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Retando al destino por aliossha

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Notas del capitulo:

Soubi había sido atacado por Exultless, enviado misterioso de un enemigo que se mantiene en las sombras. Ritsuka, quien por obra de un milagro había logrado encontrar a Soubi y salvarlo, se encontrara con que, aún no tiene la fuerza de voluntad para decir todas las palabras que en su mente rondan...

Y quizás cuando esté listo sea demasiado tarde.

 

Capítulo 4.

 

Un Chevrolet Camaro del 68 en color negro aparcó con un derrape como el de las películas frente a Ritsuka y Soubi, cubriendo a la pareja Exultless. Ritsuka estaba agotado y malherido, Soubi aún no despertaba.

 

Pudo observar que alguien bajaba del auto y abría la puerta del copiloto. Estaba vestido, o vestida, completamente de negro y con una máscara tejida que le cubría el rostro.

 

Rápidamente, aquella persona levantó uno por uno a la pareja y los acomodó dentro del auto, para después subir él mismo y arrancar, alejándose velozmente de ahí, dejándolos a su suerte.

 

Con pensamientos lentos y atropellados, Ritsuka se preguntó si la persona del auto era la misma a la que se refería Soubi…

 

 

FLASHBACK

 

Soubi reaccionó tarde, y con un rápido movimiento envió dos cuchillas a la muñeca izquierda de Exultless.

 

La pulsera que tenían ahí cubría un tatuaje. Soubi hizo una mueca. -          No está ahí lo que estás buscando – dijo ella

 

. -          No, no lo haría tan simple – razonó Soubi.

 

  FIN FLASHBACK

 

¿Sería que Soubi sabía quién era el responsable detrás de este ataque?. Se quedó perdido en sus pensamientos, esperando que la ayuda no demorara más.

 

Con mucho esfuerzo, reacomodó a Soubi de manera que la sangre que emanaba de la herida de su cuello no lo manchara. Quiso acariciar su rostro, pero las manos le temblaban demasiado como para controlar su movimiento.

 

Lanzó un quejido agudo. Sentía cómo sus extremidades se enfriaban, y un hormigueo le recorría las piernas y brazos. Asimismo, le costaba mantenerse erguido y con los ojos abiertos, pues la vista se le había nublado.

 

Casi asfixiado por el repentino aire caliente que invadió el lugar, el típico calor que azota a partir de las dos de la tarde, Ritsuka comenzó a jadear. No tenía la energía necesaria para levantarse y mover a Soubi allá más adelante, donde había una pequeña sombra donde el rubio pudiese descansar.

 

A pesar de la debilidad, intentó levantarse. Requirió un gran esfuerzo, mismo que le valió un aumento en la sangre perdida. “Menos mal que la herida no es tan grave” se confortó a él mismo. No podía cargar a Soubi en brazos como era su deseo, pero lo arrastró hasta donde la sobresaliente de una pared de roca otorgaba una sombra que era suficiente para Soubi.

 

Tardó en llegar ahí, ya que se debía detener por momentos y así no desfallecer. Cuando logró acomodar a Soubi, se dejó caer cerca. La sombra no lo cubría a él, pero no le importaba. Escuchó un timbre familiar y, abatido, se percató que su móvil se había quedado donde Soubi y él habían luchado. Era tarde para regresar. Lo dejó sonar.

 

Cerró los ojos y dentro de sus párpados todo era rojizo y amarillento. Despertó por el sonido de una sirena. Una sirena de ambulancia.

 

Lentamente, abrió los ojos y vio a la ambulancia…se alejaba…pero ellos estaban aquí… Trató de gritar, pero su garganta estaba muy reseca. No podía moverse. Sentía una jaqueca terrible. Pronto, sentía como si el aire ya no fuera respirable.

 

Su cuerpo cayó hacia un lado y él no podía hacer más para salvarse. Sentía una punzada horrible en los ojos, estaba intentando llorar, pero ni siquiera el final le podría proporcionar algo tan bello e íntimo.

 

Cerró los ojos.

 

“Te amo, Soubi”, pensó.

 

 

2.

 

Algo no encajaba. Simple y sencillamente por el sonido.

 

Había un sonido inconstante, atropellado y lento.

 

Ritsuka trató de comprender lo que era sin éxito. Un olor agudo se acercó a él e hizo un efecto de despertador para su cabeza. Se removió un poco y gimió.

 

-          Ritsuka, Ritsuka…

 

Aquel sonido venía acompañado de un molesto zumbido. Entonces, algo magnifico ocurrió. Sintió como se resbalaba por las comisuras de sus labios resecos…el agua estaba tan fresca y deliciosa. Abrió la boca ampliamente, alzando el brazo para tomar aquella fuente de agua. Era una botella grande de plástico, así que extendió el otro brazo y comenzó a tragar hasta que se sintió satisfecho. Tosió un poco y entonces abrió los ojos. Soubi lo miraba con una combinación de preocupación y cariño. Estaban en un auto; eso explicaba el molesto zumbido. -          ¿Ya despertó?

 

-          Ya – contestó aliviado Soubi

 

-          Los llevaré al hospital. Ambos tienen un aspecto deplorable

 

-          No – se quejó Ritsuka

 

-          ¿qué pasa? – inquirió el rubio.

 

-          Al hospital no. Vamos a mi casa.

 

-          Tienes que ir al hospital, Ritsu.

 

-          Vamos a mi casa – su mirada era autoritaria. Soubi suspiró, derrotado.

 

-          Llévanos a su casa, por favor – pidió Soubi a su amigo.

 

El aludido asintió haciendo una pequeña mueca, como diciendo que no estaba de acuerdo con el rumbo que habían tomado las cosas.   Entrar a la casa de Ritsuka no fue un problema. Aguardaron un rato hasta que la madre de Ritsuka salió de compras para entrar.

 

Soubi llevaba en brazos al pelinegro aunque éste se quejó ampliamente alegando que era capaz de caminar hasta su habitación.  

 

Una vez que Ritsuka estuvo recostado en su cama, le preguntó al amigo de Soubi lo ocurrido. Sabía de antemano que Soubi se negaría a contarle lo ocurrido con lujo de detalle. Comenzó a hablar.

 

<< Soubi me llamó. Me pareció que algo no andaba bien desde la primera palabra, además marcó desde tu teléfono, no del suyo…>> -          En ese momento no pensaba con mucha claridad que digamos…- murmuró Soubi.  

 

<<…Lo primero que hice fue comprobar el camino que tendría que tomar tanto de ida como de regreso, y después me encaminé…tardé demasiado porque, en una curva casi choco contra una ambulancia. Hice que se detuvieran y les expliqué que tenía a dos amigos malheridos en la zona industrial junto al río. Conducieron velozmente hacia ustedes, pero por alguna razón no los vio. Después de perseguirlos un buen trecho y darme por vencido, conducía por la zona que Soubi había indicado. Lo encontré y pues…>>

 

No pudo seguir más. Ritsuka supuso que no era porque no quisiera decirle, sino porque Soubi le hubiese prohibido decir algo más. Eso le pareció sumamente irritante. Alrededor de quince minutos después el amigo de Soubi se retiró, dejando al rubio y al pelinegro a solas.

 

Ambos intercambiaron miradas por un largo lapso hasta que el menor, con los músculos de su rostro tensionados, sacó de debajo de su cama un botiquín de primeros auxilios, una caja rectangular grisácea con una etiqueta amarilla.

 

Después, se dirigió al baño y se lavó y secó las manos. Al salir, acomodó la silla que estaba frente al escritorio, colocándola de cara hacia él.

 

Le ordenó a Soubi que tomara asiento ahí. El aludido tomó asiento con el rostro inexpresivo. Ritsuka se volvió, sacando cosas del botiquín, conteniendo todos los suspiros que pugnaban por salir.

 

Agua oxigenada, algodón, tela y una crema, además de aguja, hilo y unas tijeras. Agradeció internamente haberse tomado la molestia de asistir dos años consecutivos a clases de primeros auxilios. Miró de reojo un par de veces al rubio mientras hacía todo eso, lo que provocó que el mayor se preguntara qué estaba pensando su gatito.

 

Ritsuka dejó caer sus brazos y volteó a ver a Soubi, con sus ojos llenos de lágrimas. Se acercó a él, mirándolo directamente a los ojos.

 

-          No piensas decirme, ¿Cierto?. – preguntó, sabiendo por anticipado la respuesta. Soubi no contestó, atormentado por aquel cambio en el pelinegro. Siempre se había mostrado fuerte y casi frío ante él, y ahora el chico que estaba frente suyo era frágil y…tan…hermoso.

 

Tomó la mano del menor, entrelazando sus dedos. Ritsuka acunó el rostro del rubio con su mano izquierda, y tocó su frente con la de Soubi.

 

-          No te entiendo, Soubi – comentó Ritsuka.

 

Soubi se apartó para mirarlo. El pelinegro abrió la boca para decir algo pero se cohibió ante la mirada del rubio. Se soltó de la mano de Soubi con algo de brusquedad y tomó con rapidez el algodón, mojándolo con el agua oxigenada. Ya que Soubi no llevaba puesta playera alguna, no fue necesario ordenarle que se desnudara.

 

Ritsuka comenzó a limpiar las múltiples heridas de Soubi, concentrado en su tarea pero con una ternura evidente. Mientras lo hacía, pensaba en aquello que deseaba haberle dicho a Soubi.

 

<< No te entiendo, Soubi. No entiendo cómo puedes declarar tan abiertamente tu amor por mí, y no confiar. ¿Cómo pretendes que me entregue a ti si tu no haces lo mismo?. Si estuviésemos verdaderamente juntos en esto, yo no tendría la necesidad de hacer estas cosas….>>

 

Después de que limpiaba la herida, proseguía a untarle la crema exclusivamente en la zona dañada. Sólo suturó en tres zonas del cuerpo del rubio, y no necesitó muchos puntos para eso. Comenzó por el cuello y fue descendiendo sin apresurarse, no tendría porque hacerlo, ya que no deseaba enfrentarse a la mirada de Soubi, aquella mirada que podría abrumarlo como ninguna otra.

 

Una vez que hubo terminado revisó minuciosamente al rubio a fin de no dejar un espacio el cual pudiese infectarse. Su mirada se topó con la de Soubi, y éste lo abrazó por la cintura. Ritsuka rodeó el cuello del rubio con sus manos, con delicadeza. Besó su frente y se quedaron así largos minutos, cada uno en sus pensamientos, gozando de la quietud y el silencio, deseando estar al lado del otro así como ahora, sin interrupciones, peligros ni mentiras: sólo ellos y nada más.

 

Pero como todo momento de felicidad en la vida, fue fugaz y tuvo que acabar. Ritsuka se separó de Soubi, tambaleandose un poco al retroceder. Lo miró fijamente y abrió la puerta de su habitación.

-          Ya te puedes ir – indicó. Soubi lo miró, confundido. Se levantó de golpe y caminó hacia el pelinegro, con la duda evidente en sus ojos.

 

-          ¿Por qué? – preguntó.

 

-          Por que estoy cansado de pelear contigo, Soubi. Y si te quedas, sé que me voy a enfadar y te voy a gritar….y no quiero hacerlo.

 

-          Pero…

 

-          ¿Me vas a decir todo lo que quiero saber?

 

Silencio.

 

-          En ese caso, que duermas bien, Soubi.

 

Comenzó a ordenar todas las cosas sin mirar al rubio. Éste, aún confundido y no menos dolido, salió de la habitación, pero antes de comenzar a bajar los escalones la madre de Ritsuka llegó a casa. El pelinegro salió hecho un rayo de su habitación y alcanzó a Soubi, pegándolo a la pared.

 

La madre de Ritsuka se metió a la cocina y comenzó a hablar en un volumen en el que se les dificultaba entender lo que decía. Ritsuka tomó de la mano a Soubi y fueron descendiendo las escaleras juntos.

 

A tres escaleras de terminar, Soubi tomó a Ritsuka de los hombros y lo besó efusivamente.

Tal fue la sorpresa para el pelinegro que se sintió desarmado y abrumado. Sabía que si seguían se le dificultaría respirar con normalidad…

 

Pero Soubi interrumpió el beso y miró al menor con fuego en su mirada. Ritsuka se ruborizó y antes de que el mayor pudiese reaccionar, ya se había ido a la cocina, encarando a su madre…para darle tiempo a Soubi de salir de la casa sin que se enterase.  

 

Soubi salió silenciosamente de la casa, preguntándose cuál sería el siguiente movimiento de su oponente.

3.

Ritsuka no había dormido bien. Si bien ya se había acostumbrado a la presencia del rubio a su lado cada noche, ahora se había sentido extraño, casi vacío. Además, se la había pasado sintiéndose culpable por haberle hecho tal cosa a su novio.

Quizás no era para tanto y él había sobreactuado. ¡Malditas hormonas!, ¡Maldita adolescencia!...¡Maldito Soubi y sus secretos!.

…Maldito sueño – pensó con ironía.

Recordó aún medio dormido lo ocurrido después de ver por vez última a Soubi. Su madre había comenzado a vociferar y gritar, porque Ritsuka estaba manchado de sangre y se encontraba herido.

Y después de tener su momento de demencia y golpearlo, Ritsuka huyó a su habitación y comenzó a limpiar y curar sus heridas, mucho más desinteresado de cómo lo había hecho con Soubi.

 

Sería que, de pronto, aquel hombre le importaba e interesaba más que él mismo, ¿Sería eso malo?.

Sí, pensó él, porque debía procurarse a sí mismo antes que a alguien más. Pero estaban estos sentimientos de por medio, los que le hacían pensar…no, ese era el problema. No lo hacían pensar. Yuiko lo alcanzó cuando se disponía a entrar a la biblioteca para perder la primera clase y con algo de suerte, echarse una siestecilla…

-          ¡Ritsuka –kun!

-          Ah, qué tal, Yuiko…

-          No te ves muy bien – comenzó a decir Yuiko, ladeando la cabeza mientras escudriñaba a su amigo de pies a cabeza. -          ¿Y qué cuentas?- dijo Ritsuka con lo primero que se le ocurrió. No tenía ganas de hablar de lo que le pasaba y además, no era algo que pudiese hablar con su amiga, ni con nadie.

 

Yuiko le sonrió ampliamente y lo tomó del brazo. Corrieron por los pasillos como si no hubiese un mañana, el pelinegro gritando que qué le pasaba, exigiendo saber a donde lo llevaba.

 

Llegaron al auditorio, un gran salón de paredes en rojo escarlata y un escenario de piso de madera. Los sillones de la audiencia estaban forrados de tela negra. Aparecieron cuatro personas (Ritsuka pensó que de la nada) tarareando una melodía que, en sus voces, sonaba muy hermosa

-          ¡Bienvenido, Aoyagi Ritsuka!

 

Notas finales:

Ritsuka odia ser adolescente.

Soubi odia ser un esclavo.

¿Podrán vencer los límites que los rodean?.

Gracias por leer.

Sayonara ^^


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