Prólogo
¿Alguna vez se preguntaron “¿Cómo serán las cosas después de la muerte?” o algo por el estilo? Yo nunca, en lo que yo creía una relativa corta vida, me lo había preguntado.
Para mi, era morir y ya.
¿Qué más podría haber? Cielo, infierno, reencarnación y todas esas cosas me eran totalmente indiferentes. No era una adolescente rebelde que se oponía a lo que desde la infancia le imponían sus padres, de hecho, había tenido el maravilloso regalo de nacer en una familia que me permitió tener mis propias opiniones sobre estos temas y decidir que era correcto creer para mi. Crecí en una familia de mente muy abierta y algo diferente a las demás, por eso solíamos decir que éramos una familia disfuncional y luego nos reíamos de eso…bueno…para ser sincera, siempre pensé que para mi el decir que éramos disfuncionales era como decir que éramos anormales, pero, ¿Quién en estos tiempos puede decir que es normal y lo anormal? Yo por lo menos no puedo…pero bueno…era nuestro humor.
Mi madre es una fiel católica y su “novio” (conviviente por 11 años) un ateo…curioso, ¿verdad?... a diferencia de otras familias en las que sientas a los niños en mesas diferentes que los adultos, a mi se me permitió (desde que pude) sentarme junto a los adultos. Creo que es por que solo era yo, por que era hija única, y además mi familia solo consistía de mi madre, su novio y mi abuela (la cual se encerraba en su cuarto para comer sola). Por lo tanto, desde muy pequeña tuve acceso a conversaciones que en principios no podía comprender, pero con el tiempo y los estudios fui comprendiendo a la perfección, e incluso, me di el lujo de dar mi opinión.
Así fue como de a poco, a medida que vivía y la vida me daba experiencias, me di cuenta que ya no quería creer en nada más. Primero deje de creer en “Dios” y debo admitir que en momento que en el que declare que ya no creía en eso sentí el vacío de cuando pierdes algo, cosa que comprendí después curiosamente en una clase de filosofía en la universidad. Si te convencen desde pequeño que siempre hay alguien que te acompañará cuando estés solo y está presente día y noche, y de repente te das cuenta de que no hay nadie ahí ¿no sentirías un leve deje de soledad? Yo quiero pensar que eso fue lo que sentí. Soledad. Pero fue algo que paso pronto.
Por lo tanto, por dejar de creer en “Dios” las posibilidades de terminar en el cielo o en el infierno se hicieron nulas para mí. Eso fue alrededor de los 14 años.
El tiempo pasaba, y también me dedique a pensar en el tema de la reencarnación y por un tiempo lo creí una buena opción. Pero la vida también iba pasando y me di cuenta de lo repugnante que me era vivir. No quería pensar en el hecho de tener que vivir de nuevo…
Y así, tal vez como una medida de escape, decidí que ya no quería creer más en nada. Me convencí de que solo mi vida terminaría y ya. Lo que vendría tal vez seria oscuridad o algún sueño eterno, no lo sabia, o mejor dicho no quería saberlo.
¿No creen que sea algo extraño? Desde que nací se me dio la libertad de creer en lo que yo quisiese y nadie me criticaría por ello y decidí creer que no había nada. Solo nada, cuando hay miles de adolescentes que ruegan por ser escuchados aunque sea una sola vez y ser respetados por sus creencias. Creo que es la naturaleza del ser humano ¿no? Ir contra lo que se le dicte. Inconcientemente también lo hice. Me dijeron “piensa lo que quieras” y yo decidí no pensar. ¿Acaso eso no fue ir contra lo que se me permitía? Es curioso que solo ahora me doy cuenta de eso…me hace un poco de gracia.
Supongo que por esa razón (no creer que haya algo después o lo que fuera) le perdí el miedo natural a la muerte y se me hizo fácil llegar hasta aquí.
Miro a mí alrededor…esta hecho un desastre…
- …esa mujer se va a espantar…-
Sentía mis pulsaciones lentas…no dolía...supongo que eso es bueno, aunque no le temo al dolor. De pronto empecé a ver como todo lentamente se volvía oscuro.
No pude evitar sonreír levemente. Al parecer tenia razón, lo que venia solo era la oscuridad…la nada.
Era increíble que pensara tantas cosas antes de morir.