Lullaby - Kannazuki No Miko
Noches intranquilas. El sueño constantemente se negaba a hacerle un favor. Días en los que no paraba de bostezar y cabecear.
Himeko Kurusugawa estaba sufriendo de insomnio. Pero ¿cuál era la razón? Tenía una dieta saludable: se aseguraba de comer tres veces al día; no se sentía estresada ni tenía razones para estarlo ¿miedo? No sentía tal cosa. Pero tan cansada estaba que no tenía energías para pensar en ello. Llevaba tiempo sin un descanso decente y tenía varias tareas que cumplir, pues Chikane estaba de viaje. Era la primera vez, en sus 19 años, que algo así le pasaba.
Entre labores se encontraba, cuando se percató que la noche ya había caído. Poco le importó y con cansancio recorrió su hogar buscando qué hacer. Ya ni intentaría conciliar el sueño. Pasadas las 2 de la madrugada un sonido atrajo su atención. Caminó hacia la puerta de entrada.
Sus ojos se iluminaron y una sonrisa borró todo cansancio de su rostro. No dijo nada, solo corrió hacia la recién llegada y le plantó un beso sobre los labios.
Las palabras sobraban y ellas bien lo sabían, así que ni intentaron colarse. Ese beso y una sonrisa bastaron para expresar todo lo que tenían dentro.
- Perdón por no llamar antes, me tenían hasta el cuello y por no avisar que regresaría ahora, pensé que estabas durmiendo. – Pronunció con una suave voz, la más hermosa melodía que los oídos de la rubia pudieran captar.
- Lo que importa es que ya estás aquí. – Respondió Himeko. La abrazaba de un modo algo posesivo, dando a entender que no planeaba soltarla fácilmente. Su cabeza apoyada en su pecho, escuchaba el palpitar de su corazón. Entonces se sintió completa.
- Parece que tenías mucho sueño. – Sonríe con ternura al notar que su princesa se había quedado dormida ahí, de pie, sin dejar de abrazarla.
Sin muchas dificultades, la cargó con delicadeza y la llevó hacia la habitación. Con mucha más delicadeza aún, acomodó a Himeko sobre la cama, sin soltarle la mano y como si tocara a un ángel acarició su mejilla.
- mi Chikane – murmuró entre sueños la bella jovencita.
Una sonrisa nuevamente escapó de sus labios y le besó la frente. Sin pensarlo más se echó a su lado. Ambas entonces abrazaron juntas el mundo de los sueños.
Todo lo que necesitaba Himeko era a Chikane. Sin ella, Himeko no podía ser Himeko; Himeko no podía estar completa. Eso bien su cuerpo lo sabía. En las noches ni el sueño llegaría, a menos que tenga su canción de cuna: sus dos corazones latiendo a la par; los cálidos brazos de Chikane abrigando su alma; su voz amándola. Su voz, su voz, su hermosa voz.
Solo Himeko podría no darse cuenta antes, pero su torpeza era algo casi, casi tan cautivante como toda ella.
completando el mínimo de palabras
e s p e r o s u s o p i n i o n e s !