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Cotard Syndrome por Mad Alice

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Notas del capitulo:

Lo sé, merezco las penas del infierno. Espero que sigan ahí Q___Q...

El colegio me consume en todo sentido. He tenido problemas...En fin, no he tenido tiempo ni la inspiración necesaria para escribirles un buen capitulo. Pero, finalmente, lo logré! No está tan largo, lo lamento, pero creo que era necesario cortarlo donde lo corté.

El otro posiblemente será el último...o quizás queden dos más, depende de lo que se me ocurra. Pero ya se viene el final u.u

Nenas, gracias a quienes han esperado y han seguido pendientes. Y gracias también a quienes esperaron pero se dieron por vencidas ;___; Lo siento mucho. Sólo les pido que no crean que abandonaré esta historia. Perdón de nuevo por tanta demora...

Ojalá les guste, y no me castiguen dejándome sin comentarios ): Las quiero mucho! <3

Disfruten y, por favor, critiquen! <3

No necesitó esperar demasiado, aunque con lo ansioso que estaba los minutos pasaron como eternidades. Al final, el menor salió media hora después de haber entrado, con un rostro inexpresivo. Justo detrás de él y escoltándolo venía el médico, que le hizo un ademán indicándole que debía hablarle.

-¿Cómo te fue? –Le sonrió intentando sacar algún tipo de emoción de los ojos del más bajo-

-¿Por qué me lo preguntas? Él te lo dirá ahora mismo.

Lo observó sentarse mientras su sonrisa perdía fuerza. Decidió no decir nada más e ingresar rápidamente a la habitación fuera de la cual había estado esperando.

-Ya vengo…

Ruki asintió como si nada y se sentó. Una vez dentro del lugar, se sintió intensamente presionado. Debían ser las ansias, el nerviosismo, el estrés. Pero, ya sentado, tampoco conseguía mantener quietas sus manos.

-¿Y bien…?

-Como esperaba, el avance hoy fue casi nulo –comenzó el hombre, resignado- Pero no se preocupe, las cosas son así. Como usted se imaginará, él desconfía en demasía, se reprime, no bajará la guardia fácilmente. Para eso, necesitamos seguir con el análisis –limpiaba sus lentes-

-Pero…en media hora, algo debió decir...al menos para que lo dejen en paz.

-Sólo contestó con monosílabos…lo primero que se le venía a la mente…Aunque eso aporta un poco, me ayuda a comenzar a conocerlo. De todos modos, no hay información alguna que deba informarle, únicamente lo llamé aquí para explicarle eso.

Asintió desanimado.

-Le daré la receta de los medicamentos que debería comenzar a suministrarle desde ya… -dijo pensativo mientras anotaba, con aquella casi ininteligible letra de doctor, en una hoja de papel, para después arrancarla y entregársela- Y nos veremos en una semana. O antes…si lo estima necesario.

Tuvo la precaución, esta vez, de guardarla bien doblada en el bolsillo de su pantalón. Luego de una mutua reverencia, se vio fuera de ahí, caminándose hacia el vocalista que lo esperaba sentado.

-¿Vamos? –le sonrió nuevamente, ante las ansias que el otro intentaba disimular cuando el bajista salió-

-¿No vas a decirme nada?... –pronunció con timidez. En el fondo, esperaba algún tipo de regaño…aunque no entendía muy bien por qué-

-No… ¿Por qué debería hacerlo? -Apretando su mano cálidamente, trató en infligirle algo de paz. Alejar todo eso de su mente por lo que quedaba de esa jornada- Vámonos de aquí.

 

 

Observó su reloj otra vez con impaciencia. Ruki llevaba ahí dentro más tiempo del que solía, y estaba poniéndose nervioso. No escuchaba ruidos, no escuchaba conversaciones, tampoco signos de algún arrebato como había sucedido un par de veces. No se oía nada. Intentó respirar profundo, cerrando los ojos… ¿Hace cuánto que no escuchaba una palabra salir de esa boca? Desde que habían empezado esas terapias… ¿Hace cuánto, exactamente? Un par de meses, quizás. El menor hablaba cada vez menos, su rostro perdía la expresión, y esas sombras bajo sus ojos eran más oscuras. Se encerraba en el baño con frecuencia, y él esperaba, sin escuchar nada tampoco…luego lo veía salir sin expresión, ni siquiera signos de haber llorado. Cómo rogaba que al menos volviese a llorar…algo que le demostrara que lo que Ruki creía no era cierto. Que le demostrara que seguía vivo…

A pesar de que ahora comía casi con normalidad, tenía que recordárselo, el otro ni se molestaba en negar. Los fármacos lo volvían débil, pero continuaba tomándolos. Las preguntas del médico le hostigaban, pero seguía respondiéndolas… ¿Por qué?

“Entraré a esto por ti, Reita. Sólo por ti.”

Cerró los ojos con fuerza, obligando a las lágrimas a no desbordar. ¿Cuánto hacía desde que el otro no esbozaba una sonrisa como la que le dedicó junto a ese sacrificio? ¿Cuánto hacía desde que no le dedicaba una mirada fugaz?

Todo era silencio sepulcral, lo que lo llevaba a sentirse solo en el hospital entero, como si nadie más morara por los pasillos, dejándolo abandonado con su culpa. Sabía que ese ambiente, tarde o temprano, acabaría matando a quien él había entregado a manos de esas personas de blanco.

Entonces, si lo sabía, ¿por qué no lo sacaba de ahí?...Se lo preguntaba una y otra vez, cada vez que lo veía desaparecer tras esa puerta y se disponía a esperarlo. Pero él conocía la respuesta. Porque era el único camino que tenía a una posible mejoría…

Una mejoría. Rió para si mismo. ¿Realmente sería posible?

Aguantó dos semanas más. Aguantó otro mes entero. Ruki también seguía aguantando.

-Queda una posible solución.

Su corazón, ingenuo, saltó al escuchar esa frase que debería sonar esperanzada, sin embargo, la expresión grave del médico que tantas veces había visto, le mataba.

-Pensé que…ya estábamos en camino a solucionarlo… -reprimió la rabia con la que sus palabras deseaban sonar, después de pensar mejor lo idiota que estaba siendo al ilusionarse-

-Claro que sí. Pero, como sabe, no hemos avanzado demasiado.

-Dígame de una vez, ¿A qué más hay que someterlo?

-Suzuki-san, esto no se trata de someter, es—

-No me importa…Sólo dígalo –suspiró-

Después de escucharlo, hubiese querido no insistir tanto. Soltó el aire en una risa incrédula… ¿Era enserio? Seguramente preguntó, pero no estaba seguro de cómo había reaccionado. Volteó y se alejó un par de pasos, echando su cabello hacia atrás.

“Tratamiento Electroconvulsivo”  

Se apresuró en regresar esos pasos que se había separado, y unos cuantos más, pasando a llevar al médico, para abrir la puerta que encerraba al menor. Se precipitó hacia él y, tomando su temblorosa mano, lo levantó.

-Ven.

Caminó casi arrastrándolo fuera de ahí, ante la mirada preocupada de la enfermera que siempre lo resguardaba y del hombre que anteriormente le había estado hablando sobre cosas de las que no quería oír más. Bajó por las escaleras los tres niveles que lo separaban de la salida, con Ruki tras de él avanzando a trompicones los escalones y pidiéndole débilmente que fuera más lento.

-No puedo. Sólo camina.

Su corazón se aceleró y luego se saltó unos latidos cuando sintió el aire fresco del exterior, como sacudiéndolo. El más bajo, visiblemente cansado y molesto, se zafó de su agarre.

-¿Qué te pasa? –preguntó violentamente a sus espaldas-

Jadeando, se apoyó en una de las paredes del edificio y resbaló hasta caer sentado pesadamente. Con su cabeza, que parecía querer estallar entre sus manos, mordió su labio inferior. A través de sus dedos, pudo ver los pies de Ruki acercarse a él lentamente. Luego se inclinó, y sintió como un alivio su mano fría posarse en su frente. 

-¿Qué te pasa? –preguntó ahora, realmente extrañado y más sutilmente-

¿Qué podría contestar a esa inocente y preocupada interrogación? Sonrió, sintiendo sus ojos arder por la humedad. Tembló ligeramente. Su mente horrorizada.

Definitivamente, no podía hacerlo… ¿Cómo sería? Le aterraba la sola idea…Le repugnaba… El cuerpo débil de quien ahora lo acariciaba, tembloroso, sujeto de pies y manos a una camilla mientras con electricidad jodían su cabeza un poco más. Y él debía dar su consentimiento a eso... Acabarían matándolo. Y si pasaba, él no dudaría un segundo en acompañarlo.

Pero lo que más lo hacía sangrar por dentro y le llenaba de pavor, era que, una vez solo y cegado por la inútil esperanza, mientras el otro dormía unas escasas horas, lo pensaría mejor y reconsideraría la recomendación…para, finalmente, acabar accediendo… y unos días después se encontraría observando impotente las convulsiones que le inflingían al menor en una sala fría a la que él, nuevamente, ni podría tener acceso, ni podría consolar a quien amaba y deseaba proteger con su vida…  

  


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