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Amor Yaoi
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Desde un punto de vista fujoshi por XDeidaraXD

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Notas del fanfic:

El personaje principal está basado en una persona real.

Es una historia en la que exagero bastante las cosas, espero que nadie se sienta ofendido.

Notas del capitulo:

A ver qué acogida tiene esta historia, espero que guste a todos ^^

 

Hola a todos, perditidme que me presente. Me llamo Jessica y soy una humilde fujoshi de catorce años. Curso tercero de la Educación Secundaria Obligatoria, o escrito en acrónimo, que mola más, tercero de la ESO. Vivo en España, por ahí arriba, en el norte, con playita, cultura, gran gastronomía y, claro, lluvia, mucha lluvia. ¿Te parece que en Londres llueve mucho? Pues tranquilo, mi querido amigo, porque por donde yo vivo ganamos: el año pasado mismo, de los trescientos sesenta y cinco días que tiene el año, doscientos fueron lluviosos. Aún así, disfrutamos mucho de la playa y encima, tenemos tres: una llena de piedras, otra llena de turistas y la última, llena de surferos y banderas rojas.

¿Qué es una fujoshi? Preguntarán los más ineptos e insensatos, malditos pecadores no seguidores del yaoi; pero no pasa nada, porque Jessica es todo amor y hasta eso explicará.

Ser fujoshi implica ser una mujer a la que le encanta el yaoi; no vale con que te guste, tienes que estar dispuesta a morir por él, a hacer barbaridades en su nombre. Nosotras (tomo la libertad de incluirme) somos las profetas en este mundo infectado por no creyentes, aunque la mayoría lo son, pero lo ocultan por miedo. Sí, nosotras lo sabemos bien.

¿Y qué es el yaoi? Preguntará el más ignorante de los ignorantes. Pobre de “ese coso” inculto que ha vivido hasta el día de hoy sin saber lo que es. Y Jessica, como todavía es todo amor, también está dispuesta a explicar este concepto básico de la vida que es el yaoi.

El yaoi, en teoría, es un género del manga en el que hay una historia homosexual masculina y tiene imágenes explícitas (benditas imágenes explícitas que hacen la noche de más de una y de más de uno). Pero en mi vida cotidiana y pongo la mano en el fuego que en la vida cotidiana de millones de personas más, este término se extiende mucho más lejos que eso: hasta el infinito y más allá. Cualquier relación entre hombres es digna de un grito loco y ahogado de una fujoshi diciendo:

-¡YAOI!

¿Comprendes? Sí, incluso una relación de amistad, o debería decir, de aparente amistad, porque también sabemos que, o son gays reprimidos que están intimando en un intento absurdo e inútil de ocultar su homosexualidad, o que simplemente son gays e intentan ocultarlo igualmente, pero esta vez solo a nosotras las fujoshis. Craso error si eres uno de estos últimos, porque como antes he mencionado, las fujoshis hacemos barbaridades por el yaoi, así que te vamos a pillar hagas lo que hagas, te escondas donde te escondas.

Una vez explicaod esto, pasemos a contar mi vida que para eso estamos aquí.

A día de hoy, es difícil ser fujoshi porque el mundo está lleno de herejes, y más todavía en un colegio de pijos y con un padre bastante homófobo. Yo voy a un colegio pijo, el más caro de mi ciudad, me atrevería a decir, y ahí, aunque todos son majos y bla bla bla, son unos herejes en potencia. Por parte de mi padre, en cambio, no le importa que tenga amigos gays, pero se ríe de ellos constantemente y eso es bastante frustrante, sobretodo para alguien como yo. Ya sabéis, estos gays reprimidos... Uy, ¿está bien que diga estas cosas de mi padre? Bueno, es lo que pienso y no lo puedo evitar.

La historia que voy a contar comienza un día cualquiera del primer trimestre escolar, por octubre o noviembre.

Como de costumbre, llegué al colegio en el autobús y esperé a que sonase la campana junto a mis amigas. Para que os hagáis una idea del escenario, se trata de un colegio inglés construído con ladrillos rojos. Tiene dos patios pequeños, una rotonda donde los nueve autobuses aparcan, tres pistas de baloncesto y un frontón de pelotamano bajo techo, un campo de fútbol, un recreo con parque para los pequeños y un campo verde precioso con tres mesas de pic-nic al fondo. No me lo invento, ni tampoco exagero, ya os dije que el colegio era caro, y mis inversiones a alguna parte tendrán que ir.

Pues yo estaba en un pequeño espacio con columnas al lado de la entrada, cuando de repente, un compañero de mi clase vino corriendo con cara de loco:

-¡Eh, Jessica! ¡Ha venido un chino al colegio!

Como todavía no os he dicho, soy china; bueno, mis padres lo son, yo nací aquí. Y como en mi colegio son tan... “así”, pues si hay alguien de tu misma “raza” (nótense las comillas porque en realidad las razas entre humanos no existen), vienen hacia ti y te obligan a hablar con él o ella.

-¿Y?- Le pregunté.

-Pues que vayas a hablar con él. Tiene dos años más, va a primero de Bachillerato.

-¿Y?- Repetí impasible.

-¡Pues que es tu compatriota! ¡Ve a darle una bienvenida!

Apuntó hacia la derecha y dirigí la mirada hacia allí. Un chico alto, sobretodo teniendo en cuenta que era asiático, tímido y un poco inseguro, intentaba alejarse de toda la multitud que se le había acercado y le estaba agobiando. Pelo negro y media melena, con un estilo que me gustó; no era el típico peinado de niños ricos que tan de moda estaba en la ciudad, al que yo denomino, con cariño, “peinado champiñón”. Tenía una piel nívea y parecía de tacto suave. Sus ojos eran enormes, muy expresivos, y todas sus demás facciones, delicadas.

Ese era gay seguro. Seguro no, segurísimo. Y no solo eso, además, era un uke monísimo. Si no sabes qué es un uke y un seme, a pesar de que Jessica sigue siendo todo amor, quiere seguir contando su historia, así que vas a wikipedia y buscas.

Hubiese ido a hablar con esa cosa tan mona y preciosa, pero por la insistencia de mi compañero no lo hice y pasé de él. No es que me guste llevar la contraria, bueno, sí, me gusta, pero ese no era el caso. No me gusta que la gente me diga lo que tengo que hacer, y menos del modo que lo hizo ese chico (viniendo de repente y medio obligándome a presentarme a una persona que no conozco por el mero hecho de venir del mismo país; me pone negra).

-¡Joder, qué guapo es!- Empezaron a comentar mis amigas al cabo de cinco minutos.

¡Ellas diciendo que un asiático era guapo! No me lo podía creer, con lo andrógino que era el muchacho. Si decían que mi GACKT, ¡que mi GACKT!, era feo. ¿Os lo podéis creer? Yo tampoco, y lo peor es que Justin Biever les parece atractivo. No tenía nada en contra de ese pobre chico hasta que todas mis compañeras de clase empezaron a repetir su nombre incontables veces al día.

Ya os he dicho, pijos.

-Jessica- se dirigeron a mi- tú, siendo china, danos tu opinión. ¿Es guapo? ¿Para los asiáticos es guapo?

Me quedé pensando, un poco presionada.

-Pues no es feo, no... Comparado con lo que se suele ver normalmente, es muy guapo.

-¡JESSICA HA DICHO QUE UN CHICO ES GUAPO Y ESE CHICO NO ES GACKT! No me lo puedo creer...

-Ni yo me puedo creer que estéis diciendo que un asiático es guapo.

Sonó el timbre y entramos a clase. Primera asignatura del lunes: matemáticas.

-Y al simplificar el producto con...- resonaba la voz grave del profesor mientras toda la clase gritaba y casi bailaba, menos yo, claro.

Y así pasaron los días, una semana y tres días, exactamente. En el recreo de las diez y media, mientras gorroneaba bocatas de mis compañeros, una de mi grupo me dijo:

-Jessica, yo soy tú y aprovecho.

-¿Aprovechar el qué?- Pensé en los bocatas.

-Aprovecharía el que soy china para ir a hablar con Yun.

Habían estado hablando de el chico nuevo toda la semana anterior, y cuando creí que ya se les había pasado la fiebre de “buscar a un chico guapo con el que poder ligar”, me preguntan eso. Era increíble, en dos días ya se sabían todo lo que había que saber y más. Al parecer, se llamaba Yun y tenía dieciséis años, los cumplía en febrero. Sus padres tenían un restaurante cerca de la ciudad y antes había estado en una escuela pública. Medía exactamente 181cm y pesaba 60kg. Le gustaba cantar y bailar pero decía que al hacer eso último normalmente se tropezaba y se caía. Sabía hablar cinco idiomas: chino mandarín, castellano, francés, inglés y japonés. Me sorprendió mucho que supiese hablar japonés, pero me dio tanta envidia que no le dije nada. Yo también quiero hablar japonés...

Ignoré a mis amigas y el tiempo siguió pasando, hasta que llegaron carnavales y Jessica se estresó porque no tenía un buen cosplay. Me faltaba dinero, así que improvisé uno.

El día esperado llegó, y yo en la parada del autobús estaba tiritando de frío. Una camiseta sin mangas que además dejaba el ombligo al aire, un pañuelo atado, unos shorts, unos calentadores, una diadema con un lazo blanco y enorme y un micrófono en la oreja que llegaba hasta la boca. Cosplay casero y económico de Rin Kagamine.

Miré hacia los lados, Yun montaba en la misma parada y tenía curiosidad por ver su disfraz. Los demás que esperaban conmigo llevaban trajes normales, los típicos: uno de colgado, con pinzas en la chaqueta, otro de puta con rojo pilingui en los labios y otro de dinosaurio, comprado en una tienda de disfraces por la que pasé el día anterior.

Llegó el coche y ni rastro de “mi compatriota”. Subí y me senté en mi asiento habitual. Las puertas se cerraron y el motor hizo que las ruedas se moviesen, poco a poco, aumentando la velocidad.

Y de repente, paró.

Yo, como siempre, descansaba sobre el asiento sin importarme mucho la razón por la que parábamos, así que no me digné a girarme.

-Siento llegar tarde.- Escuché una voz cristalina y entrecortada, parecía un poco exhausta.

Entonces desvié la mirada de la ventana y vi a Yun.

Vestido con una chaqueta con cola de golondrina, un chaleco negro y una camisa blanca bajo este. Una corbata alrededor del cuello y el cuello de la camisa subido, solamente dobladas las puntas. Los pantalones negros de traje con unos zapatos a juego bien embetunados. Guantes blancos, una correa de metal que iba del interior de la chaqueta hasta fuera y una insignia en su lado izquierdo. Además, ¡menudo maquillaje! Blanco, blanco, blanquísimo, los ojos más rasgados de lo habitual y además con unas lentillas rojas que parecían de verdad, el flequillo se abría por la mitad y el pelo lo tenía un poco más corto de lo normal.

No me lo podía creer. Era Sebastian Michaelis en persona.

Se sentó en su sitio y yo seguí boquiabierta, como una idiota, incapaz de articular palabra. Si os gusta el manga comprenderéis lo que digo, esa sensación de ver a alguien que comparte tus mismos gustos hasta el msimo extremo que tú en un sitio en el que te parecía imposible encontrar. Al fin, grité:

-¡SEBASTIAN!

Sin querer imité la voz de Ciel Phantomhive. Me miró de la misma forma que lo hace su personaje y la sangre me llegó a la cabeza. Ahora sí que estaba guapo, tremendamente guapo.

-¿Rin? ¿Kagamine Rin?- Me dijo sorprendido al verme.

Me maldije por no haber hablado con él antes, pero no negaré que la sorpresa fue divertida. Iban a ser unos carnavales muy interesantes...

 

 

 

Sobretodo si le encontraba un seme.

Notas finales:

¿Os ha gustado? ¿También os habéis sentido como Jessica más de una vez?

Comentad, comentad, todos sois bienvenidos ^^

Gracias por leer =DD


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