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El samurái y la bestia por Novata

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Notas del capitulo:

 

Los personajes de Slam Dunk Y Slam Dunk no son míos, pertenecen a su autor, Inoue.

Es un fic yaoi y no tiene nada que ver con la trama original del manga, solo utilizo a mis personajes favoritos!

Diálogo: -....

Pensamiento: "..."

 

 

Frio desgarrador...Esto era lo que padecía Hanamichi Sakuragi, incluso más que el dolor físico, el hambre o la sed. No sabía cuánto tiempo llevaba encerrado allí... Suponía que dos o tres días, pero no estaba seguro. Lo único que creía saber era el sitio donde se encontraba. Era un cautivo en la casa de su amigo Kaede; lo supo al ver a aquella mujer y comprar su gran parecido al de su hijo. Asumió por lógica que era la esposa del señor Rukawa;  pero lo que le borró todo rastro de duda, era que detrás de ella, al abrirse la puerta, visualizó una cocina abierta a un pequeño jardín... una cocina que seguramente pertenecía a la casa de los Rukawa. Eso era lo que había deducido Hanamichi, y no estaba equivocado...

Había dejado de estar encadenado al techo; el señor Rukawa le había liberado los brazos pero seguía atrapado por los pies. Seguramente, al ver el estado débil de su preso, pensó que no intentaría escapar...Pero Hanamichi no le importaba lo que pasara por la cabeza de aquel hombre... Le había subestimado y eso para él era lo mejor que le podía pasar... A su lado reposaba un delgado y sucio kimono, pero era mejor que estar desnudo. Hanamichi levantó su brazo herido para comprobar su estado. El hueso parecía roto pero tuvo la suerte de que no le hubiera atravesado la piel. Respiró hondo y tomando su coraje a dos manos, volvió a colocarlo con fuerza pero no pudo reprimir el grito de dolor. Se quedó inmóvil durante varios segundos; intentó recuperar el aliento y calmar su corazón desbocado a causa del dolor. Hanamichi tenía experiencia con algunos huesos rotos pero nunca se acostumbró al dolor...

Al cabo de varios minutos, cuando el dolor se aminoró un poco, sus ojos empezaron a escudriñar el lugar y gracias a la luz tenue de una vela, encontró lo que parecía ser una rama seca. Pensó que era la herramienta perfecta para movilizar su brazo dañado. Pudo alcanzarla con relativa facilidad; acortó el palo para obtener la misma medida que el brazo y arrancó un trozo de tejido del kimono para sujetárselo. Estaba acostumbrado a aquella rutina desde muy pequeño...Siempre que se hería o lo herían, era él la única persona que podía curarse. Su madre podía ayudarle, pero procuraba no preocuparla, por eso prefería resolver "sus problemas" él solo. Desde que tenía uso de razón, se recordaba siendo una persona muy independiente y perspicaz, sabía que no podía contar con nadie, todo el mundo le rechazaba, y su madre no estaría siempre a su lado. Siempre pensó que era autosuficiente y de hecho lo fue durante casi toda su corta vida pero desde que conoció a Kaede empezó a darse cuenta, y sobre todo en los últimos años, que no era tan independiente como él pretendía creer.

Antes estaba familiarizado con la soledad, tanto que pensaba que aquello era normal y no le daba mucha importancia. Tenía su escondite preferido, tenía a su madre y a todo el bosque que ocupaban su tiempo, así que aquel sentimiento de soledad no le afectaba demasiado. Pero extrañamente, después de conocer al pelinegro, cuando no se encontraban juntos, aquel sentimiento se hacía más notorio y pesado. Empezó a repudiar la soledad y no podía evitar sentirse triste cuando no estaba con su amigo. Por eso le horrorizaba que Kaede desapareciera de su vida; se había acostumbrado a su presencia y dejar de verlo sería demasiado doloroso e insoportable. Durante mucho tiempo, llegó a detestar el pelinegro por meterse en su vida, pues si no lo hubiera hecho no sufriría aquellas largas semanas, incluso meses de soledad... pero inexplicablemente se alegraba a la vez por haberlo conocido. Su joven corazón albergaba tantos sentimientos y emociones contradictorios que no sabía que pensar.

Sentado en aquel frio y húmedo lugar, dejó fluir los recuerdos de su amigo, como si trataran de una luz cálida que le llevaba lejos de la cruel realidad. Una media sonrisa se formó en sus labios al recordar un día de primavera de aquel mismo año, cuando los dos estaban en el lago, disfrutando de la suave brisa. En aquel entonces, Kaede ya no iba tan seguido a causa de los numerosos entrenamientos a los cuales le sometían sus superiores. Por ello, el pelirrojo, después de casi un mes sin verlo, no pudo reprimir el éxtasis que le embargó cuando vio aparecer al pelinegro en su sagrado santuario. Intentó disimularlo quejándose como siempre de la invasión del pelinegro a su autoproclamado territorio, pero extrañamente, Kaede que solía contestarle con un "tonto" o un "baka" se quedó en silencio. Él no había advertido el silencio de su amigo porque estaba sumido en su propia felicidad, debatiéndose contra ella para salvaguardar su orgullo.

Se miraron ferozmente durante largos segundos para probar quien era el más fuerte de los dos; siempre hacían lo mismo, desde que se conocieron...Era una lucha constante para probar quien era el dominante, no se trataba de fuerza física o técnica de espadachín, en lo último Kaede lo superaba con creces, pero más bien de dominio mental y una cuestión de orgullo. El pelinegro apartó al fin la mirada para dejar la victoria al pelirrojo; éste con una sonrisa de satisfacción en los labios, se quitó la ropa para darse un chapuzón, como acostumbraba a hacer cuando hacía calor. Nadó tranquilamente pero no pudo evitar espiar a su amigo. En un momento de tentación, sacó media cabeza del agua para observarlo disimuladamente. Sin embargo, al posar sus ojos sobre él, se encontró con los azules de Kaede escudriñándole con interés. Numerosos escalofríos recorrieron su espalda, como placenteras descargas eléctricas... Su espalda estaba apoyada contra un árbol, una pierna estaba estirada relajadamente mientras que la otra estaba doblada con un brazo apoyado encima de la rodilla; y estaba desnudo de cintura para arriba. Se había desprendido de la parte superior del hakama. Hanamichi no pudo evitar dejar caer su mirada sobre el torso blanco y musculado del zorro. Creyó ver una gota de sudor deslizarse lentamente del tercio cuello hacia el pecho fuerte como si intentara buscar su camino hacia el ombligo. Al darse cuenta que miraba descaradamente los atractivos atributos de su amigo, sus mejillas se encendieron y sintió como cierta parte de su anatomía parecía cobrar vida...Asustado por la reacción, apartó rápidamente la vista del su atormentador y se alejó nadando torpemente hacia el otro extremo de la orilla.

Cuando alcanzó tierra, salió jadeando del agua; había recorrido mucha distancia en poco tiempo para aminorar su creciente excitación y parecía que lo había conseguido. Se arrastró lentamente hasta el árbol más próximo y se sentó apoyado contra él. Dirigió su mirada a la otra punta del lago donde esperaba encontrarlo en la misma posición pero éste había desparecido. El corazón se le encogió de repente. ¿Acaso ya se había ido? ¿Tan pronto? Se levantó de golpe y se aproximó a la orilla del lago para ver si así lo distinguiría mejor pero no había ni rastro del pelinegro...De repente, un movimiento en el agua captó su atención. Era Kaede sacando su cabeza del lago para recuperar el aliento. Al parecer, había recorrido gran parte del lago nadando debajo del agua, por eso no lo había encontrado el pelirrojo. Casi sin darse cuenta, suspiró aliviado al ver que su amigo no se había ido, pero no le dio tiempo a recuperarse cuando vio como éste se aproximaba peligrosamente a donde estaba...

-Pensé que te habías ido...-susurró más bien para él que para su interlocutor. Pero el pelinegro que salía del agua logró escucharlo. No le contestó; se frotó la cara para quitar el resto de agua que le molestaba los ojos y finalmente echó con su mano el pelo hacia tras.

 

Aquel gesto embelesó al pelirrojo de sobre manera que no pudo reprimir seguir con la mirada las numerosas gotas de agua que descendían lentamente del pelo negro, para recorrer sinuosamente su frente, sus labios entreabiertos, y para luego acabar trazando un camino húmedo por el cuello y el fuerte pecho...

El pelinegro parecía  percibir el embobamiento del pelirrojo pues no pudo evitar enseñar una media sonrisa que, al verla, provocó un intenso rubor en las mejillas de Hanamichi.

 

-¿Qué miras tanto? -le preguntó Kaede provocándole.

 

-¡Na...nada! -tartamudeó rabiosamente como si estuviera enfadado consigo mismo por parecer tan idiota- deja de comportarte como un engreído, ¡kitsune apestoso! ¡No eres el centro del mundo!

 

-Do'aho...Pues deja de mirarme tan bobamente...parece que estás colado por mí o algo...

 

-¡¿Qué?! -espetó indignado- ¿yo, qué?... ¿colado por ti? Mfmfmf... ¡Qué más quisieras tú, kitsune engreído!

 

Se dio media vuelta y volvió a sentarse contra el árbol, intentando hacer caso omiso al pelinegro. Las grandes ramas y abundante follaje le resguardaban del fuerte sol de aquel medio día. Pero aquello le traía sin cuidado. Estaba demasiado alterado como apreciar la naturaleza que le rodeaba. No entendía porque Kaede se empeñaba siempre en sacarle de quicio y que sea capaz de hacer unos comentarios tan bochornosos como si no tuviera sentido de vergüenza. No pudo evitar recordar lo último que le había dicho, "parece que estás colado por mí..."

Se sonrojó furiosamente y escondió su rostro entre sus manos. Lo que no sabía Kaede es que había dado en el clavo... Hanamichi ya no recordaba cuando se dio cuenta que algo en él empezaba a cambiar. Anhelaba cada vez más pasar más tiempo con Kaede, pensaba en él todo el día, su corazón se aceleraba cada vez que aparecía y aunque intentara frenar aquella avalancha de sentimientos y sensaciones desconocidas, pero adictivas, tenía que admitir que últimamente había empezado a tener sueños eróticos con el pelinegro.

De repente, sintió como algo rozaba su brazo. Bajó sus manos y vio que se trataba de Kaede. Se había sentado a su lado, hombro contra hombro, apoyándose él también contra el enorme tronco del árbol. Le miraba fijamente con una expresión indescifrable para el pelirrojo. Apartó la vista, incapaz de aguantar por mucho tiempo aquella mirada penetrante y azulada e intentó calmar su desbocado corazón que parecía martillar su pecho con fuerza. No podía moverse y deseaba fervientemente que la tierra le tragara para acallar el ruido de sus latidos y para que el pelinegro no se diera cuenta de ello...Sin embargo, su deseo no se iba a cumplir...

 

-Deja de mirarme tan fijamente...Se te van a salir los ojos -le dijo el pelirrojo al cabo de varios segundos al seguir sintiendo su mirada quemándole la piel.

 

-¿Te molesta? -le preguntó con un dejo de sarcasmo en la voz.

 

-¡Sí, me molesta! -le contestó furioso, encarándole esta vez- ¡A ver si te gusta que te hagan lo mismo!

 

Y empezó un duelo para ver quien aguantaba más la mirada del otro. La competición entre ellos era muy feroz, no importaba el tipo de juego o reto que se hubieran propuesto. A sus edades era comprensible, además tratándose de chicos, lo que más les importaba era vencer al otro.

Se aguantaron la mirada durante varios segundos, a momentos el pelirrojo parecía flaquear, pestañeaba más de la cuenta debido a los nervios. Los ojos azules de Kaede parecían brillar con luz propia. Sus largas pestañas le suavizaban las facciones, resaltando sus bellos ojos sesgados y sus facciones andróginas. Hanamichi había admitido hacía mucho tiempo que su amigo tenía una belleza extraordinaria y nunca se cansaba de admirar sus bellos rasgos. Poco a poco, la conciencia de Hanamichi empezó a escapar de la realidad y lo único que ocupaba su mente era Kaede. Sin apenas darse cuenta la distancia entre sus rostros se iba reduciéndose cada vez más. Estaban tan cerca que incluso respiraban del mismo aire...ahora su ojos marrones miraban hechizados los labios húmedos y entreabiertos del pelinegro...Parecían tan apetecibles, suaves y jugosos...Quería tanto probarlos...

 

- Ves, estás coladito por mí...

 

Aquello constatación despertó a Sakuragi de su ensoñación como un jarro de agua fría. Se apartó de él bruscamente pero ya no podía disimular su latente bochorno. Se levantó rápidamente del suelo sin contestarle y se metió en el agua sin volver a mirar atrás.

 Lo que no atinó a ver  fue la sonrisa divertida que adornaba los labios del pelinegro.

Aquel recuerdo, aunque hubiera sido bochornoso para él, ahora le parecía divertido...Tenía que escapar y ver a Kaede. Todavía no sabía cómo se encontraba. Lo único que recordaba era verlo inconsciente, mal herido y lleno de sangre... Se le encogió el corazón; esperaba que su amigo estuviera bien, era lo único que deseaba...

Se levantó dificultosamente del suelo, intentó alcanzar la puerta pero la cadena era corta, no le permitía dar más de dos pasos. Hubiera tirado de ella para arrancarla del poste, y lo había intentado, pero le faltaba fuerza, aquello sin tener en cuenta que solo disponía de un brazo sano.

Sin embargo, no se rindió... Estaba forcejeando contra la cadena que le aprisionaba el pie cuando de repente se abrió la puerta con brusquedad. El corazón del pelirrojo se hundió en su pecho; empezaba otra vez su pesadilla.

 

-¿Intentas escapar?... ¿Crees que lo vas a conseguir vestido así, como una nenita? -le preguntó burlonamente refiriéndose al sucio kimono que le cubría.

 

Se acercó lentamente a la mesa que se encontraba apoyada contra una de las paredes de bambú de aquel cubículo. Encendió algunas velas, cogió una y la dirigió hacia el pelirrojo. Al parecer se había elaborado algo que le sujetaba el brazo malherido pero no le importó. Una sonrisa cínica adornaba sus labios...

 

-¿No dices nada? Bien que has estado comunicativo las últimas veces... -le dijo con rencor...

 

Hanamichi temblaba de terror. Y más aún cuando vio como el hombre se acercaba a él peligrosamente. Se agachó hasta alcanzarlo y sin miramientos, le cogió por el cuello y empezó a apretar. La fuerza que su mano ejercía le cortaba el aire e intentaba desesperadamente apartarlo de él.

 

-Eres un maldito parásito...No debería acordarte tanto tiempo...ni siquiera tu padre quiso hacerlo para que yo lo haga ahora...

 

Los ojos de Hanamichi se abrieron de par en par. En su cara roja a causa de la falta de aire, se leía la sorpresa. Al parecer, su torturador conocía a su padre y aquello, a pesar de la situación en la que se encontraba, le provocó mucha curiosidad.

 

-¿Mi... padre?... -consiguió preguntar aun estando al borde de la asfixia.

 

El señor Rukawa relajó el agarre, permitiendo al pelirrojo recuperar un poco del apreciado oxígeno.

Hanamichi nunca conoció a su padre. Su madre nunca le habló de él y aunque se lo hubiera preguntado numerosas veces, ella siempre guardaba silencio. No sabía si estaba vivo o muerto y tampoco sabía si tenía más familia aparte de él... lo único claro, es que si la tuviera, no estaba demasiado interesada en conocerle... sin embargo, él deseaba encontrarse con su padre algún día. Deseaba saber si lo había abandonado o si conocía de su existencia...Por eso, aunque no le gustara la idea que su torturador tuviera conocimiento sobre su padre, era, al parecer, la única persona a quien podía sonsacarle información...

 

-¿Conoce a mi padre?

 

-¿Si lo conozco?...Todo el mundo conoce a ese cobarde...un cobarde que prefirió la muerte antes de aceptar lo que el destino le había deparado...tú, un ser del demonio... -le dijo después de soltarle y dirigirse por segunda vez a la mesa.

 

-¿Mi...mi padre está...muerto? -preguntó el pelirrojo con un nudo en la garganta.

 

-Sí, está criando malvas y seguro que lo prefiere así a estar vivo y a tener como hijo a alguien como tú... -levantó una cuchilla afilada y la observó detenidamente.

 

Giró su cabeza para encarar a su víctima y vio cómo se encogía ante sus macabras revelaciones... Sus palabras le herían más que las heridas que le infligía... y disfrutaba haciéndolo...

 

-Al verte salir de las entrañas de tu madre y comprobar lo que eras, decidió cometer seppuku  -continuó con su escabroso discurso- aunque yo no le permití tener una muerte digna...

 

Una risa seca y descontrolada brotó de su garganta inundando el lugar con aquel sonido escalofriante. Hanamichi estaba en estado de shock y esperaba con toda su alma estar equivocado en lo que pensaba...

 

-¿Ha asesinado a mi padre? -fue una pregunta apenas audible pero bastante nítida en los oídos de aquel hombre. No le contestó pero la sonrisa de cruel satisfacción que iluminaba su cara, anuló todas las dudas del pelirrojo. El padre de su mejor amigo había matado al suyo...

 

-¿Por qué?

 

-¡¿Por qué?! -le gritó enloquecido con los ojos inyectados de sangre rabiosa- Porque se ha atrevido a quitarme la prometida. Cada vez que le veía con ella, deseaba clavarle la espada en el corazón y retorcerla de la manera más cruel posible... Me robó la vida que podía haber tenido al lado de ella...

¿Hablaba de su madre? Hanamichi no sabía que pensar, tampoco se atrevía a preguntárselo...

 

-Pero después de matarlo...y como no tengo la ocasión de volver a hacerlo, no me quedé satisfecho...pero eso va a cambiar teniéndote a ti reemplazándole... -le dijo mientras se le acercaba peligrosamente...

 

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Kaede Rukawa estaba parado frente a su posada. Parecía estar impasible y ajeno a su alrededor pero en su cabeza rondaban miles de preguntas sin respuestas que le tenían inquieto...y la que más le atormentaba  era la del paradero de Hanamichi Sakuragi.

No sabía por dónde empezar. Su madre le había dicho que la noche anterior ardió la chozuela de su amigo y lo más sensato era empezar a investigar por allí. Deseaba saber cómo había pasado, quien lo había hecho y esperaba que sobretodo Hanamichi no haya estado allí durante el fatídico accidente. No pensaba lo mismo de la madre del pelirrojo. Recordó que dejo el cuerpo dentro de la casa y había una gran probabilidad de que se hubiera quemado con ella... Tenía tantas incógnitas que resolver y lo tenía que hacer en tan poco tiempo...

Se llevó la mano al pecho, concretamente a las vendas que le oprimían...Le dolía mucho y le empezaba a volver la fiebre y los malestares pero  lo disimuló estoicamente frente a su madre. Sabía que en su condición, no rendiría como él lo deseaba...sabía que su búsqueda iba a ser frenada a causa de las heridas de su cuerpo pero intentaría que aquello no le afectara en la medida de lo posible.

Estaba tan sumido en sus pensamientos, que no vio acercarse a dos camaradas de su padre...unos guerreros samuráis a los cuales Kaede tenía un profundo respeto y que en numerosas ocasiones ejercieron de maestros para él.

 

-¡Kaede! -llamó alegremente el primero que portaba una espesa barba- ¡¿ya estás de pie?!

 

-No me esperaba menos de mi aprendiz favorito -contestó el otro que era más menudo y fornido, sin dejarle tiempo a responder- ¿cómo te encuentras?

 

-Me encuentro perfectamente, sensei -contestó el pelinegro después de hacer una respetuosa reverencia.

 

-Bien -contestó complacido el primer hombre- nos alegra que estés mejor...pero el motivo de nuestra visita es tu padre...no ha aparecido en las últimas juntas y no hemos sabido nada de él desde tu vuelta. ¿Está en casa?

 

-Sí, se encuentra en casa... -les contestó sorprendido el pelinegro- le puedo notificar vuestra presencia.

 

-Eso sería bueno Kaede. -le contestó el hombre barbudo con una bondadosa sonrisa en los labios.

 

El pelinegro les acompaño hasta la puerta de su residencia. Estaba un poco frustrado por el retraso que estaba sufriendo en la búsqueda del pelirrojo pero no podía evitarlo. Deslizó rápidamente la puerta y llamó una vez a su madre, que se presentó corriendo al pensar que Kaede volvía a casa desistiéndose finalmente a ir a la chozuela de los Sakuragis. Pero para su sorpresa se topó con las caras sonrientes de los señores Mishima y Tanaka que ya se habían quitado los getas* y forzaban a Kaede a entrar con ellos a la sala de estar.

 

-Buenos días, Manoko-san. -saludaron los dos al unísono.

 

Ella les devolvió tímidamente la salutación pero todo rastro de color había abandonado su rostro. Estaba pálida; ¿qué hacían en su casa a esta hora de la mañana? No se lo preguntaba porque no deseara que visitaran su hogar o porque los aborreciera, al contrario, era más bien porque era un mal momento. Sabía que iban a querer ver su marido seguramente porque había desatendido sus tareas pero él estaba ocupado con... no siguió pensando; forzó una sonrisa y les preguntó si deseaban beber té. Ellos le contestaron que sí  y seguidamente le preguntaron si podía avisar a su marido de su llegada. Se levantó lentamente y antes de dirigirse a la cocina, miró por última vez a su hijo, que parecía fastidiado por aquella situación... Ahora, deseaba que se hubiera marchado de casa pero aquellos hombres lo tenían atrapado entre los dos.

Kaede intentó excusarse numerosas veces para salir en busca de su amigo pero sus maestros le dificultaban la tarea.

 

-Venga Kaede, tienes que descansar. Has vuelto moribundo hace tan solo tres días y ya estás de pie e hiperactivo... ¿Por qué tanta prisa? ¿Tienes que hacer algo importante? -le preguntó el hombre barbudo mientras se acercaba un cojín y se lo colocaba cómodamente detrás de la espalda.

 

-...No, solo quería dar un paseo...-se excusó el pelinegro sin saber que mentira decir.

 

Tenía que aguantar un poco más...Su madre había ido a avisar a su padre y seguramente no tardaría mucho en aparecer...cuando lo hiciera, ya no le harían tanto caso y podría abandonar la casa...

Mientras pensaba en aquello, recordó lo que le había dicho su madre aquella misma mañana. Su padre estaba ocupado torturando un enemigo pero le había contestado que los presos de guerra y los espías se encerraban en los calabozos del señor Mishima, el hombre barbudo que estaba sentado a su lado y que carcajeaba a causa de una broma de su amigo.

¿A quién tenía encerrado su padre? Era la primera vez que realmente le embargó la curiosidad. Por los gritos de aquella mañana, dedujo que se trataba de la voz de un hombre joven pero esperaba que el señor Mishima le sacara de dudas...y cuando se apretaba a preguntárselo, apareció su padre, detrás de él iba su madre cabizbaja y con una bandeja donde reposaba el brebaje que había preparado.

Tanto él como los comensales se sorprendieron de la pinta del hombre. Desprendía un fuerte hedor a sudor, su pelo estaba grasiento, sus manos y su vestimenta estaban sucias con lo que parecía ser barro y manchas de sangre. Parecía que no hubiera dormido en años pero lo que más les asombró fue la expresión de locura en sus ojos, y la sensación de rabia contenida que parecía desprender como si le hubieran interrumpido algo importante...

 

-¡Hombre, Rukawa-san! -saludó el señor Mishima, intentando hacer caso omiso a la mirada asesina de su camarada- ¡¿qué es lo que te tiene tan ocupado que no puedes ni ir a las juntas?!

 

El señor Rukawa le miró fríamente durante varios incómodos segundos. Aquel comportamiento no era habitual; eso lo sabían todos los presentes de la sala, y la mayoría de ellos no entendían su causa.

 

-¿Estás bien amigo? -preguntó preocupado el hombre más menudo.

 

-Manoko, llévate a tu hijo de aquí, necesito estar a solas con Mishima y Tanaka. -fue la orden seca del hombre a su mujer.

 

Ella asintió rápidamente con la cabeza, miró nerviosamente a Kaede y éste se apartó sin miramientos de los lados de los huéspedes. Abandonó junto con su madre la sala... Intentaba comprender lo que estaba pasando... pero sin éxito. Sin embargo, por la pinta preocupada de su madre, creía que no le contaba todo lo que sabía...

TBC

 

Notas finales:

¡Creo que es el capítulo más largo hasta la fecha!

A disfrutarlo ;)


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