No era más que un pobre niño, sus padres vivían en las peores condiciones vivían en la más pura miseria. En una noche con nubes de lluvia una carreta se detuvo en la pequeña tienda de campaña hecha con remaches de tela y unos cuantos troncos que la mantenían en pie en las afueras de Tokio, un hombre muy canoso, encorvado y arrugado había llegado, una joven madre estaba acurrucada con su pequeño hijo entre sus brazos mientras el padre de la criatura salía al encuentro con aquél viejo con aspecto extraño a las afuera de su humilde hogar.
-Vine por el – Dijo con su voz gastada y carrasposa mientras una sonrisa algo rara se dibujaba en su arrugada car asomando una bolsa tirándosela al pobre joven que apenas pudo atrapar por lo pesada que era, el pelinegro miró la bolsa con tristeza y se adentró a la tienda observando a su esposa quien cargaba a su dulce niño con lagrimas en sus ojos, no quería dejarle ir, eran el primer hijo que tenían… Era su ilusión, su mayor orgullo, sin embargo, sino lo hacía lo más probable que no llegaría a vivir un año más, apenas tenía tres años y las condiciones en las que vivían no eran aptas para un niño como él. Acaricio por última vez aquellos negros cabellos apartándolos de su rostro pálido, su niño dormía plácidamente en su regazo inocente de lo que pasaba.
-Gomen ne… Yuta chan…- Su voz se quebró y las lagrimas comenzaron a deslizarse por las tiznadas mejillas de la joven madre, cayendo sin devoción hasta el inocente rostro del pequeño niño haciéndole despertar – Ma…ma? –Susurró algo dormido el pequeño niño quien tenía su dedo pulgar en sus labios mientras frotaba uno de sus ojitos intentando despertarse- Uh… Yuta chan… todo estará bien…solo duerme…-sonrió lastimeramente mientras acariciaba su mejilla sonrojada-
–Ya debe…Kanako... no lo hagas más difícil…–
–No…quiero… no quiero anata…por favor…–
–Ya lo habíamos hablado…–
–Por favor… –
–Se me hace tarde ¡Basuras! –Gritó enojado el viejo, entrando a la tienda arrebatándole al niño de los brazos de manera brusca empujándola nuevamente al suelo golpeándose con la linterna de gas, asustado, el niño lloraba y gritaba llamando a su mamá y a su papá con su voz inocente-
–Ya el pago está en tus manos… ahora este niño no les pertenece-Hizo una pausa mientras veía a la chica tirada en el suelo apartando sus largos cabellos mirando al señor suplicante- No te preocupes, el niño tendrá un buen futuro… además ustedes podrán hacer muchos niños… y quizás también venga por ellos.–Rio malicioso y salió de la tienda montándose en la terrible carreta mientras la joven de ropas rasgadas y sucias se levantaba del suelo corriendo tras ella gritando desesperada que le devolvieran a su bebé, su joven esposo miraba con dolor como la carreta se alejaba y su querida esposa intentaba detenerle. Las gotas comenzaban a caer del oscuro cielo y no duró mucho tiempo en que la lluvia callera sin piedad sobre ellos, la chica resbaló y cayó en un charco de lodo mientras lloraba desesperada abrazándose a si misma… jamás podría ver a su bebé. Al ver como su esposa caía al charco se acercó con pena y la abrazó fuertemente llorando en silencio escuchando a lo lejos el fuerte llanto de su hermoso niño… que jamás podrían ver en sus miserables vidas.
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A media noche ya habían llegado a su destino, el pequeño niño dormía acurrucado junto a una sucia y mal oliente manta, el viaje y el llorar le hicieron caer rendido sin mucho problema cosa que el viejo cascarrabias le había agradecido a su dios por haberle hecho ese pequeño milagro de silenciar aquel mocoso que no paraba de llorar. A pesar de que la media noche había caído sobre la ciudad muchísimas personas se encontraban en las calles como Mujeres de buen vestir y Hombres de poder, carretas con hermosas geishas y uno que otro borracho armando escándalo.
Por fin habían llegado a su destino, una maravillosa casa al puro estilo japonés era gigante y muy hermosa pero a la vez misteriosa, ahí estaba una señora que no pasaba de los 60 años de edad, esperando pacientemente por aquél muchachito que sus padres “desgraciadamente” habían vendido solo por un futuro mejor, sin mediar palabras la señora tomó al pequeño niño, tirándole la mal oliente manta al viejo.
AH!-gritó horrorizada- Viejo estúpido! Como se te ocurre cubrirlo con esta cosa tan espantosa!! De seguro hasta garrapatas y pulgas debe tener! Irresponsable!
No hubo respuesta por parte de él solo gruñó y abandonó el lugar sin esperar una especie de paga por haberles llevado al niño sano y salvo quien a pesar de tanto movimiento y gritería no despertaba de su profundo sueño -
-Ah! Este viejo idiota… ya verá luego…-Refunfuñaba mientras veía como la carreta se alejaba volviendo su mirada hacia la pequeña creatura en sus brazos, relajando su expresión de enojo- Pobre niño… no sabe qué cosas podría haberle pasado si… sus padres no hubieran aceptado el trato de mi señora…-Acaricio los suaves cabellos del pequeño y se adentró a la casa que desde ahora sería el hogar del pequeño Yutaka-
-Mama–san el pequeño ya ha llegado! – Dijo algo emocionada la mujer de edad mientras la mujer se levantaba del tatami y caminaba rápidamente hacia el niño dormido en sus brazos-
-Es su hijo mi señora, es su hijo –Repitió la anciana pasándole el niño con cuidado mientras esta lo recibía con un extraño brillo en sus ojos y una sonrisa malintencionada en sus labios- Era tal cual me lo imaginaba… este niño… Tendrá un futuro excelente y con él.. Tendremos muchísimos más beneficios Oba-sama...-Reía discretamente, arrullando despacio al inocente niño en sus brazos mientras que al otro lado del pasillo los jóvenes que vivían en aquella casa se lamentaban por el futuro de aquel niño recién llegado.