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Tres años y un lazo de sangre por Taka

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  Él se había escapado de casa nuevamente, Shou, hermano, ¿Por qué?

  Mamá, no quiere decirme el por qué de tu huída, papá, papá simplemente me ignora como siempre. Quisiera saber donde estás ahora, si te encuentras bien, si me extrañas tanto como yo a ti. Hace cuatro días que no te veo y todo este tiempo terminó transformándose en una eternidad, me cuesta dormir sin tenerte a mi lado, tu simple presencia siempre logró darme serenidad, pero ya no la tengo.

 

   Otro día despertándome solo con la alarma del celular, no con la dulce voz de mi hermano. No lo soporto más, hoy mismo voy a verlo, como sea, lo encontraré. Levantar mi cuerpo no me costó horrores como estas últimas mañanas, tengo la idea fija de que hoy le veré. Me duché, desayuné, saludé a mamá y acelerando el paso me dirigí al colegio. Mientras le prestaba más atención a los árboles de mi tranquilo barrio que a mis propios pasos al caminar, pensaba en cómo encararía a los amigos de Shou, qué les diría específicamente, temía a que me ignoraran. Aunque sea el hermano de él, era muy probable que no les importara. Mis manos comenzaron a sudar un poco y debido a la rapidez con la que avanzaba mi respiración se alteró un poco. Faltaba una cuadra para llegar al colegio y mentalmente rezaba porque alguno de sus amigos se encontrara en la puerta. Sí, tenía planeado faltar a clases, no aguanto ni un segundo más sin verlo.

   Mi suerte siempre fue algo contradictoria y debatible, a lo lejos divisé a Tora, el mejor amigo de Shou, pero al mismo tiempo uno de los tipos más temibles de todo el instituto. Mi miedo aumentó, intenté pensar positivamente: “Al menos tengo un pequeña posibilidad de que me de algún dato, tal vez si me pongo algo insistente… ¿Sería eso lo mejor?”

   Tora estaba en la esquina trasera del colegio, con su siempre negra cabellera, mirada amenazadora e infaltable cigarrillo. Dejé mi inseguridad de lado, era ahora o nunca.

-          ¡Hola! – exclamé animadamente.

-          Shin, ¿Qué quieres? – pensó unos segundos – Es muy extraño que me hables, me molesta tu buen humor a la mañana.

-          Ah, perdona. Este…

-          ¡Rápido niño! No tengo todo el tiempo del mundo. Bueno, sí, pero no para perderlo contigo. – me revienta su actitud, pero debo tener calma si quiero verlo ahora.

-          Iré al punto…

-          ¡Al fin! – dio una calada a su cigarrillo.

-          Mierda Tora, ¡Déjame hablar! – me miró con sorpresa y algo de enojo – Quiero saber de Shou y estoy más que seguro de que tú sabes algo.

-          ¿Y…? Déjame decirte que, si tu hermano se alejó y no te avisó nada, es por algo. Como sea, él no quiere verte. – dijo con frialdad.

   Sentí como si algo dentro de mí se hubiera roto, y el miedo, la timidez y la inseguridad desaparecieron en un segundo.  Esas palabras bastaron para transformarme en otra persona, un Shin que solo sale a la luz cuando de verdad ama a alguien. Mi hermano es todo lo que tengo y sé que lo que Tora dijo es erróneo o no es del todo cierto.

-          Escúchame bien – dije desafiante, levantando el tono de mi voz – a estas alturas no me importa nada, Tora. Yo sé que sabes donde está y me lo vas a decir. – tomé el cigarrillo de su mano y lo tiré al suelo – Ni se te ocurra reírte porque es en serio, que seas un par de años mayor no te da el derecho de tratarme como lo haces. – se quedó mirándome fijamente, sorprendido, de repente sus facciones se suavizaron y me sonrió de lado.

-          Está en mi casa. – suspiré de alivio.

   Inesperadamente se acercó a mí cautelosamente y me susurró al oído: “Hace mucho esperaba conocer este lado de ti, Shin.”

   Un escalofrío recorrió mi espalda, pero traté de ignorarlo. Me alejé con lentitud de él y le miré fijamente sin entender sus palabras.

-          Vivo a cuatro cuadras – continuó - ¿Recuerdas dónde es? Ya has ido allí.

   Me quedé algo pensativo, tratando de recordar, no sé cuánto tiempo estuve así pero Tora se adelantó a mi respuesta  y me entregó un papel con la dirección.

-          Lo tonto no se te va más, ya es hora de entrar, ¿Vienes? – su invitación me dejó helado, de un momento a otro cambió su forma de actuar y de verme.

-          No, quiero verlo ahora, tenía pensado faltar. – le sonreí – ¡muchas gracias Tora!

   “¡SÍ!” dije para mis adentros, ahora solo unos insignificantes pasos me separaban de él.  Primero caminé lentamente, luego con un poco más de puro, comencé a trotar y cuando estaba apunto de llegar, corrí, corrí lo más velozmente que las piernas me permitieron. ¡Al fin lo voy a ver!

   De lejos divisé unas rejas negras con un diseño muy particular, era allí. Al llegar intenté normalizar mi respiración, y lo había logrado, pero mi corazón seguía latiendo con fuerza, ¿A caso eran nervios? … Es común que actúe así, ¿No?

-          ¡Por Dios Shin! Por supuesto que está bien – exclamé a la nada, dándome un ligero golpe en la cabeza.

   Reí, estaba muy feliz, solo una puerta me separaba de mi hermano, unos pocos metros, solo eso. Toqué el timbre y esperé a ser atendido… pero nada. Volví a insistir por segunda vez y esta vez, escuché un ruido en el interior de la casa.

   ¿Es él? Tiene que ser él, Tora tiene 19 años, ya vive solo.

   No sé si fue por tanta emoción, pero mientras me encontraba parado, expectante a lo que vería cuando la puerta se abriera, mi mente comenzó a volar – como siempre – y recordé… un episodio con Shou.

 

   Era invierno, hacía frío, pero nunca me importó, estaba encaprichado con usar mangas cortas. Exponía gran parte de mi cuerpo comparado con las demás personas, las bufandas y los guantes eran una molestia y, a decir verdad, mi cuerpo siempre tuvo una reserva de calor importante. Estaba yendo al colegio, Shou a mi lado como siempre. Le pregunté algo, pero no recuerdo qué, solo su gran y adorable sonrisa ocupa mi mente. Tomó mi mano y desvió nuestro camino, ese día había sido uno de los mejores de mi vida. No fuimos al colegio, pasamos gran parte de él en un lindo parque, me llevó a comer y después a tomar un helado, con la condición de que me abrigara bien los días de invierno. Siempre amé los helados y más de pequeño, aquella oferta era demasiado tentadora como para rechazarla…

 

-          Shin…

   ¿Por qué ya nada era lo mismo? De un día para otro, él desaparece y lo peor de todo es que no sé el por qué.

-          ¿Cuántas veces debo decirte que dejes de mirar el suelo?

   Su voz… ¡Esa es su voz!  Levanté mi vista y lo vi, se encontraba rubio y su rostro delataba que últimamente no había estado durmiendo bien. Sentí una enorme felicidad y una gran sonrisa demostrándosela, estuve apunto de abrazarlo pero las palabras de Tora revivieron en mi mente “… él no quiere verte.”

   Sé que esperaba que saltara encima suyo, que lo abrazara con fuerza y besara repetidamente en ambas mejillas – siempre fui muy cariñoso con él – yo también esperaba eso.

-          Shou, es suficiente. Tú y yo tenemos que hablar. – mi voz sonó muy firme y su rostro se tensó al instante.

 

 

 

 

 

Ya nada será lo mismo a partir de ahora.

Notas finales:

 Espero que les haya gustado ~  

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