CAPÍTULO 1 – Un alma que espera
Llegando al clímax susurras: "Gini, te amo". Como es posible que tres simples palabras puedan herir tanto a una persona. Te diste cuenta que cuando decías aquellas dolorosas palabras, algo en mí se quebraba. Te diste cuenta de que te amo más que a mi "orgullo", más que a mí mismo. ¿Lo notaste?
No sabes cuantos días y noches he soñado porque algún día me mires como a ella; una sola mirada de esas que ven la luz en todas las personas menos en mi. Me duele tanto amarte y aún así lo hago con la misma intensidad de una tormenta y con la delicadeza de la brisa marina.
Tú no me ves y las miradas dirigidas exclusivamente a mí, están llenas de desprecio. Sabes... sigo mi camino, pero en el piso van quedando los trozos de mi herido corazón.
Sólo deseo que me ames, no importa si solo es la mitad de lo que yo lo hago, no importa; mi amor llega para los dos.
Dime, ¿cómo puedo sacarte de mis pensamientos?, ¿cómo puedo sacar de mi cuerpo, tus caricias?, de mi piel, tu esencia. ¿Cómo? ¿Cómo puedo dejar de amarte?
Lo que daría por una sola sonrisa tuya y por llamarla enteramente mía.
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Cuando estuvimos en aquella fiesta y me di cuenta que aquella penetrante mirada que se posaba en mí era la tuya, brinqué literalmente de mi asiento y es que, era tan intensa que me hechizaba por completo.
Te acercaste con paso apresurado pero firme, yo me encontraba lejos de la barra, estaba por salir, mis amigos se habían retirado hace poco tiempo, yo les iba a seguir si no fuese por ti.
Llegaste hasta mí y me dijiste: “Hace mucho que te observo, hace mucho que sueño con degustar tu piel y besar tus labios”.
Mi mundo, yo, me estaba cayendo a tus pies, enteramente a tus pies. Esas cuantas palabras, salidas de tu boca, bastaron para que mis defensas fueran al suelo, bastaba que tú me lo dijeras y yo haría lo que pidieras.
Preferí ser ciego y no ver, preferí creer en ti y en tus palabras dulces pero falsas.
Salimos de ahí y me llevaste a un hotelucho del paso. Cierto el lugar era deprimente, era el típico lugar al que llevas a una puta.
Eso me consideraste una puta, de la cual te avergüenzas de meter en tu cama. ¿Fui eso?
No me importaba el lugar, siempre y cuando fueras tú el que estuvieras conmigo. No me importaba dejar mi dignidad y orgullo tras la puerta.
Concebí la ilusa idea de que después de esto te dieras cuenta del inmenso amor que tengo para ti y, por qué no, me dijeras que tú también me amas, que me estuviste amando todo este tiempo. Tonto ¿no?
¿En qué momento te di tanto poder sobre mí? Bueno ahora eso ya no importa, no importa nada.
Me empezaste a acariciar frenética y hasta bruscamente pero… si esas eran tus manos, no importaba.
Entre caricias, besos, mordiscos, embestidas, palabras de amor de parte de ambos. Sí, porque no solo fui yo el que prometió cosas, entre ellas “que nunca me abandonarías” dime: ¿lo cumpliste?
-Ah, Harry te amo tanto-
-Ahhh, Gini te amo-
Eso fue lo último que dijiste antes de caer agotado a mi lado y dormirte casi al instante.
No sabía si estabas despierto lo único que sentía era como me desgarraba y rompía de la forma más dolorosa posible. Me hubieses clavado una espada por la espalda y aquello hubiese dolido menos.
No pude, ni quise detener las molestas gotas saladas que no hacían más que nublarme la vista y a la vez dar fe de mi dolor.
¿Cuántas horas pase así? No lo sé. Para mí fue una eternidad en un laberinto sin salida.
Ladeo mi rostro y te veo allí a mi lado y a la vez tan lejos. Tienes todas tus facciones relajadas. Y no puedo evitar el sabor amargo en mi boca y el nudo en mi garganta. De seguro cuando despiertes ni siquiera sabrás con quien has pasado la noche. Já tal vez sea lo mejor ya que no quiero ver empañado mi mayor recuerdo de felicidad, efímera pero felicidad. Fuiste mío, al menos, por una noche.
Te doy un último beso y salgo de aquella habitación retomando lo dejado tras la puerta.
Te amo, puedo decirlo sin miedo a equivocarme, pero nadie me advirtió que el amor podía ser tan amargo.