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Search In H M por Vampire White Du Schiffer

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         No. No quiero que eso suceda no quiero perderlo. Perderlos. A ninguno de los dos. Me siento impotente ante el dolor, mejor dicho ante la situación de no poder hacer nada siendo que tuve en mi momento un chance. Ulquiorra… maldito Aizen. Me quitó el único medio factible para poder regresar a Hueco Mundo.

         Raziel no está conmigo, y sin él no puedo hacer nada. Maldición, maldición. ¿Qué se supone que debo hacer? Quiero destruir todo cuanto está a mi paso.

Mi casa esta hecha un desastre. Ichigo ha llegado.

-Grimmjow –dijo con tremendo tono de preocupación. Llegó siendo casi cargado por el tipo de lentes que me cae tan mal, Ishida.

Ese sujeto se ajustó los lentes después de colocar con cuidado a Ichigo en el destartalado sofá donde había estado yo antes.

Yo me encargo de mirar a la nada. Siento una furia tan estúpida y a la vez tan compleja que me empiezo a quemar por dentro.

-¿Qué fue lo que sucedió? –me preguntó.

-Se los llevaron.

-¿La mafia? –era una pregunta estúpida, o lo hubiera sido sí así hubiese ocurrido.

-No, su padre, no quiero hablar de eso –le corté inmediatamente la conversación.

-Ya lo sé, ninguno de los dos lo quiere, me duelen las costillas –se quejó, y fue cuando reaccioné. El, que se llama mi amigo, soportó todo este show por mero gusto.

-Lo lamento –digo en un murmuro y el parece asustarse.

-Hey, no digas eso –me miró escéptico –, me haces sentir peor; Grimmjow jamás se disculparía –bufó y después se empezó a sobar las partes lastimadas.

-¿Por qué rayos viniste aquí? Deberías estar en un hospital –le regañó. Sin verlo.

-Debería decir lo mismo, no planeo dejarte así como así sólo por tu berrinche momentáneo. Para eso somos amigos –aseguró tremendamente dichoso de ello. Como si con sólo eso bastase para borrarle las heridas y sus masacres.

-Soy yo el que no te entiendo, sigues aquí y yo no pienso recompensarte con nada –le refuté.

-Ya lo has hecho, un par de veces –tosió y se quiso levantar, pero Ishida, que me asesina con la mirada, se lo impidió.

-¿Y tú qué haces aquí? –le pregunté hoscamente.

-Vine cuidando a Ichigo, ¿qué más? –su maldita mirada seria me causa más molestia.

-Pues llévatelo.

-¿Qué crees que he tratado de hacer? –Hump, parece que toqué una fibra sensible –, sí desde un principio he tenido planeado alejarlo de ti –eso no me lo esperaba y mi amigo tampoco –, eres un estúpido egoísta –ya lo sé –, estás utilizando a toda la gente a tu alrededor, me das asco…

-Ishida, detente –escucho que le dice Ichigo.

-No –respondió plantándose frente a mí –, ¿no te parece bastante toda la desgracia que ya le ocasionaste antes? ¿tienes idea de lo difícil que ha sido para Ichigo poder salir a delante a pesar de tu estúpida influencia sobre él? ¿acaso te sientes bien ignorando que el da todo por tu amistad? Y tú ni siquiera eso agradeces.

-¿Terminaste? –le pregunté en medio de una sonrisa. Este mocoso, está enamorado de Ichigo. Y eso me hace recordar algo sumamente importante. Puedes llegar a odiar a alguien que lastima al ser amado, aunque pueda llegar a ser casi un hermano el que lo haga. ¿Qué no habría hecho yo por Ulquiorra?

Lanzo un suspiro que hace que mi interlocutor se enfade y me propine un golpe en la mejilla.

Ichigo se sobresalta y va de inmediato a tomar de la muñeca a Ishida.

-Déjalo –le digo –, estuvo bien, aunque –me encogí de hombros –, merezco más que eso –me quedo meditabundo y esa respuesta no pudieron asimilarla rápido.

-¿Qué vamos a hacerle? –se preguntó a sí mismo Ichigo –, anda, Grimmjow, tracemos un buen plan para recuperar al niño y a tu… bueno… ¿Amante? –me pregunta sin poder creerlo. Yo sólo me dediqué a asentir.

-No se me ocurre nada –le respondo –, no conozco una manera de hacerlo volver y yo no puedo ir hasta donde están ellos dos.

-¿Europa? Oh, vamos, Grimmjow, podemos conseguir dinero y… -decía, comenzando a animarse, yo le golpeo ligeramente la frente.

-Sonará estúpido pero no son de este lado del universo.

-Ahh, claro… -Ichigo me miró inexpresivamente y se empezó a alejar.

-¡No estoy loco!

-Claro~ que si~ es como mi madre solía decir: el amor no mata pero apendeja (XD)

-¿Eso decía?

-Nop, pero se me acaba de ocurrir (8D) –esta vez no fui yo el que casi asesina a Ichigo –, oye, Ishida eso fue cruel.

-Concéntrense, les digo a ambos, Raziel era algo así como mi duende personal, así que sí quieren ayudar a este pobre diablo, consigan uno.

***Día Después***

Los dos estábamos encerrados en el Hospital. Maldita sea. Ese Ishida también probó tener influencia sobre mí.

Al parecer, el desgraciado de Szayel también ayudó ligeramente a Ichigo, pues sus heridas, a pesar de ser colocadas bajo el margen de riesgo, no iban a catalogarse como posible causa de muerte. Eso me reconfortó. Vaya, me estoy volviendo afeminado.

Después de haberme tirado de loco, esquizofrénico y otros, decidieron alejarse un poco de la cordura para poder plantearse en mi postura.

-Entonces –Ishida me hablaba un poco menos grosero, parece que planea seguir regañándome mientras permanezca cerca de su fresita –, suponiendo que lo que dices es cierto… ¿Dónde carajos esperas que saquemos otro ángel?

-Que no es un ángel, es un duende.

-Por lo poco que te conozco, pienso, y casi aseguro, que así le llamaste por mero antojo –tsk, otro que alega conocerme mejor que mí mismo.

-Talves –le respondí muy a mi estilo –, y la verdad, estoy peor que tú respecto a información sobre duendes, esa vez Raziel se me apareció por puro antojo.

-¿Antojo? –Ichigo se empezaba a quitar las vendas. Es igual de terco que yo.

-Llegó, me insistió y dijo que me ayudaría a encontrar lo que me hacía falta a cambio de que yo cumpliera su deseo…

-¿Y lo cumpliste? –primera vez que me pongo a pensar sobre eso.

-No, al final cuando llegué a donde estaba esa pandilla de locos estuve planteándole una oferta a Aizen, quería quedarme y volverme fuerte.

-Ah, tu estupidez es igual de grande que tu ingenuidad –me echó Ishida en cara.

-Pero eso es independiente –alegó Ichigo –, una cosa es tu promesa con Raziel y otra muy diferente tu trato con ese tal Aizen.

-Cierto –mordí mi dedo pulgar, Raziel siempre podía usar sus poderes cuando estaba en problemas, verdaderos problemas y cuando nadie lo viese usarlos, aunque como excepción estaba aquella vez con los sujetos que atentaron contra él, de seguro terminaron traumados, el punto aquí es… -. Talves él pueda encontrar la manera de volver a mí, estamos sujetos por una promesa unilateral, básicamente. Ojalá mis divagues acierten aunque sea esta vez.

-Oye, Grimmjow, toma –me hizo entrega de una pequeña cosa en color azul turquesa.

-¿Qué es? –pregunté estúpidamente. Desplegué mi mano y pude ver un dije colgado en una cinta de cuero negro, un zafiro en forma de lágrima.

-Lo encontré tirado en el piso de tu casa cuando llegué con Ishida, no se porqué pero me recordó a algo que era tuyo… lo tenías antes de salirte de la mafia ¿cierto?

-Si…. –murmuré –. Perteneció a mi esposa –vaya no creí volver a decir ese título en mucho, pero mucho, tiempo –, bueno, la que lo iba a ser –me encogí de hombros y seguí mirándola nostálgicamente –, pero la pregunta aquí es… ¿Quién la tenía?

En Hueco Mundo.

-Déjame ir –dijo Ulquiorra desde su habitación, estaba con Raziel, encerrados. Le hablaba a su padre a través del sistema de cámaras instalado por Gin.

-No hasta que me asegure que ese maldito de Grimmjow muera

-Ni siquiera sabes cuándo ocurrirá eso –refutó.

-Estás muy insolente conmigo, Ulquiorra

-Nunca me habías encerrado –contestó –, no me ocurrió nada; ni a él –señaló a Raziel con la mirada –, ni a mí. Grimmjow no faltó a su trato contigo –de nuevo era el príncipe de Las Noches, su piel había regresado a ser de Porcelana fina, las bellas líneas negras que surcaban desde la base desde sus ojos hasta el límite de sus mejillas blancas reaparecieron al llegar a Hueco Mundo –, ¿No estarás faltando a tu palabra, o sí, padre?

-Hablaré después contigo –acabó la conversación. El príncipe se terminaba de acomodar la ropa superior. Llevó la diestra al bolcillo de su hakama y fue hasta donde estaba Raziel, un rincón alejado de él.

-Grimmjow no puede regresar sí no estas tú –aseguró mirándole. Raziel negó lentamente. Eso sorprendió a Ulquiorra y le ordenó que no hablase. Se agachó para susurrarle algo al oído –, entonces tendremos que salir de aquí –dijo, el niño de inmediato quiso animarse, pero daría cosas qué sospechar al empedernido Rey.

-No debes enojarte con tu papá –le dijo Raziel, cambiando la conversación, abrazándose a sí mismo y juntando las rodillas contra su pecho.

-¿Qué eres? –le preguntó con ese usual tono neutro. El niño levantó ligeramente la cabeza y le sonrió cuando una lagrimita se quería colar por sus bellos ojos color zafiro.

-¿Qué es lo que tú quieres, Ulquiorra? –le preguntó en una dulce vocecita. Le miró con ternura y esperó a que el ojiverde respondiese.

-Regresar con Grimmjow –respondió, importándole muy poco que su gruñón padre le escuchase.

-¿Por qué? Es un grosero, amargado, gruñón, una mala persona que sólo se importa a sí mismo, no se interesa por nadie más, no tienes porque perder el tiempo con un tipo como él.

-Eres pésimo mintiendo –dijo el príncipe. Raziel enmudeció –, sí creyeras eso en verdad jamás lo habrías traído aquí, lo transportaste a mi mundo por una razón, no sé cuál, ni me interesa; pero para responderte fácilmente: quiero regresar con él porque él es lo que yo he estado buscando, así de simple.

Raziel sonrió.

-Eso es justo lo que quería escuchar –se limpió las lagrimas, se levantó y sacudió las ropas –. Tienes razón, traje a Grimmjow para este lugar con un propósito, y ese era que encontrase a alguien como tú.

-Me toca preguntar los motivos –dijo calmado. El pequeño niño respiró hondo y levantó las manos en signo de pedir a Ulquiorra que lo cargase, y éste accedió al cabo de un segundo.

-Quiero que sea feliz –le respondió en medio de las más radiantes de las sonrisas –, y por eso, te sacaré de aquí, haré un trato contigo, te diré qué soy cuando lleguemos al Mundo Humano –le confió en secreto, llevando su dedo índice sobre el mismo dedo pero de Ulquiorra –, y a cambio de eso tú me harás un favor ¿si? –el príncipe no pudo negarse, y menos cuando esa carita llena de cierta melancolía le recordaba algo en especial.

Ulquiorra volteó a ver la cámara de vigilancia, cerró los ojos y asintió lentamente.

Con todo el poder que le sobraba, haciendo un esfuerzo extremadamente grande, y a pesar de las barreras impuestas por Szayel, Raziel le dijo a Ulquiorra al oído el precio de su trato, le regaló un beso en la mejilla y ambos se desvanecieron en medio de la habitación.

La locura se desató de nuevo en Las Noches.

En el cuarto de mando de todas las máquinas, Szayel estaba a punto de escupir espuma por la pura rabia.

-¡No! ¡Maldita sea! ¡¿Cómo pudo ese mocoso hacer eso?! –golpeó con fuerza la pantalla. Su muerte estaba casi asegurada. Aizen escuchó y vió todo. El peli rosado vibró al sentir la sed de sangre y muerte que se desató en el Rey de las Noches. Aizen estuvo apunto de penetrar el corazón de Szayel con la mano, pero llegó Gin y Stark a detenerlo.

Ambos le plantaron la mirada más seria que podían ostentar. Incluso el apuesto Stark no se estaba midiendo.

-Aizen-sama –empezó a decirle el Coyote –, tomamos todas las medidas que se pudieron, Szayel no podía competir contra el poder de ese niño, ni siquiera lo ha podido descifrar como criatura de un tipo especifico.

-Apártate, Stark –le miró pesadamente. En seguida el aura del ser más poderoso de Hueco Mundo hizo vibrar el Castillo entero –Szayel merece tener el peor de los castigos que me imagino –dijo apretando la quijada.

-Entonces que sea a mí a quien se castigue –alegó soltándole y poniéndosele en frente. Szayel veía todo sin entender.

-E-Espera, Stark Coyote –el científico fue a ponerle la mano en el hombro, tenía miedo, un enorme pánico hacerle sucumbir el cuerpo entero –, sí el deseo de Aizen-sama es que yo muera por mi incompetencia que así sea entonces… -el moreno le miró con cara de pocos amigos.

-Escucha, cucaracha rosada, ya decidí hacer un sacrificio por ti, la verdad es que me causa una flojera tremenda, pero te conozco, en cuanto te empiecen a torturar… llorarás como niña –se echó a reír. Casi olvidando la terrible escena en la que se encontraban.

Gin trataba por todos los medios hacer desistir a su amante de su decisión. No con palabras.

-Bastardo –masculló Aizen, librándose de Ichimaru para darse la vuelta –. Szayel…

-¡S-Si, Aizen-sama!

-Prepara el portal, no me importa que sea imposible, sacrifica lo necesario y lo que este en la posibilidad de cabeza de chorlito manejar, tienes dos horas.

-A-A Sus órdenes –de inmediato se puso a trabajar. El consorte real fue en persecución del Rey –¿por qué hiciste esa estupidez? –tecleaba dementemente y sus ojos no se despegaban de las pantallas –¿Sabías que Aizen-sama no te haría nada porque eres el segundo más fuerte? –empezaba a hablar pura incoherencia, estaba tan nervioso que no sabía hacer las cosas bien, sus lentes se le resbalaban por el sudor. El Coyote no respondió, sólo se fue acercando lentamente sin que el científico se diese cuenta –, sí, de seguro fue eso, supongo que te debo una… -en eso, sintió como era abrazado por la espalda. Un cosquilleo mudo le penetró en cada poro de su piel, erizándola al instante al tener la respiración sorda de Stark sobre su cuello –. ¿Qué haces?

-Fue en serio, todo lo que dije –respondió normalmente. El científico se sorprendió. Su mano enguantada recorrió la cintura del peli rosado, suavemente, hasta llegar a la mejilla -¿quieres recompensarme? Termina con esta cosa de una vez y ve a mi habitación –ofertó en medio de una sonrisita maliciosa que a Szayel no le causó nada de gracia.

-Lo-Lo pensaré…

-No te estoy dando más opciones –lo soltó –, anda, que Aizen-sama planea destruir el Mundo Humano sí no tiene a su heredero esta misma noche –aseguró con toda la ironía del mundo.

Mundo humano.

Pensé en Raziel todo lo que pude. Hasta el cansancio. Miré el techo blanco y levanté aquella joya que tenía años de no ver ¿Cómo la había perdido?

Recuerdo cuando se la regalé. Su sonrisa había sido suficiente pago para mí. Y hoy la encuentro en esta situación enferma. De nuevo estoy solo. O casi se podría asegurar.

Mi encuentro con ese pequeño duende me hizo darme cuenta de muchas cosas.

-¡Vamos, Grimmjow, muévete! ¡Ishida no se encuentra de buen humor como para esperarnos! –que no estoy solo –¿eh? ¿Por qué pones esa cara? –nunca lo he estado –, Grimmjow, no me sonrías de esa manera, me estás asustando –, sólo me falta una pequeña cosa para completar mi nuevo vicio –, He-Hey, Ishida se pondrá celoso si ve que me estás abrazando –me dio de golpes en la espalda con gesto ausente.

-Gracias…

-¿Qué?

-No lo repetiré –me alejo y me voy caminando con mi usual pose.

-¡Espera, espera, Grimmjow! ¡Me diste las gracias! –y así empezó su teatro. Tan común y mundano, como siempre.

Me cuelgo el dije y miro al Cielo.

Si, es exactamente igual al día en que me encontré con Raziel.

Es el mismo Cielo que existió cuando le propuse matrimonio a Nelliel.

Y hoy en día, estoy en la búsqueda hacia Hueco Mundo  a recuperar lo que me hace falta…

El mocoso tenía razón.

Incluso un pobre diablo como yo puede necesitar algo en esta vida.

Amor talves.

-Grimmjow –volteó inmediatamente a ver al dueño de esa voz. Pues no es el patoso de Ichigo ni el molesto de Ishida –, faltaste a tu palabra, no fuiste por mi –me reclama con aire neutro. Yo no hago otra cosa más que abrazarlo con fuerza. Lo apremió contra mi pecho, sintiendo su piel cálida, como nunca antes.

-Ulquiorra… -suelto el nombre como si estuviera acariciando el nombre de un Dios.

-Vine a buscarte –me dice bajito, se separa de mí, toma mis pómulos entre sus blancas manos y me besa.

Esto me basta. Realmente esto es lo que buscaba. Lo que anhelaba.

Y soy un completo inútil. Tuve que esperar a que vinieran a rescatarme. Qué idiota. Nunca puedo hacer algo bien.

Pero hay alguien que depende de mí, lo sé ahora, y hay más que piensan en Grimmjow, de cualquier u otra forma, odiándome, eso no me interesa.

Esto fue demasiado fácil…

-Espera… -mi alegría es acaparada por esa mirada verde, pero algo no está bien –Raziel ¿Dónde está Raziel?

Ulquiorra no me responde.

-¡Escúchame! ¿Cómo es que llegaste aquí sin él? ¡Responde! 

 

 

Notas finales:

El próximo... es el gran final....


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