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Notas del capitulo:

Grimmjow hace alarde de su felicidad

 

*Al día siguiente*

 

Amanecí abrazando a una persona… porque me dormí con ella. Bastante seguro de quien era comencé abrir mejor los ojos, sintiendo como algo se movía entre mis brazos. Suavemente suspiré y tomé mi frente con una de mis manos. Aún seguía asombrado. Este hombre tiene una sensibilidad que guardaré celosamente para mi uso personal. Aún recuerdo como lo hice gemir, cosa que me despertó por completo la mente y despertó a medias otra cosa en mi cuerpo.

 

*Flash Back*

 

Me reto. Y eso fue el problema principal. Yo hubiese podido continuar, intentar ignorar a esta persona que me crispa los nervios, pero no. Él tuvo que retarme. Ahora que puedo tenerlo desnudo debajo de mí… ¿Por qué ya nada me detiene? ¿Será porque ya acepté parte de mi debilidad? ¿Por qué inconscientemente acepto que me gusta? Y que he estado esperando este momento por mucho.

 

Su beso me deja casi inconsciente. Siendo que debería ser lo contrario. ¿Quién será quien controle? Obviamente, yo. Pero por extrañas causas, yo estaba debajo de Ulquiorra. Me quedé viéndole con una ceja enarcada. El príncipe, se inclinó lentamente y beso mi cuello. Me gustó. Le rodeé la espalda con mis brazos. Y bajaba mis manos para quitarle el molesto pantalón. Colaba mis manos. Comenzando a tocar esa pálida piel de porcelana. Es caliente. Es cálida, y suave.

 

Me quitó toda ropa superior y continuamos chocando nuestros labios. Rosando nuestras pieles. El aire falta. Me separó de él, para verle. Tiene los ojos entrecerrados y me lanza su aliento. No desperdicio más tiempo. Nuestros miembros ya están endurecidos. Vaya, no creí que pudiera despertarle de esa manera tan lasciva. Me agrada, y mucho.

 

Nos masturbamos por un tiempo que no logré definir. No importará recordar cuánto, sino cómo lo disfruté. Lo llevé para quedar sobre él. No puedo dejar de sentirme poderoso cuando lo tengo de esa manera, deseo, que sólo se muestre tan sumiso conmigo. Besé lentamente sus pezones, jugué con ellos hasta que estuvieron erectos y seguía masajeando sus testículos junto con los míos. Para qué mentir. Esto es mucho mejor de lo que me pude llegar a imaginar. Su boca no para de soltar suspiros. Me excita más tenerlo con los ojos cerrados. Mis dedos, corazón e índice, comienzan a deslizarse sobre aquella delicada línea trasera. No reprocha nada. Se deja hacer. Introduje el primero, sentí como respingo su cuerpo, y cómo su ano me recibía, apremiándolo con demencia. Quería penetrarlo en ese mismo instante, así que no esperé mucho para meter otros dos dedos y dilatar la entrada.

 

Lo miré y le di un par de besos más, mientras la punta de mi pene estaba acercándose lentamente y entrando con paciencia. Bien valdría la pena la espera. Su cuerpo vibró exagerado cuando al fin estuve dentro, por completo. Ah, definitivamente. Esto tengo que volver a repetirlo, y así lo hice, me moví de adelante a atrás, las primeras veces más despacio que las siguientes. Porque al cabo de unos momentos, lo penetraba con locura, al punto que pensé que se iba a destartalar el sillón.

 

Ulquiorra gemía, y gemía más. Eso fue lo que terminó por volverme loco. Jamás me habría imaginado que aquella cara tan inexpresiva pudiera guardar tanta lujuria. Y yo era el causante de que sus suspiros fuesen de puro placer. Más ego que controlaré después. 

 

 

Me sentía tan complacido que no me di cuenta cuando cambiamos las posiciones, ahora el príncipe era quien “trabajaba” me tenía debajo de él, pero yo era el activo. Gracias al “cielo”. Movía sus caderas, autopenetrándose, mirándome con aquellos ojos entrecerrados, dejando salir todavía gemidos más dementes. Le tomaba de la cintura, impulsándole a seguir. El momento estaba cerca, en aquel que quisiera calmar toda la sed que estuvo consumiéndome desde que lo conocí. Sus uñas negras se clavaron en mi pecho. Líneas de sangre se levantaron, sentí el ardor de las heridas bastante atractivo. Se dio cuenta de que mi piel se manchaba más y más, se inclinó, sin dejar de moverse, lamió cada gota. Me estremecí bastante. Lo lancé para que terminásemos en el suelo. Lo puse dándome la espalda, para que él quedara en cuatro, y volví a entrar de una estocada. Haciendo que su cuerpo se arquera exageradamente. Tomé su miembro y lo masturbé al tiempo que me movía junto con su trasero.

 

Su orgasmo le hizo levantar la cabeza al límite. Lo sé, porque algo caliente comenzó a caer en mi mano. En cambio el mío, tuve que dar un par de estocadas más, quise salir antes de acabar, pero el me tomó por las caderas, sorprendiéndome, dejando que me corriese dentro de él. Mi respiración seguía loca y la de él estaba peor. Nuestro sudor se había mezclado en algo delicioso. Viró para verme a la cara, y me besó, esta vez, sin gramo de asedio. 

 

 

 

*Fin del Flash back*

 

Así continuamos hasta cansarnos. Terminé por hacerle mío. Un par de marcas de dientes le dejé en el cuello y una que otra parte que sería visible para el que se le acercase demasiado. El juego continuó.  Al punto que ni recuerdo cuándo regresamos al sillón y quedamos dormidos, uno junto del otro…

 

Pero me levanté de golpe porque escuche al mocoso gritar desde mi habitación.

 

Abrí la puerta de golpe y lo encontré en mi cama, como normalmente se hubiese esperado. Estaba contorsionándose macabramente mientras seguía dormido. Diablos, el “nene” tiene pesadillas. Gritaba cosas inentendibles y cuando…

 

-¡¡¡¡Papá!!!!

 

No pude evitar ponerme rápidamente junto a él para cargarlo y despertarlo de una buena vez. El grito había sido desgarradoramente desesperado. Terminé por acurrucarlo sobre mi pecho pues estaba temblando como si muriese de frío y realmente, su temperatura estaba bajando. Increíblemente me asusté y lo abracé, me metí entre las sábanas de la cama pero no bastó. Me comencé a desesperar. Busqué con la mirada un par de opciones. Me precipité sobre el baño y me metí con él para poder bañarle con agua caliente. Le quité toda la ropa y vaya que es poca y pequeña, es un niño después de todo; lo sequé. Pero para continuar con una preocupación molesta, el mocoso no despertaba lo dejé sobre el colchón y fui por cuanta cobija tenía en la casa. 

 

¿Por qué estaba actuando tan idiotamente?

 

¿Esperaban que lo llevase a un hospital? Si el mocoso dice ser una especie de duende, se lo creo porque ya me llevó a múltiples problemas de diferente dimensión a la mía. Con eso fue suficiente. Cuando regresaba del clóset, vi al príncipe parado en medio del portal del cuarto, tenía el pantalón (sólo eso) puesto.

 

-¿Qué pasa?

 

-El mocoso no despierta y está muy frío.

 

Se acercó y se sentó en la cama. Lo tocó la frente con la suya propia.

 

-Talves sea porque gastó demasiada energía.

 

-Tiene tiempo desde que llegamos.

 

-Pero no desde ayer. –Recordé que el niño dijo que había escapado de aquellos tipos usando sus habilidades.

 

-Por lo menos ya dejo de gritar. –Comenté limpiándole las mejillas pues había un par de gruesas lágrimas que deseaban correr libres.

 

-¿Qué decía?

 

-Me parece tonto que no lo escuchases.

 

-¿Papá? –Murmuró manteniendo cerrados los ojos. 

 

 

-Allí lo tienes. –Dije suspirando. Intenté dejarlo sobre la cama, pero no quiso soltarse, inconscientemente se acurrucó en mi pecho, lleno de arañazos. –Lo más seguro que sólo tuvo mal sueño, y necesita descansar. –Pensé que era un autentico depravado, estaba divagando con la idea de que el pequeño manojo de problemas nos hubiese escuchado. Y la idea no me agradó. Pero al pareces toda la noche había estado sumido en pesadillas. Ignoró razones, pero me sentí levemente… muy levemente culpable… de acuerdo, muy culpable ¿Contentos? Por Raziel conocí a quien tengo frente mío. Y estoy sintiéndome diferente, no sé si a esto llamen: bien. Pero para mí, en estos instantes, dejando la preocupación del niño de lado, me siento completo.    –Más te vale que te recuperes. –Le apreté las mejillas mientras lo seguía abrazando. –No quiero tener que trasnocharme por cuidarte.

 

-Hum. -¡¡Qué fue eso?! Viré lentamente mis ojos, para encontrarme con algo que jamás creí posible… el príncipe bufaba y se echaba una leve sonrisa. ¿Cómo no quedarme pasmado?

 

-¿Se puede saber, que es tan divertido?

 

-Nada. –Dijo sonriendo de lado. –Te pareces a él. –Miró al niño -Y me recordaste a mi padre. –Contestó sin tapujo alguno.

 

-Creí que tu dichoso padre, nunca te tocó.

 

-¿Celos? –Pareció divertido con esa idea.

 

-Yo jamás estaré celoso de Aizen. –Chasqué la lengua.

 

-Me gusta.

 

-¿Qué? –Anonadado, estúpido, idiota. Me dejó esa declaración.

 

 

-Me gustas. Y me gusta verte de esa manera. –Y por un punto, lo entendí. Estaba en una posición en la que lo único que se podría deducir, es que soy un tipo extremadamente fiera, pero que es diferente cuando alguien como él o Raziel, logran penetrar el grueso armazón de mi defensa.

 

¿Esto es algo parecido a una familia? Cosa como esa, ya la había olvidado. Pero en este preciso momento, estoy conforme y no deseo nada más que tener lo que tengo ahora.

 

De algo estoy seguro, la voz de aquella mujer ya no la volví a escuchar.

 

¿Qué me espera?

 

¿Qué es lo que nos espera a todos? 

 

 

 


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