A veces... a veces me pregunto... ¿cuando fue que me di cuenta de esto?
¿Cuando fue que empecé a verte de esta manera? Mejor aun... ¿de qué manera te veía antes?
¿Cuando fue que una simple sonrisa de sincero cariño se convirtió en una añorante mirada de esperanzas a tu lado?
No lo sé en realidad... pero cada vez que miró al pasado y veo tu rostro sonriéndome de aquella manera me siento aún mas confundido
Me doy cuenta que nunca podré distinguir la diferencia, ni saber en qué momento dejaste de ser solo un hermano o un miembro de mi familia
Pero lo que sí sé, es que fui muy tonto para entender en ese momento que así como yo te miraba... posiblemente tú también lo hacías
Y me costó... me costó dejarte ir, resignarme a que no eras para mí, pero el destino ayudó en ese momento...
Te fuiste... te alejaste a un lugar donde no podía seguirte y ahora sé que fue lo mejor
Pero a pesar de que traté de entenderlo en ese entonces no pude evitar el llanto... me mataba... tu ausencia me mataba más que nunca
Y me reproche mil veces por no habértelo dicho esa última vez que te vi, pero qué más da...
Eso ya paso y ahora... ahora sigues lejos, sigo esperándote después de 4 largos años
Y por fin a través de medios impersonales... te encontré
Te encontré y pude saber una vez mas de ti arrancándome de momento algunas imprudentes lágrimas
Pero a pesar de todo no mucho ha cambiado, sigues teniendo esa sonrisa, esa que amo
Y claro sigues lejos y yo te sigo esperando
La única diferencia es....
Que ahora tu también me estas esperando...
oooOOOoooOOOooo
-Mihael...¡Mihael por favor abre la puerta!
La mujer de cabello rubio hablaba desde el pasillo golpeando repetidamente la puerta con los nudillos, se quedó escuchando por un momento contra la puerta y al no recibir respuesta una vez más golpeó insistentemente.
-¡Mihael por favor tienes que salir de ahí, llevas encerrado toda la mañana!
Tock tock... tock tock...
Los golpes se oían insistentes así como su nombre siendo pronunciado por su madre afuera de su habitación, pero más que nada eran un eco lejano, como un sonido que era parte de un mundo al que no quería salir, un mundo en el que se estaba negando a vivir. Permanecía sentado en el borde de la ventana mirando los verdes campos que rodeaban la casa, mirando como ese tan conocido jardinero regaba con cariño y perseverancia esas rosas que ni siquiera eran suyas; unos pasos más adelante veía venir a la "criada", como le llamaba su padre, una mujer joven que llevaba apenas un tiempo trabajando con la familia, iba llegando del mercado seguramente con una canasta llena de los elementos necesarios para una comida de 10 personas, misma que ni siquiera era necesario en aquella casa en la que en realidad solo comían tres personas, muy posiblemente se pensaría que esas tres personas eran él mismo, su madre y su padre, pero la realidad era otra muy distinta, eran más bien algo como él y un par de criadas.
Mihael apenas contaba con cuatro años de edad pero era tan listo como rebelde, inquieto y sentimental, podía ser toda una tormenta o una personificación perfecta de infinita paz, todo dependía claro, del momento del día y de las personas a su alrededor; esta hora, las 9 de la mañana, era el momento del día de estar en paz, era normalmente el momento de desayunar con sus padres, mejor dicho con su madre, ya que su padre se iba alrededor de las 8 y no volvía hasta altas horas cuando él ya dormía; varias veces intentó despertarse antes para despedirse de él, pero a pesar de lograrlo en varias ocasiones solo conseguía que su padre lo mirara antes de irse por esa enorme puerta justo después de haberle dado el beso de despedida a su madre, se quedaba muy quieto frente a la puerta esperando que recordara que no le había dado un beso o un abrazo o una caricia en la cabeza pero nunca sucedía, hasta que finalmente se rindió y decidió seguir con el plan de su madre de desayunar con ella a las 9, al menos así pasaba un poco de tiempo con ella.
Pero ese día Mihael no quería desayunar a las 9, ni sentarse muy quietecito como le pedía su madre a comer la avena que preparó Jane, "la criada", tampoco quería despedirse de su mamá a las 9:45 fingiendo una sonrisa al verla partir, ni tampoco tenía intenciones de hacer correr a Jane por toda la casa intentando convencerlo de que tomara un baño, ni mucho menos quería ponerse a rayar las paredes, arruinar el césped, arrancar las flores, subirse a los muebles, romper su juguetes, tirar su comida, ni cualquiera de las cosas que hacía en el momento del día de hacer una tormenta, de las cuales sus padres ni se enteraban gracias a que la buena Jane tan solo decía "Es un angelito" cuando su madre preguntaba "¿cómo se ha portado?" al final del día cuando regresaba de trabajar y acostaba al pequeño "angelito" a dormir en su momento del día de volver a ser un niño bien portado para ver feliz a su mamá.
No... ese día no tenía intenciones de salir del recinto sagrado que era su cuarto, no quería ser bien portado, ni tampoco un diablillo, tan solo quería perderse en la tristeza de sus pensamientos, en sus frustraciones acumuladas y en la constante soledad que tanto tiempo venía aguantando tan solo por ver un par de horas al día sonreír a su mamá. ¿Y todo porque? Su madre había conseguido un nuevo trabajo... y ahora tendría que irse a la misma hora que papá y regresar casi a la misma hora, que injusto...
Finalmente de un momento a otro los golpes en la puerta cesaron, ni siquiera se dio cuenta en qué momento su madre se rindió y lo dejó quedarse ahí; miró el reloj al lado de su camita, eran ya las 09:45 de la mañana, que rápido se va el tiempo cuando un pequeño y rubio niño se pierde en sus pensamientos; al mirar de nuevo por la ventana pudo ver como su madre sacaba el auto rojo por la enorme puerta, cerraba la misma con el control automático y arrancaba por último día hacia su anterior trabajo, mañana sería el día de empezar con esta nueva "oportunidad" como la llamaba ella, pero para él solo significaba una cosa: Más soledad, más tristeza.
Su redonda carita de niño estaba seria, miraba aquel auto partir con gesto indiferente como si no le importara, como si en realidad no estuviera sintiendo todo lo que tenía dentro en ese momento... "Algún día lo vas a entender" decía su madre todo el tiempo, también solía decir cosas como "Eres muy pequeño", pero a él le parecía que a cualquier edad hubiera tenido el mismo sentimiento: Abandono.
Cuatro años es una edad muy temprana para que un niño fuera capaz de entender esto, pero para su desgracia él entendía más de lo que sus padres se daban cuenta; tal vez era uno de esos niños listos de la nueva era que tanto oía mencionar o tal vez solamente había tenido cierta madurez al estar pensando y observando todo el tiempo; Mihael en realidad no jugaba con juguetes o a juegos de niños, veía a otros jugar y jugaba con ellos, veía a Jane intentando hacer su que hacer mientras también lo vigilaba y a la otra chica llamada Mary que también hacia varias labores en su casa, eso hasta que un nuevo ataque de locura lo hacía pensar en una nueva travesura para hacer enojar a Jane, quizá si se enojaba lo suficiente terminaría dejando el trabajo y entonces mamá tendría que regresar a casa para cuidarlo, pero Jane era increíblemente persistente y demasiado paciente para su gusto.
Por lo tanto una vez más no le quedaba más que hacer que mirar a su madre irse, pero esta vez era diferente y él lo sabia; continuo mirando aquel camino por el que ella se hubo ido como albergando alguna esperanza de que hubiera recapacitado y volviera para quedarse con él, pero una voz en su interior le decía que por mucho que esperara eso jamás pasaría, ahora se sentía como cuando esperaba un beso de su padre y sabía que así sería de ahora en adelante. Finalmente sus pequeños ojos no pudieron más con aquella mascara de indiferencia y dejaron salir una tras otra pequeñas lagrimas que rodaron por sus suaves mejillas; ocultó su carita bajo una cortina de rubios cabellos mientras abrazaba sus rodillas con fuerza dejando salir aquello que sus padres jamás lo habían visto hacer, el llanto; jamás lloraba, jamás lo hacía, prefería sonreír a su mamá en un vago intento de que ella hiciera lo mismo, y funcionaba... al menos hasta que recibía la llamada del jefe y tenía que irse.
Pero esta vez no había porque fingir más, estaba triste, estaba desolado y lloraba inconsolablemente sin detenerse por nada, qué más daba, era un niño, un niño precoz como decía Jane pero un niño al fin; "los niños grandes no lloran" solía decir su padre siempre; bueno, él no lo era, era un pequeño y rubio niño de ojos azules e hinchados que solo quería ahogarse en llanto por una vez en su vida, aunque debía admitir que odiaba tener que hacerlo solo, cuantas veces no quiso llorarle a su mamá que la extrañaba, solo para resignarse al querer verla siempre sonreír. Qué más queda que seguir llorando, al fin ella no volverá... no lo hará... siempre estaré solo... tan solo...
oooOOOoooOOOooo
Abrió sus ojitos lentamente sintiéndolos pesados y cansados, llevó sus manitas a su cara tallándolos ,intentando despertarse por completo, mientras intentaba enfocar bien cayó en la cuenta de que alguien lo había llevado a su cama donde ahora permanecía recostado, seguramente Jane había encontrado la llave y había ido a verlo después de que su madre se fue; el pequeño rubio se sentó en la cama aún desperezándose y tallando su carita mientras bostezaba, miró luego a su derecha donde estaba la ventana viendo por la posición del sol que aún era aproximadamente medio día y comprobándolo al mirar su reloj despertador, las 12:15.
Había dormido unas cuantas horas pero no demasiadas, aún le faltaba pasar por todo un día entero pensando en algún plan para convencer a su madre de que no fuera a trabajar al día siguiente, "tal vez si me hago el enfermo" planeaba mientras se llevaba una mano a la barbilla pensativo; sin embargo la sensación de no estar solo lo tomó por sorpresa cuando esta misma lo hizo voltear hacia el lado izquierdo de su cama encontrándose con un par de ojos que lo miraban entre sonrientes y curiosos; era un niño, un chiquillo tal vez un poco más grande que él de cabellos rojizos y ojos esmeralda, extrañamente familiares, apoyaba su carita en los brazos y estos a la vez en la cama, permanecía solo ahí mirando al pequeño rubio como si fuera lo más interesante del mundo.
Ambos se miraron sin decir nada, uno sosteniendo su mirada sonriente y el otro con ojos indiferentes y oscos que claramente querían decir "¿qué haces en mi habitación?", el tiempo pareció detenerse ya que ninguno de los dos se movió y esto al pequeño Mihael empezó a enfurecerle, endureció la mirada intentando causar alguna reacción en el chiquillo pero solo consiguió que este ensanchara más su sonrisa.
-¡Suficiente!- dijo en voz alta poniéndose de pie en su camita mirando al otro con enojo- ¡No sé quien seas pero no puedes estar aquí, es mi habitación!- su vocecita de niño a pesar de sonar dulce por la edad dejó ver que no bromeaba y que realmente estaba molesto.
-Mamá me dijo que podía estar aquí, además solamente te veía dormir- contestó finalmente el chiquillo desconocido aún con esa incesante sonrisa.
El pequeño rubio lo miró entre confundido y aún más molesto, entonces quería decir que ese chiquillo llevaba ya un rato ahí, pero había oído bien o dijo ¿"mamá "?
-¿Mamá? ¿Y quién es tu mamá?- preguntó curioso aún sin dejar su tono de molestia.
-Jane, mi mami, es la que te cuida siempre- aquel pequeño parecía no intimidarse por el enojo del pequeño rubio, más bien parecía ni siquiera darse cuenta de que el otro estaba molesto ya que seguía sonriendo como si nada mientras hablaba- me había dicho que tenías cara de ángel pero no le había creído hasta que te vi- al decir esto último el niño Mihael suavizó el gesto cambiándolo inmediatamente por uno de desconcierto seguido del bochorno.
-¿Y-yo? Ehm... pero qué...t-tú...ahm...- en realidad no supo muy bien que contestar y solamente balbuceó lo cual le hizo sentir arder un poco más su cara, misma que inmediatamente volteó hacia otra parte al notar que el chico le miraba- ¡Tú que sabes!- concluyó simplemente ahora sin mirarle.
-Bueno mi mami siempre me cuenta de los ángeles y dice que son muy parecidos a ti- rio levemente aquel pequeño mientras caminaba de ladito por el borde de la cama intentando buscar los ojos azules que tanto le rechazaban- ¿me dirás tu nombre? Yo soy Mail mucho gusto, mi mami me dice Matt tu puedes llamarme así si quieres- decía el pequeño niño sonriendo con esa amplia sonrisa recostando su cabecita sobre la cama intentando encontrar los ojos del rubio.
Como respuesta el otro le miró inseguro y confundido, aún sintiendo un leve sonrojo producto de la pena, normalmente no hablaba con otros niños, no le gustaba, y si por ahí llegaba alguno que quisiera hacer el intento bastaba con una mirada despreciativa para alejarlo pero este niño en vez de salir corriendo simplemente... sonreía.
-Yo... me llamo... Mihael- contestó finalmente porque no se le ocurría que más hacer.
-Bueno Mihael quieres jugar conmigo?- dijo el pequeño llamado Matt mientras daba pequeños saltitos en su lugar producto de la emoción.
-Jugar? Jugar a qué?- preguntó el rubio que ahora se había sentado en el borde de la cama pero manteniendo su actitud defensiva.
-Mmmm... Veamos a qué podría jugar con el pequeño ángel?- el niño Matt ahora daba pasitos de un lado a otro mientras sobaba su barbilla haciéndose ver pensativo, finalmente se detuvo quedando a espaldas del rubio que lo miraba con creciente curiosidad, el pelirrojito volteó repentinamente mostrando una aún más amplia sonrisa- Ya sé que haremos!!- y acto seguido salió corriendo con pequeñas zancaditas hacia la puerta para después salir por ella desapareciendo en el pasillo.
-Hey! ¿A dónde vas?- miró extrañado como el pelirrojo se había ido por esa puerta, se bajó con dificultad de la cama y se dirigió apresuradamente a la puerta deteniéndose en el umbral para ver hacia donde había corrido, pero al mirar a un lado y otro del pasillo no lo encontró- Hey! A donde fuiste?
-Shh...- un ruidito se oyó desde el lado izquierdo del pasillo seguido de una risita infantil.
-¿Adonde crees que vas?- dijo mientras corría con pequeños pasitos hacia donde había escuchado al niño reír, al doblar la esquina en el pasillo pudo verlo correr por el siguiente pasillo hacia las demás habitaciones- No te vas a escapar- dijo mientras corría tras él a lo que el otro simplemente reía divertido.
Le siguió los pasos de cerca corriendo tras él en un pasillo y en otro y atravesando algunas habitaciones, ya habían atravesado, el cuarto de baño que daba al cuarto spa y de ahí a la habitación donde se guardaban toallas, sábanas, almohadas y demás, donde ya no había escapatoria, ahí sería donde lo atraparía; cruzó la puerta y se encontró con el closet que más bien era una habitación pequeña pero no vio al niño pelirrojo, fue despacio entre los estantes escuchando con cuidado tratando de encontrarlo.
Un ruidito en los estantes de las almohadas le hizo ir con cautela hacia ahí, estaba cerca, más cerca...
-Te tengo!- gritó mientras jalaba algunas almohadas donde pensaba que estaría el chiquillo pero no había nada.
-WAAAAAAAA!- el pequeño Matty se había lanzado tras el rubio llegándole por la espalda con un almohadazo- creíste que me habías encontrado eh- rio divertido de su victoria solo para recibir un momento después otro almohadazo en respuesta.
-Nadie me golpea y se queda así como así- dijo el rubio con gesto serio sosteniendo la almohada con ambas manos y recibiendo un nuevo almohadazo de lleno en la cara.
-Si pues eso está por verse- dijo con una carcajada el pequeño pelirrojo.
-Esto no se quedara así- dijo el rubio lanzando almohadazos a diestra y siniestra mientras una sincera risita se le escapaba al juguetear con ese niño.
Las plumas de ganso de las caras almohadas quedaron regadas por toda la habitación tanto como los ecos de las risas infantiles de dos pequeños que jugueteaban alegres. Para ambos iniciaba algo nuevo y diferente en sus vidas algo que unos años después jamás habrían de olvidar...