Shuichi estaba sentado en el inmenso sillón de la sala en medio de la oscuridad, con la cabeza entre las piernas. Todo un cliché, cuantas veces había estado en similares circunstancias, cuantas historias lo habían visto llorar. Ahora, ahí, con los ojos siempre abiertos, la mirada perdida y la cabeza en blanco.
Simplemente ahí
Solo, miserable, solo y triste
Y solo, y roto, había sido humillado, manipulado y violado, y ni aun asi se sintió tan roto como en ese momento. Ahí, cerrando los ojos solo para parpadear de vez en cuando, con su corazón latiendo, sus pulmones respirando y si vida escapando a través de suspiros.
Se sentía cansado y cada vez mas helado, una mueca que bien pudo haber sido una sonrisa, de dibujó en su rostro, un leve temblor se apodero de su cuerpo mientras se sentía cada vez mas lejos.
- Esta es la última – se dijo, ya nunca más un desaire, nunca más una traición, ni mas mentiras, ni más dolor. Miró por primera vez su obra de arte, el color rojo inundándolo todo bajo sus pies.
-muy tarde cariño – pensó el pequeño mientras veía como la mancha se hacía cada vez más grande, expandiéndose en la pulcra alfombra del departamento del escritor
-bien, con esto me recordaras – pensó nuevamente – o al menos te obligará a comprar un nuevo departamento – se dijo con falsa alegría, pero ya estaba tan cansado.
Su vida se esfumaba, pero ya daba igual, porque se iba con una sola certeza, su recuerdo acompañaría a Eiri por el resto de sus días, destronaría a Yuki Kitazawa del lugar de honor en la mente del escritor, y quizás con un poco de suerte de su corazón.
Sonrió por última vez antes de recostarse hacia atrás, con la cabeza apoyada en el sillón y ambos brazos colgando. Dedicó un último pensamiento a su escritor y se rindió a la oscuridad que cada segundo lo consumía un poco más.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Hacia mas de un mes que había salido de viaje, hacia casi un mes que no sabía nada de Shuichi. Sus amigos aseguraban que el pequeño había dijo que se iría de viaje a un lugar lejano que no quiso especificar, que lo necesitaba para reponerse de su ruptura con el escritor.
Tenía un extraño presentimiento que aumento al llegar a su edificio. Subió el ascensor algo receloso y caminó por el pasillo con lentitud. Se paró frente a la puerta, observando como una mosca pasaba a su lado sin prestarle mayor atención.
Al abrir la puerta principal un nauseabundo hedor lo inundó todo, haciéndolo desorientarse por un segundo, mientras lo invadían una ganas horribles de vomitar, frente a él, todo cubierto de enormes y asquerosas moscas el cuerpo medio putrefacto de su ex – amante, rodeado de un halo de color marrón que pretendía ser sangre y en la blanca pared que daba al recibidor, con letras que intentaban ser rojas, tres palabras terminaban con todo “por siempre juntos”
Fin