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Incest Game por Shisain-chan

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Notas del capitulo:

Creo que desde un principio aclaré sobre el toque bisexual del fic. Les insisto, inicia con algo hetero pero poco a poco notaremos el yaoi... hasta llegar a hacerlo realmente YAOI :3 Por ahora seguimos con la hitoria... No digo más, mejor lean:

 

— ¿De qué estás hablando, hermano? —preguntó el curioso Alphonse que comenzaba a pensar que lo sacarían a patadas de club luego de eso.

— No sabía que estabas al tanto de eso —respondió  Kiouya con total calma, mientras acomodaba las gafas ante sus ojos.

Edward soltó una sonrisa un poco arrogante y miró a Haruhi que esperaba en silencio desde su lugar. Se dio  cuenta de que todos en la sala lo miraban de forma inquisitiva.

— Bueno, resulta que soy demasiado observador, es lo que puedo decir —aclaró Edward.

— ¡Estás equivocado! —exclamó Tamaki acercándose a Haruhi y tomándola por los hombros mientras comenzaba a sacudirla de un lado a otro—. Es un chico, un chico ¿No lo ves? Haruhi-sempai es de verdad varonil.

Haruhi sentía como la movían como si se tratara de una simple muñeca de trapo pero logró incorporarse para mirar a su compañero con ojos fríos y asesinos.

— Tamaki-sempai, déjelo. No tiene caso, sabe la verdad.

— Entonces supongo que está enterado de por qué es necesario guardar el secreto sobre Haruhi —Kiouya retomó la conversación—. Ni siquiera Range lo sabe, así que es mejor que no le comentes nada.

Edward torció los labios antes de sonreír con complicidad.

— Descuida, entiendo.

Alphonse se acercó a su hermano y lo miró fijamente, aunque éste ni siquiera se diera cuenta de ello.

— ¡Pues yo no! —exclamó Alphonse—. ¿De qué hablan? ¿Cómo es eso de que Haurhi es una chica? ¿Hablan en serio?

— Creo que te lo explicaré más tarde, Al —respondió Edward.

Alphonse parpadeó y estaba a punto de objetar algo cuando Kiouya volvió a hablar.

— Tiene razón: ahora no hay tiempo. La clientas están por pasar.

En realidad parecía que Kiouya había dicho alguna palabra clave que dio la indicación a las jóvenes de que podían entrar pues la puerta se abrió en cuestión de instantes dejando a Alphonse con las dudas rondando es su cabeza.

Dos jóvenes, una rubia y otra morena, abrieron la puerta del Tercer Salón de Música, recibiendo el habitual ‘Bienvenidas’ por parte de los anfitriones, más se llevaron una enorme sorpresa al ver a los dos nuevos integrantes.  Ambas los miraron con curiosidad.

— Buenas tardes, señoritas —las saludó Tamaki, acercándose con su porte de galán.

La chica rubia lo miró anonadada y lo tomó del brazo, como hace una verdadera dama.

— Tamaki-sempai… —fue todo lo que dijo pero su mirada estaba clavada en los hermanos Elric con una expresión de intriga y atracción.

Tamaki sonrió, complacido por haber dado en el clavo.

— Señoritas, les presento a los nuevos anfitriones del Host Club —dijo rodeando a la rubia por la espalda y tomando a la otra chica de la mano para alentarlas a dar un paso al frente—. Son Edward —al decir su nombre, se puso junto a él y colocó una mano sobre su hombro— Y Alphonse Elric —hizo lo mismo con Al.

Las chicas les miraron absolutamente fascinadas y, después de presentarse, pidieron de manera discreta a Tamaki que Edward y Alphonse les atendieran esa tarde.

Tamaki se volvió para verlos antes de asignarles aquella tarea y valoró a cada uno. Era completamente obvio que Edward tendría todo bajo control pues su actitud revelaba que era la clase de personas a las que les es fácil relacionarse con la gente y no dudaba que tuviera experiencia para tratar a las chicas, pero el caso de Al era diferente. No era distraído como Haruhi, ni distante como Mori y mucho menos frívolo como Kiouya. Tampoco podría decirse que Al era tímido, pero se notaba a simple vista que las chicas no eran exactamente su fuerte… porque nunca antes había estado en el Host Club. Él no sólo cumpliría con los estándares, sino que sobresaldría.

 Resulta que había una necesidad entre las chicas que ni Kiouya, ni Mori, Hikaru, Kaoru o él mismo; podrían cubrir y era: la necesidad de proteger. Sin embargo, Haruhi daba la impresión de ser demasiado independiente al vérselas duras para conseguir la beca y  permanecer en el Club. Honey era adorable y quizás el más apto para cubrir esa necesidad pero estaba Mori. Siempre estaban juntos y la gracia entre ellos era precisamente que Mori cuidara a Honey. En el caso de Al, era distinto pues una podía sentir que le cuidaba sin estar consiente de ello, al mismo tiempo, las chicas se sentirían atraídas por ese misterio que les incitaba acercarse a él. Aún así, no era en lo absoluto débil de carácter, por el contrario: era bastante directo; cualidad que se encargaba de esconder su sumisión, dándole un contraste de soledad.

Los cuatro se sentaron en una de las grandes mesas para té. La chica morena, no apartaba su vista de los dorados ojos de Edward.

— Dime, Edward-kun, ¿De donde vienen? —preguntó la chica, apretando ligeramente el asa de la taza de té frente a ella.

Ed, en efecto, estaba acostumbrado a tratar con mujeres… pero siempre le había resultado tarea difícil.  Simplemente no las entendía, no encontraba de qué forma hablar con ellas sin que la conversación terminara por ser absurda y superficial, pero eso sí, cuando quería, podía ser todo un seductor, lo sabía bien.

— De Alemania, Berlín —respondió Edward.

— ¿Desde cuando viven en Japón? —preguntó la chica rubia, mirando a Alphonse a los ojos.

— Desde hace sólo una semana.

— ¿Y por qué razón vinieron a Japón?  —preguntó la primera chica.

Edward se sintió incomodo con aquella pregunta. Contuvo las ganas de virarse para ver a Alphonse porque se sentía culpable cada vez que tocaban el tema. Sonrió con esfuerzo  y se decidió a decir la verdad y al mismo tiempo cambiar el tema.

— Bueno, eso es porque me  tienen vetado, pero lo hecho, hecho está. Más vale pedir perdón que pedir permiso ¿no lo creen? —esbozó una traviesa sonrisa. Las dos chicas se estremecieron al verla y ambas se tomaron la mano por debajo de la mesa, presas del encanto de Edward.

La sala ya había comenzado a llenarse de chicas que habían escuchado el rumor de que los Elric habían entrado al club.  En pocos minutos, todos los anfitriones estaban ocupados atendiendo a las señoritas y en todo momento, Kiouya vigilaba bien a los hermanos Elric mientras anotaba los avances que el Host Club tenía. No tenía duda de que había sido una buena elección.

Kaoru y Hikaru,  estaban sentados en una de las mesas con cuatro chicas, ellos trataban de no prestar demasiada atención a los demás anfitriones y concentrarse en su propio juego. 

Una de las chicas, que estaba entretenida con los gemelos, vio a Haruhi pasar a la distncia y con un amistoso ademán le indicó que se acercara.

— Buenas tardes, Haruhi-kun —le saludó.

— Buenas tardes chicas —respondió ella con una amable sonrisa.

— Haruhi, sientante con nosotros —le dijo Hikaru sacando una silla vacía para ofrecérsela. Todas las chicas asintieron, emocionadas por verse acompañadas por los tres Host.

— Claro —respondió al tiempo que se sentaba junto a ellos.

— Haruhi, hacía tiempo que no hablaba contigo —dijo la chica con un gesto coqueto—. Vaya que me había concentrado en mis dos anfitriones preferidos —al decir eso, le lanzó una mirada a los mellizos, quienes se miraron con orgullo—, pero no pienses que me gustas menos.

Haruhi le miró un poco extrañada y después le regalo una sonrisa comprensiva.

— Claro, lo entiendo. Siempre es un placer hablar con ustedes.

Los dos gemelos se levantaron de su silla y caminaron detrás de Haruhi. Tal como acostumbraban, se inclinaron a ella hasta la altura de su rostro mientras uno rodeaba al otro por el cuello. En pocos segundos, Haruhi quedó atrapada entre los gemelos.

— Complácenos más a menudo, Haru-kun —dijeron los dos gemelos, dejando su profunda voz penetrar en los oídos de Haruhi, que se estremeció un tanto incomoda, cerrando sus ojos—. ¿No ves que es un placer pasar tiempo contigo?

Las chicas inmediatamente comenzaron a gritar como  locas al ver aquel espectáculo. Naturalmente, atrajeron la mirada de los demás Host, incluyendo la de Edward Elric a quien no se le escapó la extraña conexión entre los gemelos que parecía decir ‘La tenemos’. Sin embargo, fue Tamaki el que más se escandalizó con aquello. El rubio caminó decididamente hasta la mesa y sujeto a cada Hitachiin por el cuello de la camisa, halándolo para alejarlos de Haruhi.

— ¿Qué se supone que hacen, demonios del infierno? —preguntó mientras una vena palpitaba el lo alto de su sien.

Los soltó poco tiempo después. En ese instante, Haruhi abrió los ojos y lo primero que vio fue la dorada mirada de Ed, quien le sonrió como lo  hace un cómplice diciendo ‘Vaya lío en que te has metido’. Haruhi devolvió la sonrisa. Momento captado por Hikaru y Kaoru.

— Lo único que hacemos es decir lo que pensamos —dijo Hikaru—. Temes a la competencia, es lo que pasa.

Kaoru clavó en su hermano una mirada enternecida y fingiendo la dulce y preocupada tonada de su voz dijo:

— ¿Competencia por Haru-chan? —Desvió su mirada—. Yo pensaba que…

Hikaru, de un empujón, apartó a Tamaki que se interponía entre ellos. Rodeó a su hermano por la cintura y tomó su rostro cariñosamente entre sus manos, y aumento la cercanía entre el uno y otro.

— No, hermano, sabes que lo único que me importa es que tú estés a mi lado.

Una vez más los gritos de las jóvenes se dejaron escuchar. Edward Que seguía mirando a Haruhi, pudo ver a los hermanos Hitachiin  hacer tu acto de coquetería. Eso si que era nuevo para él. Los contempló impresionado sin siquiera poder decir algo coherente, solamente balbuceó:

— ¿I-incesto…? —pero la palabra fue más audible de lo que esperaba, pues fue escuchado por las chicas de la mesa y, claro, por Alphonse. Por un instante la mirada de Edward se encontró con la de Al, pero ambos la desviaron cuando su rostro se ruborizó.

— ¿Incesto? —Preguntó una de las chicas—. ¿No es hermoso el amor entre hermanos? —la joven abrió los ojos como si acabara de ocurrírsele una gran idea—. Ustedes también son hermanos ¿No han pensado en…?

— ¡No! —fue la respuesta contundente (y casi un grito) por parte de los dos hermanos Elric que, sólo por pensarlo, tenían el rostro de un color carmín intenso.

— ¡En serio, sería grandioso!

— Basta, no digas eso —dijo Alphonse virándose para que las chicas no vieran lo sonrojadas que estaban sus mejillas.

— Lo siento —se disculpó la chica, un poco angustiada temiendo haber molestado a Alphonse—. Solo pensaba que sería una excelente opción —ella se giró un poco y llevó la mano hasta su mentón, en un gesto delicado. Sus ojos comenzaron a acumular lágrimas, pues se sentía un poco humillada y bastante incomoda.

Alphonse pudo verla por el rabillo del ojo. Inmediatamente se incorporó y habló con una voz hiperactiva.

— ¡No te muevas! Quédate así, justo así —la chica dio un pequeño brinco de sorpresa pero obedeció sin mover un solo milímetro. Entretanto, Alphonse tomó una servilleta de papel que estaba sobre la mesa y sacó de su bolsillo un lápiz de unos diez centímetros. Edward lo vio hacer estos movimientos y se giró, nada impresionado por lo que haría su hermano. Luego de garabatear un poco sobre la servilleta, se incorporó y le mostró a la chica el papel en el que estaba dibujado su perfil detallado como si se tratara de la mano de un profesional pero con aquel toque de improvisación que mejoraba el resultado.

— ¿Soy… yo? —exclamó, tomando la servilleta, maravillada por el resultado—. ¿Puedo quedármela?

— Toda tuya.

— ¡¡Eso!! —dijo Tamaki en voz alta mientras chasqueaba los dedos y adoptaba una digna de Sherlock Holmes luego de resolver un verdadero caso—. Bien lo sabía —se acercó a la mesa en la que estaban los Elric—. Tienes algo… una sensibilidad distinta. Es obvio. Mi ingenio jamás hubiera pasado por alto lo que hay frente a mis ojos…

Alphonse lo miró con curiosidad y recorrió un par de centímetros sobre su silla para susurrarle a Ed, mientras  Tamaki hablaba sin cesar.

— Hermano, este tipo me da un poco de miedo.

— Tienes razón, se ve medio idiota.

— ¿Medio?

— Silencio…

— ¡Eres es tipo Artístico!

— ¿Artistico? —repitió Al.

De pronto, Tamaki sacó una boina roja y se la colocó a Al, antes de dar un paso atrás y admirar su ‘creación’. Alphonse, impresionado, toco la boina sin saber qué rayos tenía que ver eso con él. En verdad, Tamaki era un tipo extraño.

— ¿De donde  rayos salió esto? —dijo palpando la boina.

— ¡Es verdad, Alphonse-sempai! —dijo la chica, observando el dibujo de la servilleta—. Tienes mucho talento.

Al terminó por sonreír. Miro a todas las personas en el club, le miraban convencidos. No dudaba de su talento, pero jamás pensó que ese sería su tipo.

— Creo que lo soy… ¡Pero no entiendo cómo rayos hacen para encontrar tantas cosas extrañas! Y encima no me explican nada.

— Relajate —dijo Tamaki con aquella voz de lider—. El secreto del Host Club  sólo se trata de eso: dejarte llevar.

 

 

 

— Vaya que lo hiciste bien en tu primer día —le comentó Tamaki a Edward.

— Parece que es más sencillo de lo que esperaba.

— Claro, ambos tienen talento. Saben atraer a las mujeres de manera natural, aunque bien sé que no pueden competir con mis aptitudes.

— Claro… como digas…

Haruhi pasó junto a ellos sin siquiera mirarlos, en cambio Edward la seguía con la mirada. Sonrió para sí mismo. Mientras estaba con la señoritas en la mesa de té, se dio cuenta de que ellas eran exactamente como él esperaba y eso era lo que más le aburría, por otra parte, Haruhi estaba llena de sorpresas.  Edward vio a Haruhi acercarse a sus maletín y poco tiempo después, los gemelos Hitachiin llegaron hasta donde ella estaba. Ed no pudo reprimir la mueca de fastidio al verlos con ella.

— Parece que los nuevos hermanos Elric se sienten comodos aquí —comento Hikaru, de manera que sólo su hermano y Haruhi le escucharan.

— Sobretodo Alphonse —convino Kaoru—. Desde antes, notaba que quería unirse al club.

Haruhi se volvió para ver a los gemelos, con su conocida sonrisa en los labios.

— Tienen razón, Alphonse es una buena persona y, por supuesto, su hermano también. Ahora, ¿que les parece si vamos al museo mañana en la tarde, para el trabajo de Historia? Podríamos invitar a Al  —dijo Haruhi, abriendo el zipper de la mochila.

Edward vio esto y su sonrisa se acrecentó aun más. Volvió su vista a Tamaki que seguía balbuceando aunque ahora no tenía ni idea de lo que hablaba.

— ¿A un museo? —preguntó Hikaru como si se tratara de una aberración—. ¿Por qué salir de casa cuando puedes pagar una buena investigación de historia y hacer un resumen con eso?

Haruhi les dedicó una mirada asesina.

— Malditos ricos bastardos —murmuro al tiempo que adentraba su mano en la maleta.

Hikaru pudo ver a Haruhi hacer un gesto sorprendido, mientras tentaba algo, seguramente desconocido, en el interior de la maleta. Haruhi bajó la mirada esperando encontrarse con aquel objeto extraño. Hikaru y Kaoru le veían a su vez. Y lo que salió de la maleta, en la mano de Haruhi, no fue otra cosa que una hermosa gerbera de color rojo intenso en la cual se veía una etiqueta sujetada al verde tallo.

‘Gracias por hacerme sonreír- Edward E.’

Hikaru sólo pudo sentir su sangre hervir en el momento en que leyó la nota. No sabía que era peor: el hecho de que Haruhi recibiera aquel regalo con una memorable sonrisa, o el gesto satisfecho en la faz de Edward.

— ¿Es tuyo? —preguntó Haruhi a Edward, sin dejar de mirar la flor.

Edward asintió, lo que obligó a Haruhi a mirarlo a los ojos.

Tamaki sintió una aguda punzada en el corazón al ver a Haruhi tan complacida por una sencilla flor que no tenía ni la más minima elegancia. Él mismo le había dado incontables rosas rojas y ninguna fue recibida con tanto gusto.

Hikaru y Kaoru, sintieron que de alguna manera, Edward les agradaba menos que antes. ¿Con qué derecho llegaba a regalarle flores?  No fueron necesarias las palabras entre ambos, nunca lo eran, pero sabían muy bien que no aceptarían a Edward sólo así.

— Gracias.

— No hay de qué.

— Es bonita —dijo sencillamente antes de devolver la flor, sin mucha delicadeza,  al interior del maletín y continuar con lo que se que buscaba.

Pero Hikaru seguía viendo la sonrisa que ella había esbozado segundos atrás. Se dio cuenta de que por primera vez, sentía desprecio por algo proveniente de Haruhi.

— ¿Se puede saber qué es lo que pretendes dejando eso en la mochila de mi hija? —Preguntó Tamaki, encolerizado.

Alphonse lo escucho, y dejó lo que hacía para concentrarse en su hermano, que era de nuevo el centro de atención.

— Nada, solamente he pensado que también era linda, como ella.

— ¿Cómo te atreves a decir eso tan a la ligera?

— No le veo nada de malo.

— No, claro que no —interrumpió Hikaru. Desde entonces, Kaoru ya le veía con el temor de que hiciera o dijera algo malo—. No importa demasiado si un enano como él dice lo que piensa o no.

— Hikaru, no seas grosero —Haruhi le llamó la atención dándose la media vuelta para poder ver al pelirrojo de frente—. Ha sido bastante cortés y  no tienes ningún derecho de hablarle así.

— ¿A quién rayos le estás diciendo enano, subnormal? —gritó Edward, sin hacer mucho caso a las palabras de Haruhi. Ed se levantó de su silla y Alphonse se apresuró a tomarlo por las mangas de la fina camisa que llevaba.

Kaoru miró a Edward de hito en hito, y si sus ojos hubiesen sido armas de fuego, no cabe duda que Edward hubiese muerto al  instante. Aunque la discusión era principalmente entre su hermano y Ed, no podía ignorarle.

— ¿Subnormal? ¡Ponte de puntitas para decírmelo en la cara!

De alguna manera. Edward logró soltarse del agarre de Alphonse y dio algunos pasos hacía Hikaru, pasos tan pesados como el humor que se cargaba en ese momento.

— ¡Te lo diré de frente si no corres a esconderte detrás de tu hermano!

— Mira quién habla: ¡El idiota tamaño bolsillo! —de igual forma Hikaru comenzó a caminar hacía Edward.

Haruhi les veía, demasiado molesta para contenerse. No era una discusión usual, como las que los gemelos tenían con Tamaki la mayoría del tiempo. Esta vez, el ambiente era tenso debido a la poca disposición de los Hitachiin para aceptar a Edward. Ella se interpuso entre ambos y les dedicó una mirada furiosa, a los ojos color avellana de uno y dorados de otro.

— ¡Basta! No voy a volver a repetirlo —dijo con tanta autoridad que los dos guardaron silencio—. Van a dejar de pelear ¡ahora!

— Tiene razón —intervino Tamaki, que de igual forma, empleo una seriedad en su tono de voz que pocas veces se había visto antes—. No quiero este tipo de comportamientos en el club, no pienso tolerarlos. Afecta a el ambiente y a los demás miembros, así que si a uno no le gusta el comportamiento de el otro, tiene dos opciones: se larga o cierra el pico —incluso a Haruhi le sorprendió la forma con la que Tamaki hablaba, pero sabía bien que era por que le importaba el club y porque las riñas entre ellos sólo harían las cosas más difíciles— ¿Quedó claro?

Edward y Hikaru se miraron con rivalidad. Se podía ver que no estaban precisamente en paz,

— De acuerdo.

 

 

 

— Nii-san —dijo Alphonse, entrando silenciosamente en la habitación de Edward—. Nii-san ¿Dónde estás?

— Aquí estoy —dijo Ed, que entraba a la habitación por una puerta lateral pues tenía un baño independiente y recién terminaba de tomar una ducha, se adivinaba por su cabello mojado, la piel húmeda y la forma en que la ropa de adhería a su piel.

— Ya… —Alphonse entró y tomó asiento al borde de la cama de Edward—. Quiero preguntarte algo.

— ¿De qué?

— ¿Por qué te portaste de esa forma con Hikaru? No eres nada agradable.

Edward reflexionó un poco y se llevó la mano al mentón.

— ¿Hikaru? ¡Ja! Te juro que ni siquiera sé cual de los dos era. ¿Qué quieres que te diga, Al? Él comenzó todo —dijo sin demasiado interés, volteándose para mirarse al espejo.

— Vanidoso —murmuró Alphonse en voz baja—. Parece que todo fue por esa flor… Ed —Al miró a los ojos de su hermano mediante el reflejo del espejo—. ¿Te gusta Haruhi?

Pero Ed no le devolvió la mirada, ni le respondió directamente.

— ¿Tú crees que sea por eso? Hablo de la discusión. No sé… parece que Hikaru y Kaoru están muy bien teniéndose uno al orto ¿Para qué querrían a Haruhi?

Alphonse sabía que Ed evitaba responderle pero igual decidió no insistir, así que sólo soltó una inocente sonrisa

— No, hermano, te equivocas. Ellos no tienen nada, solamente es el atractivo en el Host Club —eso sí que atrajo la atención de Ed, que puso su oído atento sin mostrar señales de interés a Al—. Eso es sólo, digamos, un acto para atraer algunas clientas con su amor prohibido. Eso me lo explicaron esta tarde.

Edward se dio la media vuelta y miró a Alphonse.

— Con que están fingiendo… —repitió en voz apacible—.Bueno, yo creo que ya es hora de dormir —Edward se lanzó, literalmente, a la cama y se acomodó con rapidez en las sabanas. Alphonse permaneció mirándolo por algunos segundos, esperando que al menos dijera algo pero al no hacerlo, sólo soltó un suspiro y bajó la cabeza.

— Bien, creo que lo que quieres es evitar hablar conmigo… Descansa.

Ed abrió un ojo para mirarlo y le sonrió, se levantó y lo rodeó por el cuello sin que Al tuviera oportunidad e reaccionar. Al parpadeo por encontrarse desprevenido y vio a Edward sonreírle antes de tirarse en la cama con él abrazado.

— Sólo por  decir semejante tontería, te quedarás conmigo hoy —dijo Edward en medio de las risas.

Ambos soltaron una tremenda carcajada, hasta que no pudieron reír más, entonces permanecieron en silencio, abrazados, hasta que el sueño los venció.

 

 

 

Varias señoritas estaban reunidas en la mesa, atentas como siempre a cada movimiento de los hermanos Hitachiin. Hikaru y Kaoru llevaban el día jugando con ellas a ‘Adivina quien es Kaoru’. Como siempre, las chicas fallaban o acertaban por mera coincidencia, de igual forma, los gemelos la pasaban bien con aquella extrema complicidad para adivinar el pensamiento del otro… aunque no fuera grato reconocerlo, juzgaban a las chicas una infinidad de veces.

— Ahora —dijeron los dos al mismo tiempo, con su voz haciendo coro con a la de el otro y su frívola y condescendiente sonrisa en los labios—. ¿Pueden decirnos quien es Kaoru?

Las chicas los miraron, a uno y a otro, abrazados por la cintura y con el porte  seguro. Una de ellas, de ojos azules, sonrió y señalo a Hikaru.

— Tú eres Kaoru.

— No, no, no —respondieron mientras sonreían—. Strike uno, señorita.

— ¿Alguna vez llegará el día en que dejen de confundirme contigo? —dijo Hikaru a Kaoru, algo divertido y solamente para seguir el juego.

— ¡Oh! Disculpa, no sabía que fuera tan malo que lo hicieran —respondió Kaoru, mirandolo con los ojos entre cerrados y los  brazos cruzados, como si estuviera ofendido y molesto a la vez.

Hikaru lo miró de frente, le sonrió como sólo él sabía hacerlo y se acercó, rodeando a su hermano por la cintura para atraerlo y después invadir su espacio acercando su rostro al de él. Kaoru alzó la cara, mostrando el rosado rubor de sus mejillas y el brillo alegre de sus ojos.

— Si debo elegir entre andar por ahí, siendo uno más del montón, o tener el honor de ser uno contigo; que me confundan tanto como puedan. Me halaga —le dijo Hikaru.

— Hermano…

— ¡Es hermoso! —gritaron las chicas, que los observaban emocionadas y con las manos entrelazadas.

Edward Elric, en la mesa de al lado, escuchaba y veía sin que nadie lo notara. Tenía los brazas acomodados detrás de su cabeza, con las manos en la nuca y su espala recargada por completo en el respaldo de la silla. Sus ojos estaban cerrados pero estaba atento. Relajado y alerta.  Alphonse, a su izquierda conversaba con las chicas, pero todo se detuvo una vez más cuando los gemelos se pusieron cariñosos frente a todo el club. Todos les veían, incluso Al se había girado sobre su silla para verlos.

Edward sonrió. Pensó que si las chicas supieran que los Hitachiin no hacían más que burlarse de ellas con esas escenas tan rebuscadas, el tipo demoniaco se habría ido al infierno. Por otro lado, él no era mejor. Poco le interesaba ser el centro de atención, tal vez la única razón para estar en el club era la intriga que Haruhi le provocaba. Eso era todo, pero, aunque no lo pareciera le parecía un poco interesante competir por ella, competir con los Hitachiin, por ella. O quizá, sólo competir con los Hitachiin.

Edward se incorporó y aprovechó que todos se concentraran en los mellizos para derramar, accidentalmente a propósito, el té de Alphonse sobre la mesa. Nadie se dio cuenta hasta que el líquido caliente cayó sobre la ropa de Alphonse. Éste ultimo, se levantó de un brinco sin siquiera imaginar lo que había pasado. El movimiento inesperado atrajo la mirada de las muchachas y fue el momento exacto para Edward.

Ed se levantó, tomando una servilleta de  tela entre las manos.

— ¿Qué ha pasado? ¿Te quemaste? —preguntó Edward fingiendo no sólo desconocer lo que pasaba, sino también que estaba preocupado por su hermano, aunque el cariño con el que le hablaba era autentico.

— No es nada, sólo está un poco caliente —respondió Al, agradeciéndole con una de sus dulces sonrisas.

— Entonces te ayudo… —Edward se apresuró a secar su ropa con la servilleta. El abdomen mojado fue lo primero que limpió con el suave tacto de quien limpia a un bebé y no a un chico de diez y seis.

Pero Alphonse sabía que algo era diferente, Edward estaba demasiado cerca, DEMASIADO. Le ponía tanto interés a aquello, que no parecía sólo ayudarlo. Sentía cómo la servilleta paseaba con suaves golpecitos sobre su abdomen y fue bajando por su pierna izquierda hasta llegar a sus muslos. Podía ver el rostro de su hermano, concentrado y serio, mientras su ojos dorados no perdían de vista la ropa manchada. Por alguna razón, desde ese ángulo, los labios de Edward se veían apetecibles…. ¿Apetecibles? ¿Los labios de Edward? ¿De su propio hermano? Aquel pensamiento lo hizo sonrojar. Se puso tan nervioso que los labios comenzaron a temblarle. Edward se levantó en ese momento y dirigió su mirada hacía él. Desde luego, no pasó desapercibido el semblante inquieto de Al.

Ed sonrió, enternecido. Se acercó más y colocó su mano en la mejilla de Alphonse. Al, apenas la sintió y se sobresaltó pues percibía que Ed se acercaba a él tan sutilmente que podía no notarse, pero él si lo notaba y le incomodaba, en cierta forma.

— No me digas que eres muy mayor para dejarte cuidar por tu hermano.

Se escucharon los gritos enloquecidos, que eran algo a lo que había que acostumbrarse estando en el Host Club, de las muchachas que les veían en la mesa. Fue una sorpresa saber que no eran las únicas, pues varias chicas en todo el club, les veían a lo lejos y se emocionaban ahora por verles así.

Hikaru y Kaoru también se percataron de ello. Con esa mirada fría y su expresión intimidante, ellos  observaban el comportamiento manipulador de Edward y la inocencia de Alphonse. Ninguno dijo una sola palabra. Entonces, la mirada de Edward se encontró con la de ellos por tan sólo una fracción de segundo. En esa victoriosa y desafiante mirada, entendieron que aquél era un verdadero reto, un reto que no tenían pensado perder, después de todo, llevaban el tipo Demoniaco. 

Notas finales:

* Tardé años en actualizar debido a que he tenido poquísimo tiempo, pero bueno, me esforcé un poco y espero que les guste el resultado, de todas formas está todo pensado para el proximo capitulo que prometo más interesante :3

*Tenía pensado dejarles un link con un trocito pequeño del siguiente cap de El momento de los tulipanes. No sé si hay gente aquí que lea ese fic pero últimamente he recibido comentarios pidiéndome que lo continúe, cosa que pienso hacer y por ello quería dejarles un torcito, publicado en mi LJ pero de nuevo, el tiempo jugó mal conmigo u.u

¡¡Gracias por sus comentarios!! Y cualquier sugerencia u ocurrencia que quieran hacer pasen a mi pag =D http://nebrashka.livejournal.com/tag/fanfic


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