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Cotard Syndrome por Mad Alice

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Notas del capitulo:

Capitulo recién finalizado~ Llegué y comencé a escribir *___*

Me gusta mucho como lo terminé, es un momento especial en la historia, espero que logre sacarles una sonrisa ^^ quizás por primera vez desde el comienzo del fic XD

Como siempre, gracias por cada uno de sus comentarios!

Disfruten y critiquen <3

-Está dormido… -dijo antes de que cualquiera le preguntara nada-

Acababa de salir de la habitación en donde tenían al menor prácticamente recluido. De ninguna manera lo dejaría ahí esa noche ni ninguna otra, pero debía esperar a hablar con los médicos que lo habían atendido.

-¿Se encuentra bien? –Preguntó el líder sin ánimo-

Su cara formó una mueca. “Bien”…esa no era la palabra. Tampoco “a salvo”, ni siquiera de si mismo. Se limitó a mover la cabeza a modo de negativa.

-No lo sé, Kai…

-¿Por qué está ahí? –Uruha esta vez, serio-

Suspiró. No quería hablar de eso... ¿Cómo contarle a sus compañeros que Ruki estaba dopado en esa habitación blanca sobre una cama donde no estaba cómodo, ya que había roto varias cosas de la oficina de esos médicos al reaccionar agresivo quizás sin ningún motivo?

-Tienen que… evaluarlo –buscando la palabra adecuada-

Sabía que ninguno quedaría conforme con esa respuesta, y que aquella era su manera de decirles que no deseaba hablar de eso. Logró detener sus preguntas, ahora estaban sentados los cuatro en un silencio sepulcral. Fue cuando se dedicó por unos segundos a observarlos. Uno por uno, sus rostros casi demacrados, sombras oscuras bajo los ojos y en sus semblantes. La mirada perdida de Aoi en algún punto del suelo, al que seguramente le pedía explicaciones en su fuero interno. La tristeza impregnada en cada pequeño gesto de Kai, sus manos, que en otra ocasión se moverían inquietas como si sujetaran baquetas, ahora estaban inmóviles sobre sus rodillas. La rabia de Uruha, la mueca en su boca y sus brazos cruzados sobre su pecho. Todos esperando que se abriera la puerta junto a la cual esperaban que Ruki saliera.

Poco a poco pasaron minutos, hasta convertirse en un par de horas. Casi no habían cambiado de posición sobre las sillas en las que esperaban. El bajista no hacía más que preguntarse una y otra vez, mirando un reloj cercano, si el menor habría despertado…qué habría pasado con él antes, por qué habría reaccionado así.

De pronto, un hombre de aspecto mayor, que no vestía una bata blanca como todos los demás, de barba espesa y anteojos, se acercó a él y le pidió que lo acompañara. Lanzó una mirada a los otros tres mientras se levantaba para seguirlo.

-Oigan…-los llamó- Sé que han estado esperando mucho y que quieren verlo…-suspiró- Pero les pediría que, por favor…no ahora –se sentía terrible al negarles ver a Ruki una vez más, pero no los expondría ni a ellos ni al menor a otra reacción como la que había tenido…No podía anticipar cómo actuaría al verlos en ese momento-

Asintieron cabizbajos. Les dedicó una sonrisa de despedida, agradecido; eso le aliviaba mucho más la tarea.

El hombre lo guió a la misma oficina donde había estado antes, la que también daba a la habitación blanca. Ahora esa puerta estaba cerrada. Se puso nervioso. Pronto estaba sentado y el gran escritorio, ahora sin pedacitos de vidrio, se encontraba en medio de ambos.

-Supongo que…le han explicado lo que padece su amigo –comenzó con calma-

-Mh…

-Le explico lo que pasó…Lo trajimos aquí para evaluarlo, nunca habíamos tenido un caso de estos aquí…y bueno, él se negaba a responder preguntas, insistía en que quería verlo a usted, y como era de esperar, en un momento se descontroló.

Asintió con la cabeza lentamente, esperando que prosiguiera. Una de esas frases quedó resonando en su cabeza, como el sonido profundo de una campana, angustiándolo. “Como era de esperar”…

-No crea que esta fue la primera y última vez…Este tipo de reacciones son comunes en el trastorno. Él va a seguir actuando de esa manera en ocasiones, lo más probable es que sin un motivo aparente…es parte de todo esto. Usted lo verá comportarse de formas que quizás no son para nada propias de él.

-Solo quiero saber qué debo esperar y cómo puedo protegerlo.

-Es difícil –mierda, ya sabía eso- Se negará a comer o beber, no tomará iniciativas propias. Él ha fallecido, está convencido. Por lo mismo, puede volverse…temerario, imprudente, incluso suicida, al saber que nada podría hacerle daño. De alguna forma, se sentirá inmortal. Pero todo eso tiene un tratamiento, y deberá seguirlo.

Alzó la mirada al escuchar lo último.

-No voy a medicarlo –de solo imaginar verlo igual a como lo había visto ese día…verlo así todos los días-

-Debe hacerlo…Es vital controlar sus conductas agresivas y suicidas. Puede hacerse daño a si mismo, o a usted. El paciente no está--

-Él no haría eso…nunca, ni siquiera en este estado.

El hombre suspiró algo cansado.

-Quiero llevármelo, ahora –se levantó de su asiento- ¿Ya despertó?

El sujeto se levantó al mismo tiempo que él, entregándole un papel, una receta.

-Tenga –lo dejó sobre el escritorio frente al bajista-

Lo tomó. Sintió un escalofrió recorrerlo al leerlo. Era una receta, llena de aquellos nombres tan complicados de medicamentos. Calmantes, sedantes. Pensó si tendría que llegar alguna vez al punto de tener que utilizar esa droga con el menor. Ruki siendo violento con él. ¿Agresivo?

El sonido de una puerta cercana que se abría lo hizo guardar rápidamente la receta en su bolsillo. Al voltear se encontró otra vez con la delgada figura de su decaído vocalista. Se adelantó hacia él para guiarlo, acariciando su mejilla fugazmente solo para notar lo frío de su cuerpo. Quitándose el abrigo para colocárselo al menor, salieron de ahí, antes de que cualquier persona en bata blanca osara dirigirse a él de nuevo

-¿Tienes frío?

El otro negó, abrigándose más con la prenda del mayor, mientras este le pasaba un brazo por el hombro, atrayéndolo a él y brindándole un poco más de su calor. Notó lo retraído que estaba, mirando al suelo fijamente, completamente dentro de su mundo. Seguía así en las escaleras, en el camino en el auto. Al ingresar por fin al departamento, el bajista no pudo soportar más el silencio.

-Habla conmigo… -lo detuvo, tomándolo por los hombros- Cuéntame qué pasó ahí…dime qué piensas.

El más bajo lo miró con infinita tristeza, con miedo, como las personas que han sido abusadas de alguna manera y mueren por gritar su sufrimiento, arrancárselo de encima.

-Quisiera… -notaba en su mirada cómo deseaba sincerarse-

-Puedes hablar, Ruki…aquí no hay médicos, no hay nadie más que yo –sonrió para darle confianza-

-Quisiera…poder estar contigo como antes…

Parecía hablar consigo mismo, luchar contra algo muy fuerte que retenía sus deseos.

-Pues no hay…nada que te lo impida –por primera vez en esos días, sentía dentro de él una felicidad creciente ¡Quizás el menor comenzaba a volver a la normalidad! Necesitaba esa oportunidad para hacerlo volver-

-Reita, por favor… -soltó una risa irónica, huyendo de los brazos del bajista-

-No, no es así. Tienes que escuchar--

-¡Qué! ¡Qué tengo que escuchar! ¡Eres tú quien debe oír bien lo que te digo! –Comenzaba a quebrarse- ¡Esto es horrible!…No tienen idea de cómo duele –llorando ahora sin reprimirse, abrazándose a si mismo, presionando sus uñas contra sus brazos como si no sintiera ningún dolor- ¡Nadie tiene idea de cómo duele!

-Detente –dolía verlo despedazarse-

-¡No! No tienes idea de cómo fue… ¡Me tenían ahí como un enfermo! –se levantó yendo hacia él de forma amenazante-

-Ruki, basta… -sujetándolo de las muñecas mientras forcejeaba-

-¡Nada de esto estaría pasándome de no ser por tu culpa!

-¡Yo no te hice esto! ¡Estás loco! –soltándolo bruscamente-

Incluso antes de acabar la frase, ya estaba arrepentido. ¿Cómo había podido...?

Sus palabras parecían haber azotado al menor, de pronto estaba ahí…callado e inmóvil, con la mirada clavada en la suya. Sus ojos vacíos, sin ningún rastro del coraje anterior, sin profesarle ni siquiera rabia. Estaba herido, y de eso si tenía toda la culpa.

-No…perdóname…

Respiró profundo intentando recobrar la calma, cerrando los ojos y echando su cabello hacia atrás.

-Ruki…no quise decir eso…perdóname…

Pero el menor ya no estaba cuando volteó. Lo buscó con la mirada en todos los lugares donde alcanzaba a ver, hasta que una suave brisa, proveniente de su habitación, le rozó el rostro. Corrió a buscarlo.

-Ruki –se sintió presa del pánico al verlo- Quítate de ahí…

Se encontraba sentado sobre la endeble barandilla del balcón, con las piernas colgando libremente hacia fuera, sobre la gente que caminaba ocho pisos más abajo. Su pequeño cuerpo parecía ser capaz de salir volando con el aire suave que a esa hora corría.

Reaccionó y, sin perder más tiempo, se aseguró de sujetarlo, abrazándolo desde atrás por la cintura, protegiéndolo.

-Es inútil, Reita, ya no puedes cuidarme… -su voz no contenía ninguna emoción en particular, menos su mirada…solo pendiente de cómo a lo lejos el sol casi tocaba el horizonte. Y el cielo…y las nubes…se teñían de un tono rosa, coloreando su piel-

-Solo déjame sentir que puedo… ¿No te gustaría eso?

Sin darse cuenta, dejando que las palabras surgieran verdaderas de sus labios, logró hacerle sonreír. Lo miró, y al ver su perfil iluminado por el sol rosado, pudo ver además el destello propio de sus ojos, aquel que siempre había brillado y que casi había creído perdido.

-¿No te gustaría imaginar por un ratito que nunca te fuiste? –Ahora cerca de su oído-

-Claro que sí… -sonriendo, dos lágrimas de alegría rodaron por sus mejillas-

-¿Me harías realidad el sueño de estar contigo como antes?...

Lo apegó más fuerte a su pecho, logrando captar al fin un poco de calor en su cuerpo.

-Aquí estoy…

Su voz nunca había sonado tan melódica, su expresión nunca se había visto tan serena, como ahora que volteaba y sus rostros se hallaban frente a frente, las puntas de sus narices rozándose. Se daba cuenta de que seguía tan hermoso.

Jamás había sentido sus labios tan suaves…

Notas finales:

Se merecían un momento de paz, verdad? Sobre todo Reita!

Ojalá les haya gustado, nenas. Saludos!


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