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Crónicas de Acero por Tabris

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El Palacio de Oro y Mármol constaba de casi un centenar de edificios que iban desde la Cámara de las Casas, lugar donde se desarrollaba toda la política de las Islas Celestiales, hasta las Embajadas de cada una de las Casas.

 

En el interior de la Embajada del Acero, la actividad de los sirvientes era frenética. Su líder había llegado el día anterior y darle acomodo al centenar de miembros de su comitiva les había llevado buena parte del día. Tras pasar una noche tensa debido a las circunstancias de su llegada, la comitiva había logrado descansar algunas horas. Pero ahora les tocaba afrontar su primer día en la Capital.

 

- Lo que no podemos negar es que hemos dejado huella. – La áspera voz de Sato, Maestro de Pistoleros y Protector de Ryu retumbó en las habitaciones privadas del líder de la Casa. Ryu permanecía de pie mientras observaba la ciudad a través de la gran cristalera de la habitación. Kane permanecía sentado en un sofá tapizado en cuero rojo. El joven de ojos dorados bebía té con aire ausente. – Los de los Bosques no permanecerán en silencio.

 

-Jeje. – Se rió Ryu. - ¿Y qué harán? ¿Reafirmar su declaración de guerra? – El hombre de cabellos blancos sonreía desde su posición privilegiada. – En nuestra última batalla quedó claro que no saben combatir.

 

- Nuestros fusileros y cañones no les dejaron muchas oportunidades para combatirnos. – Comentó Sato con cierto tono de reproche. – No debemos ser tan altivos. El exceso de orgullo precede a la caída.

 

Kane depositó su taza de té sobre una mesilla. – Qué aburrido. – Dijo el joven con un suspiro. Se puso en pie y se encaminó a la salida. – Voy a ver como es el Palacio. – Con un sencillo gesto de la mano se despidió de su padre y el Protector y salió de la habitación.

 

Los dos hombres se quedaron en silencio un largo rato.

-¿Y bien? – Preguntó Sato finalmente.

-Esta tarde me reuniré con la embajadora. – Ryu respondió secamente.

El protector dejó su taza de té al lado de la de Kane. - ¿Y si la Casa de la Seda no acepta?

Ryu contempló la imagen de su amigo reflejada en la cristalera. – En verdad poco importa. – Se dio la vuelta para mirar a los ojos del Protector. – Ya tenemos quienes las sustituyan.

 


 

Kane se dedicó a deambular por los edificios y jardines del Palacio durante un buen rato. Todo en aquel lugar estaba perfectamente ordenado y mostraba una pulcritud que rondaba en lo obsesivo. Kane no pudo evitar pensar que todo lo que observaba no era más que una máscara que mostraba una perfección ajena a los seres humanos. Llegó a la conclusión de que a aquel lugar le faltaba la calidez de la imperfección humana.

 

Su deambular terminó por llevarle a un edificio de baja altura del que salía el sonido de espadas entrechocando. Kane se adentró en el edificio y descubrió una arena de entrenamiento.

 

Dos docenas de guerreros de la Casa del Cielo intercambiaban golpes con unas espadas de metal auténtico pero carente de filo. Aquellas espadas no podían cortar pero sin duda alguna un golpe de ellas debía de dolor. Los guerreros empleaban corazas y máscaras de bambú para proteger sus cuerpos de los golpes. Kane se quedó mirando el entrenamiento desde las sombras.

 

-Bonito adorno.

 

Una voz suave sacó a Kane de sus pensamientos. Se volvió para ver de donde había salido aquella interrupción.

 

Iba ataviado únicamente con unos pantalones blancos con el musculoso torso al aire y descalzo. El largo cabello estaba recogido en una elaborada trenza. Sostenía una espada de hoja larga y fina con su mano derecha. Los dorados ojos de Kane volvieron a cruzarse con los ojos escarlata del chico que le había observado desde le balcón.

 

-¿Qué decías? – Preguntó Kane al chico.

-Bonito adorno. – Volvió a decir el de ojos rojos señalando con su espada la propia arma que Kane llevaba en la cintura.

Su espada era la mitad de larga pero mucho más ancha y con dos filos. Tras los acontecimientos del día anterior, su padre había decidido que era mejor que no se paseara por ahí con la pistola y el arma de filo era la única que colgaba de su cintura.

-No es un adorno. – Comentó Kane depositando su mano izquierda sobre la empuñadura de la pesada arma.

El de ojos rojos sonrió con la sonrisa de un depredador. – Demuéstramelo. – Y se encaminó al centro de la arena.

 

Kane reparó en que tras el chico, tapada por él, estaba de pie una muchacha de ojos azules con un cortísimo vestido negro de sirvienta. La sirvienta le sonrió de manera dulce pero Kane observó en sus ojos una hostilidad homicida. La sirvienta se dio la vuelta y volvió a sumergirse en las sombras de la arena.

 

Kane devolvió la vista a la arena y observó como los guerreros se habían apartado dejando sitio al hijo de su Señor. El joven de largo cabello se situó en el centro de la arena con la espada en una posición de guardia baja.

 

El del Acero evaluó al muchacho de arriba abajo. Sin duda alguna aquel joven tan atlético era un gran espadachín. Kane se encogió de hombros. Bueno, no tenía nada mejor que hacer en estos momentos.

 

Con un gesto de desden se quitó los zapatos quedando descalzo y acto seguido se desprendió de la camisa. El muchacho de ojos rojos le observó con detenimiento. Tenía una musculatura tan definida como la del otro chico.

 

Kane se adentró en la arena desenvainando su espada. La visión de ambos jóvenes resultaba evocadora.

 

El albino observó el arma de su rival. Mientras que la espada del chico de ojos rojos era larga y fina, de un solo filo y con una ligera curva, la suya propia era la mitad de larga pero unas cinco veces más ancha y gruesa y de doble filo. Kane sostuvo su espada con ambas manos sobre su cabeza.

 

Desde las sombras Shizuka pensó en lo diferentes que eran ambos jóvenes. Su Señor con el pelo largo y negro mientras que el hijo del líder del Acero lo llevaba corto y blanco. Uno sostenía una espada larga y ligera en una guardia baja mientras el otro manejaba una espada corta y pesada en una guardia alta. No pudo evitar pensar que con todas sus diferencias, ambos jóvenes se complementaban mutuamente.

 

Ambos chicos se miraban a los ojos esperando el momento de iniciar el ataque. Kane se percató de que no podría mantener su pesada espada en alto por tiempo indefinido, lo que le forzaría a atacar en primer lugar. Pero por otra parte, su oponente necesitaba de más espacio que él para manejar adecuadamente su larga espada. La estrategia era clara: debía acercarse lo máximo posible al atlético chico de ojos rojos y acosarlo sin parar.

 

-Sora Kurogami. – Se presentó el joven de ojos rojos sonriendo con suficiencia.

-Kane Akayama. – Devolvió la presentación el de ojos dorados con una sonrisa divertida.

 

Los ardientes ojos de Sora brillaron como ascuas cuando observó la espada de Kane descender sobre su cabeza. Saltó hacia atrás a la vez que alzaba su espada para desviar la de su rival. La pesada espada de Kane descendió sobre el espacio que antes ocupaba Sora y ahora estaba vacío hasta encontrarse con la punta de la fina espada del moreno. Sora sonrió preparándose para apartar a un lado el arma de Kane y a continuación clavar en el pecho desnudo del albino la punta de su espada con una estocada frontal, pero su sonrisa desapareció tan rápidamente como había aparecido.

 

Con auténtica sorpresa Sora observó como la espada de Kane atravesaba la suya propia separando la punta del resto de la espada. El moreno volvió a saltar hacia atrás poniendo distancia con el albino para reevaluar la situación.

 

Shizuka estuvo a punto de lanzarse a la arena al ver a su Señor en apuros, pero logró contenerse. La chica de ojos azules comprendió rápidamente el extraño diseño de la espada del miembro del Acero. Aquella arma, más parecida a un hacha que a una espada, estaba pensada para romper armas y armaduras con facilidad. Era un arma pesada y aparatosa de manejar, lo que significaba que el muchacho de ojos dorados se cansaría rápidamente si el combate se alargaba más de la cuenta. Si su Señor luchaba a la defensiva era una simple cuestión de tiempo el que se impusiera a su oponente. Pero conociéndole…

 

Sora se abalanzó sobre Kane girando sobre si mismo para trazar un gran arco con la espada. El albino alzó la espada para espada para desviar el fino filo del moreno, el cual continuó lanzando estocadas formando una letal danza. Aunque Sora era consciente de que podía derrotar al joven de ojos dorados combatiendo a la defensiva, prefería atacar para forzar el cansancio de su rival aunque se expusiera a la brutal arma del albino.

 

Kane se vio obligado a retroceder para esquiva los ataques de Sora. El moreno intercalaba ataques altos y bajos con estocadas frontales. Por su parte Kane giraba constantemente sobre si mismo para acumular energía cinética con la que hacer así más firme su defensa. Su espada ya había causado media docena de melladuras en la espada larga de su oponente. Si el de ojos rojos seguía actuando de manera tan agresiva terminaría sin espada en pocos segundos.

 

Shizuka lanzó un suspiro al observar  el estado en que estaba quedando la espada de su Señor. La fina hoja, forjada por el mejor artesano de la Capital, había perdido ya casi todo su filo por los continuos golpes contra la pesada espada del chico albino. Si Sora podía tener un defecto, ese era el de aparentar. Ser el hijo del Regente le exigía mantener una imagen de perfección permanente. La idea de luchar a la defensiva, más aún, hacerlo delante de los guerreros de la Casa, podía trasmitir una imagen de debilidad. Y eso era algo que el muchacho de ojos rojos no podía permitir. Pero tampoco podía permitirse el perder.

 

Sora reconoció lo erróneo de su estrategia ofensiva y paso a una defensiva.

 

Los dos jóvenes continuaron atacándose y defendiéndose durante varios minutos más en los que ninguno de los dos se impuso sobre el otro. No obstante, la estrategia ofensiva de Sora había tenido un éxito parcial. Kane empezaba a sentirse agotado de mover su pesada espada de un lado a otro, por lo que tomó la resolución de terminar el enfrentamiento de espadas de un modo pragmático o de lo contrario seria derrotado.

 

El albino cargó hacia el moreno con una sonrisa en los labios. Al situarse a la distancia adecuada para golpear empezó a girar sobre si mismo. Sora se preparó para esquivar un nuevo ataque descendente del albino por lo que le pilló por sorpresa que su rival se preparaba para realizar un golpe ascendente. Era el primero de ese tipo que realizaba con una espada claramente diseñada para ataques descendentes debido a su peso. Sin embargo era un gesto inútil. Sora saltó hacia atrás una vez más. La esquiva funcionaría tan bien para un ataque ascendente como lo era para los descendentes. El de ojos dorados solo se cansaría más por levantar así la pesada arma.

 

Sin dejar de sonreír Kane observó el salto defensivo de Sora tal y como esperaba. El albino clavó la espada en la arena y la giró encarando la parte ancha hacia el moreno. Completó el giro alzando la espada por encima de su cabeza.

 

Una cortina de arena se levantó entre los dos jóvenes, la cual terminó por cegar al chico de ojos rojos cuando la arena se introdujo en sus ojos.

 

Tras cegar a su oponente Kane continuó girando sobre si mismo por segunda vez. Se agachó completando el giro y extendió la pierna barriendo al indefenso chico de ojos rojos. Sora cayó de espaldas sobre la arena soltando su espada en la caída. El albino se abalanzó sobre el moreno poniéndose justo encima suyo y clavando su espada junto a la oreja del otro joven.

 

Shizuka observó a su Señor tendido en la arena con el muchacho de ojos dorados encima de él. Había sido derrotado con una sucia estratagema. De no ser porque habría resultado humillante para su Señor el que ella acudiese a socorrerlo, se habría abalanzado sobre el albino rajándole el cuello con sus cuchillos ocultos.

 

Sora abrió los ojos entre lágrimas y descubrió al sudoroso y jadeante albino sobre el sonriéndole. Los dos chicos permanecían separados por apenas unos centímetros.

 

-¿Has…has hecho trampas? – Balbuceó el de ojos rojos. Sus labios casi se rozaban con los de su vencedor.

-En la guerra y en el amor… – Contestó triunfal el de ojos dorados. -…todo está permitido.


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