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El samurái y la bestia por Novata

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Notas del capitulo:

 

Los personajes de Slam Dunk Y Slam Dunk no son míos, pertenecen a su autor, Inoue-san X3

 

Es un fic yaoi y no tiene nada que ver con la trama original del manga, solo utilizo a mis personajes favoritos!

 

Dialogo: -"…."

 

Pensamiento: "…"

 

CAPÍTULO III

Kaede tiene 16 años y ya lo consideran un hombre. Ha dejado las falsas espadas de bambú para empuñar una katana de acero para proteger a sus semblantes y a su honor. Y por primera vez se le ha designado una batalla contra los occidentales... Faltan tres días para su marcha.

Rukawa kaede está nervioso y ansioso. Su cara no delata ninguno de estos sentimientos ya que su padre le ha aprendido desde muy pequeño que mostrar los sentimientos y las emociones delante de los demás era de débiles.

Su madre está más silenciosa y sumisa que nunca mientras que su padre se vuelve más severo y cruel en su entrenamiento diario.

Es de noche y la familia Rukawa está cenando silenciosamente en su frio hogar, frio porque el invierno ya empieza a hacer su entrada con fuerza invadiendo con los primeros vientos helados. La cabeza de la familia está comiendo con prisa sin prestar atención a su alrededor, mientras que la señora Rukawa apenas toca su plato, su hijo, al igual que ella, prefiere comer poco, porque por una parte, su inminente primera batalle le está cerrando el apetito, y por otra parte, quería salir lo antes posible para ir a ver al pelirrojo...

El señor Rukawa se levanta de pronto, ha terminado su cena y sin decir nada, se dirige a su habitación para dormir.

Kaede no soporta el tenso ambiente que reina en su hogar y sin casi darse cuenta se levanta a su vez de la mesa y sin más abandona el hogar para dirigirse al lago. Mientras cruza el oscuro bosque que separa el lago del pequeño pueblo, se pregunta por qué se dirige allí, por qué sus pies le dirigen hacia el pelirrojo.

Y le encuentra en el lugar de siempre, sentado de espaldas a él, observando como la luz de la luna se refleja en la superficie del agua.

Sakuragi no parece darse cuenta de que el pelinegro le está observando, y éste para advertir su presencia camina hacia el pelirrojo crujiendo unas ramas secas bajo sus pies.

Hanamichi gira su cabeza asustado por el ruido pero rápidamente su expresión se torna de la sorpresa inicial al enojo.

-"Maldito kitsune...", dice suavemente mientras aparta la vista del alto muchacho para observar nuevamente el lago. "No vuelvas a darme estos sustos...".

-"Mmm...", es la réplica de éste mientras se sienta al lado del pelirrojo.

Aquel niño pelirrojo ya no era eso, un niño. Como el mismo Kaede se había convertido en un alto muchacho de una estatura envidiable para la mayoría de los chicos del pueblo y su cuerpo era bastante atlético.

-"¿Qué haces aquí? ¿Y a estas horas?".

-"Do'aho... Lo mismo te pregunto yo...", le contesta el pelinegro mientras contempla la blanca luna.

-"Maldito kitsune... Yo vivo cerca de aquí no como tú que vives en el quinto pino...".

-"... Hago lo que me da la gana".

Normalmente Hanamichi habría respondido indignado e incluso con insultos pero solo hay silencio, lo que extraña a Rukawa.

Pasa largo tiempo que en realidad son segundos antes de que el pelirrojo rompe con el tenso silencio. Los dos saben que generalmente era él quien más habla mientras que los momentos de silencio son los favoritos del pelinegro.

-"He oído que dentro de poco enviaran hombres...para luchar...".

Otro momento de silencio.

-"Iras con ellos... ¿Verdad?", pregunta Sakuragi nostálgico.

Rukawa está sorprendido de que lo sepa sin habérselo dicho, y al parecer Sakuragi se da cuenta de la sorpresa de éste y dice mirando a los ojos azules de Rukawa.

-"Tonto... Es obvio que vas a ir porque es la primera vez que te veo llevar una katana,"le dice mientras señala con sus ojos la espada que reposa en el muslo derecho del pelinegro.

Rukawa se da un golpe mentalmente por ser tan idiota. No se acordaba de que la llevaba encima.

-"Estás hecho todo un samurái", dice el pelirrojo mientras observa aquella espada que reposa al lado de Rukawa. "Yo...nunca..."

-"..."

Sigue un momento de silencio en el cual los dos chavales aprovechan para sumirse en sus pensamientos.

No le reconoce... Rukawa piensa que Sakuragi está como triste. Sabe que el sueño de Hanamichi es también ser samurái, poder formar parte de los entrenamientos y combatir en la guerra. Pero por injusticias del destino, solo puede limitarse a observar desde su escondite.

En realidad, Hanamichi se siente confuso y raro... Por una parte, se siente decepcionado y frustrado por no poder formar parte de los acontecimientos bélicos que se estaban desarrollando pero por otra parte siente miedo... ¿Y si muere Kaede en el campo de batalla? Un escalofrió recorre su espalda mientras que una angustia empieza a anidarse en su corazón. No, no puede ser. Es Rukawa kaede, un vanidoso que puede con todo... Nunca se imaginó que Kaede pudiera perder fácilmente en un combate. Pero aquella situación era diferente... Era real... No le sirven en el campo de batalla aquella indiferencia y superioridad...

Pasa el tiempo y por fin el pelinegro decide irse a su casa antes de que su padre se dé cuenta de su ausencia, y para advertir su marcha se levanta del suelo y da una ligera patada en el costado del pelirrojo.

-"¿Qué haces bestia?"

-"Me marcho..."

Kaede no espera ninguna respuesta y se dirige recto hacia el denso bosque...

-"¡Rukawa!", grita el pelirrojo.

Kaede se gira extrañado de que éste le llame por su nombre... Es la primera vez que lo hace...

-"Quiero que vuelvas..."

"Vivo" piensa sin decirlo.

-"¡Quiero que vuelvas para contarme como te ha ido en tu primera batalla! ¡Prométemelo!".

-"Do'aho, no soy ningún débil", dice enfrentándolo desde la distancia.

-"Pero... ¡Prométemelo! ¡Promete que volverás!", grita el pelirrojo... No pudo reprimir la entonación desesperada de su petición.

-"..."

-"... Eres mi único... Amigo", dice finalmente mirando fijamente a los ojos azules del pelinegro.

Rukawa al escuchar aquello siente un profundo dolor y al mismo tiempo una placentera felicidad que le asusta al descubrir lo que él representa para el pelirrojo.

-"Lo prometo...", dice suavemente pero seguro de que el do'aho lo ha escuchado. Finalmente emprende el camino a través del oscuro bosque.

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Hanamichi observa ansioso desde su escondite, esperando ver entre aquella multitud a su único amigo. Pero todo lo que ve es como la gente tiende sobre el verde pasto los cuerpos mutilados de los sobrevivientes y como son atendidos por los familiares y los curanderos. Reza para que el pelinegro esté bien y para que no se encuentre entre aquella multitud agonizante. Se intenta convencer de que lo va a ver en cualquier momento caminando erguido e indiferente como siempre entre aquella gente. Pero se equivoca. Ve a un hombre, muy parecido al pelinegro, depositar en el suelo, con la ayuda de cuatro hombres, el cuerpo inconsciente de su amigo.

La mente del pelirrojo se queda en blanco. Nada. No piensa en nada. Tarda en reaccionar bastante tiempo que son en realidad unos cuantos segundos. Pero sus piernas ya desesperadas de esperar corren nerviosas hacia Rukawa Kaede.

Algunos se han fijado en una mancha roja, demasiado rápida, pasar delante de sus narices pero la olvidan para enfrascarse en curar a sus hombres.

Llega al fin al lado de su amigo.

Al verlo tendido sobre aquel lecho de hierba sus ojos se llenan de lágrimas de felicidad, de dolor y de tristeza, de lágrimas de preocupación.

Su corazón se desboca con los diferentes sentimientos y sensaciones que le embargan.

Olvidando su alrededor y olvidando que no tiene derecho a pisar el suelo de aquel pueblo, se arrodilla junto a la cabeza de Kaede mientras que sus manos temblorosas agarran ansiosas la mano fría y pálida del muerto viviente.

Más lagrimas bajan silenciosas de sus mejillas, su boca susurra una y otra vez el nombre de aquel ser que ha querido sin saberlo sin siquiera sospecharlo.

El padre, al ver al demonio acercarse con tanta familiaridad a su hijo, se escandaliza al punto de sacar su propia espada para quitar aquellas inmundas garras de su hijo. Varios hombres que presencian la escena, se sienten escandalizados y cohibidos y al ver a aquel demonio pero al ver las intenciones del señor Rukawa, se precipitan casi todos a sujetar al padre mientras unos cuantos empujan violentamente al pelirrojo contra el suelo, como si fuera basura.

Hanamichi no puede ver con claridad. Las lágrimas le abruman los ojos y lo único que desea es estar al lado del pelinegro.

Pero porqué se empeñan en separarlo de su lado. Porqué intentan alejarlo de su único amigo, su amigo muriendo. Ahora no son solamente aquellos hombres que lo golpean sino casi todo los que se encuentran cerca y al ver al demonio merodeando entre ellos, empiezan a maltratarlo.

-"¡¿Qué haces aquí maldito demonio?! ¡No te basta con traernos esta desgracia! Maldito demonio rojo, sediento de nuestra sangre. Nos quitas a nuestros hijos, ¡¿qué más desgracias nos vas a traer?!

Un gemido o lo que parece un rugido sale de su boca mientras intenta volver al lado de su amigo. El padre de Kaede que ha recobrado la compostura ayuda a los demás hombres a alejar el pelirrojo de su hijo y de la aldea. Es golpeado rudamente. Ahora sangre emana de su boca y de su nariz. Le rompen un brazo, mientras que múltiples moratones van apareciendo por el cuerpo del joven muchacho. ¿Por qué tanto odio? ¿Qué es lo que ha hecho?

Lo último que ve antes de perder el conocimiento es como el hombre que se parece a Rukawa se acerca a él peligrosamente.

 

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Oscuridad.

Es lo primero que ve Rukawa Kaede al abrir sus ojos.

No sabe dónde está, sus ojos pesan y todo su pecho arde.

Está estirado sobre un futón, reconoce la textura de la manta que se pega a su cansado cuerpo. ¿Cuánto tiempo ha estado allí? ¿Qué hace él allí? ¿Y por qué le duele tanto el pecho y la cabeza?

Sus recuerdos empiezan a fluir lentamente sumergiendo su mente con imágenes de su primera batalla. Caos. Todo era rojo. Solo veía rojo, rojo a su derecha, rojo a su izquierda, rojo debajo de sus pies, rojo sobre él.

El rojo de la sangre de sus compañeros de combate, la sangre de los enemigos. Su caballo yacía muerto aplastando unos cuerpos mutilados, y el mismo animal agujereado por varias flechas, una de ellas plantada en su ojo izquierdo. Rukawa kaede no podía moverse... Toda esta sangre, este lecho de cuerpos mutilados y agonizantes, esta lucha sin sentido contra un enemigo más fuerte le tenía petrificado.

Su espada chorreaba sangre de sus enemigos que intentaron destrozarlo con sus hachas y con sus armas modernas, uno de ellos había logrado desgarrar su hombro izquierdo pero Rukawa Kaede estaba demasiado pasmado para sentir el dolor traspasar su hombro.

Bajó la guardia y no vio como un hombre vestido de uniforme de la marina japonesa le apuntaba con su fusil. Apenas sintió el golpe seco perforar su pecho cuando una oscura niebla se apoderó de su mente.

Está seguro de que no se encuentra en el campo de batalla, pero todavía siente el olor metálico de la sangre invadiendo su olfato y su boca.

Lágrimas se deslizan calientes de las mejillas heladas del pelinegro. Necesita dejar de pensar en sus compañeros asesinados. No quiere ver más estas atrocidades desfilar delante de sus ojos.

-"Do' aho...", susurra con una voz desgarrada.

Necesita ver al do'aho, ahora.

Se levanta como puede. Las piernas le fallan en el primer intento lo que provoca un agudo dolor en su pecho. Pero su obsesión enfermiza de salir de aquel lugar puede más que su dolor. Sus ojos, al acostumbrarse a la oscuridad, reconocen aquel lugar como su habitación.

No le importa si ha fallado en su misión de defender al pueblo y a su honor como samurái. No le importa que su pueblo estuviera amenazado por el creciente poder de su enemigo, sus propios compatriotas que intentan imponer su nueva tradición por doquier.

Solamente desea ver a Hanamichi.

Al segundo intenta levantarse con la ayuda de su espada que se encuentra reposando a su lado. La odia por haber arrebatado tantas vidas y por haberle dado una ilusión equivocada y de haber participado con él en aquella atroz batalla.

Intenta salir de la casa lo más sigilosamente posible y sin hacer el menor ruido. Evita pasar por la cocina que es el camino más corto para acceder al bosque para no toparse con su madre.

No sabe dónde está su padre pero está seguro que no está en casa porque no se topa con él en ningún momento. No le importa, quiere ver al do'aho. No se fije en el pesado silencio que reina en todo el pueblo, cuando se dirige medio inconsciente hacia el lago. Aquel inusual silencio no le perturba mientras sigue avanzando por el denso bosque. Al llegar al lago, gran es su decepción al no encontrar al pelirrojo. Pero tan grande es su decepción y angustia que decide visitar la pequeña chozuela del pelirrojo.

Si pudiera, habría corrido hacia la cabaña pero el dolor en su pecho apenas le permite respirar.

Sus ojos empiezan a fallar, mientras el frió congelante de la noche y el cansancio arrebatan a su cuerpo la poca fuerza que le queda. Sus piernas ya no pueden aguantarse solamente con la ayuda de su espada. Se desmaya, cayendo en el barro, a varios metros de la cabaña de los Sakuragi.

TBC


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