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Amor en esta guerra de Media Noche por Hizaki Hime- San

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No sé cómo debería empezar solo sé que aquella tarde lluviosa, fue la decisiva en mi vida, tal vez solo fue cuestión del destino, un canto de luz atravesando mis oídos, fue lo primero que escuche mientras se hacía noche, la voz del terrible destino seguía llamándome por mi nombre,  de ahí mi pasado como niño y adolescente se borro de mi memoria, solo recuerdo haber despertado en este lugar del cual aun no puedo escapar, un lugar al que nadie puede entrar ni mucho menos salir.

 




La casa que alojaba entonces mi alma de niño, era como un palacio en la que podía tener  tardes divertidas con los sirvientes, hasta tener aburrimiento brutal, eso era lo malo de ser hijo única;  recuerdo que cuando llovía, el dulce aroma de los rosales atravesaba por mi ventana, mientras se combinaba con el olor del té negro que mi madre solía preparar ; dando una mezcla indescriptible,  los  jardines de esa casa eran enormes,  era como tener la casa en un campo, el terreno era inmenso para mí, sin embargo había más casas vecinas.

 

Mis padres tenían ese toque victoriano por toda la casa, hasta la ropa que solía llevar era así; vestidos enormes, con encajes por doquier, colores aburridos, como si estuviéramos viviendo en el oscurantismo, esos colores y velas prendidas era todo lo que veía comúnmente.

Este mundo era aburrido, lecciones de canto, de bordado,  de modales, de cómo comer, de cómo hablar, etc. Era realmente aburrido, tenía que cuidar reputaciones y comportarme como alguien adulto a pesar de que lo único que quería era divertirme­. Cada día era lo mismo, la rutina fue consumiendo mi inocente alma.

Así pasaron los años hasta que   me volví adolescente, me entristecía ser un reflejo mismo de mi madre, de mis abuelas, de mis tías y de mis primas, todas vestidas igual con el mismo lenguaje sin libertad de hablar como el corazón manda;  entendía que ya no hablábamos así porque nuestros corazones se pudrieron desde hace tiempo.

A pesar de ser hombre, mi madre siempre dijo que nací como una dama, como una princesa, era absurdo pero me tenía que adaptar.

Era igual, cada noche a planear lo del día siguiente, sin pensar si llegaríamos vivos al amanecer, viajes, carruajes, personas, comida, eventos, bailes, cortesía, nobleza, tratos, negocios, hijos, parientes, familia, etc.

En un momento de desesperación desperté al imaginar que sería de mí efímera vida sin la libertad, pero me había dado cuenta que ya no la tenía que la perdí, junto a mi alma y a  mi ser.

Una noche  lluviosa me despertó, los truenos sobre los cristales parecían música, aun  mientras todos dormían decidí escapar al jardín, e ir a explorar  donde jamás había estado, no sé porque hice esa estupidez, no recuerdo el porqué, solo sentía que algo me llamaba.



Me introduje a lo más profundo de aquellos Rosales; a pesar de que  mi cuerpo ya se encontraba herido por las espinas;   trate de calmar el llamado que sentía,  hasta que sin darme cuenta llegue a una pequeña  capillita igual que siempre, de estilo barroco, dentro de esa capilla ya imaginaba que esperar una tonta virgen que adornaba el lugar para bendecirlo, era ridículo haber arriesgado mi dulce noche solo para sentir que la “ridícula” virgen me llamaba.


Pero fue  increíble; mientras más me acercaba los latidos de mi putrefacto corazón se aceleraban, no sabía cómo detenerlos, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, y diez ahí estaba, la capilla solo era aquel medio de protección de aquella cosa, debajo de del techo, atravesando  cristal,  podía enloquecer, me daba miedo, me trastornaba al momento de mirar, sentía como un arpa destrozaba lo poco que alcance a ver, era tan tétrico, tanto que me doble de rodillas y empecé a vomitar.

 

Pero de algún modo sentí  una gran conexión  entre esa cosa y yo, esa cosa tan horrible.

Era una muñeca, si una muñeca de porcelana, toda destrozada y enmarañada, como si el mismísimo cerbero la hubiera masticado, parecía tan real.

 

Pequeña, tan fría, oscura, destrozada, putrefacta,  tenía un semblante tan horrible ahí recostada en su pequeño ataúd de cristal, quería alejarme, si esa parte humana y cobarde quería huir de ahí pero no pude, me acerque, para poderla ver más de cerca y grande fue mi sorpresa .

 

En medio de esa noche, oscura, fría y lluviosa, ella abrió sus ojos, quede impresionado, era totalmente irreal posiblemente solo estaba alucinando,  pero en el momento que voltio su mirada hacia mí se rompieron los cristales, salió y con ella el viento se hacía más fuerte, las hojas de los rosales esparcidas por doquier, parecían danzar con el viento, en ese momento lo único que note fue un dije con un decagrama, era tan bello, que nunca imagine rendirme ante él.

 

En el momento que salió del ataúd pude verla, con el cabello enmarañado, ropas destrozadas y el rostro casi visible.

 

Las sorpresas no se había calmado, ella me colgó el dije en el cuello y se desapareció dejando una gran montaña de gusanos rodeados de una cosa verde, en ese momento no recordé nada.

Al amanecer pude escuchar  las voces de mis sirvientas tocando la puerta, desperté y pensé que todo era un sueño, así lo hice creer,  hasta que al cambiarme la ropa vi el decagrama rodeando mi cuello,  no sabía que estaba pasando estaba  enloqueciendo.

Salí de casa lo más rápido posible, fui al jardín y valla sorpresa, no había nada,¡¡¡ sí!!!  Nada.

Solo espere la noche, creí que eso era lo mejor, lo que me revelaría todo pero fueron tan eternas las horas que había enloquecido antes de lo planeado…

 

Esa noche estaba ansioso de saber que era lo que me deparaba el destino, pero el sueño me gano, sueño  del que nunca desperté…

 

Cuando lo hice, pensé que sería otro día aburrido en mi vida como todos esos días, olvidándome  del decagrama y su significado, pero entonces encontré un lugar oscuro, sin vida, con luz muy tenue, no sabía que estaba ocurriendo.


Era tan interesante, aun en  un lugar tan terrorífico, se podía observar el mar, el agua tan azul oscura como el cielo, a lo lejos unas pequeñas montañas oscuras y esa luna preciosa jamás vista, una luna grande que se asomaba tímidamente entre las nubes negras con el toque del mar, quise hundirme entre sus olas, acercarme, pero  el decagrama brillaba hacia otra dirección, después de observar detenidamente ese bello panorama, volteé y  un “bosque” fue lo que encontré, había plumas volando con el aire por doquier, la hierba color blanca, como si una tormenta de nieve hubiera pasado por todo el lugar.

Camine por ese sendero por varias horas, el azul del cielo era precioso y la luna se asomaba cada vez más al igual que su luz el decagrama me guiaban.


No recuerdo cuantas horas fueron, de un momento a otro había perdido el conocimiento, no sé en qué momento lo perdí  pero lo perdí.

Al despertar sentí un aura extraña, como si algo y alguien estuviera dentro de mí ser, al abrir los ojos, que de completamente sellado en ese lugar.

 

Yo estaba sentado en un trono,  sentía que una fuerza extraña me desgarraba por dentro, cruces, pilares, velas, olor a sangre y a carne putrefacta; fue lo primero que reconocí, de ahí a lo lejos vi unas  que unas puertas gigantescas se habrían, un sonido penetraba mi ser; un desfile de espectros cantando un himno muy reconocido para mi, todos usando el símbolo del decagrama.

 

Una  corte de demonios que adoraban el decagrama por encima de todo, filas y filas de espectros caminando ante el trono donde estaba, al llegar ante mí se inclinaban como si fuera una dios, o peor el mismo demonio.

 

 

 

Al  término del himno y con todos los espectros de rodillas ante mí, una voz salió del silencio, esa voz preciosa, parecida al canto de los ángeles caídos, esa voz tan fuerte y tenue, que al momento que voltee, no me había dado cuenta que había dos tronos mas a mi lado.

 

 

En ese momento aquel ser  tomo mi rostro entre sus manos, haciendo que me pusiera de pie.
Su piel era tan tersa, tan blanca, sus labios negros, sus ojos simplemente eran una descripción de valles efímeros, valles que habían visto ejércitos destrozados, almas robadas, cuerpos putrefactos, su cara simplemente tenia rasgos finos, como si él fuera eterno junto a su cuerpo.

 

No me importo que casi con sus manos deformara mi rostro, mis ojos seguían fijos ante los de él, aparto la mirada de mí y la dirigió al ejército de demonios, dando un pequeño discurso, al cual atentos escuchaban todos.

 

 

-       “Ejercito de almas olvidadas, de ángeles caídos, esta es nuestra noche, este cielo de melancolía se tornara en sacrificio, por valles, ríos y luz; la heredera del decagrama ha llegado después de muchos años el espíritu errante ha despertado, recuerden que esta noche será eterna, demos la bienvenida a nuestro bello dios Mana… “

 

 

 

-       ¿M-A-N-A?... Mana…

 Esas fueron las únicas palabras que pude pronunciar, ¿Quién era Mana? Mi mente daba vueltas, mientras mi rostro seguía en las manos de ese ser, el dirigió una mirada más retadora ante mi

-       ¡¡Mana Ese eres tú!!

Nuestro querido Mana bello y Angelical, tan bello como un ser divino del cruel y falso dios que surca los cielos, riendo de estas almas malditas selladas en este infierno así eres tú.

 

-       ¡Yo no… soy Mana!- mire fijamente y apenas pude pronunciar esas palabras ante esos ojos aterradores.

-       claro que eres Mana, eres igual que hace unos siglos, piel blanca, labios negros, cabello largo y negro esos ojos que muestran  ese espíritu y alma putrefacta.

 

El me soltó haciéndome caer ante el trono, haciendo una seña extraña sus espectros me trasladaron a otro lugar.

-       ¡prepárenlo para el sacrificio “el” pronto llegara!

 

 ¿¡Qué!...un sacrificio?... eso que significaba… no sabía que estaba pasando, esos espectros eran tan raros, mi cuerpo había sido arrastrado, hasta una cámara rodeada de lapidas, con neblina de alrededor, me tiraron ahí entre la neblina, y se fueron, fue extraño, trate de levantarme y mi cuerpo pesaba más de lo que imaginaba.


Con mucho esfuerzo trate de que mi cuerpo se levantara pero fue imposible, aquella niebla poco a poco me consumía, era tanto el olor de la carne podrida como el olor de té y los rosales en mi antiguo hogar; entre mi vista nublosa pude ver una figura femenina, sin belleza alguna, sin alma. Y con el ropaje rasgado… la muñeca… era la muñeca victoriana.

 

Esta vez parecía humana, era de un tamaño real, empezó por verme acostada ahí en el piso, muy fácilmente logro levantarme mientras iba recargada sobre ella me llevo a una sala donde muchas como ella me esperaban.

Unas confeccionaban un ropaje negro con hilos azules, tela de seda negra un traje divino, entonces…

Empezó la transformación, cada tela se encarnaba en mí mientras me vestían, las botas negras, el traje más ligero, el cabello más extravagante, era una persona distinta, pero el mismo amuleto colgando de mi cuello, el decagrama…

Pero algo mas empezó a tomar forma en mí… sentí en mi espalda salir a otro ser mientras terminaba de matar al hombre que yo que era…

“Alas” si alas negras tan resplandecientes como nunca, aunque se encontraban empapadas de mi sangre eso les dio poder, eran tan bellas reposando en mi espalda, aunque el dolor era grande las alas eran maravillosas, entonces sentí un gran éxtasis correr dentro de mí.



Era un ángel completo, alguien que vendió su alma por eternidad, alguien que sufriría mas por la decidía y poco coraje de algunos.

Las muñecas victorianas se habían sorprendido tanto de mi transformación, tanto que al alzar vuelo las empape de mi sangre haciéndolas porcelana en polvo. 

 

En ese gran momento, llegaron unos espectros, que me rodearon, ante ellos levanto el vuelo un Ángel parecido a mí.

-       ¡¡¡Captúrenlo, aun su sacrificio no está listo, puede caer en la locura, háganlo rápido!!!- ¿en la locura?, eso era imposible, ¿Qué más me podía faltar?

 

 

Encerrando mi vuelo en una red, arrastrando mi cuerpo hasta el trono donde estaba, ahí me esperaban dos hombres el primero de mirada retadora y el segundo casi una copia exacta de él,  solo unos pequeños rasgos eran la diferencia.


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