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Fénix por karin_san

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Notas del capitulo:

Segunda parte

II

El taller seguía con su letrero torcido de “Polvo estelar: destellantes reparaciones al más bajo costo”, aún recordaba las veces en que obediente a Mu lo puso en un ángulo de 90 grados así como las ocasiones en que éste amanecía nuevamente en uno de 45° “es el modo en que los dioses nos desean buena suerte” solía decir el anciano abuelo de Mu mientras su nieto fruncía sus puntos rojos. No había muchos autos fuera corroboro el automovilista tras bajar de su Lamborghini, a decir verdad, el negocio de los Aries nunca se había caracterizado por ello tampoco, era uno más bien familiar y que servía perfectamente para mantener a una familia austera y sencilla, sin grandes ambiciones económicas aunque sí un sueño, el sueño hace poco más de cinco años ya cumplido de que la vieja Fénix ganará la carrera anual de Rodorio. Él había sido el piloto en esa carrera que asombró a los espectadores casuales cuyos contactos lo llevaron a ser piloto de fórmula uno. Sólo cinco años atrás, sólo cinco. Suspiró antes de golpear sobre la puerta de chapa. El taller seguía oliendo a aceite quemado y grasa, siempre le había gustado ese olor, desde niño, por ello cuando de adolescente tuvo chance de convencer a los ancianos de trabajar en su taller no le importó que ellos sólo pudieran pagarle un magro sueldo, porque lo que amaba eran los autos; el olor de los autos. Nadie respondía, caminó por el amplio galpón, solía haber más autos en su interior años atrás pensó el griego, luego recordó que su hermano dijo que muerto Sage y enfermo Hakurei Mu no daba a basto con el negocio, que estaba completamente solo.

“Al viejo Hakurei no le queda mucho, pensé que deberías saberlo, olvidar tu orgullo y… volver”

Esashabían sido las palabras de su hermano gemelo, Saga, el doctor del pueblo.

En ese pequeño poblado del sur griego en que los tibetanos se habían establecido todos sabían que el viejo cascarrabias tenía unas manos especiales para los vehículos. Eso era indudable comprobó pocos días después de comenzar a trabajar con él y su familia como instructores, de haber querido el viejo pudo haber amasado una gran fortuna y no conformarse con arreglar gomas y motores de autos de campo. Mu había heredado ese talento, él también parecía “oírlos” cómo solía decir Hakurei… allí estaba, casi al final del garaje, inclinado sobre el motor. Unas tenazas asomaban por el bolsillo de su jardinero de jean que solo se prendía por el lado de su hombro izquierdo, la coleta de su cabello largo y lila estaba al final de su cabello, el sudor pegaba el flequillo a su frente. Aun mordía su labio inferior cuando no estaba seguro de cuál era el problema del vehículo que reparaba, Kanon se sonrió. Pensar que cuando empezó a trabajar con los ancianos Mu tenía la edad de Kiki y ya la suficiente habilidad para instruirlo a él.

-Dice el viejo que tratas de resucitar al fénix de sus cenizas.

El sonido metálico de una herramienta chocando con el piso interior del coche tras escurrir por sus dedos le anunció que había sorprendido a su vejo amante.

-¿Qué haces aquí?-gruñó el más joven tanteando con sus manos en busca del destornillador perdido.

-Pensé que quizás necesitaras la ayuda de un especialista.

-Ja. Lo único en que eres un experto es en juntar billetes y amantes por lo que leí en los diarios.

Su pómulo rígido, acorde a sus palabras, reflejaban su furia.

-Ya imagino que debes tener pegados los recortes en tu habitación porque no te cansas de leer lo que hago con mi vida ¿cierto? ¿Eh?

Un sonrojo tiñó las mejillas de Mu, ciertamente si conservaba en un cajón y bajo llave para que ninguno de los curiosos miembros de su familia los encontrara en su poder esos recortes. Los había juntado por años. Los había intentado quemar por años. Los había atesorado como las cenizas de su corazón por años.

-Aunque no quisiera enterarme tu hermanito el doctor o el almacenero del pueblo o el zapatero… cualquiera me lo hubiera contado ¡es gracioso! apenas empezaste a salir por tele todo el mundo empezó a hablar maravillas de ti y decir “yo soy amigo del gran Kanon, yo veía su talento desde que era solo un niño huérfano”

-¿Así que de “vago sin proyecto de vida y corruptor de menores” me convertí en el “gran Kanon, ejemplo moral de este pueblo”?

-Algo así-se limitó a decir Mu tratando de concentrarse nuevamente en su tarea.

-¿Y qué le pasó al pajarito rojo que no vuela?

-Eso quisiera saber, lleva años parado, la última vez el abuelo dijo que no perdiera el tiempo, que era un repuesto que no se conseguía, que lo dejara… morir.

-¿Y entonces por qué rayos estás aquí con él y no con tu abuelo?

-Debo arreglarlo.

-¿Por qué?

-Eso no te importa… ¿creí que ya no te importaba un carajo nada de Rodorio o el taller o mi familia o yo… nada ni nadie ¿qué haces acá?

“Deja de mentir ¡si tanto te importáramos te quedarías”

“Pues si tanto me quisieras me dirías que vaya, que cumpla mi sueño ¡vendrías conmigo Mu!”

Los ecos de esa discusión dolorosa también en ese mismo lugar, en el escenario tanto del nacimiento de su amor como de su muerte seguían golpeando en su cabeza.

-Pasaron cinco años ¿aún sigues creyendo esa tontería? No seas tan orgulloso, Mu, yo ya no lo soy, por eso estoy aquí. No podía dejarlos atrás, nunca pude dejarlos atrás.

“Eres un idiota, igual que todos los que viven encerrados en este pueblo ¿sabes qué? ¡Me voy! Me importa un carajo seguir perdiendo tiempo con un imbécil como tú ¿crees que no puedo conseguirme cualquier puto que me la chupe mejor allá?”

“Plaff”

Instintivamente acarició su mejilla al recordar el golpe de Mu en aquella ocasión.

-¿Te sientes un gran samaritano viniendo a ver a mi abuelo porque se muere? No digas que estás aquí porque te importamos, estás aquí porque te remuerde la conciencia ¿no?

“Vete. Púdrete en oro o mataté en una carrera. Lo único que quiero es no saber de ti en lo que tenga de vida”

Y cerró la puerta del garaje al irse esa última vez que lo vio con la misma fuerza con la que ahora cerró  el capo del Fénix para alejarse con el motor en mano y colocarlo sobre una mesa de madera.

-No, Mu, si no regresé fue por orgullo, el mismo orgullo por el que no fuiste capaz de tomar el teléfono y decirme lo que pasaba. Sólo un estúpido orgullo ¿no lo reconocerás?

-Pásame la pinza seis y aceite-se limitó a decir el menor.

-¿Revisaste el radiador?-inquirió el griego mientras entregaba lo solicitado.

-No creo que sea eso.

-Nunca está de más revisar ¿no?

-Te ensuciaras tu camisa de marca.

-Eso es fácil de evitar-se jactó el mayor desabotonando su camisa; provocando que de nuevo muerda su labio inferior.

Con la rabia de años acumulada de su ex esa sería una tarde complicada, pensó.

 

Notas finales:

Gracias por leer!


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