre las claras persianas unos ojos oscuros e infinitos se asomaban expectantes, sabia lo que vería, sabia lo que vendría y avergonzado de sí mismo solo se quedaba inmóvil, invisible, con una imagen perfecta de la casa vecina. Tan anhelada y lejana, a veces parecían kilómetros.
No tardaron mucho en aparecer dos esculpidas figuras semi-desnudas y hundidos en un apasionado beso en la habitación de aquella habitación, una rubia y una pelirroja... era hermoso. El pelirrojo vivía ahí, siempre venia con un chico diferente y siempre lo tomaba como propio, con sus seductores movimientos, excesivamente romántico, demasiado sutil y meticuloso para ese desesperado rubio que solo quería sexo, burdo y vil; sin siquiera concebir, sin siquiera saber... sin siquiera imaginar que ese pelirrojo era mas que solo una caja de placeres, de una infinidad de éxtasis que no se necesitaba tocar para alcanzar; no, no era solo eso... era lo mas bello del universo, era lo mas cercano a una rosa de arena que con un solo toque incorrecto podría deshacerse, que con un simple vistazo era suficiente para quedar atrapado en su infinita delicadeza; era poesía, era tan atrayente con aquellos ojos aqua e indescriptibles, como si fuesen unos mares profundos, arenas movedizas de las que no se podía salir vivo, con ojeras que les enmarcaban preciosos, con una piel de marfil tan blanca y deseable que solo el imaginar tocarla... lamerla, era suficiente para tener la certeza absoluta de que era el mejor sabor del mundo.
Y sin mas ese hermoso pelirrojo comenzó a hacer suyo al rubio, una y otra vez, balanceándose de una manera artística, mágica, hipnótica a los negros ojos, no necesito prepararlo y solo satisfacía su propio placer, como si no importara la nueva adquisición, no tenia valor, no tenia nombre, por poco y no tenia cara.
Por la ventana Lee solo podía perderse viendo excitado hasta lo impensable aquella escena... no, solo a aquel chico. No tenia ojos par nada más, para nadie más. Desde hacia ocho años eran vecinos y desde el primer día le había encantado, simplemente esa actitud altiva y resuelta con esa mirada que desde el primer momento que choco con la suya lo había acuchillado, lo había desangrado y resucitado. No necesito demasiado tiempo para verse perdido y ensimismado pensando solo en él en todas sus formas y variantes. Pero sabia que no era su tipo... le pesaba pensar que era demasiado tímido en esos aspectos, que él seguía con sus romanticismos de querer a alguien que le quisiera... le pesaba pensar que Gaara deseaba solo cuerpos y nada más.
Pero era tan bello... era más bello que un atardecer, más que el mar abierto... más que el firmamento con un millón de estrellas. Y ante esto el se sentía tan pequeño, tan humilde... se sentía débil.
Y lo único que podía hacer era seguir tocándose, dándose placer con aquella imagen, llegando al extremo, a lo más bajo y lo más alto a la vez... y el éxtasis; si... se sabia un pervertido, lo era por estar husmeando de esa manera tan lujuriosa, morbosa, tan deliciosamente obscena al punto que le hacia agua la boca, verle... tocarse mientras lo hacia, solamente... manipulando su propio miembro rosado mientras no separaba sus acuosos ojos de aquel hombre que desde ya hacia mucho tiempo había sido el dueño de sus sueños dormido y despierto.
- Follame... follame ... follame Gaara-san... ¡agh!... a-así - no podía evitar decir en el tono mas bajo posible. El solo imaginar que el era ese rubio, o el castaño de ayer o el pelinegro de la semana pasada, era casi como si fuera real, tanto que el movimiento de su mano logró sincronizado con el de la cadera de Gaara... le gustaba pensar que el placer era, literalmente, de ambos, al menos de alguna manera iban juntos.
Siempre había tenido miedo de ser descubierto... es que, era casi como si lo planeara, siempre a la misma hora, casi todos los días, como si el otro quisiese que Lee supiera, que Lee viera... ¿lo sabría?.. no.. no, era demasiado chica la probabilidad.
¿Verdad?
Después de estar una hora y media sin parar, y después de dos rondas de sexo descontrolado y tres orgasmos por parte de Lee, por fin Gaara corrió indiferente a su acompañante, siempre lo hacia; ni siquiera lo acompaño a la puerta, siendo quién lo despidió su hermana Temari, disculpando los malos modales de su hermano y por supuesto incomoda por lo mismo, siempre hacia lo mismo
Dos horas después, el pelirrojo se encaminaba fuera de su casa, caminando indiferente con su mochila al hombro. Ya estaba en su penúltimo año de universidad y con sus 21 años de edad estaba hecho todo un Don Juan. Se acercó a la casa de su vecino y toco un par de veces la austera puerta, a lo que no tardó absolutamente nada en salir sonriente y radiante el mismo pelinegro que le observaba sierpe tan minuciosamente a escondidas. Después de intercambiar unas pocas palabras sin importancia se encaminaron a la universidad que les quedaba relativamente cerca.
Como todos los días.
Lee sin querer llamar mucho la atención le dirigió una profunda mirada al aparentemente desinteresado pelirrojo... si... demasiado hermoso como para poder estar con él... era tan fuera de su alcance, era, no más que un bicho raro a comparación de esa peligrosa hermosura, de ese ángel que le encantaba ver desnudo en un baño de saliva y sal... él no era nada, no se sentía nada. Ante sus propios pensamientos bajo la mirada sin perder el paso. Le apenaba, le entristecía estar tan lejos. Tanto así, que su amiga, melancolía, se había vuelto su compañía permanente durante bastantes años atrás.
El pelirrojo sumido en su usual mutismo le dio una mirada que no notó, siempre Lee hablaba mucho con un rostro siempre entintado con un tierno y hermoso sonrojo en su mejillas, pero ahora, habían pasado quince minutos y no había dicho prácticamente nada.
No es bueno
Lo estas perdiendo
No era un experto lidiando con personas, tampoco le interesaban, la raza humana era una peste que se tenia que erradicar, según él, así que el interés no era tanto, por eso el sexo era tan bueno.
A veces le preocupaba que Lee no tuviera citas con nadie, que no llevara amigos a su casa, que no saliera regularmente. Pero él sabia la razón, la sabia muy bien. No era estúpido, no era ningún tonto... por eso el sexo era tan bueno, tan excesivamente bueno, porque sentía esa mirada encima, porque sabia que su amigo sentía tanto placer como él, talvez más. Por eso mismo nunca había intentado nada con él, porque le apreciaba... ya había dejado de ser solo un cuerpo esculpido año con año.
Era simplemente... completamente bello, en todo sentido.
Inclinó su cabeza hacia un lado y se dirigió con voz apagada y normalmente distante hacia el otro chico apenas más alto:
-Hey... ¿vamos a comer algo después de clases?
FIN