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Así comienza el amor. por Shisain-chan

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Notas del capitulo:

Es el primer yuri que escribo y creo que también el ultimo. Era algo que tenía que hacer, como un reto personal.

 

-----------------------------Alice--------------------------------


 


El sol a penas comenzaba a reducir la fuerza de sus rayos, por lo que la  temperatura comenzaba a bajar. No era de gran ayuda la humedad que había en el aire, a causa de la lluvia que recién terminaba. Los charcos enormes aún se veían a las orillas de la acera y todavía goteaban de los techos algunos chorritos insistentes.


 


Llegué hasta la esquina y me decidí por fin a cerrar la sombrilla y llevarla bajo el brazo.  Hacía unos veinte minutos que las clases habían terminado  y yo solamente esperaba a mi mejor amiga, pues se demoraba demasiado en salir de la escuela. La brisa del viento me dio tanto frío, que me acomodé el único suéter que llevaba, de manera que mis manos estuvieran cubiertas por completo con las cálidas mangas. En ese instante, un auto pasó juntó a mí, y junto a un charco, para mi desgracia; salpicando tanto mi falda como las largas calcetas de lana que llevaba puestas esa tarde. El contacto del agua me despertó e incluso me hizo enfadar, pero no pude más que sacudir la tela empapada.


 


— ¡Ay no! Sólo eso me faltaba —mascullé al tiempo que daba un paso atrás para evitar un accidente parecido.


 


Miré con reproche la sombrilla. Sombrilla idiota, de nada sirves ahora. Suspiré antes de soltar yo misma una triste sonrisa.


 


— ¿Por qué estás tan mojada? —escuché una voz a mi espalda. Me di la vuelta, como lo esperaba, mi mejor amiga Louison Maxwell, estaba detrás de mí. Louison, a quien desde el principio estaba esperando. Ella me miraba de verdad intrigada con aquellos profundos ojos negros y rasgados.  Su mirada era pesada, nunca supe definir bien el por qué, pero definitivamente de una manera amable y educada. Ella medía ligeramente más que yo, cualquier cosa. Su cabello, era negro ébano, largo y liso, casi llegaba hasta su cintura. De tez blanca, facciones finas y elegantes; Louison sin lugar a dudas no pasaba desapercibida. Llevaba un par de jeans, unas botas en color café oscuro y una camisa  azul sobre el  tenía puesta una chaqueta gris.


 


— Pues porque… porque… Un auto —fue la triste respuesta que di antes de desviar la mirada e inflar un poco las mejillas. Ella simplemente sonrió.


 


Me llamo Alice Capdeville, por cierto. Tengo diez y ocho años. Sigo estudiando la preparatoria, aunque estamos próximas a graduarnos. Me refiero a Louison y a mí que vamos en el mismo grado, aunque en ocasiones tomamos diferentes clases.


 


— Bueno, vámonos antes de que decidan empaparte más autos —bromeó Louison con esa malvada sonrisa en sus labios.


 


— No te burles, ingrata —refunfuñé, aun riendo, mientras comenzaba ya a dar unos pasos por la acera.


 


— Claro —continuó caminando a mi lado—. Alice, vamos a mi casa.


 


No tardamos mucho en llegar hasta su casa. Ambas hemos sido amigas desde hace cinco años, por lo que era común que una se paseara por la casa de la otra como si fuese la suya propia. En realidad, mi amistad con Louison era más que eso, entre ella y yo había una conexión especial: éramos como hermanas.


 


Al entrar a la casa, me fui directamente hasta la habitación de Louison, pues sabía de antemano que era la habitación más cálida. Dejé la mochila sobre uno de los sillones de la habitación y esperé a Louison, quien entró después con la correspondencia de la familia entre las manos. Cerró la puerta detrás de ella, sin despegar sus ojos de los blancos sobres de papel.


 


— Estúpido auto —musité de mal humor—. Me ha dejado la ropa empapada ¡Ve nada más mis calcetas!


 


— Quítatelas —ordenó ella severamente, sin dignarse a separar la vista de los sobres.


 


— Moriré de frío.


 


— No seas boba —terció ella, en tono dulce y alegre—. Te metes a mi cama y listo.


 


-----------------------------------Louison---------------------------------------


 


Apenas había terminado de hablar cuando noté que Alice comenzaba a sacarse los zapatos y las calcetas. Se puso de pie, con los pies desnudos, sobre la alfombra antes de saltar a mi cama. Pude verla titubear un poco antes de decidirse a deshacer la cama y meterse bajo las cobijas. Me di la vuelta y reí por lo bajo al verla recostada en mi cama, con las mantas hasta la barbilla, cómoda y tibia. Como si nada más importara. De alguna manera, me gustaba verla así, con tanta confianza en mi habitación, con  mis cosas e incluso con aquellas que a nadie más le permito acercarse.


 


— ¿Te trajeron algo interesante? —preguntó Alice, con su dulce vocecilla de colegiala, amortiguada por las mantas. En realidad, lo único que sobresalía de las sabanas era la ruiba melena ondulada que tenía: larga y dorada. Sus ojos pardos y alegres, parecían los de un cachorro, escondidos bajo el grueso flequillo…  ¡Y listo! Tanto como su nariz, los labios sonrosados y el resto de su delgado y blanco cuerpo; estaban cubiertos por las mantas


 


— Nada.


 


— Cartas de amor? De tu pretendiente ¿Cómo es que se llama? —dijo Alice con una risita burlona al tiempo que ponía una expresión como si estuviese haciendo un esfuerzo por recordar.


 


Arqueé una ceja y esperé su respuesta con un gesto entre divertido y amenazador.


 


— ¡Alex! —exclamó, dejándome ver un poco más de su rostro—. Alejandro Quinto, le llamaste la vez anterior.


 


— Loca —dije sencillamente, antes de soltar una risilla y dejar caer las cartas sobre el escritorio de mi recamara.


 


Alice se estiró por completo sobre la cama y fijo su mirada en el techo sin que la pícara sonrisa se borrara de sus labios.


 


— Bueno, la ultima carta que te envió, fue linda —ella se giró para quedar con el pecho contra la cama, apoyó el codo en el colchón, por lo que pudo recargar su mentón en la mano derecha—. No es mi culpa que no lo quieras.


 


— Tampoco la mía pero ¿sabes que? Puedo quererte a ti, si eso te parece —dije con un tono juguetón, como siempre solía hablar con ella—. Déjame espacio, también tengo frío —le indiqué mientras me quitaba las pesadas botas y las dejaba en el suelo.


 


— A mi ya me quieres, estás enamorada de mí desde hace años. No finjas —bromeó Alice mientras se hacía a un lado para que me acomodara en la cama.


 


Me senté al borde de la cama, mientras me desprendía de la chaqueta, antes de recostarme y cubrirme con la manta, al igual que Alice.


 


— Bueno, puede que tengas razón. Pero sé que no te soy indiferente —levanté las mantas para meterme debajo de ellas.


 


No sé si fue el cobertor o el calor del cuerpo de Alice, pero el frío desapareció de inmediato dejándome sólo una grata sensación. Me agradó tanto, que me acerqué un poco más a ella, para poder recibir más del calor que emanaba. Una de mis manos, rozó con su brazo, bajo las mantas. Aproveché  aquel instante para sujetarla y acercarla más a mí. Pude ver que ella se sorprendía un poco por aquel movimiento tan repentino, pero no se incomodó.


 


— Me puedo acostumbrar a dormir a tu lado toda la vida —le dije cerrando intencionalmente los ojos. A pesar de todo,  noté como sus mejillas se ruborizaban, pero ella  tomó entre ambas manos las mías.


 


No abrí mis ojos, simplemente fingí que no pasaba nada, que no sentía el calor de sus dos  manos pequeñas intentando calentar las mías.  Sin embargo, a ella no le importó y permaneció de aquella forma  durante un largo tiempo. Poco a poco, el sueño fue venciéndome y supongo que también a ella porque no escuché nada más hasta entrada la tarde, cuando despertamos.


 


                ----------------------------------Alice-----------------------------------


 


Estábamos a mitad de la clase. Yo tenía clase de Literatura mientras Louison practicaba baloncesto. En ese aspecto creo que siempre le tuve un poco de envidia. Louison es fuerte, alta, rápida y bastante atlética. Siempre está metida en algún deporte, sobre todo basquet ball. A decir verdad, creo que su carácter agresivo también le ayuda a tener éxito en aquellos deportes tan salvajes.


 


No soy una debilucha ni mucho menos, es sólo que lo mío es un poco más tranquilo. Son duda mi deporte es el tiro con arco. Tengo Condición, más no las ganas de liarme a golpes con alguna manada. El tiro es perfecto para mí.


 


Desgraciadamente, aquel día no me tocaba salir al patio, sino simplemente permanecer sentada en mi banca, junto a la ventana. Según la profesora, estaba leyendo por séptima vez el libro de Ana Frank (igual que todos los años) pero lo cierto es que  no hacía más que mirar por la ventana de la escuela.


 


Louison a veces hacía ver las cosas tan sencillas. Mientras jugaba, parecía que lo que hacía era la cosa más sencilla de todas. Por la forma en que botaba el balón, veía que mi amiga no era ninguna novata en aquellos juegos… de pronto me puse a pensar ¿Qué es lo que encuentro de interesante en esos partidos? Absolutamente nada. Solo quería ver a Louison.  


 


Sonreí. Me di cuanta de que al pensar en mi amiga, las cosas se veían siempre más fáciles para mí. Incluso observarla mientras juega hace soportable el efecto enfermizo de Ana Frank.


 


Desde hacía varios días, experimentaba una confusión secreta cuando pensaba en ella. Me sucedía en ese instante. Ver a Louison a la distancia, me desconectaba de mi entorno. El aprecio que le tenía poco a poco se fue convirtiendo en una maraña de sentimientos, quizá por esa manera tan dulce de tratarme.


 


Con ella siempre fueron tratos tiernos y cariños: andábamos siempre juntas tomadas de la mano, llamándonos con apodos lindos, como si fuésemos una pareja… en realidad, no sé en qué momento comenzamos a tratarnos como una pareja. Siempre con acciones exageradas y a manera de juego. El problema es que de un momento a otro, advertí que dejaba de ser un juego para mí. Me enamoré de ella.


 


Admitirlo me cuesta, incluso ante mi misma ¡Es una chica, por Zeus! Perdí la cabeza y lo sé… pero no puedo evitarlo. No hay forma de mandar al corazón. Intenté recapacitar, pensar que lo que quiero es una locura y hasta alejarme de ella, pero no puedo. Estar sin ella es agobiante, vacío e incluso desesperante y, por otro lado, a su lado, no importa nada más. Como si todo el mundo dejara de existir y sólo pudiera ser verdaderamente feliz así. Jamás se nos acaban los temas para hablar y podemos reírnos de todo. Incluso comprar un helado es una experiencia inolvidable si estoy con ella.


 


No podía quedarme callada. Me sentía sofocada y cada vez que la veía, temía gritárselo de pronto y salir corriendo. Necesitaba saber, pero al mismo tiempo me aterraba su reacción.  La escuchaba diciéndome: ‘Guardate tus sentimientos, Alice’ de una manera tan indiferente… pero incluso eso sería mejor que la eterna pregunta, esa que no se me aparta de mí ‘¿Qué sentirá ella por mí?’


 


Fue así como tomé la decisión de decírselo.


 


------------------------------Louison------------------------------


 


Íbamos de camino a mi casa, como cada tarde.  Para mí era como cualquier otro día, pero notaba que ella se comportaba de una manera diferente. No se me ocurría por qué pero sencillamente la dejé. Estaba algo alterada y más seria de lo normal. Fue al llegar a mi habitación, cuando noté que su inquietud la dominaba.


 


Me senté sobre la cama, arrojando mi maleta a cualquier rincón de mi cuarto. Ella permanecía de pie, cosa que jamás hacía, jugaba con sus manos sin dejar de verlas y se balanceaba a un lado y otro, como si no supiera que hacer.


 


— ¿Tienes que decirme algo o es otra cosa? —pregunté, hablando despacio. No estaba segura de querer presionarla.


 


Ella se incorporó en un par de segundos, sé quedó mirándome rígidamente por unos instantes, antes de comenzar a hablar.


 


— De hecho, sí, debo decirte algo —su voz me parecía tan seca como la de una máquina—. Pero es difícil.


 


 


 — No se me ocurre de qué.


 


Apretó sus labios y bajó la cabeza, sin dejar de mirarme directamente a los ojos.


 


— Bueno… yo… Yo sé que tu y yo nos llevamos muy bien —comenzó a decir— pero tengo que decir algo. Me siento… extraña…, cuando me dices ‘Mi amor’ Eso y, un montón de cosas a las que siempre estamos jugando ¡Que no me molestan! —se apresuró a decir como si hubiese adivinado algo en mis ojos—. Lo aclaro, más bien es que yo…


 


— Te incomodo —terminé por ella, con una voz sería.


 


— ¡Para nada! —exclamó, levantando ambas manos como si pidiera que me detuviera, es decir, que dejara de adelantar mis conclusiones—. Es lo contrario, de hecho —su rostro se ruborizó pero siguió enfrentando mi mirada—. Siento como si fuera verdad. Para mí ha dejado de ser un juego —hizo una pausa pero casi inmediatamente volvió a hablar—. Estoy hablando de que… en verdad te quiero.


 


Permanecí en silencio, mirándola a los ojos. Trató de desviar su mirada hacia el suelo y comenzó a juguetear con su cabello. Yo no sabía que decir, tampoco sabía qué pensar. ¿Hablaba en serio o estaba tomándome el pelo?  Sonreí, sin terminar de creer lo que escuchaba.


 


— Alice ¿A qué te refieres?


 


— Yo… me enamoré de ti, Louison —sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, no sé que es lo que imaginaba en ese momento, pero se atrevió a verme directamente a los ojos—. Y necesito saber si soy especial para ti.


 


— Por supuesto que eres especial —comencé a decir. Entonces me levanté de mi silla. Estaba decidida a dejar las cosas en claro antes de que eso llegara a afectar nuestra amistad. ¿Alice enamorada de mí? No podía creerlo, sencillamente me parecía imposible—. Pero creo que estás un poco confundida —vi en su rostro aparecer un gesto de sorpresa e indignación, aún así, continué—: no me quieres a mí. Solamente te parezco buena compañera y estos juegos que hacemos siempre te hacen creer otra cosa.


 


Alice pareció enfadarse, cruzó sus brazos y apretó los labios, como si contuviera un grito de coraje.


 


— ¡Qué engreída, Louison! ¿Cómo demonios pretendes conocerme más de lo que me conozco? Si te estoy diciendo algo, es verdad. No pretendas analizarme, ni creer que lo sabes todo.


 


Sin previo aviso, me abalancé hacía ella. De manera rápida me acerqué, la tomé por la cintura y fui directamente a sus labios, para besarla. Pero justo como esperaba, ella se impulsó hacía atrás, evitando que llegara a tocarla. Incluso puso ambas manos sobre mis hombros para detenerme. La miré a los ojos, lo suyos estaban consternados y llenos de sorpresa.  La solté y di un par de pasos atrás.


 


— ¿Lo ves? —le dije severamente—. No estás dispuesta a besarme, porque sólo me ves como tu amiga. Una amiga a quien quieres mucho, pero es todo.


 


— ¿Y cómo esperas que reaccione si te abalanzas a mí de repente? —protestó, furiosa— ¿Así que eso es una prueba? Intentas demostrarme que estoy mal, sea como sea ¿Es así como reaccionas? —en ese momento, las lágrimas cayeron por sus mejillas. Parecía algo desesperada. Siendo sincera, no pude comprender el por qué de su llanto—. Tal vez me equivoqué en hablarte de esto.


 


Se dio la media vuelta, tomó su maleta y caminó decididamente a la puerta. No reaccioné, simplemente la observé, porque tampoco tenía idea de que era lo que debía hacer en una situación así. Estaba en shock. Pero ella se detuvo al abrir la puerta.


— Louison… —dijo en voz baja. De pronto dejó caer la maleta al suelo, se dio la vuelta y después de lanzarme una mirada decidida, se acercó a mí. Me rodeó con ambos brazos por el cuello y me besó.


 


Sobra decir que no supo que hacer. Me quedé helada al sentir sus suaves labios sobre los míos y su delgado cuerpo oprimiéndose contra el mío. El punto es que también la besé. Cerré mis ojos y sentí la humedad de un beso tibio, lleno de emociones. Sentí hermoso, realmente. Como si por fin consiguiera algo que anhelara, el detalle es que jamás pensé que lo quería. Aún así, hubo todo un torbellino de emociones en aquel beso, por parte mía y suya. Nunca me quedo con las ganas de nada, ni me reprimo, por lo que no me costó nada rodear su cintura con mis brazos. Me cargaba de cierta emoción el pensar que era a mi mejor amiga a quién estaba besando. Y caímos a la cama, detrás de mí.


 


Todo aquello me hizo pensar. Siempre me sentí bien a su lado pero hasta entonces no me había sentido tan completa estando con ella. Su cuerpo unido al mio, de esa forma, más que confortarme me enloquecía. El hecho de que fuera una chica nunca sería un problema para mí, era más que nada el miedo que me daba perderla.


 


— ¿Estás segura de esto? —le pregunté, logrando separarme un poco de ella—. ¿Quieres que tú y yo estemos juntas?


 


Se acomodó en la cama junto a mí y jugueteó con mi cabello mientras me veía a los ojos.


 


— Lo que más me interesa es saber lo que tú sientes. ¿Me quieres?


 


— Siempre te he querido, Alice —le dije y no mentía.


 


— Entonces… —dijo tímidamente pero no terminó de hablar.


 


— Vamos a intentarlo —dije decididamente—. Una verdadera pareja.


 


-----------------------------Alice-----------------------------


 


Estaba convencida de que Louison y yo teníamos algo realmente fuerte. Nadie estaba enterado de lo que teníamos y eso resulto ser tremendamente fácil pues nadie sospechaba que algo había cambiado entre las dos. Hacíamos exactamente lo mismo que siempre, frente a los demás, pero cuando nos encontrábamos solas  actuábamos con total confianza. Pero yo siempre me sentía igual, experimentaba una felicidad extrema al estar a su lado.


 


Iba por el pasillo de la escuela  cuando escuché la voz de Louison llamándome. Me detuve a esperarla. Ella llegó en cuestión de segundos pues casi venía corriendo.


 


— ¿Qué pasa?


 


— Sólo quería que me esperaras para ir juntas al mall. Vanessa quiere que la veamos ahí con las demás.


 


Le sonreí.


 


— Claro. Pero tengo que ir primero a mi casa. No voy a tardarme —le respondí.


 


Ella sonrió. Siempre me altera un poco su hermosa sonrisa. Me encogí en hombros. Pero admito que me porté algo idiota después... Louison se acercó a mí. Me abrazó poco la cintura con delicadeza y se dispuso a besarme en los labios. Al principio me quedé quieta, solamente esperando pero de alguna manera recordé  que nos encontrábamos en la escuela. Escuché entonces el sonido de los pasos acercándose a nosotras. Sinceramente me dio un poco de miedo de que alguien nos viera y trajera problemas. De manera que me retiré un poco y coloqué la mano frente a mis labios. Pero pude ves sus ojos. Estaba confundida, no sabía por qué me había separado.  Estaba ofendida y desilusionada. Fue entonces cuando dos chicas aparecieron en el pasillo. Eran compañeras de clase, nos saludaron y se fueron. Pero Louison entendió todo.


 


— Entonces creo que te veo más tarde —dijo asintiendo.


 


— ¿Estás molesta? —le pregunté.


 


— ¿Por qué iba a estarlo?


 


— Porque… no dejé que me besaras —respondí, bajando la mirada.


 


— No. Te entiendo. Entiendo que esto esta bien para ti si nadie más lo sabe —su voz denotaba lo enojada que estaba, pero mentía—. Sé que sólo con eso estás conforme.


 


Me sentí mal, culpable. Le había dicho antes que estaba segura de lo que sentía. Sabía que a ella no le gustaban mis inseguridades y que lo tomaba mal, como si yo no estuviera dispuesta a entregarme o a comprometerme.


 


— Eso no es cierto. Yo…


 


— Te veo luego —me interrumpió y se fue. Me quedé sin saber que hacer. Tenía ganas de ir detrás de ella pero la verdad es que me paralice, temía que me dijera algo fuerte.  


 


Apreté mis manos fuertemente y me molesté conmigo misma por ser tan tímida. ¿Por qué no podía simplemente haberla dejado hacerlo? Si nos veían o no ¡Daba lo mismo! En ese momento no hice nada pero decidí ir a su casa esa misma tarde. Quería arreglar las cosas. Resulta que Louison tiende a ser un poco cabeza dura y que a veces exagera, pero me angustiaba que tomara las cosas a mal.


 


Llegué a su casa y como era de esperarse no había nadie más. Toqué pero nadie respondió y decidí entrar. Era algo que hacía siempre. Louison estaba recostada en su cama, con la computadora encendida. Me escuchó entrar y se volvió a mí y se sentó en la cama. No parecía sorprendida de verme ahí.


 


— Hola —la saludé.


 


— Hola.


 


Silencio. Hubo sólo silencio, cosa que me desesperaba mucho más. Me ponía de nervios pero ella como siempre permanecía serena y altiva. Siempre es así. Pero debía hablar.


 


— Perdóname —le dije sinceramente—. No era mi intención hacerte sentir mal. Es que me siento tan bien a tu lado que me aterra tener problemas contigo. Odie ver que te ibas y me odie por no detenerte.


 


— Quiero sentir que estás comprometida conmigo —me dijo directamente—. No que se lo grites al mundo —se acomodó el cabello detrás de la oreja— sino que te sientas bien a mi lado. De alguna manera, siento que te molesta el hecho de que yo sea una chica.


 


— ¡Eso nunca! —me apresuré a decir—. Tú me gustas. Es decir, te amo… —era la primera vez que lo decía. Sentí que mis mejillas se alborotaban y no fui capaz de verla a los ojos, pero tuve el impulso de decirlo—. Que seas una chica no tiene nada que ver.


 


Ella estaba igualmente sorprendida, mirándome perdidamente. Creo que tampoco esperaba que le dijera que la amaba. Me sonrió de una manera amplia y luego me indicó que me sentara a su lado, cosa que hice sin pensar.


 


— También te amo —me dijo. Para mí fue hermoso escucharlo de sus labios. Fue como si esas simples palabras hubiesen terminado con cualquier indicio de problemas.


 


Una vez más ella me besó en los labios. Seguí besándola. Ella pasó una de sus manos por mi mejilla. Poco tiempo después, una de las dos, no estoy segura de cual, se recostó sobre la cama y por ende la otra la siguió. No era la primera vez que estábamos así por lo que no representó un cambio demasiado drástico. Ella jugueteó con mi cabello una vez más y me abrazó con fuerza mientras continuábamos besándonos. De alguna manera perdí el control, me acerqué demasiado y mis senos tocaron los suyos. Enrojecí y me aparté un poco en un movimiento un poco brusco. Ella me miró de nuevo pero parece que le hizo gracia. Se levantó y se sentó junto a la cama.


 


— Disculpa —dijo riendo—. ¿Tienes miedo?


 


Negué con la cabeza porque no podía hablar. Sentía un intenso calor en el rostro y mis movimientos eran rígidos y nerviosos.


 


— Claro que no…


 


Ella sonrió enternecida y me besó en la mejilla. Volvimos a unir nuestros labios, en un beso lento y profundo. Ella acariciaba lentamente mi espalda. Estaba un poco alteraba porque sentí su lengua juguetear sensualmente con la mía. Su mano acarició mi cintura y de pronto sentí que ella subía un poco más y rozaba ligeramente uno de mis senos.  Me escandalicé pero seguí besándola con la torpeza que mis nervios infundaban. Al poco, su tacto sobre mi pecho fue más firme. Pensé que me desplomaría en cualquier momento  Sentí s mano tocar mi seno con municiosidad. El calor aumentó y mi respiración se volvió más dificultosa.


 


— ¿Esto te molesta. Alice? —me preguntó, con su suave voz.


 


— Nou...


 


— ¿Puedo seguir?


 


¿Seguir? ¡Casi estaba histérica y ella quería seguir! ¿Seguir qué? El corazón comenzó a latirme con velocidad pero a pesar de todo asentí.  Me recostó nuevamente en la cama y depositó un dulce beso en mis labios. Me relajó un poco notar que ambas manos estaban a la altura de mi cintura pero volví a  exaltarme cuando levantó el borde bajó de mi blusa. Ella avanzó con su mano por debajo de mi blusa hasta alcanzar nuevamente mis senos.


 


Cerré mis ojos con tanta fuerza como pude pero ella no se detuvo. Sentí sus manos sobre mi sostén y sus dedos sobresalieron, tocando la desnuda piel de mis pechos. Mis piernas comenzaron a temblar. De haber estado de pie, sé que habría caído al suelo. Más no tardé demasiado en apreciar cómo su dedo pulgar entraba bajó la copa del brasiere, la levantó y mis senos quedaron descubiertos, debajo de la blusa aún.  Con la otra mano, acaricio mis senos por encima de la blusa y se detuvo a jugar cuidadosamente con uno de mis botones, que estaban sensibles y ansiosos.


 


Me olvidé de todo. Mi mente se quedó en blanco y sólo era capaz de sentir sus caricias, alborotando mis sentidos y causando un cosquilleo en el vientre. Sentirla a ella acariciando aquella parte de mí, era algo que jamás habría esperado. Los besos eran cada vez más profundos y su lengua se habría paso en mi boca con delicadeza.  Al poco ella levantó por completo, tanto mi blusa como mi sostén, dejando mis pechos expuestos.


 


Me sentía apenada de mostrarme de esa forma frente a ella, pero no dejaba de mirarme, como hipnotizada por ellos. Intente cubrirme pero ella  me tomó de las muñecas con delicadeza y separó mis manos para verme.


 


— Louison… —musité en voz baja—. No me mires así…


 


Ella me miró a los ojos. Pude adivinar el deseo en su mirada y eso me intimidó aun más.


 


— Tranquila. No pasará nada.


 


— Pero me da algo de pena.


 


Volvió a besarme la mejilla, se levantó un poco y devolviendo su mirada a mis senos, los tocó con sensualidad y ternura. Me sobresalté al sentir el calor de sus manos en mi piel y el rubor se adueñó una vez más de mis mejillas. De igual forma, veía sobre sus labios temblorosos, su rostro salpicado por el carmín.


 


— Entonces también déjame verte… y déjame tocarte —¡No sé de donde rayos salió eso! Pero lo dije y ella sonrió como si aquello fuera de lo más divertido. Quería ocultar mi rostro pero no lo hice porque tuve otro impulso incontrolable, que el sólo recordar me hace perder las fuerzas.


 


Me senté sobre la cama, la miré por completo antes de desabotonar su blusa. Mis manos temblaban, mientras me deshacía de los molestos botones y en cuanto sus pechos aparecieron, los nervios se apoderaron de mí. Ya no supe que más hacer. Fue ella misma quien se soltó el sujetador, quedando desnuda en la parte superior.


 


También me perdí al ver sus blancos  senos   los rozados pezones, tan naturales y vulnerables frente a mí. Levantó suavemente mi mentón con su dedo índice y volvió a besarme. Al hacerlo, nos recostamos una vez más pero mis senos tocaron los suyos de manera plena. Una sensación electrizante recorrió mi cuerpo al sentir la suavidad de sus senos rozando suavemente los míos. Desconocía aquella extraña sensación y el origen de tanto placer. Su cuerpo me adhería al suyo, como un imán. Cuando toqué sus senos, experimenté el deseo de adentrarme más y más en ella. Pero no me atrevía, sin embargo, ella sí.


 


Entre besos y caricias, separó mis piernas con delicadeza. Una impaciencia y nerviosismo se adueñaron de mí, al sentir m falda levantarse y dejar mis piernas al descubierto. Sus manos comenzaron a recorrer mis muslos y mi corazón a acelerarse más. Pronto sentí que sus dedos tocaban mi entrepierna. Ella me acarició en aquella zona. Cada poro de mi piel se disparó, por tener sus senos contra los míos, rozándome suavemente y sus manos explorando aquél rincón de mi cuerpo.


Suspiré. Con la punta de los dedos llegó al borde de mis bragas y las separó lentamente, para luego tocar de forma ligera mi sexo.  Perdí el aliento. Ella exploró y recorrió aquella parte de mí, mientras me humedecía más a cada instante. Estaba perdiendo el control con su tacto. Sus dedos paseaban de arriba a abajo, hasta llegar a mi clítoris. Nunca antes había sentido un placer tan intenso.


 


— Ahh… —dejé escapar un suspiro.


 


Ella se levantó y retiró mi ropa interior, bajándola hasta la mitad de mis piernas. Entonces me tocó de verdad, cada centímetro de mi cuerpo, ella lo sintió.  Pero el deseo me abordaba a sobremanera por lo que sentí ganas de tocarla también. Me deshice de sus jeans y en cuestión de segundos ella estaba completamente desnuda. Tuvo la delicadeza de desnudarme también.


 


Sin una sola prenda, nos besamos y acariciamos sobre la cama. Llevé mis dedos hasta su sexo y sentí la húmeda y calida textura, mientras ella dejaba salir algunos soniditos menos audibles que los míos. Ya no era dueña de mi misma.


 


Louison se levantó y mientras pasaba sus dedos empapados por mis labios vaginales, los separó para introducir uno de ellos. El placer estaba embriagándome. Sus dedos se adentraron por completo en mí y comenzaron a moverse hacía adentro y hacía afuera, al principio con lentitud y poco después con mayor velocidad.  Los introdujo por completo, tocando en mi interior un punto especial que me llevaba al cielo mismo. Yo metí mis dedos en ella e intenté seguir el mismo ritmo.


 


Nuestros besos eran ahora vehementes y desenfrenados. Ella separó mis piernas una vez más, me acarició el sexo y me lanzó una mirada sensual y cargada de deseo. La vi bajar y mi corazón se aceleró mucho más. Sentí la calida humedad de su lengua en mi sexo. Me estremecí  de puro placer. Cerré mis ojos y arqueé mi espalda. Ella jugueteó con su lengua sobre mi clítoris y deslizó sus dedos a mi interior una vez más. No podía respirar. El placer me cegaba, me dejaba inmóvil. Tomé las sabanas de la cama y las oprimí entre mis manos con desesperación.


 


--------------------------Louison----------------------------


 


Mis labios degustaban el sabor de Alice. Su cuerpo desnudo me embriagaba, me incitaba a tocarla y a sentirla más. Escuchar su voz ahogada tratando de reprimir los gemidos excitante, me hacía perder la cabeza. También yo estaba perdiendo el control. Notaba, gracias a su respiración, que ella estaba a punto de llegar al final. Me detuve.


 


Ella permaneció tendida en la cama, respirando afanosamente y mirándome contrariada. Seguramente no le gustó que dejara las cosas a medias. Me enloquecía verla recostada así, con la piel humedecida por el sudor y el cabello alborotado. Sus labios estaban entreabiertos y escuchaba su respiración. Sentía que podía morir de amor por ella.


 


La besé en la frente y ella me abrazó. Levanté una de sus piernas. Entonces tuve una pequeña idea que quería intentar. Me acomodé, separando sus piernas y las mías, entrelazándonos. Mi sexo tocaba el suyo y como resultado, había una conexión electrificarte. Comencé a moverme lentamente. Era una sensación exquisita. Ella se aferró a mi espalda con fuerza al sentir el movimiento.


 


— Se siente… —dijo ella, con el rostro ruborizado—. Se siente genial.


 


Y seguí haciéndolo. Moviendo mis caderas lentamente para que mi clítoris se rozara con el suyo. Cada vez iba más rápido y ella cooperaba moviéndose también. Mis senos se frotaban con los suyos, cosa que aumentaba más esa sensación tan irracional. Me gustaba y más que eso me volvía loca.


 


Acaricié sus piernas, sus muslos y sus nalgas. Llevé mis manos detrás de ella, hasta llegar a aquél rincón. Acaricié con la punta de los dedos y poco a poco los dejé entrar. Una vez adentró, los moví hacía adentro y afuera. Sus gemidos aumentaron de tono y llegaron a convertirse en gritos sofocados.


 


Ella imitó aquél movimiento, introduciendo sus dedos en mí. Eso sumado al roce sensual de su sexo contra el mío, resultaba ser una explosión de placer. Estaba llegando a la cima, sin poder controlar  la locura que se adueñaba de mí.


 


— Alice… te amo…


 


Ella me besó, desesperadamente y hundió sus dedos más profundamente dentro de mí. Eso disparó algo en mi interior y procuré hacer lo mismo con ella.


 


— Te amo… te amo… —me dijo con el aliento casi perdido.


 


El orgasmo al que llegué fue superado sólo por la intensidad del amor que nos envolvía. Llegué al éxtasis y fue como experimentar un acontecimiento sobrenatural. Mi corazón golpeaba con violentos latidos mi pecho y el suyo a su vez. Me di cuenta de que ella también había terminado, por la manera tan natural y satisfecha cono la que se soltó a reír, como un verdadero ángel.


 


La abracé y me recosté junto a ella. Ella recargó su cabeza contra mi pecho y nos cubrimos con una manta.


 


— Acabamos… de hacer el amor —dijo ella con voz queda, su rostro estaba oculto por el rubio flequillo.


 


— Tienes razón —le dije sonriendo.


 


— Quiero que estés segura de lo que siento por ti.


 


Me extrañó un poco. Levanté su rostro con una de mis manos y observé sus ojos, estudiando su mirada con detenimiento.


 


— No habrás hecho esto para probarlo ¿cierto?


 


Ella se encogió en hombros.


 


— Lo hice porque lo siento. Te amo y no se me ocurre otra razón para hacerlo —supe, por el tono de su voz, que hablaba con la verdad.


 


— Que bien, porque no lo necesito para saberlo. Te amo de verdad —besé su frente una vez más.  


 


Me di cuenta de que sentía miedo, miedo de sus dudas pero todo era por mis propias dudas. Que ella no me quisiera o que no fuera los suficientemente buen, tal vez eran tonterías. Me amaba tanto como yo a ella. No había más.  Nos quedamos dormidas como solíamos hacer y como debía ser: en los brazos de la otra.


 


 


 


 

Notas finales:

¿Que les pareció? u.u Bien, déjenme sus opiniones... si quieren ._.


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