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Albus y Gellert por kenjin

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Notas del fanfic:

Los personajes no son mios, sino d la fantastika JKR

 

Notas del capitulo:

bueno, si les gusto me avisasn....

y si kieren hago una version de como se conocieron y todo eso n_n

Ahí se encontraba, al fin decidido a hacer lo que por temor y amor no se había atrevido. Cierto era que en el pasado, hechizado por sus encantos y atractivos, se había dejado seducir por las ideas del que ahora sería su oponente. Ya no más su amigo, compañero, colaborador intelectual, pero sobre todo, su gran amor. La alta y delgada figura de Albus Dumbledore, vestido con su ya usual capa morada, contrastaba con su entorno: un páramo desoldado, dominado a lo lejos por una nebulosa figura pétrea, negra e imponente cuando uno se encontraba cerca, pero ahora, desde esa distancia, no era más que un mancha en el horizonte, pero una que, aun pareciendo tan pequeña por su lejanía, contenía en sus adentros una amenaza mayor que cualquier hechizo o maldición que pudiesen ser concebidos: La verdad.

                Ese temor que calaba más hondo que cualquier otro, paralizándole el corazón, desgarrando su interior con cada bocanada de aire que ingresaba a su cuerpo, por la incontrolable ansiedad de poder encontrarla, y aun mas, de que sería capaz de hacer de llegar a hacerlo. Su corazón había quedado irreparablemente dañado, pues el dolor de perderlo al mismo tiempo que el no saber si había sido él, Gellert o Abeforth, quien había puesto fin a la vida de su hermana, habían socavado todas las aspiraciones que en su juventud pudo haber tenido. Le había demostrado a todos, pero sobre todo a sí mismo, que él no era apto para dirigir, que su corruptibilidad lo marcarían de por vida y la única manera de evitar otra desgracia era autoexiliarse de todo lo relacionado con el poder.

                Pero ahora solo él tenía el poder para derrotar a aquel con el que alguna vez compartió sueños y aspiraciones, aquel del que se había enamorado perdidamente, y cuyo único sentimiento que tenía hacia él era de culpa. Una culpa que por demás jamás lo dejaba, la traía como lastre y martirio de aquella promesa que jamás cumpliría, guardaría en lo profundo de su ser el sentimiento más preciado que jamás hubiese tenido por intentar purgar un culpa que jamás dejaría de atormentarlo. Se aborrecía a si mismo por estar en esa situación, preferiría mil veces el saber que había sido él mismo el que había matado a su hermana, que cualquiera de los otros dos, así podría simplemente torturarse hasta la locura y, como último acto desesperado y de piedad hacia sí mismo, finalmente terminar con su vida. Y aun así existía la posibilidad de que no fuese así, de que él supiera la verdad y al revelársela todo su mundo se viniese abajo.

                Si Gellert fuese el responsable, jamás podría matarlo, lo atormentaría por siempre el saber que por su estupidez e ingenuidad hubiese llevado a su amado a cometer semejante demasía por un tonto pleito, por no haberle ni haberse puesto un alto ante tan irracional empresa. Peor aún si fuese Abeforth, el saber que su pequeño hermano hizo justamente lo contrario que quería, defender a toda costa a Ariana, por intentar detenerlo en el camino de sus locuras, de sus impulsos, de sus desvaríos, sería peor que todo, el haberlo orillado a defenderse y en un insensato momento, terminar robando la vida de aquella pequeña que había quedado olvidada por él.

                Sabía que en realidad no existía un culpable, ni siquiera el, a quien con tanto empeño intentaba castigar, pero aun así, las dudas no podían abandonar su corazón. Había escapado por mucho tiempo a este encuentro justamente por la incapacidad de perdonarse a sí mismo, de poder seguir adelante con su vida, pues las dos razones que podría tener para seguir adelante ya no las tenía, había perdido a toda su familia, unos muertos y otros lo consideraban muerto, y su amado se había vuelto su peor enemigo, aquel que tendrá que detener a toda costa y que, sin poder escapar de su destino, en unos minutos tendría que encarar, junto con todos sus remordimientos y culpas, pues ya lo había decidido, jamás volvería a amar como lo había hecho, jamás volvería a tener sueños como los había tenido, jamás volvería a ser el mismo, ahí, en ese preciso momento, moría el Albus que alguna vez fue, dejando un cascaron vacío que solo se dedicaría a hacer lo que pudiese, no más, no menos. Pues aunque esperaba que el desenlace fuese uno, sabía que este jamás llegaría.

                Con paso decidido, muy contrario a lo que de verdad sentía, se dirigió a su objetivo: Nurmengard. No esperaba un camino fácil de recorrer, pues sabía muy bien que Gellert estaría preparado para todo, mas cual fue su sorpresa al ver su camino libre, sin señales de trampas ni nada que pudiese obstruir su camino. Parecía que el destino, o algo más, quisieran que su encuentro no se retrasara más.

                Al fin, al pie de la inmensa fortaleza, se encontraba dispuesto a empezar a subir las escaleras que conducen a la inmensa puerta de metal negro, con la que se encontraba sellada, lo que era el cuartel de unos y la prisión de otros. Cuando su pie toco el primer escalón, un escalofriante chirrido hizo acto de presencia, seguido por el lento movimiento de las puertas que con el tiempo dieron paso a una figura muy parecida a la suya, alto, delgado, pero con el cabello negro al igual que sus ojos, impávido ante quien se encontraba a su frente, quien solo retrocedió un paso para poder ver mejor la imagen que se dibujaba en la puerta.

                No pudo evitar que en su interior un mar de emociones se desatara, el corazón empezó a latir con desenfreno, mientras en sus ojos las emociones se acumulaban, amenazando con desbordarse en lágrimas. Mas se contuvo, manteniendo su pose serena e inmutable, alzando la voz que ahora, tras tantos años, el tiempo había enronquecido.

                -Me da mucho gusto volver a verte, mi querido Gellert.

                -Albus, que sorpresa. Me hubieses avisado que venias para preparar algo.

                -No te molestes. Mi visita, espero, será corta.

                -¡Valla! Creo que se te ha olvidado que a mí no me puedes mentir, ¿Verdad? Recuerda que yo sé leerte a la perfección, Albus, así que conmigo no tienes que aparentar -Lo vio directo a los ojos, con una intensidad que desde hacía tantos años no usaba, mientras seguía con su discurso-. Sé a qué has venido, se por qué hasta ahora lo has hecho, y si de verdad piensas enfrentarme, lamento decir que, aun contigo, no tendré ningún tipo de piedad.

                -Pues bien, como tú mismo lo has dicho, me conoces en mi totalidad, por eso mejor que nadie deberías de entender como me siento al estar ante ti, aun así he venido, aun así sigo esperando que jamás tengamos que pelear, que abandones esos ideales erróneos que compartíamos en la juventud y los sustituyas con lo que de verdad hay en tu corazón. ¿O ya has olvidado por que hacías lo que hacías?

                -Hacíamos, Dumbledore. Y no lo he olvidado. Tú fuiste el que dejo que unos niños se interpusieran entre nosotros. Tú fuiste el que abandono nuestro sueño. ¡Tú fuiste el que me abandono! -Dijo al final con todo el desprecio que pudo.

                -¿Que querías que hiciera? Mi hermana se encontraba muerte de repente, mi hermano estaba sumamente lastimado no solo por la batalla, sino por lo mismo que yo. Yo te amaba, y aun lo hago, pero no puedo seguir evitándote ni evitándome a mí mismo. Te has convertido en algo que jure que detendría, lo que yo era en el pasado y que solo desgracias trae consigo. Por la memoria de toda mi familia muerta lo he hecho, y ahora, ni por amor ni por nada puedo detenerme.

                -No podrás detenerte, ni a mí tampoco. Yo se la verdad, Dumbledore, yo sé quién es el responsable de la muerte de tu hermana, pero no te preocupes, no pienso revelártelo, al menos no aun. Solo al final de esto, cuando me pidas por piedad que te asesine, te diré esa verdad a la que tanto le temes, y yo, clemente solo ante ti por lo que algún día sentí, te lo diré en un susurro junto con mi ósculo de muerte. (Perdón, no pude evitar ponerme poético, jejejeje)

                -De verdad aun no es tarde. Desiste de tu locura y ayuda a reparar lo que has hecho. Te lo ruego, no importa si me matas, lo único que quiero es poder proteger a aquellos que no he podido, incluido tú. Te abandone, es cierto, pero aun no pierdo la esperanza de poder estar a tu lado, de que, si esta historia tiene la posibilidad de no ser una desgracia, puedas perdonarme y yo me perdone a mí mismo, arreglemos todo de lo que somos responsables, para que al final, podamos estar juntos.

                -La única forma en la que estaremos juntos será cuando te mate. Lo siento -Y aunque esto lo dijo con sinceridad, un rayo de luz salió de su varita con dirección hacia Dumbledore.

                Aunque no tenía dificultad alguna por evitar los hechizos que le lanzaba, no podía apuntar como quería, así que al final, termino invocando un escudo plateado, en el que los hechizos rebotaban, sacándole sonidos huecos. Vio como una inmensa masa de fuego se acumulaba formando la figura de un lobo, arremetiendo contra él. Sabía que el escudo de eso no lo podía proteger, así que elevando una formación rocosa que se encontraba cerca, la dejo caer sobre ese fuego maldito que no se extinguí, pero le dio tiempo suficiente para hacer el contra hechizo que por fin logro dejar solo cenizas del fuego.

                Grindelwald no espero mucho para volver a atacar, sus aviadles mágicas mas su poder y la posesión de la varita de sauco lo convertían en el rival más difícil al que se había enfrentado, esto sin tomar en cuenta los sentimientos que tenía hacia él, lo cual duplicaban la dificultad de su misión.

                Ahora la masa d rocas calcinadas por el fuego habían formado una especie de mano, que perseguía a Dumbledore allá a donde fuese, este se aparecía y desaparecía con una velocidad de vértigo, logrando esquivar lo que sin duda, a cualquier otro, ya hubiese matado. Al final se aparecí en la punta de la torre más alta, desde donde conjuro un rayo que partió a la mitad la mano, desplomándose poco a poco las rocas que la formaban.

                Era su turno, nuevamente conjuro el rayo con dirección a Grindelwald, este, esperándolo, lo retuvo en su varita y lo redirigió a Dumbledore, quien simplemente lo dejo pasar de largo. Nuevamente un rayo hizo acto de presencia, pero este con forma de dragón, siguiendo a Grindelwald a donde quiera que se apareciera, parecía que los papeles se habían invertido, pues ahora era Gellert el que huía. Este, viendo la desventaja de su situación, invoco otro dragón, aunque este de fuego verde, un dragón que al chocar con el otro despedían chispas y bocanadas de humo.

                Mientras los dragones seguían peleando el uno contra el otro, Grindelwald se lanzó a la lucha directa contra Dumbledore. A tan solo una distancia de pocos metros se encontraban uno del otro, sus varitas parecían manchas por lo rápido de sus movimientos, mientras la brisa y la intensidad de la batalla despeinaban a ambos por igual, perlando de sudor sus rostros, contraídos por la concentración con la que peleaban.

                Esa batalla podría prolongarse por siempre, pues la igualdad en la que se encontraban por habilidad y poder era insignificante. Aun así, en un atisbo de incertidumbre, el corazón de Grindelwald titubeo, justo cuando tenía a Dumbledore a su merced, en un pequeño descuido que había cometido este. Aprovechando el momento, Dumbledore aparecía unas cadenas de fuego dorado que rápidamente se enredaron al rededor del cuerpo de Grindelwald. Con un rápido y fugaz movimiento de su varita, atrajo la contraria, sintiendo al momento una extraña sensación en los dedos. Ahora todo había acabado, al menos en esa lucha. El dragón de relámpago por fin destruyo a su homónimo de fuego, para después perderse en las nubes grises que poco a poco dejaban caer su llanto, sin poder lavar los restos de la batalla y los sentimientos que poco a poco se formaban en sus pechos.

                Dumbledore callo arrodillado, exhausto al lado de Grindelwald. Una tímida sonrisa se posó en sus labios al mismo tiempo que las lágrimas surcaban libremente su rostro. Miro al que estaba a su lado, quien tenía la mirada perdida en el cielo nublado.

                -¿Por qué te rendiste?

                -No fui yo. Creo que al final mi subconsciente me ha traicionado.

                -Tú ganaste -Insistió.

                -La única forma en la que podía ganar era esta -Dijo al fin, derramando unas lágrimas que se confundían con las gotas de lluvia que resbalaban por todo su ser-. Creo que al final lograste lo que querías.

                -Eso jamás lo podre tener, no ahora, ni aquí. Pero al menos podre hacer esto -Tomo su propia varita, injertándola en el pecho de Grindelwald-. Así jamás te volveré a dejar, tendrás una parte de mí hasta el final. -Y asi con el ultimo beso que jamas daria, se despidio de él.

                La calma que se formó en ese momento se esparció lentamente por todos lados. Poco a poco todos los seguidores de Grindelwald fueron apresados, y los que lograron escapar, nunca más volvieron a aparecer.

                Dumbledore por fin pudo superar su pasado, redimiendo sus errores con la búsqueda de un mejor porvenir. El dolor de dejar su amor encerrado en aquel paramo jamás lo abandono, así como su varita jamás abandonaría a Gellert, con la única esperanza de que, en ese algo que pudiese haber más allá, por fin pudiese compartir lo que no pudo en vida, en su ahora muerte, con su amor.     

 


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