Porque sentirse solo por un largo tiempo es algo que te va matando de a poco y muy lentamente, sin que logres darte cuenta de lo que te está consumiendo, hasta cuando ya es demasiado tarde y nada se pueda reparar, hasta que el daño que produces sea irrevocable y hayas llegado al punto en que el ilusorio mundo al que te has sumergido haya desfigurado tu realidad y cuando realmente te enfrentes a esta, el resultado sea un total desastre…
Caminaba tan solo por inercia por las frías calles, las ráfagas de viento pasaban a mi lado, veía como los árboles a mi alrededor se estremecían como cual niño sacudía una flor, pero no lograba sentir más que una suave brisa por mi cuello, me pregunto cuándo fue el día en que perdí la sensibilidad hasta de la piel, pues la sensibilidad del corazón pareciera nunca haber existido. A mi lado, en uno de los callejones de mi pasar vi un pequeñito bulto que tiritaba producto del frío, me paré para ver bien de que se trataba y ahí entre unos periódicos sucios y unos cartones se encontraba un pequeño perro, lo tomé con mi mano derecha y lo alcé del pellejo del cuello ante mi vista, el animal soltó un grito de dolor y comenzó a moverse tratando de zafarse, pero yo no lo soltaba, es más lo ahorcaría así dejaría de sufrir, le esperaba la muerte de todas formas, no sobreviviría esta noche, pero de pronto tan solo vi pasar una sombra y en mi mano quedó alzada vacía en el aire, para mi sorpresa un chico de azabache cabello me lo había arrebatado de mis manos y ahora sostenía al animal entre sus brazos.
Estaba descuidado, sus ropas desordenadas, algo ¿gastadas?, más bien dicho rasgadas con algunas manchas de sangre; a simple vista se podía notar que ya llevaba algunos días de vagabundo en la calle, pasó junto a mí y se sentó entre esos diarios y cartones que ya antes había mencionado y quedé sumamente extrañado de su acción, le dio de comer al perro un pedazo de pan que había sacado de su bolsillo, por su estado se notaba que él debía tener hambre, hasta más diría que no ha comido nada en un par de días y ¿le daba quizás único alimento a un animal? Ilógico, realmente ilógico para alguien como yo, es que acaso ¿no pensaba?
Me acerqué a él y le pregunté con voz severa:
- ¿Tanto te importa?
- No podría dejarlo morir
Su respuesta corta pero significativa caló hondo en mis pensamientos… No sé cómo, pero terminé con dos nuevos inquilinos en mi departamento, hace mucho tiempo no había actuado así tan impulsivamente, pero se sintió bien, como si algo en mi interior se removiera dando una pequeña muestra de calor.
Una vez bañados y arreglados, ambos tenían muy buen aspecto, Yuu, pues ese era su nombre, cocinó una sopa para calentar el cuerpo, le quedó deliciosa, a pesar de tener muy pocos ingredientes pues no había casi nada en mi nevera. Fue una cena agradable, no me dio razones de el por qué se encontraba en la calle más que un: “no pertenezco a ningún lugar” pero bueno eso no es algo con lo que me deba involucrar.
Los días pasaron y todo transcurría con normalidad, el clima no mejoraba de hecho en este instante llovía fuertemente y yo desde mi cama miraba las gotas caer, era fácil perderse entre ellas, eran muchas y uno parecía ser una más entre ellas, algunas chocaban contra el cristal y resbalaban dejando una huella, no lo había pensado pero es muy semejante a la vida, algunas personas son una más de la sociedad, pero llega el momento y hacen un cambio y transcienden dejando una huella, como las gotas en mi ventana, pero otras como yo tan solo cumplen su ciclo como el haber nacido de la nube y caer formando parte de un charco en la acera, llevado a la vida: nacer, recorrer un cierto camino y morir como uno más.
Una risa amarga se formó en mis labios, pues era un simple idiota que no hacía más que pensar tonterías, un hombre y una gota, para cualquier persona no tendrían semejanza alguna, pero yo las había puesto a un mismo nivel, que iluso. En ese instante vi a Yuu en el balcón, su mirada parecía vacía mirando el horizonte, el viento meciendo armónicamente sus cabellos como formando una melodía y las gotas humedeciéndolo completamente, así fue como me dormí contemplándolo.
Al despertar los rayos de sol golpeaban mi rostro, no sabía cuánto había dormido, pero me levanté y sentí una punzada en mi pecho, miré por todo mi departamento y estaba vacío… vacío como me volvía a sentir, quizás todo había sido un sueño y él nunca había existido, pero un ladrido me volvió a la realidad, el perro seguía aquí…
Pasó una semana y no tuve noticias de él, fui a una comisaría y pedí información acerca de Shiroyama Yuu y me senté a esperar mientras miraba al perro como tiraba de la correa por la cual lo mantenía a una distancia cercana a mí, para así poder olfatear un poco más allá, al paso de unos momentos escucho la suave voz de la funcionaría pronunciar mi nombre:
- Takashima Kouyou
Me levanté y fui al mesón, me entregó una carpeta la que ojeé buscando algo que me pudiera dar alguna pista sobre él, nada, hasta que encontré un parte médico, Yuu se había suicidado en las fechas en que fue nuestro encuentro, hace un año producto de una fuerte depresión.
Así fue como sucedieron las cosas, en ese momento entendí con mayor precisión su respuesta: “No podía dejarlo morir”, él llegó a mi vida en un momento en el cual pensaba que el suicidio era la mejor opción, pero no sabía lo equivocado que estaba, es tan solo una cobarde salida que no te trae ningún beneficio, tan solo te acarrea aún más dolor, como el que vi reflejado aquel día en que vi su mirada perdida en el horizonte…
- Quizás deba empezar por ponerte un nombre
Dije al momento en que tomaba a mi mascota entre mis brazos y caminaba en busca de mis propias ganas de vivir.
Fin