Pupilas dilatadas. Pequeños temblores y escalofríos en el cuerpo del mejor diagnosta del país. Lisa Cuddy lo supo. Lo que todos temían desde un principio se presentaba… Pero, lo que más le preocupaba a la castaña era ese corazón delicado que latía por el nefrólogo.
James Wilson había perdido varios matrimonios y el amor de una linda rubia que ocultaba sus verdaderos deseos de pertenecer al que había sido su amigo por tanto tiempo. Sus sospechas estaban a punto de confirmarse: House lo abandonaría. Y no creía poder soportar eso.
Gregory había hecho cientos de cosas que colmarían la paciencia de cualquier juez, psicólogo y sacerdote, pero esos esporádicos arranques de ternura que le pertenecían al oncólogo valían la pena por cada estupidez. No quería, ni mucho menos podía, imaginar una vida sin la presencia del más alto. Cada aspecto de su vida, su tiempo y su corazón, eran gobernados por las acciones de ese ojiazul testarudo y egoísta… El amor de su vida.
--Lo siento mucho, Wilson—Dijo Cuddy.
Ambos esperaban a que House acomodara las cosas que llevaría al hospital. El rubio estaba aguantando cuanto podía pero su corazón parecía quemarse y retorcerse en su pecho; las lágrimas se asomaron y no pudo continuar en pie. Se dejó caer pesado sobre el sillón de la estancia mientras trataba, inútilmente, de parar el llanto. Lisa se acercó a él para abrazarlo, pero no era el toque de esa mujer el que deseaba. Quería, anhelaba, demandaba, que Gregory House saliera de esa habitación, lo jalara de un brazo y lo envolviera en su cálido pecho para decirle que lo amaba, mientras acariciaba su cabello, y tomarlo en un beso profundo para hacerlo desfallecer de placer, para demostrarle que jamás iba a irse de su lado, que a pesar de todo, estaría ahí, molestándolo y amándolo al mismo tiempo.
--Estoy listo—Interrumpió la voz que hacía sentir desfallecimientos en el menor.
--Vamos Wilson—Intentó apoyar Cuddy.
Ella en el fondo se sentía despreciada y culpable. Cuando Gregory en el lapsus gritó ante todo Princeton que se había revolcado con la decana de medicina, el rubio perdió el control internamente. Quiso tomar el bastón de su amigo y molerla a golpes, mientras le recriminaba que con su propiedad no se metiera, pero nada se ganaba.
Las cosas se aclararon y Wilson recibió una reconciliación de parte de su amante que no lo dejó tan satisfecho pero le supo a fidelidad. House tenía un carácter inconstante y caprichoso, pero cuando se trataba de Wilson, podían morir multitudes y él se inquietaría nada más si el oncólogo estaba en esa multitud.
Aquellos momentos juntos, durante el accidente de House, el juicio de Tritter, el comienzo en el hospital, los divorcios y problemas de ambos, quedarían marcados en cada poro del rubio. Aquellos ‘Te amo’, la dulce voz de Greg diciendo que al estar con Amber se acostaba con él y esos arranques de celos con sus citas, provocaban un llanto incontrolable.
¿Pero qué sucedería ahora? Todo se estaba derrumbando frente a él.
El ojiazul se iría. No sabía cuándo y cómo iba a volver. ¿Qué pasaba por la mente del mayor? ¿Lo extrañaría? ¿Le haría tanta falta como a él? ¿Recordaría que alguien allá afuera esperaba paciente por su regreso? Rogaba a los Dioses que sí.
El trayecto se hizo eterno y a la vez fugaz. Cuddy fue amable en dejar que pasaran la última noche juntos, mientras los demás esperaban con ansias la boda tan escandalosa de Chase y Cameron.
Esa vez, Wilson intentó grabarse cada roce y cada beso en lo más profundo de su corazón para poder sobrevivir a la separación, y eso Gregory lo supo, ambos derramaron lágrimas amargas, pero desearon que todo se recuperara en algún momento para sentir que todo había valido la pena.
El día finalmente llegó. Gregory House tomó una ducha y despertó con un tierno beso en la frente a Wilson. Desayunaron en completo silencio y esperaron el momento. Luego, el viaje en el auto fue en completo silencio. Los minutos parecían horas y a la vez segundos; Wilson llevaba la visión borrosa por las lágrimas silenciosas que caían por sus mejillas. En un momento quiso chocar y poder morir juntos, pero el destino es ajeno y milagrosamente eso no pasó.
Ambos descendieron del auto. El inglés tomó sus cosas y se acercó hasta donde él estaba. Ya sabía lo que iba a decir pero no deseaba escucharlo. Tomó valor de donde no lo había y esperó por las palabras que jamás llegaron.
Un delicado rose de labios lo sorprendió. La barba desaliñada rozó su piel por última vez y House continuó caminando sin poder ver la infinita tristeza de su compañero. Un último vistazo y las puertas del hospital psiquiátrico se cerraron, dejando un corazón herido en cada lado del lugar.
James Wilson dio un suspiro. Dios quisiera que pudiera volver a ver siquiera al ojiazul. Moriría en paz con sólo eso. Se dio unos momentos para tomar un respiro y luego regresó al hospital a trabajar.
Quizás House no saliera vivo e Mayfield, quizás saldría para irse lejos… Pero su ilusión más grande era que regresara junto a él. A veces desear las cosas es el primer paso para lograr un propósito.
--Siempre esperaré por ti…
…FIN