La figura etérea había volado durante siglos y ya estaba cansada de buscar y buscar, extrañaba a todos los que había conocido pues a pesar de que durante un tiempo había tratado de adaptarse y vivir con ellos su corazón no había podido soportarlo, el dolor era demasiado fuerte así que durante miles de años había vagado en busca de alguien digno de su legado pero no lo había encontrado. No deseaba luchar más por lo que simplemente se dejó arrastrar por el viendo deseando que esa misma brisa la disolviera.
Cuando el aire dejó de soplar descubrió extrañada que se encontraba en una ciudad limítrofe, nunca se había acercado a ella porque además de estar muy apartada no tenía signos de poseer poder alguno, como toda la periferia de Lafenial había formado parte de sus posesiones pero jamás había tenido influencia suficiente como para encargarse de ciudades como aquella, sin embargo esa vez hubo algo que despertó su interés, bajó moviendo su cuerpo espectral hasta una pequeña casa unifamiliar que en realidad no destacaba del resto de las cientos de viviendas que llenaban aquel lugar, no obstante había algo especial en la casa, algo que le atraía irresistiblemente.
En el momento en que tomó tierra pudo sentirlo mucho más cerca, mucho más fuerte, fuera lo que fuera le estaba arrastrando de una forma totalmente inexorable, aún así no tenía miedo y su curiosidad era más fuerte que de costumbre, se acercó lo más rápido que pudo hasta aquel que la reclamaba, aunque al ver qué era no pudo menos que quedarse asombrada.
Era un bebé recién nacido que se agitaba en su cunita llorando, pero no había nadie cerca por lo que sus gritos aumentaron de volumen, la figura inmaterial se habría tapado los oídos de haber podido pues los chillidos e hipidos eran mucho más fuertes de lo que cabría esperar, entonces su instinto le hizo acercarse al pequeño bultito llorón y pudo observar como su cabeza estaba apenas cubierta por un poco de pelito tan rubio como el suyo había sido, aunque lo que más le llamó la atención fue que el pequeño parecía haberle notado pues una de las brillantes colas que se sacudían bajo ella fue agarrada por los diminutos deditos del bebé que dejó de llorar casi al instante riendo de una forma adorable, luego abrió sus enormes ojos negros aún llorosos extendiendo su otra manita en su dirección y entonces ocurrió algo que le dejó perpleja, la cuna comenzó a arder alrededor del pequeño cuerpo mientras el recién nacido gorjeaba feliz sin que las llamas lo afectaran en lo más mínimo, tan solo lamían su suavísima piel blanca sin causarle daño alguno.
Aquello le sorprendió pues se parecía demasiado a una manifestación elemental como para ser una coincidencia, si era en efecto lo que creía aquel bebé era la respuesta a su búsqueda, lo tomó entre lo que parecían ser unos brazos acunándolo, sintiendo como el pequeño simplemente comenzaba a dormirse, entonces supo lo que tenía que hacer.
-Desde hoy mi fuerza será tu fuerza, mi corazón será tu corazón, yo desapareceré y tú serás mi legado.- Tras pronunciar aquellas palabras simplemente dejó que su conciencia se perdiera cerrando sus ojos inmortales mientras lo que podría haberse llamado cuerpo desaparecía envuelto en una brillante luz blanca, cuando ya no quedó nada de ella, solo el cuerpo del pequeño continuó resplandeciendo en el aire. Pronto se oyeron ruidos en la casa, los padres del recién nacido acababan de volver sin saber que en aquellos instantes el cuerpo de su hijo dormido estaba descendiendo hasta posarse en la cuna que sorprendentemente estaba intacta.
Parecía cosa de magia.
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