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El samurái y la bestia por Novata

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Notas del capitulo:

 

Los personajes de Slam Dunk Y Slam Dunk no son míos, pertenecen a su autor, Inoue-san

Es un fic yaoi y no tiene nada que ver con la trama original del manga, solo utilizo a mis personajes favoritos!

Dialogo: -"...."

Pensamiento: "..."

 

 

 

Intentó entrar en su hogar lo más sigilosamente posible pero su espada y sus lágrimas le pesaban a cada paso que daba.

Había muerto. Durante aquella negra y húmeda noche, la única persona que había amado en este mundo, había muerto de la manera más cruel posible. Su única razón de vivir había desaparecido para siempre.

Caminó lentamente por el largo pasillo para dirigirse a su habitación, pero su mente ya estaba divagando lejos de la realidad.

 

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-"¿¡Por qué!?"

- "Lo siento Rukawa-san, pero así lo decidió mi padre."

-"Pero tú te has negado, ¿verdad?"

-"..."

-"¡Contéstame!", ordenó el hombre zarandeando a la mujer violentamente.

Ésta le empujó suavemente y se peinó su largo pelo con sus finos dedos.

-"¿La verdad? ¿Quiere saber la verdad?... Sakuragi-sama fue elegido como mi futuro esposo por ser un buen partido y además de ser el samurái más reputado de toda la comarca."

-"¡Estoy entrenando muy duro para superar a este engreído! Además, eso no tiene que ser un motivo para casarte con él. ¿Y qué pasa con nuestras promesas? ¿Acaso no te importa el amor que te profeso?"

La mujer le miró desdeñosa... Le encaró impasiblemente mientras posaba su mano desnuda sobre la áspera mejilla de aquel hombre.

-"Querido mío, mi amor hacia vos siempre estará presente en mi corazón, aunque pertenezca a otro hombre, siempre os amaré como el primer día."

-"Entonces, ¡cancela la boda y cásate conmigo!"

-"¡No! No puedo. Si lo hago, tendréis que luchar contra Sakuragi-sama en un duelo a muerte, y ¡no quisiera que le haga daño!"

Rukawa la miró furioso y decepcionado, empuñó su katana que brilló bajo el altivo sol. La mujer tuvo que cerrar sus ojos a causa del deslumbrante destello y mientras recobraba poco a poco la compostura, el joven hombre clavó su espada en la tierra, y se arrodilló dócilmente a los pies de su amada.

-"Para tenerte haría cualquier cosa. Si tengo que luchar para probar mi amor hacia ti, lo haré gustoso. Además, tienes que confiar un poco más en mis habilidades de espadachín."

-"Pero Sakuragi-sama os supera en años y en experiencia. Ha ido a más batallas que vos y además... ¡es vuestro mentor!"

Rukawa se mordió los labios, impotente. Su amada tenía razón, él no era más que un crió empuñando un juguete. No tenía la misma experiencia que Sakuragi, aun no era un guerrero ni tenía un nombre tan importante como el de Sakuragi y estaba muy lejos de superar al futuro esposo de su cortejada.

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-"¿Por qué?", preguntó la mujer que padecía un extremo dolor, pues aquel hombre le torturaba sin ninguna piedad.

-"Debería haberte matado antes de dejarte ni siquiera respirar el

mismo aire que aquel engreído...No, mejor todavía... Tenía que haberte matado el mismo día en el que maté a tu tan querido marido."

-"¿Eras tu quien decapitó a mi marido? Hm... ¡Qué cobarde! Siempre pensé que eras tú quien lo había hecho... porque eres la persona más cobarde de este mundo... Sí es cierto y no me mires así...De verdad creí que le ibas a retar a un duelo pero te acobardaste porque en realidad siempre has sido un débil cobarde. Tenías que haber esperado para que mi marido se clavara la espada en el estómago para que tuvieras el valor suficiente para acercarte a él y empuñar la espada contra él...de decapitarle...hm"

La señora Sakuragi soltó una pequeña risa irónica antes de seguir abriéndole su corazón.

-"Aunque ahora me estés mancillando con tu poca valía nunca te he pertenecido ni te perteneceré. Y sabes lo mejor...solo jugaba contigo. La persona a quien más he amado y sigo amando es a mi queridísimo marido y solo te utilizaba para satisfacer mi ego."

-"¡Cállate zorra!", le ordenó furioso y empezó a violarle salvajemente.

-"Por...esto... siempre he sabido que...eras un cobarde...", le dijo entre una y otra embestida.

-"Si esto te parece la más atroz tortura que soy capaz de cometer, espera a ver lo que haré a tu hijo"

Los ojos de la mujer se abrieron de par en par horrorizados. Su corazón se paró en seco e intentó digerir lo que acababa de decirle aquel vil hombre.

-"¿Hanamichi?...No, no te atrevas. Él es inocente, no ha hecho nada malo. Soy yo a quien odias."

-"¿Odiarte?... Sí, te odio con todo mi alma y también tendré el gusto de odiar a tu bastardo con la misma fiereza o más...ahora que sé que es tu debilidad."

La mujer empezó a gritar y a suplicarle con todas las fuerzas que le permitían sus pulmones a que dejara a su hijo en paz pero lo único que consiguió era enfurecer a aquel hombre que para callarla le abrió brutalmente la boca, metió los dedos y de un corte limpio la dejó sin lengua.

 

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Sus recuerdos fueron interrumpidos por un extraño y casi inconsistente sonido. Giró la cabeza hacia el jardín que se encontraba en la parte trasera de su casa, y recordó que allí, en un pequeño cubículo tenía preso al demonio rojo.

Aquella mañana, se había sorprendido al verlo merodeando entre los malheridos y se asombró aún más al ver como trató a su hijo. Parecía conocerle, pues sabía su nombre. Y eso le puso furioso.

Cambió de rumbo para dirigirse al cubículo. Abrió la puerta y entró en aquel pequeño espacio. Encendió una vela y la dirigió hacia la figura del demonio que había encadenado horas atrás. Estaba de pie, pegado a la pared, su cuerpo entero temblaba y su brazo izquierdo parecía estar torcido. Se acercó a él lentamente y colocó la vela al lado de su cara.

Ahora que lo miraba más detenidamente le asombró el parecido que tenía con su madre. Tenía los ojos grandes como los de ella, pero los suyos eran más claros. Incluso sus labios se parecían a los de ella...jugosos y sensuales...unos labios que había probado tan pocas veces en el pasado, los labios que había añorando tanto durante estos últimos años, labios que quería probar...ahora.

Se aproximó peligrosamente al pelirrojo. Dejó caer la vela que se apagó nada más chocar contra el suelo húmedo. Hanamichi estaba temblando de miedo, más cuando todo se volvió a sumir en la oscuridad. Intentó pronunciar algunas palabras para apelar a la piedad de su encarcelador. Pero ningún sonido salió de su boca, además un nudo se empezó a formar en su garganta al notar el aliento fétido de aquel hombre chocar contra su cara. Acto seguido, algo húmedo y pegajoso se depositó sobre su boca, lamiéndole cada rincón que se ponía en su camino. Los dedos ensangrentados del señor Rukawa empezaron a manosear el torso desnudo del aterrado pelirrojo dejando un rastro rojo en cada parte que acariciaban. Forzó al pelirrojo a abrir la boca, y penetró esa cavidad con su gruesa lengua. La saliva empezó a emanar abundantemente de la boca del pelirrojo que sentía como le chupaba su lengua y jalaba de ella.

Hanamichi intentó debatirse empujándolo como podía e intentó apartarlo con su brazo sano. A causa del fuerte codazo que le había propinado, Rukawa-sama despertó de su ensoñación e intentó recobrar la compostura. Se indignó internamente al ver lo que estaba haciendo.

Estaba besando a aquel sucio engendro, aquel demonio que le arrebató a su amante...Gruño furioso consigo mismo y levantó al pelirrojo agarrándole por el cuello. Hanamichi sentía que le faltaba aire, la cabeza le empezaba a dar vueltas y el brazo torcido le punzaba.

Hanamichi sentía terror. No sabía lo que le iba a hacer el padre de Kaede y no quería pensar que la sangre que ensuciaba la cara y el ropaje del samurái acabara mezclándose con la suya propia.

Pasaron largos segundos pero finalmente le soltó rudamente sobre el frió suelo, y encendió más velas para dar luz a aquel lugar. Hanamichi, intentando recuperar el aliento, se fijó en las pequeñas dimensiones de aquella estrecha habitación, no había ninguna ventana ni ningún adorno, solo una mesita y una pequeña puerta que conectaba con el mundo exterior.

En la mesa, había varios utensilios que parecía ser armas punzantes y afiladas como navajas, cuchillas y clavos, también habían varias cuerdas...

Apartó la vista asustado y observó como aquel hombre se acercaba a la mesa donde depositó la vaina y recogió una pequeña navaja. Empezó a tocarle la punta con su dedo índice como si quisiera comprobar que estaba lo suficientemente afilada.

Mientras tanto, en otro lugar, Kaede salía de la chozuela de los Sakuragi, cansado de respirar, cansado de sentir dolor y cansado de ver  la figura destrozada de la señora Sakuragi en su mente una y otra vez...

Avanzó unos cuantos pasos, seguía lloviendo a cantaros y el agua le calaba hasta los huesos.... Rukawa no podía más, sintió como se desfallecía mientras que su sangre cálida se derramaba de la herida fresca del pecho.

 

TBC

 


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