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Diferente por OsaKa

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Notas del fanfic:

Yo y los titulos no nos llevamos bien-_- Desde que empece la historia no se me ocurrio ninguno que me gustara... A veces envidio a los escritores y los mangakas que les ayuda el editor con los titulosT.T

En fin... Lo mas probable es que cuando acabe de subirlo si tengo uno mejor le cambie el nombre (si se os ocurren ideas porfa decidmelas:D)

Notas del capitulo:

Aqui traigo el primer cap, espero que os guste, o al menos os entretenga. Si se me han colado faltas de ortografia o errores de gramatica perdon, os dejo que me riñais xD

 

            Nos conocíamos desde pequeños. La primera vez que lo vi, me pareció un niño frío y callado, pero poco tiempo después entendí su comportamiento.

            En todo el pueblo se le conocía como el niño maldito. Se rumoreaba que era el hijo de un demonio, y que su madre, que había muerto al poco de dar a luz, había fallecido a causa de una maldición. Vivía con sus abuelos, que solo lo mantenían por ser el ultimo deseo de su hija. Tratándolo con desprecio y completamente como a un esclavo.

 

            Cuando yo lo conocí a los 8 años, estaba en la orilla del río al que yo solía ir a jugar con mi barcos de corteza de árbol. Se había quitado la parte de arriba del yukata y limpiaba unas heridas que tenía en los hombros y la espalda. Me quede mirándolo preocupado, y tras el miedo inicial por su mirada amenazante, me acerque.

            - ¿Te... Te ayudo?- pregunté.

            Volvió su vista al agua ignorándome, siguiendo con su acción. Eso me ofendió. Me puse en cuclillas detrás de él, me remangue las mangas del hakama y le quite el pañuelo de las manos. Chistó y giró para mirarme unos segundos antes de volverse. Yo comencé a lavarle las heridas con el paño mojado.

            - Me llamo Tsubasa.- dije. Permaneció en silencio. Suspiré.- Y tú?

            - Yomi...- susurró.

            Siguió un silencio incomodo. Mientras le limpiaba las heridas me llamo la atención su pelo negro con vetas blancas, haciéndome recordar inconscientemente su fama.

 

            Por mucho que lavara sus heridas la sangre no se detenía en ellas.

            - ¿Cómo te las has hecho?- pregunté a pesar de imaginar la respuesta, sus abuelos.

            No respondió. Pero no me daría por vencido, quería demostrarle que yo no creía en esas sandeces que se decía por el pueblo.

            - Esto no sirve para nada.- continúe.- Deberías echaste una pomada que te desinfecte las heridas.

            - No tengo ninguna...- susurró.

            - ¿No tienes ninguna tus abuelos?

            No hubo respuesta. Suspire una vez mas levantándome.

            - Ven a mi casa, allí tenemos. Mi madre es farmacéutica.

            Me miro confundido.

            - No deberían verte conmigo.

            - ¡Tonterías! No voy a dejaste esas heridas así.

            Me miro durante unos segundos meditando mis palabras para después levantarse el también. Sonriente recogí mi barco del suelo y me puse camino a casa.

 

            Yomi andaba por detrás de mí como asustado, evitando acercase demasiado para que no se percataran los vecinos que íbamos juntos. Sin embargo yo en aquel tiempo no me daba cuenta de sus iteraciones y me dedique a reñirle un par de veces por quedarse atrás. No me daba cuenta que los vecinos me miraban de un modo extraño y murmuraban a nuestro paso.

            Llegamos a mi casa por la puerta trasera, por si acaso no quería que mi madre nos viese. Nos descalzamos sin hacer ruidos y pisando con cuidado la madera del pasillo, llegamos a mi habitación. Le hice una seña de que esperara allí y fui en busca de la pomada.

 

            Mientras investigaba por los armarios alguien se acercó por mi espalda.

            - ¿Qué busca Tsubasa-sama?- pegué un bote que casi me caigo del taburete, era la joven criada.

            - Na-Nada Yuki. Solo la pomada de las heridas. Es que que me hice un corte en la pierna.

            - ¿Es grave?- preguntó alarmada itentando levantarme un poco el hakama por la pierna. Yo la aparté, bajando de lo alto.

            - No es nada tranquila. Solo que quería asegurarme de que no se me infectaba...

            Yuki asintió en silencio. Fue a uno de los armarios que yo aun no había mirado y sacó un cuenco de barro, en él se encontraba lo que yo andaba buscando.

            - Déjeme ayudarle.- dijo agachándose.

            - No es nada, de verdad.- me alejé un poco de ella.- Ya lo hago yo en mi habitación.

            Huí rápidamente de allí, pasando por la cocina por un pequeño balde de agua y un paño.

 

            Cuando volví a mi habitación la sangre brotaba abundante de la espalda de mi invitado, que no se había movido de donde lo había dejado.

            - ¡Lo siento!- me acerqué a él lavándole la espalda con el agua.- Tardé mucho.

            - No...- susurró de un modo tímido.

            Tranquilamente fui quitándole la sangre y untándole el ungüento. Las primeras veces protesto un poco y yo me detuve.

            - Lo siento. Pero es que tiene que escocerte...

            - No pasa nada...

            Cuando por fin termine me moví de nuevo como un ninja por casa en busca de unas vendas. Esta vez teniendo cuidado de no topare tampoco con Yuki.

 

            Una vez que lo hube vendado me di cuenta de que su yukata estaba manchado de sangre, y a pesar de sus negativas, busque uno mío que poder darle.

            - No puedo aceptarlo.- dijo con tono suave, agachando la cabeza.- Si mis abuelos me ven con él pensaran que lo he robado.

            - Diles que te lo di yo. Así no te dirán nada, ¿no?

            - Nunca me creerán.

            - Pues diles que te lo encontraste. Que alguien lo había tirado. Así te creerán. Esta demasiado ajado como para que piensen que lo robaste. Lo esta demasiado incluso para que sea un regalo...-murmuré al final avergonzado.

            - No, no.- lo tomó entre sus brazos.- Esta perfecto.- y a decir verdad, en comparación con el suyo, lo estaba.

            Sonreí.

            - Pues quédatelo.- abrió la boca para protestar, pero le detuve apuntandole con mi dedo indice.- Es de mala educación no aceptar un regalo.

            Se sonrojo unos segundos y agachando la cabeza asintió. Se deshizo del que llevaba y comenzó a ponerse el que yo le había dado. Me paré a fijarme en su cuerpo, extremadamente delgado, de una forma hasta enfermiza. Tome una decisión y me volví a escabullir. Regrese con algunas manzanas, cerezas y arroz, lo poco que pude encontrar por casa, y se lo ofrecí. Sucedió la misma reacción de antes, pero logre convencerle. Cuando por fin accedió empezó a comer como un famélico. Yo sonreí. Yomi se detuvo un momento avergonzado.

            - No te preocupes.- conteste dibujando una sonrisa tranquilizadora.- Es solo que me hace gracia lo rápido que comes. Lamento que sea tan poco.

            - ¡En absoluto! Esto es mucho más de los que como algunos días.

            Esto me dejo estupefacto, me levante para ir por mas comida, Yomi me detuvo sujetandome por una manga.

            - Ya esto lleno. De verdad.

            - ¡Pues te lo llevas a casa!

            - Pero mis abuelos me lo quitaran y no tengo donde esconderlo.

            Deje de intentar zafarme de él y lo mire.

            - Pues entonces... Siempre que tengas hambre ven aquí, ¿vale?

            No dijo nada, apartando la vista. Me agaché a su altura y junté mi frente a la suya.

            - ¿Vale?- repetí amenazante.

            - Si, si.- respondió. Aunque no sonaba muy convencido.- Ahora debería irme. Si tardo más me castigaran.

-  Oh...- que se tuviera que ir me entristecía, porque había resultado ser mucho más agradable de lo que pensaba.

 

            Le acompañé hasta la puerta trasera.

            - Muchas gracias por todo.- dijo haciendo una profunda reverencia.

            - No es nada.- hice yo otra pequeña.- Encantado de haberte conocido.

            Alzo la vista sorprendido y algo sonrojado.

            - Si... Igualmente.- esbozó una sonrisa.- Bu-Bueno... Me voy.

            - ¡Hasta otra!- le despedí con la mano.

 

 

            No volví a verle en semanas, y eso que todos los días pasaba por el río en el que le había conocido. Me empecé a preocupar, pues sabía que lo más probable era que estuviera pasando hambre y no estaba cumpliendo su promesa.

            Mi día de suerte llegó cuando oí comentar a mi madre que Yuki debía llevar un encargo a los abuelos de Yomi. Como un rayo me ofrecí a llevárselo yo. Algo extrañada, ella accedió.

            Pase rápidamente por la cocina, envolviendo un poco de pescado hervido que nos había quedado de la comida y lo escondí en mi obi. Tras media hora de soportar a mi madre advirtiéndome que fuera rápido y que tuviera cuidado con la botella que debía llevar, partí feliz dejando a mi madre confundida.

 

            Llegue a mi destino a los pocos minutos. Les dije que era el hijo de la farmacéutica, pose la botella, me despedí y me fui corriendo con la esperanza de que mi plan funcionara. Y así fue, los abuelos de Yomi eran demasiado viejos para alcanzarme, así que tuvieron que mandarle a él a pagarme. Salí del camino y me metí entre unos arbustos, vigilando que Yomi me viera.

            - ¡Tsubasa-sama se dejó el dinero!- dijo jadeante del agotamiento cuando me dio alcance.

            - ¿Cómo que “Tsubasa-sama”? Tsubasa a secas.- le corregí un poco fastidiado porque precisamente él me tratase de usted- Además tu tienes pinta de ser mayor que yo. ¿Cuantos años tienes?

            - Di-Diez.

            - ¡Pues yo tengo 8! Así que recuerda, nada de “-sama”! ¿Entendido?

            Asintió formando una pequeña sonrisa.

            - Toma el dinero Tsubasa.

            - Bien, así.- dije asintiendo complacido.- ¡Ah! Por cierto, toma.- me saqué del obi el pescado, que se había aplastado un poco y se lo ofrecí.

            Él lo tomó, creo que ya sabiendo que no pararía de protestar hasta que lo hiciera.

            - Gracias... ¿Qué es?- preguntó al abrirlo.

            - ¿Cómo que qué es? Vale que esta un poco deshecho pero... Es pescado hervido.

            - ¿Pescado? Nunca lo he comido...

-  ¿No?- lo miré extrañado.- Pues hazlo, esta muy rico.

 

            Nos sentamos y él, igual que la última vez que habíamos estado juntos, comenzó a engullir.

            - Esta delicioso, muchas gracias.- y por primera vez sonrió mirándome a los ojos. Eso me lleno de regocijo y respondí a su sonrisa.

            - ¿Verdad? ¿Y has probado la carne?

            - ¿La carne? No, nunca.

            - ¿Tampoco? ¡Eso no puede ser! Te estas perdiendo uno de los mayores manjares del mundo.

            - Mi abuela dice que... Que si me dan carne mi sangre de demonio despertara...- susurró sombrío.

            - ¡Tu no eres un demonio! ¡Es imposible!

            - Pero...

            - ¡Que no! Y me encargare de que pruebes la carne. ¿Puedes salir de casa en algún momento?

            - Si, cuando mis abuelos están durmiendo.

            - Bien. Pues espérame esta noche en el río donde nos conocimos... Y ahora tengo que volver, que sino mi madre pensara que me he gastado el dinero.- dije riendo.

            - Si, yo también.

            - Hasta la noche.- me despedí agorando feliz la mano.- Y esta vez cumple tu promesa.

            Me miró sonriendo suavemente y asintió antes de irse.

 

 

 

            Desde entonces casi todas las noches nos reuníamos allí. Yo siempre intentaba llevarle comida o cualquier otra cosa que pudiese serle de utilidad. Y él, aunque al principio siempre rechistara por las grandes atenciones que le daba, termino por aceptarlo todo.

            Gracias a nuestro contacto su personalidad fue cambiando, convirtiéndose con el paso de los años en un muchacho mucho mas abierto y alegre.

Sin embargo, nuestros encuentros nocturnos no solo eran para que yo le diera cosas. También jugábamos o explorábamos... Siguiendo río arriba encontramos una pequeña cascada que en su desembocadura formaba una especie de bañera que nosotros usábamos en las calurosas noches de verano.

 

            Fue en una de ellas, cuando yo tenía 13 años y el 15 que sucedió algo que cambio la relación que manteníamos hasta el momento.

            Desde hacia unos meses me había percatado que mis sentimientos por Yomi rabian cambiado y aumentado. Pero hasta esa noche no me di cuenta de lo mucho que habían crecido.

 

            Yomi y yo nos estábamos desvistiendo para meternos en el agua, y por segunda vez desde que le conociera, volví a fijarme en su cuerpo. Noté que mi ayuda había surgido efecto y ahora se encontraba en mucha mejor condición que antes. Seguía estando delgado, pero de un modo mas esbelto y grácil. Extremadamente grácil lo aprecié. Me perdí contemplando su espalda y hombros musculosos por el trabajo en el campo, experimentando algo nuevo en mi interior. Aparte la vista al darme cuenta y maldije interiormente.

            Ignorándome totalmente Yomi se termino de desvestir y se metió en el agua, comenzando a nadar de espaldas despacio. Esa imagen me volvió a fascinar de nuevo, pues pude observarle en todo su esplendor. Me pateé interiormente, no entendía lo que sucedía, ¿no se suponía que lo que yo estaba sintiendo en ese momento es lo que sienten los hombres por las mujeres? ¿Qué hacia yo sintiéndolo por Yomi? Con esos pensamientos en mente me desvestí yo también, metiendome despacio en el agua. Me apoye en una roca y al poco vino Yomi a mi lado. Cuando lo tuve cerca pude notar los restos de algunos moretones en sus brazos y cuello que antes no había percibido por la oscuridad.

            - Eso te lo hicieron los chicos del pueblo, ¿verdad?- pregunté apenado acariciando uno de sus golpes.

            - Si, pero no te preocupes, ya no me duelen.

            - ¿Quién fue?

            Yomi esbozo una sonrisa.

            - Sabes que no voy a decírtelo. No voy a dejar que te metas de nuevo a una pelea por mí.- hacía años le habían pegado y al enterarme de los culpables había ido a por ellos. Pero la fuerza nunca había sido mi punto fuerte y pudieron rápido conmigo.

            - Pero estoy harto de que siempre te culpen y acusen de cosas que no son ciertas y de que te traten como un monstruo.

            - Con que a ti yo te siga importando, el resto del mundo me da igual.

 

            Aparte la vista formulando una sonrisa, me había sonrojado, seguro. Se me quedó mirando unos segundos con una expresión seria y acariciando el cabello de mi nuca con una de sus manos. Con su otra mano me hizo devolverle la mirada, subiendo de mi cuello a mi mejilla, llegando a la comisura de mis labios, acariciándolos con uno de sus dedos. Tragué saliva. Por primera vez en mi corta vida me entraron ganas de abalanzarme sobre alguien. Pero mi cuerpo no seguía los instintos de mi mente.

            - Tsubasa...- susurro.

            A mis ojos se fue acercando a mí a una velocidad tan sumamente lenta que no podía ser verdad. Mientras se acercaba Yomi iba cerrando los ojos. Los míos síguieron abiertos sin creer lo que pasaba. Note sobre mis labios los suyos cálidos y húmedos un par de segundos escasos.

            Se separo de mi totalmente y bajando su mirada se mordió el labio, encogiéndose.

            - Lo siento...- murmuro.- Siempre has estado a mi lado... Eres mi único amigo, pero... Pero para mí también eres mucho más... Siempre me dices que sea sincero contigo, y aun a riesgo de perderte... Quiero seguir cumpliendo la promesa de contártelo todo...

            Mis ojos brillaban de la grata sorpresa de la situación, permanecí en silencio. Sin embargo al no mirarle parecía creer que mi silencio era por lo contrario. Me obligue a mi mismo a responder, pues no quería que la desesperación de Yomi siguiera. Entendía exactamente como se sentía, pues hasta ese mismo momento yo me había sentido igual.

            - Vaya...- lo vi estremecerse cuando volví a hablar, sin embargo su mirada siguió al frente.- Entonces esta vez fui yo el que no cumplió la promesa...

            Lo vi tragar saliva y muy, muy despacio girar la cabeza en mi dirección. Me vio sonriendo totalmente sonrojado. Su mirada anhelante estaba llena de una esperanza que había dado por perdida tras besarme. Lentamente fue formando una sonrisa y relajando su expresión. Me acerque a él tímidamente, demandando en silencio lo sucedido anteriormente. Yomi terminó de acercarse y unió nuestros labios mucho más intensamente que la vez anterior. Fue una sensación embriagadora a la vez que tremendamente extraña y nueva. Sentía su lengua moverse dentro de mi boca, buscando la mía para unir ambas.

 

            Al separarnos apoyó su nuca en mi hombro para mirar al cielo, como solía hacer. Nuestros cuerpos seguían en contacto y él había entrelazado mi mano con la suya. Una sonrisa tonta se dibujo en mi rostro, y pude ver de reojo que en el de Yomi también.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer:D

En cuanto pueda subo el capi 2^^

Nos vemos!!


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