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El samurái y la bestia por Novata

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-Madre...Tengo la impresión de que me oculta algo.

 

-No hijo, son imaginaciones tuyas. -Le contestó nerviosamente mientras se apresuraba hacia la cocina.

 

Kaede Rukawa intuyó que algo no andaba bien. Había demasiado secretismo en el ambiente. Sus padres se comportaban de manera extraña, sobre todo su padre, y tenía la impresión que él estaba involucrado de alguna manera en algo que escapaba de su control. Se dirigió a la cocina donde estaba su madre ocupada limpiando el resto de platos, o al menos aparentaba estarlo, pero todo su cuerpo parecía alerta a lo que podía hacer o decir su hijo.

Él no le dirigió la palabra; atravesó el pequeño espacio para irse directamente al jardín trasero de la casa. Quería saber a quién tenía encerrado  su padre y quien era la persona que le ponía en aquel estado tan lamentable. Su madre, horrorizada al ver las intenciones de su hijo, dejó lo que estaba haciendo y le agarró del brazo. Se sostuvieron la mirada en silencio y durante largo tiempo como si se tratara de un duelo para ver quien poseía más fuerza de voluntad.

 

 

-Hijo, ¿a dónde vas? Sabes que no puedes ir allí.

 

-Me estáis ocultando algo y nadie me lo quiere decir. ¿Si tenéis a algún enemigo encerrado, por qué no me decís de quien se trata?

 

-...

 

-Tengo que averiguarlo...

 

Kaede tenía sospechas de que su padre podría estar torturando a algún enemigo caído en la batalla, o a la persona que le había disparado con aquella arma de fuego...Pero en ningún momento pensó que podía tratarse de Hanamichi Sakuragi.

 

-No puedes ir, tu padre...

 

-Lo haré con o sin su consentimiento -le interrumpió Kaede.

 

Su madre le soltó finalmente, parecía cansada y abatida.

 

-¿Conoces a los Sakuragis?

 

Aquella pregunta le paró en seco. No esperaba que su madre le preguntara aquello.

 

-...

 

-¡Contéstame Kaede!

 

-Sí...

 

Era la respuesta que se temía. Se masajeó los ojos durante varios segundos, intentando disipar el mareo y el dolor de cabeza que le estaban invadiendo...

 

-Madre, ¿por qué me lo preguntas?

 

-¿De qué les conoces?

 

-...

 

-¿Has matado a la señora Sakuragi?

 

Los ojos de Rukawa se pusieron como platos. Unos sudores fríos empezaron a recorrerle la espalda. ¿Cómo su madre se había enterado tan rápido de la muerte de la señora Sakuragi? Y lo más importante, ¿por qué creía que era él el asesino?...

 

 

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Hanamichi estaba tendido en el suelo, medio consciente y observando como su cautivador abría la puerta para saber quién le disturbaba en medio de la faena. La luz del sol le impidió ver la figura femenina que estaba postrada frente a la puerta y no alcanzó oír lo que se decían. El señor Rukawa parecía enfadado, echó un último vistazo para comprobar que su preso no se podía mover, y sin molestarse en encadenarle, cerró la puerta con todas sus fuerzas.

 

Por fin solo... y por fin se le presentó una oportunidad de oro. No estaba atado y aquel era el momento perfecto para escapar. Era fácil pensarlo pero le requería mucho esfuerzo al pelirrojo. Estaba débil, malherido y famélico, sin embargo, intentó levantarse con todas sus fuerzas.

 

Se apoyó en su brazo sano; intentó en numerosas ocasiones incorporarse aplicando fuerza con su mano contra el suelo para levantarse pero sin éxito. Sin embargo, nadie podía superar a Hanamichi en testarudez, no perdió la esperanza y lo volvió a intentar hasta que consiguió al fin ponerse de pie. Con una mano febril, iba tanteando las paredes para no perder el equilibrio y se dirigió a pasos lentos hacia la puerta.

 

Con la esperanza de que no estuviera cerrada por fuera, posó su mano temblorosa  en una ranura para deslizarla. Y para su gran alegría, ésta se abrió sin dificultad. La luz del sol matutina le deslumbró y la fría brisa chocó contra su piel provocándole numerosos escalofríos. Abrió y cerró sus ojos numerosas veces para acostumbrarse a la luz hasta que finalmente lo consiguió. Era hora de escapar. Pero no sabía por dónde. Se alejó rápidamente del cubículo, sin antes cerrar la puerta como si no hubiera ocurrido nada, y se escondió detrás de un arbusto. A su derecha, donde parecía estar la estancia, observó movimientos continuos en una pequeña cocina por donde salía un humo blanco.

 

Su corazón latió con fuerza; la única manera de salir de allí era atravesar aquella casa, pasando por la cocina,  pero, ¿cómo lo podía hacer sin que nadie se diera cuenta de su presencia? Se volvió a colocar mejor el sucio kimono que se le deslizaba por el hombro y para protegerse un poco más del frio viento, e intentó ver quien se encontraba allí. Pero no se atrevía a salir de su escondite por miedo a que lo que descubrieran.

 

Agudizó el oído para escuchar mejor, y lo que oyó fue el ruido de platos y cazuelas chocando entre sí como si alguien estuviera cocinando o limpiando. De repente, oyó una suave voz masculina pero no distinguía lo que decía. Seguidamente, oyó otra femenina que parecía responder a la primera. Cogiendo su valor a dos manos, se acercó lentamente al origen de las voces. Se escondió finalmente detrás de otro arbusto después de haber podido conseguir percibir un poco mejor de lo que hablaban.

 

-Tengo que averiguarlo...

 

Aquella voz...le sonaba mucho. Su corazón empezó a latir con más fuerza al creer saber de quien se trataba.

 

-No puedes ir, tu padre...

 

-Lo haré con o sin su consentimiento.

 

Era Kaede. Estaba vez estaba seguro. No pudo evitar sentirse excitado y enormemente aliviado al oírlo de nuevo. Estaba vivo y al parecer mejor de salud. Unas lágrimas de alegría resbalaron por sus mejillas y no hizo nada para limpiarlas. Sentía unas enormes ganas de ir a echarse en sus brazos para abrazarlo con fuerza, pero no podía hacerlo; no estaba solo y no sabía si Kaede sabía que era preso en su propia casa y de su propio padre.

Intentó acercarse más para escucharlo mejor; probablemente la voz femenina pertenecía a su madre y parecían tener una conversación bastante seria...

 

-¿Conoces a los Sakuragis?

 

 

-...

 

-¡Contéstame Kaede!

 

 

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué le preguntaba su madre si le conocía? ¿Acaso ahora pretendía saber si guardaba él alguna relación con su hijo?...Inconscientemente, se fue acercando cada vez más para oír mejor, pues no conseguía distinguir las contestaciones de su amigo pero frenó en seco al oír lo que la voz femenina había soltado como una bomba...

 

-¿Has matado a la señora Sakuragi?

 

Se le cayó el mundo encima. El corazón se le paró en seco y hasta se le atrancó el aire en los pulmones. Estaba incrédulo, incapaz de asimilar lo que había dicho aquella mujer. "¿Cómo?...¿mi madre asesinada?"... No podía ser verdad; hacía pocos días que había visto a su madre, y antes de ser secuestrado, recordó a verla visto por última vez durmiendo plácidamente en su estrecho futón...

 

-¿Cómo has sabido que está muerta?

 

¿Qué estaba diciendo Rukawa? No estaba entendiendo nada... De hecho, intentaba negarse lo que estaba oyendo. No podía ser verdad que su madre esté muerta...

 

-Eso es lo de menos, Kaede. Dime que no has sido tú...

 

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-¿La has matado?

 

Su madre le estaba acusando de un crimen atroz que nunca hubiera cometido. Pero recordó que él la liberó de su sufrimiento y aun así no se consideraba responsable de su muerte. El perpetrador de aquel cruel asesinato de la madre de su amigo todavía andaba suelto pero tenía claro que después de encontrar a Hanamichi, vengaría la muerte de su madre.

Se disponía a contestarle y negarle rotundamente su implicación en el crimen pero un ruido proveniente del jardín le paró en seco. Su madre también parecía haberse dado cuenta y casi al unísono giraron sus cabezas para ver a través de la puerta abierta qué o quién les había interrumpido; lo que vio Kaede era a su amigo que llevaba buscando desde que recobró el conocimiento. Estaba de pie observándoles, casi moribundo y desfallecido, y por sus ojos rojos fluía un incesante mar de lágrimas.

 

 

TBC

 

Notas finales:

 

Falta poco para el final!


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