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Eres algo inalcanzable para mi por Hinari-chan

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Notas del fanfic:

Hola, fanaticas del yaoi!

Les presento mi primer fic KakaYama, el mejor que hice hasta ahora podría decirse, y pensar que mi amor por esta pareja nació una semana atrás, cuando husmeando por internet encontré imagenes de esta pareja, unas adorables y otras calientes kukuku, mi prioridad pasó de ser SasuNaro al Kakashi x Yamato! :D

Antes que nada, me gustaría recibir criticas constructivas, les guste el fanfic o auqnue no sea de su agrado, me pondría muy contenta recibir reviews, sobre todo si contienen criticas constructivas ;D

Nada que decir, contiene 3 UNICOS CAPITULOS, los cuales iré subiendo de a poco, dependiendo las page views del fic y sobre todo su opinion, ya que eso vale el 80% de todo :D

Los nombres de los capitulos seran:

*Melodía de la salvaje lluvia.

*Chico tonto.

*Siempre.

Notas del capitulo:

Vamos por el primer capi! 8D

Antes que nada, me gustaría dejarles claro algunas cosillas sobre el fic:

*Esta historia transcurre 5 años antes de Shippuden, cuando Kakashi estaba en ANBU.

*El verdadero nombre de Yamato es TENZOU! Yamato es solo un seudonimo que usa durante Shippuden, así que en esta historia Kakashi y demás personajes lo toman por TENZOU, no Yamato. Al final del fic se hará mención de su nombre falso Yamato.

*Esta historia contiene spoilers sobre el VERDADERO pasado de Yamato: Yamayo fue fruto de la experimentación genética de Orochimaru. Este último, como parte de sus experimentos mientras aún estaba en Konoha, mezcló el ADN del Primer Hokage con el de 60 niños, y el único que sobrevivió fue Yamato. De esta forma heredó sus técnicas innatas, entre ellas el Mokuton y la habilidad de controlar Jinchurikis.

Nada más que decir.

Naruto no me pertenece, solo soy una fujoshi sin vida que anhela comprarselo a Masashi Kishimoto /emocorner.

 

 

Tan cerca, pero a la vez tan lejos de ti, y  no tienes idea, tú no sabes lo frustrante que es verte, y con solo una mirada, con una mirada que podría valer más que mil palabras e incluso insultos, me alejas cada vez más. ¿Es qué nunca me darás una oportunidad? Simplemente quise hablar contigo, conocerte, saber más de ti, pero tu barrera de frialdad y furia me mantiene apartado de todo. Inclusive de ti, y no tienes idea de lo mucho que me duele el saber que no me aceptarás. Sé que has sufrido, has perdido lo más importante, lo único que te motivaba a vivir. Sé que bajo esa máscara de indiferencia y frialdad hay alguien, alguien más allá de un ninja, una persona que grita y grita, llora y llora, implora e implora. Una persona que ruega por ayuda, que alguien lo salve de toda esa angustia, alguien que te seque las lagrimas, pero aún así, más allá de todo esto, simplemente te encierras y apartas la mirada como quien no quiere la cosa. Tendrías que entender, que no eres el único que ha sufrido, el único miserable que no tiene motivación para vivir, el único infeliz, y tú sabes bien de quien hablo. Oh sí, lo sabes muy bien. De todas maneras, siempre salí adelante, no me rendí y nunca me rendiré. Mi libertad busqué, busco y buscaré. Soy libre. Soy un ave que vuela en busca de consuelo y alegría. Debo admitir, aún lloro por las noches, porque hay cosas que aún no se superan, ni con el tiempo. Pero no me importa, porque siempre he sabido que tras la noche más profunda y oscura, hay un sol que sale para alegrar tus mañanas. Pero, ¿por qué tú no lo entiendes? ¿Por qué no me dejas enseñarte lo maravilloso de esta vida? Eres tan terco, no sabes cuánto me gustaría hacerte feliz, verte reír, y hasta hace poco creí que era prácticamente imposible, incluso perdí mis esperanzas de ver una sonrisa sincera tuya, pues sigues escondiendo tus sollozos y lamentos detrás de esa máscara negra que cubre parte de tu níveo rostro. Una oportunidad, por favor, quisiera acompañarte…


 


 


***


 


 


-¡TENZOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOUUUU! –en ese momento morí. Me pegué un susto de madre y el espíritu santo, y no tardé en caer del árbol boca abajo. Mi rostro quedó contra el suelo y mis piernas y brazos abiertos y estirados de par en par. Detrás de mi cuerpo, le siguió mi mascara de ANBU, que cayó justo encima de mi cabeza. Yo aun seguía aturdido y desorientado y parpadeaba como si me hubiera vuelto retrasado. Las carcajadas de Asuma se oyeron justo desde donde había caído.


-¡A eso si que se le llama morder el polvo! –se burló el causante de mi accidente.


Primero la sorpresa, luego la confusión, después el razonamiento y finalmente, el dolor que se expandió por todo mi cuerpo luego de haber asumido por unos larguísimos segundos lo que me había ocurrido. Ahora sí que había muerto.


-¡¡¡AAHHHHHHHH!!! ¡¡¡POR LA PUTA MADRE!!! –grité de dolor. Eso sí que había sido un golpazo, y me sentía como si me hubieran estrujado todos los huesos de una manera violenta y sádica. El dolor era inexplicable, y me sentía hecho añicos – Oh… demonios-- ¡Oh! Mi espalda… creo… creo que me rompí algo--¡Ah! –me quejé.


-Hmpf, eres tan fastidioso, Tenzou –una voz seria y fría llamo la atención. No necesité levantar la mirada para reconocer a la persona que se encontraba a mi lado, incluso me imaginé la expresión de fastidio que acompañaba esas hirientes palabras. Siempre fui un tipo sensible, solía sentir frustración y desaprobación por mi mismo cuando no era capaz de lograr algo. Después de todo, a pesar de mis veintitantos años de experiencia en el mundo, tanto en lo social como en lo ninja, era una especie de idiota sensible, miedoso, torpe, carismático y alegre que necesitaba valerse de la opinión de los demás (cabe decir que me doy cuenta de ello), pero, el ninja que me miraba retorcerme de dolor desde encima de mí, era un idiota insensible,  bastardo, amargado, perfecto y desinteresado que le valía madre lo que dijeran de él.


Levante lentamente mi mirada y mis sospechas desaparecieron al instante en el que me topé con esos ojos, uno negro como él carbón y otro carmesí como la sangre, los cuales venían acompañados de una mirada gélida y sin emoción más que el reproche, aquél cabello respingado y desordenado al tacto del viento, del color de una moneda de plata y esa piel blanca como la cal y helada como el hielo. Fue lo único que pude visualizar, porque todo lo demás de su rostro era cubierto por aquella negra máscara que cubría su boca, aquellos labios que no habían sido vistos por absolutamente nadie en la aldea, los cuales los bauticé como “labios prohibidos”.


Lo miré por unos segundos. A pesar de tener la mitad de su cara enmascarada, no dejaba de parecer llamativo a la vista de los demás. Sin duda, ¿a quién no le atraería un tipo con un ojo negro y el otro con una gigantesca cicatriz que daba nacimiento a un ojo con un sharingan? Era extraño, pero eso no era todo, porque su cuerpazo fuerte y bien formado no podía hacerse dejar de lado. Ni hablar de su trasero… pero ¿¡qué carajo!? ¿¡Tenzou, qué demonios dices!? Pareces un marica al pensar todas esas cosas, definitivamente no me va la perversión, y de tan solo pensar aquello me sonrojé muchísimo. Primero bajé la mirada de nuevo, no me animé a mirarlo a los ojos con mi cara hecha un tomate, y cuando mi rostro comenzó a recuperar su color, volví a mirarlo. Seguía con su misma postura sexy de chico malo, con los brazos cruzados y su cintura levemente ladeada y… demonios, ¡me sonrojé de nuevo! Parecía una colegiala enamorada a punto de declararse ante su amor platónico de la escuela. Tenía que calmarme, y no se me ocurrió mejor idea que llamarlo por su nombre.


-Kakashi-sempai –musité avergonzado y pretendiendo confusión y sorpresa. Que tonto, por supuesto que era él, podría reconocerlo incluso con mis ojos vendados y unos auriculares a máximo volumen, pues verás, mi sempai no es una persona fácil de olvidar, porque, como dije antes, era un tipo muy llamativo, incluso su voz, la cual expresaba aburrimiento, era imposible de olvidar.


Él se limitó a mirarme, y enarcó una ceja. Volví a avergonzarme, y mis mejillas se volvieron carmesíes (otra vez). Lo sospeché, porque su mirada era intimidante y gélida, imposible de pasar desapercibida. Yo tenía los nervios de punta, que va, ¡su silencio me ponía nervioso! Solo se limitaba a mirarme y decir ni mu. Y pensar que yo era un charlatán, pero no me atreví a cruzar una palabra, solo empeoraría las cosas y mi situación. Clavé mi mirada en él, expresando mi incomodidad y mi molestia, pero el muy bastardo solo me devoraba con la mirada, como si supiera la cantidad de emociones que él provocaba en mí y lo disfrutara. ¡Ya incluso estaba hiperventilando y pensando tonterías!


-¿Te vas a quedar ahí tirado como un idiota o te vas a poner de pie?


Sus heladas palabras me devolvieron al mundo real. Demonios, mi sempai sí que podía ser odioso cuando quisiera. La fuerte risa de Asuma volvió a retumbar en mi cerebro por tercera vez, pues se había quedado en silencio con el solo acto de presencia del peli plateado. Otras pequeñas risillas se unieron a Asuma, quienes demostraron ser nuestros otros seis compañeros ANBU, los cuales serían parte de la misión de ese día. Miré para todos lados, buscando a Ibiki con la mirada, pero al parecer no había llegado para comenzar de una vez por todas con la misión. Suspiré aliviado, porque aquel ninja lleno de cicatrices me hubiera hecho pasar una vergüenza terrible frente a mis aliados. Aún así, sus risas me atormentaron y los colores se me subieron a la cabeza por centésima cuarta vez. Quise acabar con todo aquello, pero al tratar de levantarme sobre mis rodillas, el dolor que había sido reemplazado por mis pensamientos sobre Kakashi me invadieron de vuelta, y una ola de malestar invadió mi columna de nuevo, provocando que cayera otra vez y lanzará un jadeo de dolor.


Las carcajadas volvieron a oírse y yo solo me limité a bajar la mirada y encontrarme con el mismo suelo bajo mis narices. Tierra, trágame, por favor, pensé reiteradas veces mientras moría de vergüenza. Y demonios, ¡esos malditos no paraban de carcajearse! Me sentí un completo inútil, y para aliviarme cerré los ojos con fuerzas, pero la incomodidad seguía de mi lado y las risas aún no se desvanecían. ¡La mierda santa, que se callen! Pero mi fuerza de voluntad no era tan grande como mi timidez. Kakashi-sempai suspiró fastidiado a diferencia de los demás, para luego recuperar la palabra.


-Supongo que eres tan inútil como para no poder levantarte sin hacer el ridículo –musitó. Sus palabras no me sorprendieron, era de esperarse de un amargado como él, pero una ola de emociones abundó en mi mente cuando sentí su gélido tacto sobre mi piel. Me tomó de un brazo y con suma agilidad me levantó de un solo golpe, provocando, simplemente, más dolor.


-¡Ah, ten cuidado, sempai! –me quejé, y luego me callé, pues en un acto de rapidez pasó mi brazo derecho  por sobre su hombro y con su otro brazo izquierdo me tomó por mi cintura, causándome un escalofrío. Posé mi mirada en él y noté lo cerca que estaban nuestros rostros. El resto ya lo sabrás, porque al principio me volví pálido de la sorpresa, y al caer y procesar la información acerca de lo que estaba sucediendo, me volví al instante un tomate. Casi literalmente, podría decirse. Me centré en su mirada, ya no era seria y fría como antes, es más, se hallaba sorprendido, y para mi enorme sorpresa, noté como su rostro se contraía en una mueca casi en edición limitada. Estaba sonriendo. Kakashi Hatake estaba sonriendo. De haberme visto en aquel instante, me hubiera dado vergüenza de mi mismo, ya que mi rostro contraído por la sorpresa, mi boca entre abierta debido al desconcierto y mi cara hecha un habanero no eran para nada graciosas (solo para mi pesar, porque mi sempai parecía disfrutarlo como loco. ¡Ya podía oír sus bromas molestas resonando en mi cabeza!)


-¿Te encuentras bien?


-¿…Eh? ¡Ah, s-sí! Estoy bien s-sempai –tartamudeé. Este sujeto sí que sabía cómo ponerme nervioso.


-Tu cara no dice lo mismo, Tenzou.


-¿Ah, sí? ¿Qué dice mi cara?


Él enarcó una ceja, para saber si estaba bromeando, pero mi rostro con una expresión de curiosidad le hizo dejar  su expresión de sospecha a una de “Eres un IDIOTA”. Allí caí en la cuenta de que no dije más que tonterías, y los demás parecieron notarlo, pues otra vez estallaron en carcajadas. Si antes estaba hecho un tomate, no puedo explicar que era en esos momentos. No tenía palabras, un poco más y me desmayaría.


-Tu cara dice algo como “Mi sempai acaba de comprobar su sospechosa teoría de que su kohai no es más que un tarado simple y lamentablemente” –musitó divertido pero a la vez con lastima de, como había mencionado, tener al kohai mas idiota de Konoha.


-¡C-callate! ¡N-no quise decir eso! N-no pensé en lo que dije…


-Como normalmente lo haces, kohai.


-¡Kakashi, bastardo! ¡Deja ya de carcomerme el cerebro!


-Hmpf. Si así lo gustas… tomatito –volví a morir. ¡Sí, lo había notado, maldita sea! Estuve a punto de desmayarme de la vergüenza si no hubiera sido por la presencia de Ibiki.


-¿¡Qué rayos está sucediendo aquí!? – Rugió el líder de los ANBU. Todos silenciaron de una sola vez sus carcajadas y miraron la cara intimidante del hombre de las mil cicatrices. Incluso mi sempai se envaró, preparándose para lo peor. Ibiki posó su mirada aterradora en mí y luego me observó detalladamente, llegando a sorprenderse- Tenzou, ¿qué rayos te pasó? Te ves horrible –me acusó con un dedo índice.


Entrecerré los ojos expresando disconformidad, y Asuma limitó a reírse, pero volvió a callarse al sentir una amenazadora mirada a unos metros de distancia. Kakashi-sempai rompió el silencio incomodo que se hallaba entre los diez ANBU en total.


-Verás, Ibiki, el idiota de mi kohai se quedó dormido sobre las ramas de un árbol a la espera de tu llegada, y cuando Asuma intentó despertarlo, el muy estúpido calló patitas al suelo y supone que se desguinzó algo con la dura caída, tal vez una costilla o la pierna –explicó el peli plateado. Fue una explicación bastante decente, quitando de lado aquellos insultos que estaban terriblemente de más, aunque no tuve el valor ni la fuerza suficiente para reprenderle, pues estaba hecho puré y la misión ni siquiera había comenzado.


-Pf, Tenzou, estas cosas solo te pasan a ti –murmuró el líder divertido. Sí, señoras y señores, estas cosas solo me pasan a mí, soy el tipo con peor suerte en esta aldea.


-Losé, ¿verdad? –se carcajeó una vez más Asuma, mientras los demás solo le seguían a coro. Bajé la cabeza, totalmente frustrado y comenzando a irritarme. ¡Si volvía a oír aquella maldita risa otra vez, juraría por Kami-sama que usaría mi mokuton en su trasero y plantaría un árbol allí mismo! Traté de soltarme del agarre de mi sempai, pero mis escazas fuerzas y unos mareos invadieron mi cabeza e hicieron que fuera casi derechito al suelo otra vez, si no hubiera sido por los fuertes brazos de mi sempai que me mantuvieron de pie. No sé qué diablos me estaba sucediendo, de repente me sentí débil, cuando en realidad era un maestro del elemento madera y un ninja muy estratégico e inteligente, pero no había manera de pensar en un plan estando rodeado por los níveos brazos de aquél distante peli plateado, el cual sentía muy cerca de mí, pero inevitablemente muy lejos a la vez. Mis sentimientos no estaban claros cuando me encontraba junto a él.


-Tenzou, estás hecho una pena –musitó con lastima el ninja de las cicatrices.


-E-estoy bien –enarcó una ceja, y mi sempai lo imitó-. ¡De veras! Ya verán, solo necesito un café y una ración de pastel y estaré como nuevo –declaré, simulando coraje. Todos pusieron los ojos en blanco, salvó Kakashi, quien se tensó y me miró con cara de pocos amigos. Nadie rio, ni si quiera Asuma, ya que esto pasó de ser gracioso a penoso.


-Creo que deberías ir al hospital, no dices más que tonterías.


-Me parece que el golpe te ha dejado más idiota de lo normal.


-¡Ya, enserio! Estoy bien, tampoco hablemos como si fuera un niñato novato.


-Hmn –murmuró pensativo mi sempai. Lo miré enfadado, llegué a pensar que el muy bastardo quería comenzar una pelea, me irritaba y me insultaba todo lo que quisiese cuando más se le cantaba, y yo como el muy sensible y tonto del grupo me dejaba pisotear y manipular por él todo el tiempo. Maldito sempai.


-Kakashi, lleva a Tenzou al hospital para que le revisen y quédate con él hasta que todo haya terminado. Si luego de la revisión se encuentra en formas para continuar la misión, entonces vuelvan a este punto y traten de alcanzarnos, nosotros empezaremos durante la ausencia de ustedes dos con la primer y segunda fase del plan.


La orden de Ibiki-san me dejó atónito. Miré automáticamente al sempai que estaba a mi lado, y noté nuevamente su mirada gélida, primero en nuestro líder, y luego en mi. Se había enfadado, por supuesto, porque justamente él, uno de los ANBU más exitosos te todo, uno que no se permite fallar en una singular misión, el hijo de la leyenda Sakumo Hatake, tenía que lidiar con una carga como yo e incluso acompañarlo durante toda la tarde y noche si era necesario, en vez de llevar a cabo el maldito trabajo y satisfacer a los clientes. Y como muy buen y respetuoso ninja que era, se guardó sus quejas e insultos bajo la máscara, pero eso no importaba, por el momento estaría a salvo, porque tenía el presentimiento de que en el momento que Ibiki se desvaneciera junto a mis demás compañeros, de Kakashi no me salvaba ni por suerte. Me sentí demasiado demás allí, y una vez más volví a agachar mi cabeza. En verdad que me arrepentía de haberme despertado a las 5 de la mañana para ir a aquél punto del bosque y pasarla para lo peor.


-KAKASHI. ES-UNA-ORDEN –moduló el de las mil cicatrices, como si estuviera tratando con un discapacitado. El peli plateado solo se limitó a asentir. Y en cuestión de segundos, nos alzamos en el aire gracias al fuerte salto de mi sempai y caímos sobre la mismísima rama en la que me había encontrado dormido justo antes del accidente. Kakashi comenzó a saltar de rama en rama, alejándonos del punto de encuentro.


-Muy bien, chicos, repasemos la primera fase… - Las voces de los demás se fueron desvaneciendo lentamente, con cada salto que daba aquel ninja que me llevaba de la espalda. El recorrido pasó en absoluto silencio, yo no me atrevía a decir ni mu, estaba muy nervioso. Mantenía mi barbilla descansando sobre la nuca de mi sempai, y unos cabellos platinados me rozaban el rostro y me provocaban cosquillas. Qué suerte que él mantuviera su rostro al frente, porque de haber girado él rostro para mirar mi cara, el muy bastardo se hubiera descostillado de la risa por culpa de mis estúpidos sonrojos. ¡Diablos! Sí que era difícil pensar estando tan cerca de él. Para mantener mi mente apartada de ese tema, fijé mi concentración en aquél gélido shinobi.


No podía verle el rostro debido a que su cara miraba el frente y estaba cubierta por su máscara de ANBU, pero imaginaba que estaba furioso. De todos estos años que compartimos como compañeros de equipo, llegué a entender que una misión era muy importante para él. No se debía llegar tarde (aunque, sincerándonos, ni si quiera él era capaz de seguir esa sencilla regla), se debía  intentar cometer el mínimo de errores posibles y todo debía salir lo mejor posible. Pero algunos rumores me han demostrado que hubo unos años en que mi sempai fue prácticamente insoportable, que nada se le podía discutir y que los que fallaban en misiones eran simplemente basura. Según me han dicho, todo cambió con la muerte de su mejor amigo, que resultó ser miembro del clan Uchiha. Kakashi terminó absolutamente dolido y psicológicamente podría decirse que no se recuperó. Cambió abruptamente esa forma de pensar que tenía, pero aún así una misión para él debía llevarse a cabo de la mejor manera posible, y de no ser así, se molestaría, pero jamás llamaría escoria al otro, lástima que conmigo era una excepción, porque mi sempai se refería a mí como un “juguete para su diversión”, sí lo sé, un bastardo.


Volviendo al tema anterior, no solo cambió en ese aspecto, ya que adoptó varias características de su difunto amigo. Con el tiempo se volvió cada vez más despreocupado y adoptó aquélla tonta costumbre de llegar tarde a todos lados, a excepción de las misiones importantes. Comenzó a ser más bromista, aunque su claro signo de amargado y frío aún estaba presente, e incluso puesto en táctica sobre los sujetos que no eran de su agrado (ahí entro yo, puesto que al preguntarle muchas “tonterías” acerca de su pasado, tratar de ayudarle y ser su amigo, me gané un puesto importante en la sección de “molestias”). Y sobre todo, lo más importante de aquello, era que estaba casi al 100% seguro que bajo esa máscara invisible de distraído, bromista, despreocupado, desordenado y flojo, se encontraba una de las mentes más pervertidas del mundo ninja. ¡Ya con solo verlo leer aquel maldito Icha Icha Paradise te puedes imaginar con qué clase de persona hablas!


Dejé de lado mis estúpidos pensamientos (por milésima vez) y lo observé. Kakashi-sempai seguía como si nada, saltando de árbol en árbol. Estaba absolutamente callado y no lo oí decir ni una palabra. Arto del silencio torturador, rompí aquél espeso silencio.


-¿Estás enfadado?


No me contestó, y sonreí ante lo absurdo de la situación en la que me encontraba.


-Lo imaginé.


Una lágrima silenciosa brotó de uno de mis ojos negros, recorrió mi mejilla, la cual había recuperado el color bronceado de mi piel, y murió en mi labio inferior. No comprendía porque me sentí tan miserable en esos momentos, tal vez me sentía culpable de hacerlo sentir disgustado, o tal vez me sentía así por el simple hecho de no ser nadie en su vida, solo una molestia. Yo solo quise ser su amigo, pues tenía por lo menos la mínima idea de cuánto le había hecho daño la muerte de su padre y después la de los integrantes de su primer equipo: primero la de su mejor amigo, Uchiha Obito, luego la de su admirable sensei, el Cuarto, y por último la de su otra compañera la cual no recordaba el nombre, pero que era una muy talentosa ninja médico.


Si existía una diminuta razón por la cual no odiaba a mi sempai, era porque le tenía lástima, porque a pesar de tener una expresión de despreocupación total, ser un arrogante engreído y a veces un completo patán conmigo, yo sabía que se moría por dentro, que lloraba ríos de lágrimas lamentándose por todas aquellas muertes. Eso dejaba en claro que él seguía adelante y que no se rendiría por nada en el mundo, lo admito, pero cargando una culpa muy grande y un pesar que podría matar lentamente su corazón. Es por eso que me metía donde él no me llamaba, trataba de ayudarle todo lo que podía y por lo menos hacerle pasar un buen momento, lejos de toda aquella agonía, pero nunca llegué a entender que en realidad él era una persona cerrada, y que jamás le daría la oportunidad a alguien de mostrarle sus mayores miedos y sufrimientos, ni a mí ni a nadie. Es por eso que cuando caí en la cuenta de aquello, ya había sido demasiado tarde, porque Kakashi terminó despreciándome y tratándome como una gran molestia. Y estoy casi volviéndome loco, porque de no haber preguntado y metido mis narices donde no debía, nuestra extraña “amistad” sería una muy diferente a la de ahora. Aún así, debido a mi terquedad, no me arrepentía de por ello, porque tenía la extraña sensación de lo que hice en el pasado fue lo correcto. Tal vez solo sentía esperanzas. Tal vez algo más.


Sin darme cuenta, había estado todo ese rato descansando mi completo rostro en sus hombros, y no tardé en quedarme dormido pensando por última vez en aquellos ojos, azabache y carmesí.


 


 


 


***


 


 


 


Desperté en el hospital. No recordaba haber entrado, ni si quiera haber llegado a Konoha, así que supuse que Kakashi-sempai me cargó hasta allí. Al principio, no tenía idea de donde me encontraba, solo me encontré acostado en una incómoda cama con barras de una habitación blanca y desconocida para mí. Tenía una ventana justo a mi lado y la luz del amanecer me cegaba los ojos. Un molesto pitido sonaba desde algún lugar cercano. Luego caí en la cuenta de que tenía unos tubos traslúcidos enroscados alrededor de mis manos y otro pequeño tubo pegado al rostro justo debajo de la nariz. Entendí que me encontraba en una de las tantas habitaciones del hospital central de Konoha. Un poco molesto, alcé la mano para deshacerme de aquellos tubos molestos, pero una gélida y nívea mano que se posó sobre la mía no me lo permitió.


-Ni si quiera lo pienses.


Levanté la mirada de inmediato. El peli plateado se encontraba apoyando su barbilla sobre una de las varias e incomodas almohadas, mientras el peso de su cuerpo era sujetado por una silla, localizada a la izquierda mía y de la cama.


-¿…Kakashi-sempai?


Estaba un poco aturdido y desorientado, pero al poner en orden mi mente, recordé como había llegado allí. Automáticamente liberé mi mano de la de él y en un ágil movimiento me destapé. Mi sempai no me detuvo, solo se limitó a observarme en silencio. Estudié con la mirada mi cuerpo, el cual estaba vestido con una camisa de dormir blanca y suelta y unos pantaloncillos del mismo color. Me concentré en lo importante, busque algún signo de hematoma o alguna falla en mi anatomía, pero solo me percaté de unas ligeras vendas alrededor de mi pie, rodando mi tobillo y talón. Después, todo estaba normal, a excepción de las agujas y cables incrustados en mis brazos que me conectaban a unos monitores para determinar mi estado sanguíneo y cardíaco. El molesto y ensordecedor pitido venía de ese tonto aparato.


Volví a echarme un vistazo y comencé a agudizar mis sentidos para poder saber con claridad si sentía dolor o alguna otra molestia que no fuera a causa de la maldita cama. Para mi sorpresa, me encontraba muy bien, no sentía dolor como en el momento en el que había caído, solo una pequeña molestia en el tobillo. Dejando de lado aquello, me encontraba de maravilla.


-¿Está completo el inventario? –me preguntó enarcando una plateada ceja y escondiendo bajo su máscara una sonrisa de diversión.


-Hmn –volteé la vista, un poco molesto. ¿Cómo se atrevía a bromear en un momento así? ¡Pude haber sufrido una lesión grave, maldita sea! Inclusive haber pasado semanas en el hospital, aunque… espera… -¡SEMPAI! –aullé, percatándome de algo. Por el repentino grito, Kakashi levantó su cuerpo estando a mi misma altura, con una extraña preocupación reflejada en su rostro- ¿¡Cuánto tiempo pasé en el hospital!? –Volví a mirar hacia la ventana -¡Diablos, está amaneciendo! -Miré a mi sempai otra vez, quien me miraba despreocupado pero a la vez irritado por mi griterío.


-¿Podrías callarte de una vez y dejarme hablar? –me preguntó molesto. Suspiré y le hice caso. Sería mejor quedarme calladito, así que me calmé y esperé impacientemente su respuesta. Al notar cómo me auto-silenciaba, alzó la voz para volver a hablar- Has dormido durante cinco días, ¿contento? –al decir esta última palabra, se llevo sus manos a los costados de la cabeza, cubriendo sus orejas. E hizo bien.


-¿¡CINCO DÍAS!? ¿¡ESTÁS BROMEANDO!? –grité angustiado. No podía salir del asombro. Mierda, mierda, ¡mierda! ¡A esas alturas la misión seguramente estaba finalizando! – ¡Sempai! ¿Por qué no me despertaste? ¿Qué hay con la misión?


-¡Tranquilízate, ¿quieres?! ¿Para qué demonios habría de despertarte? Si eres una molestia, imagínate con una pierna vendada –le interrumpí con un notable y ridículo puchero, el cual él ignoró, o simuló hacerlo –Además, Ibiki me ordenó estrictamente que descansaras lo suficiente, y sabes muy bien que una orden de aquél sujeto no puede ser ignorada. Tenías que recuperarte, tener las fuerzas suficientes para luego seguirles el rastro a los demás. Y con lo que veo, parece que te sientes mucho mejor –alzó su pálida mano y tocó mi frente primero, para luego frotar la palma de su mano sobre una de mis mejillas, como quien no quiere la cosa.


Estaba muy concentrado pensando en la misión en primer lugar, pero luego comencé a atar cabos de la situación y entonces note su frío tacto en mi cálida piel. No estaba tan atontado por el medicamento como para no poder reaccionar ante esas caricias. Sus caricias. El indicador que determinaba el pulso cardíaco al que estaba conectado comenzó a pitar molestamente de manera incontrolable. Los dos oímos el latido errático y descontrolado de mi corazón. Esto si iba a resultar vergonzoso. Y pensar que solo me estaba rozando la mejilla.


El peli plateado abrió los ojos de par en par sorprendido, incluso su ojo izquierdo, el cual siempre estaba cerrado a causa de su sharingan, me observó con tranquila sorpresa. Y como predije, no bastaron unos segundos para que se muriera de la risa. Incluso cayó de la silla en la que estaba sentado y se abrazó a sí mismo con fuerza, como si el tan solo reírse de manera profunda lo pudiera hacer pedazos. Me sonrojé, pero no solo de la vergüenza, sino también del incontrolable enojo.


-¡¡KAKASHI-SEMPAI, CALLATE!!  -pero no hubo caso, porque siguió muerto de risa sobre el piso blanco del hospital - ¡¡QUE TE CALLES HE DICHO, CARAJO!! ¡AGH! –comencé a gritar cualquier tipo de insulto para hacerle cerrar la boca, y el muy bastardo ni se inmutaba de las cosas desagradables que le soltaba. En un acto de locura, me quité todos los cables y tubos que estaban conectados a mi cuerpo, y sentí una leve punzada de dolor cuando me deshice violentamente de las agujas incrustadas en mis brazos e incluso cuando comenzaron a sangrar, pero solo bastó frotarlas para detener la diminuta hemorragia.


Me levanté de la maldita cama y observé como aquél idiota se burlaba de mí. Me desesperé y en un acto de locura, corrí y me encerré en el baño de la alcoba. Mierda, mierda, mierda. Debía tener una menuda pinta. Me acerqué al espejo y mis sospechas se volvieron verdaderas cuando vi que mi pelo parecía un almiar. Todo mi cabello color caoba estaba despeinado y por no tratarlo durante casi una semana, estaba sucio y sin brillo. Varios mechones marrones estaban pegados junto a mis mejillas debido al sudor y mi flequillo sin mantenimiento llegaba por encima de mis ojos, cubriendo un poco mis cejas de aquel mismo color. Mi rostro no tan pálido como el de mi sempai estaba sonrojado, aunque unas ojeras alrededor de mis ojos carbón delataban lo cansado que estaba.


Con mi mano derecha, comencé a rozar aquella parte de mi mejilla, la cual había sido bautizada por los dedos helados del peli plateado. Se había sentido muy bien esa caricia, pero con aquel singular pensamiento, mi leve sonrojo se expandió por todo mi rostro, quedando completamente colorado. Esto de ruborizarme sí que iba a ser un grave problema. ¡En qué diablos estaba pensando! Se suponía que los dos éramos compañeros, una clase extraña de “amigos”, miembros del grupo ANBU, y lo más importante de todo: hombres. Pero parece que mi cuerpo reaccionaba de manera distinta a la de mi mente, porque el solo tacto de su piel contra la mía me hacía estremecer, y digamos que me estimulaba un poco, ¡pero joder! ¡Éramos hombres! ¡H-o-m-b-r-e-s! Y tarde o temprano tendría que empezar a enfrentar mis sentimientos por Kakashi. Diablos, ni si quiera sabía lo que sentía por él. Siempre me llamó la atención de una manera curiosa aquél sujeto. Especialmente su forma de ser, completamente diferente a la que había oído hablar una vez antes de conocerlo personalmente: frío, calculador, egoísta, arrogante, orgulloso, manipulador y bastardo. Pero durante nuestra primera misión, comprobé lo contrario. Era bromista, despreocupado, gracioso y de alguna manera buen tipo… hasta que descubrí todos y cada uno de los hechos que habían embarcado en su vida. Tanto la muerte de su padre como la de sus amigos. Fue allí cuando conocí ese lado suyo oscuro, aquella vez que intenté hablar con él sobre su doloroso pasado. No solo me gané la lotería como la primera persona de su lista negra, sino que me hacía la vida imposible, y sus maltratos eran muy frecuentes día a día. Y pensar que aquél alegre peli plateado que había conocido una vez, se volvió aquél patán de ese instante. Aquél que solo dejaba llevar su mal carácter en mi presencia, ya que, claro, con todas las demás personas en el mundo, incluso con nuestros enemigos, él era el Kakashi desordenado y gracioso que perdí esa vez en la que quise entrar en su vida.


Y solo por tratar de ser buena persona, porque siempre tuve alguna idea de lo que sufría. Yo conocía muy bien el sufrimiento, y lo había vivido en carne y hueso. Una vez cuando uno de los tres legendarios sannins me usó como rata de laboratorio para lograr sus propios beneficios. Y el resultado fue destrozo. Cientos de niños perdieron la vida durante aquellos tiempos, y solo uno en particular logró salvarse de esa.


Suspiré y miré mi rostro reflejado en el espejo. Desearía pensar que todo lo que viví fue una pesadilla, pero el simple hecho de llevar el poder del primer Hokage sobre mis venas era una clara prueba de que no fue más que la cruda realidad. Una traicionera lágrima escapó de mi par de gemas oscuras, y antes de que chocara con mis delgados labios, las sequé con suma lentitud y cuidado.


Sí, tal vez era por eso que le tenía tanto afecto a Kakashi. Tal vez entendía muy bien lo que era vivir con una carga y un pesar en tu corazón, jamás poder quitártelo de encima hagas el esfuerzo que hagas. En ese sentido, debía admitir, éramos muy parecidos los dos.


 


 


 


 


***


 


 


 


-Kohai, debes dejar de comportarte como una molestia y ser así de rudo y violento con las mujeres, de no haberte detenido hubieras golpeado sin compasión a la enfermera.


-¿¡Y qué esperabas!? Esa bruja se tomó todo el maldito día para darme el maldito alta de una maldita vez. ¿Qué rayos esperaba, un abrazo?


-No eres el único ser en este planeta, Tenzou. Cálmate y no seas estúpido.


-¿Cómo quieres que me calme? Son las nueve de la noche y apenas estamos saliendo de esta clínica. Por si no te diste cuenta, estamos retrasados casi seis días con la misión. Sería común actuar así, a diferencia tuya que eres un subnormal –comenté molesto.


-Tal parece que alguien se ha olvidado de beber su doble cappuccino esta mañana, ¿no lo crees, mi amigo Algarrobo?


-¡Sempai, no sigas! Encima que tengo que lidiar con todos tus insultos y maltratos, tengo que seguir este ridículo medicamento por parte del doctor.


-¿Medicamento? Solo te torciste el tobillo, ¿para qué demonios te darían unas pastillas? ¿Para no convertirte en árbol? –preguntó un irónico Kakashi.


-¡Basta! No es ningún medicamento para la pierna, y no tiene mucho que ver con el accidente del árbol –musité, comenzando a sonrojarme.


-¿Y entonces qué son?


-Pastillas anti-stress… -murmuré por lo bajo.


-¿Qué dijiste? –preguntó no logrando oírme.


-Pastillas anti-stress… -contesté de nuevo, esta vez en un tono levemente más alto.


-Disculpa, no pude oírte, ¿pastillas de qué has dicho?


-¡PASTILLAS ANTI-STRESS, CARAJO, ANTI-SRESS! ¡¿CONTENTO?!


-Hmn, disculpa si te ofendí. No te estreses, kohai –lo ultimó lo dijo en voz baja, pero lo suficiente alto como para que lo oyera.


-¿¡Qué dijiste, Kakashi-sempai!?


Una enfermera me llamó la atención y me regañó por la falta de respeto de un shinobi como yo hacia los demás heridos en el hospital. Me sentí un completo idiota en ese momento, a pesar de mi malhumor no tenía derecho de causar alboroto por los pasillos de aquél lugar. Y si que daría vergüenza ver a dos ninjas vestidos como ANBU en pleno hospital causando problemas. Qué lástima que no tenía la máscara puesta, pude haber pasado desapercibido. El peli plateado notó como mi expresión cambiaba de una de malhumor a una de preocupación y pena, y soltó una risa sonora, aunque sin subir mucho la voz.


-Sempai, enserio, guarda silencio. Lo que dijo es verdad, fue muy desubicado de nuestra parte lo que hicimos hace unos minutos.


-¿Eh? ¿Qué quieres decir? –preguntó extrañado y confundido.


-¿Qué que quiero decir? Me parece bastante obvio, sempai –puse los ojos en blanco. ¿Es que hablaba en otro idioma o qué?


-¿Tienes un trastorno de personalidad múltiple?


-¿Trastorno…d-de q-qué? ¿Qué insinúas?


-Hace medio minuto te encontrabas gritando y quejándote de la vida como el peor miserable que podría existir, ¿o me equivoco? –me quedé callado. Tenía razón, el que se estaba comportando como un anormal allí, era yo. Bajé la cabeza-. No logro comprenderte, bueno, jamás lo pude. Durante un minuto puedes ser la molestia más grande con la que alguien pudiera lidiar, y al otro eres un completo desconocido, alguien que no puedo entender. ¿Qué es lo que buscas, qué es lo que quieres, quién eres en realidad?


No comprendía a dónde demonios iba todo esto, pero aquellas palabras sinceras llenas de confusión me causaron un mar de emociones. Por un minuto Kakashi dejó de lado su orgullo, y eso provocó que alzara la vista inmediatamente y nuestros rostros quedaran uno enfrente del otro. Nos miramos por varios segundos. Y algo ocurrió. Fue un momento muy especial, de alguna manera íntimo y casi mágico para mí. Nuestras miradas chocaron y fue como si se hubieran conectado. Le clavé la mirada y lo observé detalladamente con una expresión de sorpresa, pero con una pizca de alegría y felicidad. Mi sempai me imitó y estudió con la mirada. Mantenía el rostro relajado, mirándome con curiosidad y serenidad. Un sentimiento muy agradable inundó mi corazón. Fue como si no existiera el hospital, ni los pacientes, ni las enfermeras, ni nuestros compañeros, ni Konoha, ni el mundo shinobi y ni siquiera nuestro pasado. Solo éramos él y yo, unidos por un lazo invisible.


Aquello me provocó un leve sonrojo, y noté como Kakashi iba obteniendo más color en lo pálido de sus mejillas. ¡Se había ruborizado al igual que yo! Una tonta sonrisa de oreja a oreja invadió mi cara, aquello no podía estar sucediendo. Y mi mueca de felicidad se duplicó al ver que mi sonrisa fue correspondida por otra proveniente de cierto peli plateado, pero no era una cualquiera, era una sonrisa sincera, sin ni una pizca de ironía, ni sarcasmo, ni nada. Era una verdadera. Yo estaba que me quemaba por dentro, y sentí un especie de cosquilleo en mi estomago, como si tuviera mariposas en mi interior.  Allí caí en la cuenta de porque me sentía de aquella manera adorablemente tonta y del porque ese mar de sensaciones que me provocaba mi sempai. Reí por mis adentros y sonreí ante la absurda pero coherente idea. Si alguien me hubiera dicho aquel maravilloso descubrimiento hace una semana, me hubiera carcajeado y tomado a ese alguien como a un psicópata, pero ahora todo comenzaba a tener sentido. ¿Sería aquello a lo que llamaban…?


-Eh… ¿interrumpo algo? –nos llamó una voz familiar.


Aquél maravilloso ambiente fue arruinado por aquél bastardo que nos sacó de nuestros pensamientos. Kakashi y yo, los dos molestos por aquella maldita interrupción, clavamos nuestras miradas, la mía sonrojada pero a la vez enojada, y la de mi sempai gélida y furiosa, aunque luego cambiamos nuestras expresiones a unas llenas de vergüenza y arrepentimiento al darnos cuenta de con quién nos metíamos.


-¡Lord Hokage! –gritamos con asombro los dos. Nos inclinamos en forma de disculpa al mismo tiempo –disculpe, no teníamos idea de que se trataba de usted –se disculpó el de la cicatriz en su ojo izquierdo.


-No, discúlpenme a mí por haber interrumpido su… bueno, la verdad no sabría cómo llamarlo –musitó el anciano. Los dos nos pusimos colorados como un tomate y apartamos la vista, mirando en distintas direcciones. El Tercero soltó una gran carcajada, creo que con solo vernos a nosotros dos entendió a que venía el asunto y lo que estaba ocurriendo entre nosotros, y  le pareció que lo mejor sería desviarse del tema antes de entrar en incómodos detalles –. Los estaba buscando, jóvenes –eso nos sobresaltó, no nos esperamos eso y levantamos la vista casi al mismo tiempo.


-¿De veras? –pregunté asombrado.


-Sí, es acerca de la misión ANBU de hace cinco días, a la que debieron ir sin excepción de no haber sido por la lesión de Tenzou-kun.


-Oh, mil disculpas, Lord Hokage. Justamente estábamos saliendo del hospital para alcanzar a los demás, después de todo yo estoy a cargo del grupo e Ibiki me dijo…


-Me temo que no será necesario, Kakashi-kun –le interrumpió el sabio anciano. Mi sempai lo miró atónito y lleno de confusión. En sus ojos el horror se reflejó, y me di cuenta que por su cabeza pasó fugazmente la idea de lo peor que pudo haber sucedido.


-N-no comprendo, ¿q-qué quiere decir con que no es necesario?  -tartamudeé. Mi rostro reflejó el mismo temor que el del peli plateado.


-Lo que quiero decir es que la misión falló –exclamó tajante el Tercero. La cara de asombro y decepción que puso Kakashi-sempai fue algo que no podría olvidar jamás. Nunca lo había visto así, ya que era un tipo orgulloso, pero esa noticia le hizo dejar de lado su orgulloso carácter. Simplemente no podía describir aquella expresión jamás antes vista por mí -. Ayer a la mañana un grupo de ninjas médico y jonnin encontró al equipo entero de ANBU con sus integrantes totalmente heridos y moribundos, y fueron trasladados inmediatamente al hospital. La mayoría se encuentra en un estado shock y aún en recuperación, salvo Asuma, quien pudo resistir el ataque mejor que los demás, y un shinobi que ya no tenía pulso cuando llegó al hospital. El cliente se encuentra furioso, dijo que dejó muy en claro hace varios días que era una misión de rango S  y que quería los mejores ANBU de la aldea a su disposición. Traté de calmarle, le comenté que los dos mejores shinobi no habían podido llegar a tiempo debido a un accidente –esto último lo remarcó estudiándonos con su mirada átona. Kakashi aún seguía paralizado, totalmente inmóvil, mientras que yo me encogí de hombros al escuchar aquel último relato. Que mentiroso fue Sarutobi, sabía muy bien que mi sempai era el mejor de todos los ANBU, por eso era él el encargado del equipo, pero yo… bueno, supongo que no hace falta completar esta oración para entender a donde iba el tema -, pero ha sido en vano. Es más, ahora se encuentra mucho más molesto que antes, por el simple hecho de que el equipo que contrató para sus propios propósitos no se hallara totalmente completo en el momento del ataque –en aquél momento, fijó su vista en mi mudo sempai, quien se había quedado observando la nada-. Kakashi-kun, el cliente quiere hablar con el ninja a cargo de la misión y del equipo.


Me sobresalté al escuchar la sentencia de Hiruzen Sarutobi. ¿Qué demonios querría el cliente con mi sempai? Volteé violentamente mi cabeza, clavándole la mirada. Él miraba al Tercero, serio pero a la misma vez conmovido por la desagradable noticia. El anciano y yo lo miramos por un largo rato, unos minutos que tardaban equivalentemente como años. Finalmente, el peli plateado procesó aquello que el Hokage le había explicado personalmente a él, y su reacción no fue muy buena para variar. Al principio se tensó, y luego, su muy típica mirada gélida que ponía en práctica solo conmigo, fue lanzada sobre nuestro superior. Aquello me dejo atónito, nunca creí verlo capaz de eso, de amenazar con la mirada ante mis estupefactos ojos al líder de nuestra aldea.


-Dile de mi parte que por mí se puede ir tranquilamente derechito al mismísimo demonio, no me importa –hizo un ademán para irse, pero fue detenido por la anciana pero fuerte mano de Hiruzen.


-Kakashi-kun, espera, tú no…


-¡NO! ¡Ya déjenme de una maldita vez en paz! –y con aquella última recriminación, se soltó violentamente del agarre de Sarutobi y desapareció bajo una cortina de nube de humo, su famoso Shunshin no Jutsu.


Dios santo. Esto no podía estar sucediendo. Mierda. ¡Oh, no! ¿Qué carajo había hecho aquél bastardo? ¡Insultó al…! Bueno… no literalmente, ¡pero le había faltado el respeto al mismísimo líder ninja del país del Fuego! ¡¿Cómo rayos se atrevió?! Avergonzado, miré al anciano que tenía junto a mi lado, y tenía una mirada extraña, mezclada con angustia, rabia y decepción. Luego, me miró a mí, y cambió su expresión a una de dolor y pena. Él sabía lo que Kakashi-sempai sentía, sabía el dolor por el cual él debía soportar día a día por culpa de su condenado pasado, y ahora con aquella áspera noticia, las cosas habían empeorado. Noté que no le había enfadado la actitud del ninja copia, sino que se sentía más bien herido, y culpable por haberse permitido dejar que sucediera aquél accidente, aunque, después de todo, el Tercero jamás tuvo la culpa de aquel ataque que pudo haber sido una masacre total.


-Kakashi-sempai –susurré, lleno de tristeza por el pasillo donde él había desaparecido-. Kakashi-sempai…


-Tenzou…


-Kakashi-sempai –mencioné, esta vez levantando más la voz. Kakashi-sempai… ¡KAKASHI-SEMPAI! –aullé ferozmente hacia aquél vacío frente a mí. El viejo dio un respingo como respuesta ante mi grito, que no se lo esperó debido a que durante todo ese escaso momento había estado hablando en voz baja-. ¡KAKASHI, BASTARDO, VUELVE AQUÍ AHORA! ¡HATAKE KAKASHI! –comencé a correr en aquella dirección llamándole por su nombre, mientras salía violenta y velozmente por las grandes puertas del hospital. Detrás de mí alcancé a oír el desesperado llamado de Hiruzen Sarutobi, pero no le di importancia, estaba demasiado preocupado y a la vez furioso por aquél maldito imbécil que era dueño de todos mis pensamientos.


Salí corriendo a toda velocidad, sin siquiera molestarme en ponerme la máscara de ANBU, pues todo pasó muy rápido. En menos de unos cuantos segundos, estaba en medio de las calles de Konoha. Era de noche, pero no bastante tarde como para que éstas mismas estuvieran desiertas. Aún había gente afuera, ya sea para ir a cenar o volver de una misión, o lo que fuese. Varias nubes negras se adueñaron de la noche, haciendo invisible ante mis ojos la presencia de la luna. El cielo estaba oscuro, y parecía como si estuviese a punto de llorar. Todo era tan melancólico, que me daban unas terribles ganas de derramar unas cuentas lágrimas.


Dejé de lado mis absurdos pensamientos, y me concentré en lo que estaba haciendo. ¿A dónde demonios me dirigía? Estaba bastante claro que buscaba a mi sempai, pero sin duda no estaría entre toda esa multitud. El ninja copia era más bien un hombre solitario, no le gustaba estar rodeado de gente sofocándolo. Lo más lógico es que estuviese en su departamento. ¡Maldita sea, por supuesto que estaba allí!


Salí disparado hacia su hogar sin pensarlo dos veces. Ni si quiera tenía idea de lo que iba a decirle en cuento lo viera. Tenía ganas de golpearle lo más doloroso que mi fuerza me lo permitiese, pero también moría de ganas de darle un abrazo y consolarlo hasta Dios sabe cuánto. Ya ni sabía que pensar, si antes no era orgulloso, no tenía idea de lo que era en esos instantes.


Llegué en menos de lo esperado a aquella cadena de departamentos. Sabía muy bien donde vivía, varias veces había ido allí, especialmente cuando el peli plateado llegaba tarde a todos lados y era obligado a salir a buscarle. Esta vez no era distinta a las demás, ya que había ido exactamente a eso, aunque la emoción y ocasión eran unas muy diferentes. Subí las escaleras rápida y torpemente. Me caí durante una oportunidad debido a lo resbaladizo que se encontraba el suelo y rodé varios escalones abajo, pero me incorporé al instante y salí pitando de allí. Ya en el pasillo, luego de correr a toda velocidad, un fuerte impacto casi me hizo caer tumbado al piso de no haber sido por aquella nívea y pálida mano que me sostuvo antes de herirme. Lo reconocí al instante, y al liberarme de aquellos fuertes brazos que no se dispusieron a luchar contra mi voluntad, me paré correctamente y me enfrenté a su mirada, la cual había vuelto a ser helada e hiriente. Me había tomado desprevenido ese frío rostro, al punto en que me intimidó, pero ya era demasiado tarde para echarse hacia atrás. De todas formas, no supe que decir. Me había robado las palabras de la boca.


-¿Qué haces aquí, Tenzou? –preguntó furioso.


-Kakashi-sempai…


-Lárgate, tú no tienes NADA que hacer aquí –se dio media vuelta y se encaminó hacia quien sabe dónde.


-¡Espera! ¿A dónde vas?


-Eso no es de tu incumbencia, hazme el favor de dejarme en paz, estoy de muy mal humor y tu presencia no me hace gracia alguna.


-Pero sempai, ¡tienes que escucharme! Sempai, creo que no debiste haber dejado que el cliente…


-¡Callate, no me interesa lo que pienses! –Dejó de caminar a paso rápido para detenerse y girarse sobre su hombro para encararme, cosa que no intuí-. Yo soy el… -no le dejé terminar la frase, ya que debido a el repentino movimiento que hizo, no tuve el tiempo suficiente para detenerme sobre mis pasos, y a causa de mi genética torpeza, tropecé y caí sobre su pecho.


Gracias a lo fuerte que el peli plateado era, no quedamos tumbados los dos sobre el suelo, es más, me sostuvo y no me dejó caer, pero debido al impacto, sin querer tiré de sus ropas un poco, provocando algo que me dejó perturbado, maravillado y a la misma vez sorprendido al momento en el que alcé el rostro para clavarle mi mirada. Al parecer, tiré demasiado de su negro atuendo de ANBU, haciendo que accidentalmente le hubiera bajado su negra máscara hasta por encima de su cuello. Fue una especie de destello lo que sentí en aquél momento. Frente a mi tenía un rostro jamás visto por algún habitante de la aldea oculta entre las hojas. Kakashi era incluso más hermoso de lo que jamás pude imaginar alguna vez. Tenía un rostro perfecto, y me quedé embobado ante su belleza inigualable. Era todo un sueño, y su mirada gélida y enfadada pasó a ser una llena de sorpresa y extrañeza, imposible de olvidar, sin mencionar que tenía su rostro a unos escasos centímetros del mío. Nunca lo había tenido tan cerca de mí como en ese instante.


Me ruboricé violentamente, como era de suponerse, pero él ni se inmutó. Solo me estudió con la mirada durante unos varios segundos. Yo aún tenía mi mano sujetando y tirando de su máscara, y cuando dejó la tensión y la sorpresa de un lado y su expresión pasó a una serena, yo no pude respirar.


Vaciló, no de la forma habitual, no de una forma humana, no de la manera en la que un hombre podría vacilar antes de besar a una mujer, y mucho menos a otro hombre, para calibrar su reacción e intuir cómo le recibiría. Tal vez vaciló para prolongar el momento, ese momento ideal previo, muchas veces mejor que el beso mismo. Automáticamente después, nuestros rostros comenzaron a inclinarse lenta y cuidadosamente. Los dos entrecerramos los ojos, dejándonos llevar por el momento, solo que yo tenía un leve rubor en mi mejilla y mi corazón se encontraba en un estado frenético. Cada vez lo tenía más cerca de mí, y él seguía inclinándose y tomándose todo su tiempo necesario. Nuestras narices llegaron a cruzarse e incluso a tocarse, causándome un leve escalofrío sobre la columna. Sus finos labios estaban a tan solo tres centímetros de los míos. Luego a dos, y después…


Sus manos tocaron mi pecho antes de llegar más allá del centímetro de distancia. Nos quedamos paralizados allí, a tan solo un centímetro de que nuestras bocas se tocaran. Podía sentir su respiración y su aliento chocando contra mi cara. Allí, comenzó a recuperar distancia y a alejarse lentamente con sus manos sobre mi piel. Yo seguía inmóvil tomando su máscara con mi mano, y entonces, para mi desagradable sorpresa, Kakashi realizó un movimiento terriblemente brusco para alguien tan delicado como yo en esos momentos: me apartó violentamente de él con las mismas níveas manos sobre mi pecho, provocando que le arrancara parte de su atuendo negro y ocasionándole un pequeño pero notable agujero en su ropa de ANBU. Yo caí sobre mi trasero a causa del fuerte empujón hacia atrás, como si él quisiese marcar su territorio. No llegó a herirme demasiado, pero lo primero que hice al reaccionar fue observar mi mano, la cual había arrancado un pedazo de tela negra del atuendo del ninja copia.


Cuando fijé mí vista en él, incrédulo y herido por aquel acto de desprecio que realizó, su rostro seguía descubierto, pero el impacto fue peor, porque su expresión estaba contraída por la frialdad y un poco por la furia. Aquél hermoso rostro que tuve frente al mío durante unos interminables segundos atrás, en esos momentos me observaba con desprecio.


Pequeñas gotas de lluvia comenzaron a caer, sin poder tocarnos a causa del techo de la construcción. Al principio era una leve llovizna, pero luego se convirtió en una salvaje danza que cubrió las calles de Konoha como si se tratase de magia. Mis oídos se acostumbraron al ruido de la lluvia chocando contra la tierra, confundiéndola con una melodía que embargaba mis sentidos, pero no le di importancia en absoluta. En aquellos momentos, estaba pasando por algo peor que enfrentarme a la violenta lluvia.


No entendí porque lo hizo, pero se dio media vuelta, con un malhumor no disimulado. Estaba molesto, demasiado. Jamás lo había visto así. Creí que se encaminaría lejos de allí, pero solo se quedó estático, sin ademán de irse a ningún lado. Me daba la espalda, y yo aún seguía en el helado piso, esperando de una vez por todas algo. Cualquier cosa, solo algo.


Lentamente, sin mover su cuerpo más que su cuello, ladeó su cabeza para observarme desde su hombro derecho, con una notable expresión de rabia en su único ojo azabache. Aquello no podía estar sucediendo, definitivamente tenía que tratarse de una broma, de una de muy mal gusto. O por lo menos de un sueño, una pesadilla, pero sus nuevas y heladas palabras acabaron con mis en vanas esperanzas en tan solo un segundo.


-No te soporto.


Mi corazón se achicó hasta el punto en el que quedó una especie de hueco en él, un vacío de sentimientos llenos de pena y agonía. Jamás me había sentido tan miserable en mis 21 años de vida. Fue lo más doloroso que alguien me había dicho alguna vez, y resultó ser peor que las palabras vinieran de aquella persona que pude llegar amar con todas mis fuerzas, porque después de todo, siempre le quise. A pesar de todas aquellas horribles cosas que me había dicho durante toda nuestra vida de shinobi, yo aún le seguía queriendo. Incluso después de dejarme devastado en el helado suelo, dejándome a mi suerte mientras saltaba por los barrotes de las escaleras y desaparecía entre las tinieblas de aquella oscura noche. Incluso después de haberme ahogado entre mis propias lágrimas de lamentos luego de su rechazo y su imperdonable indiferencia hacia mí, jamás podría amar a otro.

Notas finales:

Espero les haya gustado! c: Dejen reviews con sus opiniones respecto al fic, especialmente si se tratan de criticas constructivas. Nos vemos en el siguiente capitulo, el cual se llamará Chico Tonto. La historia dará un giro radical allí jojo Matta ne!


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