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Incest Game por Shisain-chan

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Notas del capitulo:

:D!!

Alphonse también se preguntaba qué era lo que encontrarían detrás de esa puerta. Le ganaba la curiosidad y, después de todo, sus nuevos compañeros los habían invitado. Por esta razón, no dudo en girar la perilla de la puerta y dar un ligero empujón para abrirla.

El suave aroma de las rosas golpeo su rostro, poco tardó en darse cuenta de que  no solo el aroma, sino una ráfaga de pétalos lo atacaban desde el interior impidiéndole ver con claridad. Cuando por fin su vista se aclaró, lo que vio ante sí fue a  un grupo de siete muchachos  acomodados alrededor de un sillón que era ocupado por uno de ellos.

— ¡Bienvenidos!—dijeron todos a la vez.

Al reconoció entre ellos a sus tres compañeros de clase y notó que tanto ellos como lo demás,  a excepción de un  moreno de gafas.  Pero a los demás, no los conocía. Un joven rubio, apuesto (había que reconocerlo) ocupaba el sillón. Junto a él, un pequeño niño de cabello dorado que cargaba un conejo se aferraba a las piernas de un alto joven moreno de expresión sería. El chico de gafas, estaba al fondo, sujetando una tablilla y un bolígrafo en las manos.

— ¿Dos? —murmuró el joven que se encontraba sentado en la silla, con un porte altivo.

— Edward Elric —dijo por fin el joven de gafas—. Y como ya me lo esperaba, Alphonse Elric.

Edward alternó la mirada entre su  hermano y su compañero de clases sin terminar de comprender lo que sucedía.

— ¿Se conocen? —preguntó a su hermano, quien negó con la cabeza sin apartar la vista de los que estaban en el interior.

— No, exactamente —respondió Kyouya—. Pero sé de su popularidad con las alumnas de la escuela e imaginé que los gemelos no lo pasarían por alto.

— ¡Claro! —respondieron ambos gemelos sonriendo entre sí con un aire de grandeza.

— ¿Y bien? —preguntó Ed de manera directa. Entró a la sala y, al hacerlo, su hermano Alphonse lo siguió. La puerta se cerró detrás de ellos, como por cosa mágica—. ¿Qué propuesta es la que querían hacerme…? ¿Hacernos?

Esta vez, fue Tamaki Sou, que hasta el momento sólo había pronunciado dos palabras, quien se levantó de su silla y tomó el control de la situación.

— Edward Elric —comenzó a decir con un tono engreído pero bastante elegante— Y ¿Alphonse Elric? La propuesta que tenemos pensado hacerles es sencilla pero un gran honor en el instituto.

— ¿De qué se trata? —preguntó Edward.

— De que se unan al Host Club —dijo él como si eso fuera lo más glorioso del mundo—. Antes de que busquen otro tipo de actividades, deben tomar en cuenta este, cuyo único propósito es hacer felices a las señoritas.

Edward lo miraba incrédulo, con una ceja arqueada y un tic en el labio.

— ¿Se-señoritas? —repitió, con los hombros caídos.

— Sí, eso mismo —respondió Tamaki. Dio un par de pasos al frente y se acercó para ver mejor a sus dos compañeros, ambos eran apuestos, sin duda alguna—. Conseguir su felicidad es algo por lo que nos esforzamos cada día. Y ahora que lo veo, ambos tienen algo que tal vez nos haga falta.

— ¿En serio? —preguntó Alphonse.

Al notar una pizca de interés en Al, Tamaki dio por hecho que la idea lo atraía. Se volvió a él y le regaló una de las sonrisas de príncipe que usaba con sus clientas, antes de acercarse un poco más y tomarlo de la barbilla, igual que hizo con Haruhi antes de saber que se trataba de una chica.

Se acercó a su rostro, logrando que el menor se pusiera nervioso ante la proximidad de Tamaki pero el pequeño no pudo hacer nada y simplemente se quedó helado, a la espera de lo que seguiría.

— Mi nombre es Tamaki Sou —se presentó, con una voz cautivadora. Soltó al chico y realizó un elaborado movimiento terminando en una pose de galán—. El tipo principesco.

Alphonse, aun sentía que le ardían las mejillas y no había logrado moverse ni un centímetro.

— Él—dijo Tamaki, señalando al pequeño niño de ojos café que lo miraba ansiosamente— es Honey-sempai.

— ¡¡Alphonse-chan!! —Gritó al tiempo que saltaba del suelo, directo a gancharse en su cuello.

¿Chan, le había llamado? Alphonse ni siquiera se había repuesto del ataque de Tamaki y ahora tenía al pequeño prensado del cuello. Solo tragó saliva y lo sujetó de igual forma para evitar que el peso fuera demasiado. Un joven alto y de cabello negro, caminó decididamente a ellos. A Al lo intimidó un poco el porte agresivo del joven pero éste sólo cogió al pequeño Honey-sempai para librar a Al de él y su rosado conejito de peluche.

— Él es Mori-sempai —dijo Tamaki—. El tipo salvaje. Y los gemelos, son Kaouru y Hikaru Hitachiin.

Justo al oír sus nombres, los dos gemelos se acercaron a Edward Elric por ambos costados y rodearon con un brazo cada uno de sus hombros. Es, desconcertado alternó la mirada entre uno y otro sin moverse ni un poco, solamente contempló la siniestra sonrisa que se dibujaba en el rostro de los mellizos.

— Nosotros, somos el tipo demoniaco —aclararon ambos, a una sola voz que impresionó a Edward por semejante coordinación.

— ¿Demoniaco? —repitió Ed con una sonrisa forzada pero antes de que tuvieran oportunidad de contestarle, Tamaki volvió a hablar.

— Nuestro miembro más reciente es Haruhi Fujioka —señaló con una voz notoriamente especial al pronunciar aquel nombre.

Haruhi, que no estaba para nada impresionada o sorprendida con los nuevos invitados los miró con los ojos entrecerrados, soltó un simple ‘Hola’ y volvió su vista a otro lado de la habitación. Los Elric apenas reparaban en ella, cuando Kyouya dio unos pasos al frente para postrarse ante Ed. Los gemelos le dejaron libre y Edward observó la gélida pero amable sonrisa del joven.

— Soy Kyouya Ootori —él le tendió la mano—. El tipo indiferente.

Ed respondió cortésmente al saludo, estudiando detenidamente sus facciones.

— Mucho gusto —esbozó una sonrisa perspicaz, antes de continuar—. ¿De manera que quieren que seamos parte de esto ¿no?

— Exactamente. La verdad es que su ingreso nos vendría bien si… —Kyouya se vio interrumpido por un sonido que ya había tardado bastante tiempo en aparecer. El poderoso rugido del motor, que dio paso a la plataforma que se elevaba del suelo en la cual Range-chan, como de costumbre, estaba lista para su intervención.

Edward se quedó boquiabierto al ver aparecer la plataforma, mientras los otros, incluyendo a Alphonse, se veían completamente serenos. Range-chan soltó su característica risotada y señalo a Edward.

— ¡Debes estar en el Host Club! —no fue una petición, sino una orden.

— ¡¿De dónde rayos saliste?! —fue lo único que Ed fue capaz de decir.

Range lo ignoró, dios tres vueltas sobre la tarima como si se tratara de una bailarina y comenzó a hablar en un tono alentador mientras veía hacia la nada.

— Es perfecto. Justo lo que hace  falta para cerrar la gama perfecta —se volvió a Edward y lo miró de pies a cabeza, deleitando su vista con aquel nuevo ejemplar—. Edward Elric, el tipo rebelde.

— ¿Nos conocemos? —preguntó Ed, mirando con miedo a la intensa chica, que una vez más lo ignoró y continuó monologando.

— Lo veo ya, con su mirada insinuante y su andar despreocupado. Por los pasillos de la escuela sin escuchar nunca a los adultos y metiéndote en todo tipo de problemas…

Ed escuchaba, pero esto último en especial, llegó a molestarle un poco. ¿Metiéndose en problemas? Se preguntó si de alguna manera eso era todo lo que las personas esperaban de él. A decir verdad, esa propuesta lo dejó un poco decepcionado. Había esperado algo más emocionante que sentarse a atender a un montón de chicas sin nada mejor que hacer que pagar por un muchacho atractivo. Era algo estúpido, en su opinión.

— ¡Espera un segundo! —Intervino Ed antes de que ella terminara de hablar— ¿El tipo rebelde? ¿Host Club? ¡Qué sarta de idioteces! Yo me largo —todos los presentes, a excepción de Haruhi, lo miraron asombrados por aquel rotundo rechazo. Incluso su hermano parecía estar a favor de la idea, por lo que simplemente lo miró y dijo—: ¡Qué Al sea el tipo violable, si quieren, pero yo no entro!

— ¡¿El tipo violable?! —preguntó Alphonse, que sin darse cuenta, tenía el rostro enrojecido por enésima vez—. ¡Ed, yo no soy eso! —gritó al tiempo que apretaba los puños  y miraba a su hermano, medio  enfurecido y medio avergonzado.

— Como sea. Me voy —declaró, agitando la mano y caminando sin miramientos hacia la puerta.

— ¡Espérame, nii-san! —gritó Al. El castaño salió disparado detrás de su hermano.

— ¡Alphonse-sempai!—le gritó Range, anonadada ante la huida de los hermanos.

Sin embargo, Al era mucho más considerado que Ed, se detuvo en la puerta, antes de salir y se volvió para despedirse con una amable sonrisa.

— Lo siento, debo ir con él… Volveré mañana.

Hubo un silencio total  después de que los hermanos Elric se marcharon. Ninguno de los presentes se miró siquiera entre sí y así permanecieron por un par de minutos hasta que Haruhi soltó un suspiro.

 — ¿Pensaban que nadie podría negarse? —preguntó sin ser irónica.

Todos se viraron para pegar la pesada mirada en Haruhi, luego del no haber obtenido los resultados que buscaban. Tamaki, en especial, se acercó a ella con aire decepcionado y le reprochó con la mirada el poco tacto a Haruhi.

— Kyouya ¿Qué es lo que sabes de ellos? —preguntó Tamaki.

Kyouya, levantó la carpeta de apuntes y la abrió. Dentro, tenía fotografías de los hermanos Elric un resumen de ambos.

— Edward Elric de 17 y Alphonse Elric de 16, nacieron en Berlín. Son hijos del el General de Brigada del Ejército Alemán, Van Hohenheim y la escritora Trisha Elric. Sus padres se divorciaron desde hace siete años. Los hermanos Elric, recién se mudaron a Japón con su tutor,  subordinado y amigo de su padre: el Teniente Coronel Roy Mustang que reside aquí desde hace un año.

Haruhi escuchó las palabras de Kyouya con interés. A Edward no lo conocía pero estuvo toda la mañana con Alphonse y no se había hecho una sola pregunta sobre su pasado pero, ahora había una que se vio obligada a formular:

— ¿Ven a su madre con frecuencia?

Kyouya se esperaba esa pregunta de alguna forma, se acomodó los lentes y sonrió satisfecho de haberse adelantado para conseguir esa respuesta.

— Trisha Elric tiene la orden judicial de no acercarse ni tener contacto con sus hijos. Mérito del padre de los muchachos.

El rostro de Haruhi se ensombreció. Las circunstancias podían ser muy diferentes, pero entendía a la perfección la falta que hace la presciencia de la madre.

 

 

 

 

Edward Elric estaba sentado bajo la sombra de uno de los grandes árboles del jardín. Llevaba ya un buen rato sentado, simplemente pensando.  Sabía que a veces exageraba, pero no podía evitarlo: era su forma de ser.

— Nii-san —la voz de su hermano menor lo sacó de sus pensamientos—. Te he estado buscando desde hace mucho tiempo —Dijo Al con aquél tono de reproche dispuesto a perdonar al menor indicio— ¿Por qué rayos saliste así? No tienes que ser tan grosero.

— Lo siento, Al —respondió, cerrando los ojos—. Es sólo que esperaba otra cosa, no ese tipo de idioteces.

Al suspiró al momento que torcía sus labios y tomó asiento junto a su hermano.

— Esto no es el Marsella Rose, la gente es diferente. Si vinimos aquí, fue por un cambio y rechazar todo sin considerarlo siquiera, no ayuda en nada. Además —se giró un poco para mirar a su hermano con el ceño fruncido— ¿Por qué te escondiste de mí?

Ed abrió los ojos y lo miró un poco sorprendido. Le hacían gracia los gestos de su hermano cuando se molestaba y en cierta forma le causaba ternura. Al era la única persona con la que salía su lado sencillo. No pudo evitar sonreírle, como si con ello se disculpara.

— No era mi intención, es sólo que quería pensar un poco a solas. 

— Desconsiderado. Y yo que estuve como tonto buscándote.

— Vamos, no es para que te molestes —le dijo  dándole un ligero codazo, arrancando una tenue sonrisa del menor—. Además, se nota que querías unirte a ese club y yo esperaba que tomaras tu decisión.

— Tomaré mi decisión de cualquier forma. No esperes que me base en las tuyas.

Al seguía sonriendo cuando dijo esas palabras. De pronto, el mal humor de Ed había desaparecido, cosa que no le sorprendió pues era algo que siempre pasaba al hablar con su hermano menor.

El móvil de Edward comenzó a sonar, lo sacó del bolsillo delantero de los pantalones y, tal como esperaba, la leyenda de un nuevo mensaje abarcaba la pantalla exterior del teléfono. Lo abrió con un hábil movimiento de la muñeca y leyó.

— ¡Vaya! —dijo en un tono fastidiado—. Es Roy, ya empezó a hacerlas de padre —espetó, sarcásticamente—.  Debemos volver a casa ya ¿Por qué no vas por tus cosas, yo por las mías y te veo afuera?

Al estaba inclinado a Ed, mirando el teléfono celular. También él leyó el mensaje.

— Claro —concedió poniéndose en pie y tendiéndole la mano a Ed para que lo secundara—. Entonces, vamos.

Ed miró la mano de Al, pero la ignoró levantándose de un brinco.

Los dos caminaron de nuevo al edificio, a sus respectivos salones. Ed llego hasta el suyo en el que aún le esteraban sus cosas. Las tomó y salió caminando, sin prisa alguna, para ver a Al en la planta inferior. Estaba por doblas una esquina del pasillo, cuando alguien que caminaba en sentido contrario –y a toda prisa- chocó con él, haciendo caer tanto su maletín, como los libros de la otra persona.

— Lo siento tanto ¡Qué torpe! ¿Está bien? —se disculpó el chico que había salido de la nada. Edward inmediatamente reconoció a Haruhi Fujioka, a quien había conocido unos instantes atrás.

— Claro, no te preocupes —respondió, con algo de fastidio para sus adentros, pero  con cortesía aparente. Se agachó para recoger su maletín y se percató de que Haruhi hizo lo mismo por sus libros. Uno de estos, había caído a los pies de Edward, lo tomó y se lo extendió a Haruhi—. Esto es tuyo. Eres Fujioka…  —sus ojos dorados se enfocaron el delicado rostro de Haruhi, a decir verdad, un rostro bastante delicado para un varón. Era un chico apesto, había que saber reconocerlo — ¿no?

— Si —tomó el libro—. Nos presentaron, aunque no de la forma en que hubiera preferido —los orbes café y la inocente mirada de ella se encontraron con los de Ed, cuando esbozó una sonrisa—. Gracias.

Ed se quedó por varios segundos sin saber qué decir. Haruhi en definitiva había algo en ese chico que le parecía extraño. Antes, no le había prestado atención.

Haruhi se levantó, con todos sus libros entre las manos.

— Levaba mucha prisa y no vi por donde iba. Gracias, Elric-sempai —ella ya se disponía a caminar pero se volvió antes de hacerlo—. Y por cierto… Tomaste una buena decisión con el Host Club —cerro sus ojos para sonreírle una vez más a su interlocutor.

Y qué me aspen, pensó Edward al verlo, no es lo que parece. Apuesto algo a que no.

— Fuijioka —Edward habló de pronto, con un tono brusco para evitar que se marchara.

— ¿Pasa algo? —preguntó Haruhi.

— No… no quiero que te ofendas por la pregunta que voy a hacerte pero… —No era bueno con los rodeos. Tomó aire y se decidió, aun con las dudas en su mente y algo de sudor nervioso adueñándose de su frente—. ¿Eres… una chica?

Lo dijo y esperaba todo tipo de insultos, si cabía la posibilidad, un golpe también… pero sólo recibió una mirada serena de Haruhi que lo observó sin decir ni hacer nada, al final, sonrió de nuevo y en un tono tranquilo, respondió:

— Sí. Vaya, lo has notado.

— ¿Qué? —exclamó Edwar, impresionado. Lo admitía con tanta facilidad—. Un segundo, si eres una mujer ¿Por qué estás en el Host Club? —En su rostro apareció una mueca contrariada y desvió la mirada para formular su siguiente pregunta—. No será que te gustan esas cosas ¿o sí?

Pero Haruhi se echó a reír de buena gana.

— Claro que no. Es otra razón.

— ¿Me lo dirás? —preguntó Ed.

— Pero… tengo algo de prisa —respondió Haruhi.

— Caminemos juntos —Edward dio un par de pasos adelante. Haruhi le miró y asintió, comenzando a caminar con su compañero a un lado—. Pero, sin correr —bromeó.

Ella le contó a Ed la historia completa, sobre cómo había llegado al instituto y las circunstancias bajo las cuales se convirtió en un anfitrión del Host Club. Ed la escuchó, asintiendo solo en los momentos precisos para indicarle que continuara. Le hacía gracia la noble manera en la que Haruhi relataba aquellas anécdotas y no podía evitar dejar salir alguna que otra  risilla divertida.

— Así que les resulta más provechoso el hecho de que te hagas pasar por un chico —comentó Ed— ¿Debo guardarlo como un secreto? 

— Si quieres, la verdad es que me da lo mismo. Si no es así, pagaré mi deuda trabajando en algún otro lugar —entonces ella levantó la mirada. Estaban a poca distancia de la escalera, pues se habían tonado su tiempo para caminar—. No es como si lo perdiera todo.

— Pero me hace gracia como pudieron confundirte con un chico ¿Realmente te vestías como uno?

— Supongo que soy demasiado distraída para intentar marcar la diferencia —ella se rascó l cabeza porque pensó que si hubiese tomado en cuenta ese detalle, nada de eso habría pasado—. Yo no habría notado la diferencia en mí, de ser tú.

Ed tomó una posición algo altanera y la miró con los ojos entrecerrados. Los dos se detuvieron, ya habían llegado al comienzo de la escalera.

— Debe ser por la agudeza de mis sentidos —presumió Edward, dándose un golpecito en el mentón, con el puño cerrado.

— No serías el tipo rebelde —comentó Haruhi, entre risas.

A Edward le afectó un poco aquél comentario. De manera que Haruhi no pensaba eso de él, eso sí era nuevo. Suavizo su semblante y entrecerró los ojos para mirarle con interés.

— ¿Y qué tipo sería?

— El tipo arrogante —ella lo dijo por decirlo, fue todo.

Pero a Ed le pesó a sobremanera. Pensaba decir algo, pero la inocencia que se denotaba en Haruhi al seguir riendo, le dijo que no lo había hecho de mala fe. Se vio obligado a ahorrarse sus reclamos y simplemente seguir el juego.

— No podría, porque todos ahí son arrogantes y mi personaje no sería nada original.

— Entonces el tipo dramático —sentenció Haruhi.

— ¡Ese ha de ser Sou-sempai! —masculló Edward, haciendo una mueca que a Haruhi le provocó risa— ¿Por qué no puedo ser el tipo atlético? ¿O el tipo misterioso? ¿O simplemente e tipo asesino, para aumentar las visitas de las chicas dark?

Ante esto, Haruhi soltó una sonora y natural carcajada. Edward la veía reír y se dio cuenta de que ella en verdad le agradaba, lo que lo hizo pensar en Alphonse. Según su hermano, ahora tenían una nueva vida y conocerían nuevas personas, cerrarse a la gente lo haría terminar solo, cosa que no soportaba; por lo que se sentía agradecido de conocer a alguien como ella, tan diferente a las personas a las que estaba acostumbrado. Se sentía como una buena persona, con ella.

— ¡Haruhi! —dos voces, llegaron a sus oídos desde el pie de la escalera. Tanto Ed como Haruhi, guiaron sus miradas a la planta inferior en donde pudieron divisar a ambos  gemelos Hitachiin, de brazos cruzados, observando atentamente a sus compañeros—. Estamos esperándote —concluyeron, los dos.

 — ¡Ya  voy! —respondió. Volvió a mirar a Edward para dirigirle la palabra—. Te veré mañana, espero. Hasta luego —ella se despidió y bajó las escaleras corriendo.

Cuando alcanzó a sus amigos intercambió con ellos algunas palabras que Edward no pudo escuchar. Cuando comenzó a caminar, los mellizos elevaron su vista para encontrar sus ojos avellanados  con los dorados de Ed. El rubio sintió la frialdad con la que ellos le miraban. Le era difícil identificarlos pues nunca le dijeron que diferencia había entre ellos, pero  daba lo mismo. La extraña conexión  entre los dos, daba como resultado una pesadez inquietante en su mirada. Edward la sostuvo firmemente, sin mostrarse agresivo pero se abstuvo de sonreír o hacer cualquier cosa que pudiera interpretarse como un primer paso. De pronto se viraron y caminaron junto a Haruhi a la salida de la escuela.

 

 

 

Ya habían llegado a su casa y Alphonse Elric, en la sala de estar, jugaba con su computadora portátil, sentada en el blanco sillón de estilo contemporáneo, mientras Ed estaba recostado en el sofá continuo, leyendo El Conde de Montecristo.

Roy Mustang, entró a la sala y dejó la agenda que llevaba en la mano, sobre la mesa auxiliar de la sala. Al pasar junto a Al, vio por el rabillo del ojo la pantalla de la computadora, cosa que llamó su atención. En el monitor, se mostraba una imagen de siete muchachos en poses de galán. Tragó saliva y se acercó para ver, sin que Al se diera cuenta, lo que él hacía.

Alphonse entró a una pagina en la que se hablaba de cada uno de los muchachos de la imagen y si las seleccionaba, le llevaba a una galería de fotografías de la persona en cuestión.

La respiración en su oído, hizo que Al se girara y vio el rostro anonadado de Mustang, que lo espiaba sin duda alguna.

— ¿Qué se supone que estás viendo, Al? —preguntó Mustang con la prepotente y profunda voz que tenía.

— Es la página del  Hos Club —respondió, sin alterarse un poco. Al escucharlo, Ed prestó más atención a las palabras de su hermano que a las de Alexandre Dumas, y mantuvo el oído alerta—. Fuimos invitados a unirnos.

— ¿Qué es eso?

— Pues hasta donde sé, se trata de atender a las damas de la escuela y cubrir sus necesidades. Ellas necesitan compañía y también ser escuchadas.

Roy miró a Al, como si no creyera lo que oía. Se incorporó y cruzó los brazos, con el semblante inexpresivo de siempre. Pronto sonrió de la forma más amplia.

— Noble causa, pienso yo.  Las señoritas tienen necesidad de un buen hombre que las proteja —dijo, dejando salir un poco de aquel impulso de casanova y alardeando como si él mismo representara a sus palabras—. Mejor que te unas, además, podrías conocer  infinidad de chicas atractivas… que luego podrías invitar aquí a cenar.

—Aún no sé si lo haré —respondió, devolviendo su mirada al computador. Dio click en las fotografías de clientas destacadas, y una docena de atractivas muchachas apareció en la pantalla, atrayendo la indiscreta mirada de Mustang—. Edward se negó.

Roy se volvió para ver a Edward, que parecía ni siquiera prestar atención.

— ¿Es verdad es, Ed? —preguntó.

— Sí —respondió, sin más.

— ¿Cómo puedes hacer eso? Negarte a estar rodeado de chicas lindas y además recibir algo de dinero a cambio, sin mencionar la enorme popularidad que te crearás. Y estarás rodeado de chicas hermosas.

Edward viró los ojos al cielo y respondió lo más tranquilo posible.

— En primera no tengo necesidad de dinero. En segunda, es una actividad idiota y poco  respetable, no va conmigo. Y en tercera, dijiste ‘estar rodeado de chicas lindas’ dos veces.

— Y dos veces vale la pena —farfulló con egocentrismo. Arqueó una ceja y miró detenidamente a Edward—. No será…  que eres gay ¿o sí?

Edward se dio la media vuelta de pronto y le arrojó el pesado libro en la cabeza a su tutor. Roy se cubrió con el brazo pero, por el rebote, el libro le dio en la frente de todos modos.

— ¡No digas ese tipo de idioteces! —refunfuñó Ed, encolerizado.

— Me alegra —dijo, frotándose la frente donde el libro le había dado aquel golpe. Le gustaba hacer enojar a Edward. A pesar de ser su tutor, llevaban una relación poco formal y más bien parecía una especie de mezcla de hermano mayor y jefe—. No quiero ni pensar en lo que tu padre haría si sabe que eres gay.

— ¡Qué no lo soy! —exclamó. Inmediatamente se tranquilizó y soltó una sonrisa maligna, con una mirada despectiva para responder a su comentario—.  En todo caso, lo que debería preocuparte, es lo que te haría a ti si eso fuera cierto. Tú lo conoces; viviendo en tu casa, lo primero que pensaría es que, o tú lo eres y practicas tus arrebatos homosexuales —usó esa palabra intentando ofenderle— frente a nosotros, o abusaste sexualmente de alguno. Tú elige.

Él tragó saliva y lo miró aterrorizado,  sólo de imaginarlo.

— Eso es verdad —convino Al—. Le irá mal, coronel.

— Sólo llámame Roy. Y eso no pasará —dijo, nervioso—. Así espero que no me salgas con la novedad de que saliste del closet —le dijo a Edward.

Roy se levantó, intentando recuperar la elegancia y autoridad de su porte ante los hermanos. Se volvió a Ed y le dedicó una mirada desafiante, que él le devolvió.

Al casi podía ver las chispas saliendo de los ojos de ambos para chocar entre sí.

— Ten por seguro, que eso no pasará —terció Edward.

 

 

 

El día siguiente fue un tan normal y tedioso como cualquier otra mañana en el instituto. Ed a penas le dirigió la palabra a Kyouya y Tamaki. Al, al contrario de su hermano, fue mucho más amigable con Haruhi, Kaoru y Hikaru, sobre todo con Haruhi que le resultaba tremendamente agradable.

El Host Club estaba ya listo para recibir a las señoritas pero, antes de eso, hablaban en la sala de música con Alphonse Elric, quien cumplió su palabra de volver aquella tarde.

— ¿Es  verdad que Honey-sempi es incluso mayor que yo? —preguntó Al, sentado junto al recién mencionado en el sillón del salón.

Hikaru y Kaoru estaban justo detrás de él, divirtiéndose con la mirada asombrada e incrédula de su nuevo compañero. Kaoru se acercó un poco para ver a Alphonse a la cara.

— Sí, pero no deberías confiarte. Honey-sempai puede ser muy peligroso si se le da la oportunidad.

— No me lo creo —dijo Alphonse.

— Al-chan, no hagas demasiado caso  ¿Quieres que comamos dulces? —dijo Honey con una mirada infantil, extendiéndole un tazón de caramelos a Al.

El pequeño Elric, miró el tazón antes de hundir su mano en él y coger un puñado de dulces de cajeta.

— Arigato —dijo Al, con una tierna sonrisa. Abrió los dulces torpemente y se llevó un par de ellos a la boca. El momento en que los caramelos tocaron sus labios, fue captado por Tamaki que no podía perderse de aquel delicado movimiento y la satisfacción dibujada en el rostro de Alphonse.

— ¡Eres kawaii! — soltó Tamaki, abalanzándose hacia Alphonse para estrecharlo en un fuerte abrazo.

— ¿¿Qué?? —dijo Al con dificultad, pues ni la sorpresa ni la presión de estar estrechado contra el pecho de Tamaki le dejaban respirar. El joven movió los brazos, tan fuerte como pudo, pero no consiguió separarse de Tamaki—. Nooo! Déjame en paz

— Ha ha ha ha! Tamaki-sempai no puede resistirse a un cara bonita —comentó Kaoru, riendo de buena gana.

— Es demasiado idiota, cualquiera puede manipularlo —fue el comentario de Hikaru, que al igual que su hermano, veía la escena cruzado de brazos.

La puerta se abrió bruscamente, haciendo que todos los integrantes del Host Club dejaran lo que hacían para vlver la vista atrás y enfocarse en la persona recién llegada. Para verdadera sorpresa de todos, esta persona era el mismo Edward Elric.

Ed permanecía en el umbral de la puerta. Esperaba un teatral recibimiento como en la ocasión anterior pero sólo los encontró  a todos haciendo nada, alrededor de… ¿Su hermano y Tamaki-sempai, abrazados de una forma tan confiada? Eso lo incomodó un poco. Sus ojos se encontraron con los de Al, y ambos ligeramente ruborizados, desviaron la mirada hacia cualquier parte. Al aprovechó la distracción para dar un empujón contundente a Tamaki y librarse de él.

— Nii-san, pensé que ya no vendrías —dijo Alphonse.

— Pues aquí estoy —respondió, aún sin mirarlo. Ed se mostró decidido y caminó directamente a Tamaki.  Éste último le miró solemnemente hasta que Ed estuvo a pocos pasos de él. El alemán le sonrió con picardía. Pasó la mano por su cabello, apartando los rubios mechones que cubrían su rostro—. Sólo para decirte algo a ti.

Hikaru y Kaoru intercambiaron una mirada, sin hablar pudieron decirse exactamente lo que pensaban y es que ambos sabían lo que Edward quería decir.

—  Entro al Host Club —dijo Ed, con una voz segura al tiempo que colocaba la mano en su pecho—. Tienen al tipo rebelde.

Tamaki sonrió abiertamente y le tendió la  mano a Edward amablemente.

— Bienvenido al Host Club —dijo Tamaki.

Edward notó la sinceridad en la sonrisa de Tamaki, cosa que le sorprendió un poco. Era bastante astuto y podía diferenciar entre una sonrisa falsa y una real, como la diferencia entre Tamaki y Kyouya.

— Alphonse-sempai —preguntó Kaoru, atrayendo la mirada, no sólo del aludido sino de todo el Host Club—. ¿Tú que dices?

Alphonse esbozó una sonrisa, miró el rostro de su hermano y la expresión resuelta y alegre que había en él. Era inevitable que terminara así.

— Por supuesto que me uno —contestó.

Haruhi también se alegró de que los Elric se unieran. El tiempo que había pasado con cada uno, le dio tiempo de saber que se trataba de personas honestas de las cuales podía fiarse, tanto como era posible fiarse de un rico, claro está. Su ojos se encontraron una vez más con los de Ed, que ya era acosado por los cariños de Honey-sempai.

Al ver a Haruhi, Ed recordó cierto detalle.

— Pero tengo una pregunta —declaró. Su potente voz silencio el barullo que se había formado en la sala gracias a Honey y Tamaki—. Como miembro del Host Club, tengo derecho a hacerla ¿no es así?  —se refirió a Kyouya, que evidentemente era quien llevaba los pantalones. Ootori, asintió—. ¿Cuándo pensaban decirme que Haruhi es una chica?

 

Notas finales:

Espero que sea de su agrado este fic y saben ¡La inspiración me ayudó un poco hoy con 'El momento de los tulipanes! Pronto estará listo el proximo cap n.n Dejen sus comentarios ¡Gracias por leer!

P.D.: Sigo esperando sugerencias para el tipo de Alphonse :3


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