Hikaru despertó con una sonrisa en el rostro. Escuchaba el canto de los pájaros, el sol brillaba, el cielo estaba despejado y eran las 11 de la mañana.
Todo marchaba perfecto, el día del inicio de sus vacaciones comenzó como el esperaba.
Se levantó y se dirigió al baño para ducharse, luego se vistió con ropa cómoda y se encaminó a la cocina.
Vio a sus padres.
—Buenos días—Saludó educadamente mientras se sentaba al lado de Eiri.
—Hasta que te levantaste enano—Le dijo revolviéndole sus cabellos.
—¿Cómo amaneciste Hika?—Preguntó Shuichi.
—¡Excelente!—
Su papa sirvió el desayuno. Shuichi y Hikaru hablaban sobre la escuela y Eiri leía el periódico. Este al terminar de hacerlo le habló a su esposo.
—¿A que hora dijo que venía?—
—A las... ¡Oh Dios! ¡Ya serán las doce y todavía no ordeno su cuarto! ¡¡Maldito seas Eiri que no me avisaste antes!!—Maldijo ya alejado de la cocina.
—¿Quién viene padre?—
El rubio lo miró sorprendido, creía que su hijo ya estaba enterado de la noticia.
—Ve a ordenar tu cuarto—
—Pero...—
—Ahora—
El menor se levantó de golpe molesto por la actitud de su padre.
Este lo vio marcharse. En silencio se levantó y comenzó a limpiar los platos.
Todos ocupados en sus tareas hasta que el timbre sonó.
—¡Hikaru baja!—Gritó Shuichi desde el primer piso.
Hizo caso y rápidamente estiró las sabanas de su cama.
Bajó saltándose escalones recibiendo un regaño de Eiri.
Buscó a su papá y lo encontró en la entrada con...
—Mira a quien tenemos aquí Hikaru ¡es Riku!—
Riku.
Riku estaba ahí.
¿Con... maletas?
—Hola mocoso—Saludó su padre detrás de el.
—Hola tío Yuki—
Otro de los individuos que se refería a su padre con ese apodo.
—Vamos Hikaru, saluda a tu primo—
¿Primo?
No tenía contacto sanguíneo alguno con el, ¡no podía llamarlo primo!
Lo consideraba un niño cualquiera, que le copió el color de su cabello.
—Ho-hola Riku—Murmuró intentando sonreírle amistosamente.
—Hola Hikaru—
—Enséñale su habitación Hikaru—
Estuvo a punto de reclamar pero una mano sobre su hombro lo detuvo.
—Ya, ya, hace caso—Dijo su padre evitando las quejas que emitiría su hijo.
Hikaru lo miró con todo el desprecio que pudo acumular en sus ojos. Sin poder protestar volteó.
—Sígueme Riku—
~·~·~
Estaba recostado en su cama mientras oía como “el intruso” le contaba a su papa las vacaciones con su tío.
Pensó en cada recuerdo en el que el nombre “Riku” aparecía.
Se dio cuenta que en ningún momento de sus diez años de vida había disfrutado la presencia de ese niño.
Ese niño que siempre presumía con una tonta sonrisa que era mayor por dos años, ese tonto niño que hacia y deshacía en su casa, ese molesto y tonto niño que cantaba con su papa las viejas canciones de su banda, ese insoportable, molesto y tonto niño que entraba al estudio de su padre sin su permiso ¡y este no le reclamaba su imprudencia!
¿Por qué tenía tanto derecho como el?
¡Se suponía que el era su único hijo!
La atención de sus padres, desde que tenía memoria, tenía nombre y era el suyo. Las miradas y risas, juegos y peleas siempre habían sido formados por tres personas.
Ahora un castaño se quedaba en su casa por una semana para atormentarle sus vacaciones.
Sintió impotencia y rabia, quería sacarlo a patadas pero sería armar un berrinche y Shuichi se molestaría y Eiri lo regañaría.
Era mejor quedarse en silencio sufriendo por los celos infantiles y posesivos que sentía hacia sus papas.
Tan concentrado estaba que no notó como alguien había intentado entrar a su habitación, pero esta estaba cerrada.
—Hika, con Riku vamos a la playa ¿quieres venir?—
—No—Fue la corta y precisa respuesta del menor.
—La pasaras bien, ¡hay muchas cosas entretenidas...!—
—¡Dije que no!—
Shuichi se sobresalto, no estaba acostumbrado a que Hikaru le respondiera de tal manera, iba a comenzar con un discurso sobre el respeto que se le debe tener a los padres pero su esposo lo paró.
—Yo hablaré con el—
—Creo que debería preguntarle también... –Dijo un poco molesto y desanimado.
—Vete, yo me las arreglo con el enano, tonto—
Indeciso asintió y besó rápidamente sus labios.
Eiri golpeó suavemente la puerta esperando que su hijo respondiera.
—Abre—
—No quiero—
—No fue una pregunta Hikaru—
—No puedes abrirla—
—¿Quieres ver?—
—¡Ya, ya, ya abro!—
Escuchó los fuertes pasos y como alguien quitaba el seguro.
—Quitaré esa cosa—
—¿Qué quieres?—Pregunto mientras se lanzaba a su cama y se cubría con la almohada.
—¿Por qué no fuiste con tu papa y Riku?—
—No tengo ganas—
—A ti te gusta mucho la playa—
—¡Justo hoy no quiero ir!—
—¡A mi no me gritas enano del demonio!—Gritó al perder la paciencia por la poco cooperativa conducta del menor.
—¡Tu empezaste!—Se sentó en la cama encarándolo.
—¡Soy tu padre y te puedo preguntar lo que se me cante!—
—Enojón—
Eiri lo miró molesto provocando una traviesa carcajada en el menor.
Riku se sintió feliz al ver como su padre se preocupaba por él. Le agradaban las escasas muestras que presentaba el mayor.
—¿Qué pasa?—Preguntó el castaño al ver la insistente mirada del rubio.
—Espero a que me respondas—
—Tú sabes porque no quise ir…—
—No, no lo se—Negó simulando desconocer la causa.
—¡Si sabes!—
—No soy adivino—
—¡¿Por qué tenía que venir Riku?!—Bramó totalmente exasperado
—Siempre viene, Hikaru—
—¡Sabes que no me gusta! ¡Lo haces para molestarme!—
Eiri alzó una ceja luego de escuchar la ridícula crítica de su hijo. Suponiendo que la situación se daba de esa forma por la edad del castaño decidió actuar de manera comprensiva.
—Es solo unos días—
—No importa cuanto sea, ese niño siempre hace lo mismo, ustedes lo ven a el solamente ¿y yo? ¡Ustedes son mis papas, no los suyos!—
El rubio quería reírse, no podía creer lo adorable que podía ser un niño.
Hikaru agacho la cabeza, no deseaba que su padre notara que lloraba, pero sentía tanto miedo, miedo de que de un segundo a otro se ganara el cariño que desde el principio debía ser solo suyo.
—Tonto igual que tu papa—Logró captar la atención del pequeño—Riku siempre viene porque alguna vez lo cuidamos como lo hacemos contigo, lo queremos también y le permitimos muchas cosas porque en algún momento fue parte de nuestra familia—
El menor se sintió peor, ahora su padre le recalcaba todo lo que ya creía, ¡le quitaría su lugar!
—Pero tu tienes algo que el jamás tendrá—
—¿Algo?—Repitió esperanzado.
—Si—Llevó su mano derecha a la pequeña cabeza y la acarició—Eres mi hijo, eres hijo de Shuichi, nuestro pequeño y eso jamás cambiara, lo has sido desde siempre, te amamos desde antes de que existieras, no importa que suceda o que hagas, siempre serás el primero en nuestra lista, no debes sentirte mal porque no tienes motivos ¿ves?—
Se secó las lágrimas que escapaban de sus ojos, asintió y con una hermosa sonrisa se lanzó a sus brazos.
—¡Padre!—
Este le correspondió el abrazo, se sintió dichoso de tener a aquel niño como hijo.
—¿Quieres ir a la playa?—
—¡Ya, ya! Pero... una lejos de Riku, todavía no me cae bien—
Eiri sonrío y aceptó su condición.
—Oye, tengo una pregunta—
—¿Qué?—
—¿Por qué Riku te dice como tu nombre de escritor?—
—Después te digo—
~·~·~
—¡Ay! Me duele todo el cuerpo. Había mucha gente, y también perros, era divertido, todos nadaban y a algunos se les escaparon jeje—
—Claro—
—¡Yuki malo! ¿Me estas escuchando?—
—Todo—Respondió cerrando el libro y dejándolo en la cómoda.
—¿Cómo está Hikaru? Iba a hablarle pero estaba durmiendo tan tranquilo que me dio pena despertarlo—Comentó intranquilo.
Caminó hasta la cama matrimonial y entró entre las sabanas acomodándose al lado del rubio.
—Esta bien, ya hablé con el—
—¿Qué tenía? ¡¿Se sentía mal?!—
—Fue un berrinche solamente—
—Entonces… ¿está mejor?—Su pareja asintió—Salgamos mañana para despedir a Riku—Propuso alegre por el estado de su hijo.
—Le encantará la idea—
Shuichi sonrío y apoyó su cabeza en el pecho del mayor abrazándolo. Este acarició su piel por debajo de la camisa del pijama.
—Mm... Eiri—Dijo totalmente relajado por los toques de su pareja.
—Descansa… Creó… que fue muy cliché lo que le dije—Susurró para si mismo.
~·~·~
—Cuídate Riku, te iremos a visitar cuando podamos—
—Claro, cuídense ustedes—
—Adiós mocoso—
Riku le sonrió y tomó sus maletas para marcharse, pero un infantil grito lo detuvo.
—¡Riku!—
—Hikaru, ya creía que no venías—Le confesó cuando lo tuvo al frente.
—Fui a comprar algo jeje, bueno... toma—
Le pasó un sobre y el mayor enseguida lo abrió. Era una foto de sus padres acompañados de Riku cuando tenía dos años de vida.
—Gra-gracias Hika—
—No comas porquería en el bus y no veas las películas que ponen, siempre son aburridas, mejor duerme ¡ah, miento! Pide un paquete amarillo que en realidad no se que cosa es pero es rico, bueno, ¡adiós!
Riku le sonrió y se alejó de la familia.
—Ese fue un gesto muy lindo cariño—Reconoció su papa acariciándole su mejilla.
—¿Dónde sacaste esa foto?—Interrogó el rubio.
—La encontré por ahí—
Eiri se sentía orgulloso de su desempeño como padre y de ver como Hikaru comprendió sus palabras.
Pero el motivo del pequeño era totalmente distinto al que sus padres creían.
“Mínimo darle una foto de despedida, así podrá verlos lejos de mi casa, de todas formas yo tengo a los reales conmigo y sólo para mi”
Recordando el objetivo de la fotografía, tomó las manos de sus padres y caminaron hacia el auto para volver a ese lugar conformado por tres personas, su hogar.