Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El ABC de dos Amantes por Kenki Mart

[Reviews - 17]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Muchísimas gracias a quienes comentaron =) Me levantan así el ánimo.

No olvidar que cada capítulo es narrado por un personaje diferente, aunque no necesariamente siguen una secuencia. En esta ocasión es el turno de Adrián Garibaldi.

Bastante aún tengo presente el sabor de su piel, era como un manjar cubierto de aquel exquisito líquido…
¿Waffle?
Quizá él no esté muy lejos de la verdad; ahora que lo pienso sí, era como un sabroso waffle para mí… un waffle al cual no pude clavarle el diente por completo.

 

— ¿En qué basura pervertida estás pensando ahora? —escucho un reproche por los aires… o algo así.
— … En cómo llevarte a mi cama.

 

Le sonrío, y él avergonzado solo esconde su rostro carmesí detrás de la taza de café.
Acerco un poco mi silla a la de él, un ángulo perfecto para que la brisa de mis palabras arremeta contra sus oídos.

 

— ¿Cuándo vas a ceder?
— … Cállate. —susurra, apenas audible; y su sonrojo aumenta increíblemente.
— La última vez que lo hicimos parecías disfrutarlo mucho. —vuelvo a bromear, realmente me divierto.
— ¡Cierra ya la boca!

 

El bullicio en la cafetería no se hizo esperar, después del grito que me lanzó y la taza que quedó rota en el piso con el café echado a perder.

 

— Solo estoy bromeando, Darío —digo antes de regresar a mi lugar.
— Tus bromas no me causan gracias. Así que abstente de…
— Ya lo entendí, ya lo entendí. —era frustrante cuando empezaba sus sermones.
— … Estoy hablando en serio, Adrián. Para mí no es…
— … no es gracioso, no es cómodo, no es agradable. Ya lo has repetido muchas veces.
— ¿Entonces porqué sigues haciéndolo?
— Cuando te sonrojas… realmente creo que eres muy lindo cuando te sonrojas.

 

Sus ojos más grandes de lo normal me miraron fijamente, al borde del llanto.

 

— No estoy bromando ahora. Te digo la verdad. —intento calmarlo, si llora, no sería bueno.
— … ¡Siempre haces lo mismo! —no funcionó. — ¡Juegas conmigo! —él llora y yo intento evadir las miradas que los habladores empiezan a dirigir hacia nosotros.
— … Darío, cálmate.

 

Él trata de contener sus lágrimas, aunque sin mucho éxito. Mira a su alrededor, avergonzado por los ojos que nos observan se cubre el rostro con las manos.

 

Darío y yo somos como hermanos, siempre lo he considerado como tal, incluso ahora. Pero él, después de enterarse de mi profesión como acompañante sexual, y por ende de mis inclinaciones, me declaró su amor. En ese momento solo pude reírme garrafalmente en su cara.

 

— Yo… debo irme, tengo que terminar una maqueta. —dijo con su aguda voz, aún temblorosa.
— Está bien. Adiós.

 

Después de que lo rechacé e incluso llegué a golpearlo cuando una vez intentó besarme, él decidió alejarse de mí por completo. Pero yo no se lo he permitido, soy demasiado egoísta como para dejarlo ir; él es mi amigo, y seguirá siendo mi amigo.

 

Apenas y he cenado hoy. Siempre como acompañado de Darío, pero esta vez él se fue más temprano… se puso histérico otra vez.
Iré a mi departamento, me ducharé y luego de eso a la calle; a trabajar.

 

— … ¿Puedes moverte?

 

Su voz para mí se había vuelto inconfundible. Le sonreí y él ni se inmutó.

 

— No me dejas pasar.
— ¿Disculpa? —se suponía que una sonrisa reemplaza a un saludo, ¿acaso él no lo entiende?
— … Muévete. —nuevamente esa brisa gélida.
— … —cada vez que lo veía me sacaba de quicio, pero intentaba calmarme. — Al menos saluda primero.
— Hola… ¿Eso está bien?

 

No pude evitar reír un poco. Edmon era divertido; muy parco y algo intolerable, pero era divertido.

 

— ¿Ya te vas a casa? —camino a su lado, intentando entablar una conversación.
— …— él nuevamente me ignora.
— Edmon, te estoy hablando…
— … Sí.
— … ¿Porqué rayos es tan difícil hablar contigo?
— Eres tú el del problema.
— ¡¿Qué has dicho?!
— No me grites.

 

Respiro, me calmo y lo intento nuevamente.

 

— ¿Vives solo?
— No te importa.
— … —cada vez que hablo con él me vuelvo más viejo.

 

Pero debo admitir que me atrajo desde un principio. Su porte no es el mejor, pero tiene un lindo trasero y una carita envidiable… como de niño; un maldito niño testarudo.

 

— … ¿Quieres hacerlo? —digo en un leve susurro en sus oídos.

 

Con Darío también juego de esta forma; pero es algo distinto. Darío es mi amigo desde hace muchos años, y a este tipo lo acabo de conocer.

 

— ¿Acaso no tienes una vida sexual activa y satisfactoria dado a tu magnífico empleo?

 

Sus ojos se habían vuelto muy oscuros, o quizá es todo mi imaginación… su mirada era tan penetrante que me hizo dudar en una respuesta.

 

— … ¿De dónde sacas todo ese sarcasmo?
— ¿Ah?
— … ¡Me sacas de quicio!

 

Su manera de comportarse me irrita, me gusta… pero me irrita.

 

— No me grites.

 

Lo tomo del brazo… creo que no estoy pensando claramente.
Tengo hambre, tengo sed, tengo trabajo y tarea que cumplir. Y este tipo sigue repitiendo lo mismo: “No me grites”, una y otra vez.
La universidad está casi vacía, casi en penumbras… tan solitaria. Darío no está, hoy no se quedó conmigo… se enojó mucho por mis estupideces y se fue. Solo está este tipo odioso con cara bonita al que le tengo ganas desde el sábado.

 

— … Suéltame. —lo arrastro hasta los baños.

 

Ahora soy yo quien lo ignora.

 

— He dicho que me sueltes. —mis labios van directo a su cuello, y mis manos a su trasero.

 

Su voz suena firme. ¿Por qué? Si le estuviera haciendo esto a Darío, de seguro él estaría temblando y balbuceando, con ese lindo rojito en las mejillas que tanto me enloquece.

 

— ¡Suéltame !

 

Edmon me acaba de golpear. El tipo tiene fuerza, es rudo, con un carácter despreciable. Es pequeño y delgado, pero sus nudillos duelen mucho.
Lo miro fijamente. Ahí están otra vez sus ojos negros.

 

— Edmon —digo mientras toco mi rostro adolorido —Seré claro y directo…
— …—él solo me mira, no con odio… pero definitivamente no está contento.
— ¿Quieres tener sexo conmigo?

 

Una brisa carmesí atiborró sus pómulos mientras sus negros ojos profundos buscaban el vacío.

 

— … No.

 

Fue firme. Recogió los libros que minutos antes fueron esparcidos sobre el húmedo piso por mi culpa, y así se fue.
No dudé ni dos segundos en ir detrás de él.

 

— …¡Espera, Edmon! —grité saliendo a prisa del baño, con temor de perderlo de vista.
— … —pero él estaba ahí, parado afuera.
— Edmon, lo siento… Soy un idiota, yo…
— Se me cayó.
— ¿Ah?
— … mi botón.

 

Estuvimos un buen rato buscando el botón que se había desprendido de su camisa; me sentía culpable. El maldito botón no aparecía por ningún lado y ya se estaba haciendo tarde.

 

— … Oye, Edmon; es solo un botón. Ya dejémoslo.
— … —él me ignoró y continuó buscando, tanteando sobre el piso mojado.
— Mírate. Ya te mojaste las mangas de la camisa.

 

Me acerqué a él y en efecto, sus mangas estaban sucias y mojadas, al igual que sus rodillas.

 

— Edmon, ya es tarde. La universidad debe de estar vacía… deberíamos irnos ya.
— … Esto es tu culpa.
— ¡Vale, lo siento!
— No me grites.
— … ¡Si me da la gana te grito! —estaba demasiado molesto, cansado e histérico.
— No vuelvas a gritarme.
— ¡¿Y qué si lo hago?!

 

Lo golpeé en el pecho con la palma de mi mano, empujándolo así al suelo. Me senté sobre su vientre y acorralé sus muñecas inmovilizándolo. Él se quejó pero no le hice caso.

 

— … No puedo creer que un marica como tú me haya rechazado.
— Mi botón…
— ¡A la miierda el botón!

 

Le comí la boca a besos salvajes, mordiendo por donde mi lengua pasaba. Su cuello, sus hombros, sus rojizas mejillas… De pronto dejó salir de sus labios un gemido muy leve. Eso me enloqueció por completo.

 

— Dijiste que te daba asco, ¿cierto?
— … —él permaneció callado.
— Pues hoy te haré sentir realmente asqueroso.

 

Le quité la camisa con fiereza, sin soltar sus manos mientras ponía más presión a mi cuerpo sobre su vientre. Cuando lo vi con el torso desnudo se me entró un cosquilleo insoportable en la entrepierna… el recuerdo de su cuerpo bañado en almíbar llegó a mi cabeza como una brisa.
Sin contener mis ansias toqué con mi lengua sus tetillas, eso hizo que Edmon se erizara. Lentamente solté sus manos, y él ya no ponía resistencia; sonreí ampliamente, el niño tozudo por fin estaba cediendo.

 

— Te gusta, ¿no es así?
— …
— … Se te nota en la mirada.

 

Acerqué mi mano a su pantalón y con facilidad le bajé la bragueta, él no puso objeción alguna así que proseguí y metí mi mano por debajo del bóxer que traía. A pesar que Edmon es muy delgado, el bóxer le quedaba muy ajustado.

 

— Oye, Edmon, ¿quieres que me lo meta en la boca? —dije mientras mi mano le recorría la entrepierna, su miembro empezaba a despertar.
— … Adrián, no… no dejes de hablar.
— ¿Qué?

 

Acercó de improviso su rostro al mío, sonrió de lado y luego me mordió la oreja levemente… pude sentir su lengua bajar por mi cuello, se sentía exquisito. Apreté su miembro hasta que estuvo completamente erecto… ciertamente, era ligeramente más grande que el mío.

 

— … Creo que lo entiendo. —bajé sus pantalones.
— …
— Eres de los que se excitan cuando les hablan mientras lo hacen.
— … Imbécil.
— ¿No es eso?
— Tú eres el único que me excita de esa manera.
— … ¿Es un cumplido?
— Idiota… Tu voz me excita, me excita mucho.

 

Le sonreí, aquello sí me sonaba a un cumplido. Admiré el tamaño de su miembro por unos segundos, me estaba recorriendo cierta envidia, pero aún así una gran satisfacción.
Lo tomé con una mano y lo empecé a lamer levemente, pero al escuchar como Edmon lo disfrutaba, no pude parar y lo introduje de lleno en mi boca.

 

— … Ah, Adrián.
— … —recordaba el sabor del almíbar mientras succionaba de él.
— Yo… yo soy primerizo.
— … —paré en seco, estaba absorto.

 

¿De qué rayos estaba hablando este tipo?

 

— ¿Qué?
— … Esta sería mi primera vez. —sus ojos buscaron un punto vacío en aquel sucio baño.
— ¿Tu primera vez?... ¿Crees que voy a creer eso? —lo tomé con fuerza de la cintura.
— Te digo la verdad.

 

Lo miré por un largo rato.
Edmon visitaba muy a menudo la esquina en la que yo trabajaba, ¿cómo podría un tipo como él conservarse… virgen?

 

— Déjame verla.
— … ¿Ver qué?
— … Ya sabes, tu entrada.
— Estás loco.
— Pues entonces no te creo.
— Me vale. Me largo. —dijo indignado.

 

Intentó levantarse, pero se lo impedí aferrándome a su cintura… Sí, era algo ridículo y quizá hasta patético, pero en serio le tenía ganas a ese niño testarudo.

 

— … Está bien. Te creeré.
— Si me crees o no, realmente no me importa mucho.
— … A mí tampoco me importa si eres un sacerdote o un lujurioso profesional.

 

Sus ojos se clavaron penetrantes en mí, como intentando ver más allá. Su mirada profunda era cautivante.

 

— … Solo quiero tener sexo contigo. —terminé de decir, al borde de sus labios.
— …

 

Edmon no dijo nada más, dejo que yo lo besara y que jugara con su lengua. Mis manos buscaron su trasero ansiosamente mientras él se erguía.

 

— Para, para… ¡Para!
— ¿Quieres que pare?
— … No vayas tan rápido.
— ¿Quieres que te trate como a una mujer? —le dije con notable sarcasmo.

 

Él me miró con rabia, tenía un gesto de resentimiento tremendo que me hizo arrepentirme de mis palabras.

 

— … Tú no lo entiendes. Solo eres un gay que busca sexo y dinero a la vez.
— … ¿Qué estás diciendo ahora?
— No puedo. Contigo no, Adrián; no con alguien como tú.

 

Edmon se puso de pie y yo no intenté detenerlo. Se acomodó la ropa, traía ahora todo mojado y sucio por culpa del piso. Yo también me levanté, y realmente tenía unas ganas inmensas de golpear esa cara suya, pero me aguanté la furia.

 

— Edmon, creo que lo que tú buscas yo no puedo dártelo, además no…

 

La puerta del baño fue arremetida por varios golpes seguidos sin dejarme hablar.

 

— ¡Edmon!... ¿Estás ahí? ¿Con quién estás?
— … —Edmon solo suspiró.
— ¡Ed!... El conserje te vio entrar con un tipo hace buen rato. ¡Sal de una vez!
— ¿Quién rayos es ese? —el tipo era escandaloso.
— Derek… —susurró casi por lo bajo.
— ¿Quién rayos es Derek? —insistí.

 

Edmon abrió la puerta del baño y el tipo no dejaba de gritar.

 

— ¡Te dije que en una hora!… ¡¿Cuánto más crees que nos va a esperar?!
— … No me grites.
— ¿Con qué tipo te estás encontrando ahora? —el chico observó por encima de Edmon y al mirarme abrió los ojos grandemente. —… ¿acaso estás desquiciado? —musitó.
— … ¿Y tú quien rayos eres? —dije con molestia— Oye, Edmon, ¿este es tu amante o algo así?

 

Ambos negaron con la cabeza levemente sin decir más.

 

— Adrián, él es Derek, es mi…
— ¡No le des explicaciones a este tipo!... ¡Vámonos ya!
— ¿Tengo que repetirte que no me grites?
— Va, va… — parecía que el tal Derek arreaba a un animalillo o algo parecido. Así se lo llevó.

 

Me habían ignorado y se habían ido así… Edmon se había largado y sin decir adiós. Ese estúpido mocoso debería aprender algunos modales.

 

— ¡Edmon! —de pronto me vi corriendo por los pasillos de trás de él— ¡Hey, Edmon!

 

Había un auto carísimo frente a la entrada, el chico ruidoso se había subido en él, y Edmon estaba a punto de subirse también.

 

— ¡Edmon! —lo tomé del brazo justo antes de que entrara.
— … No me grites.
— Oye, yo…
— Eres un estúpido.
— Sí…

 

Edmon sonrió, y su sonrisa me hizo sonreír también.

 

— Tú sabes donde encontrarme —le dije al oído.
— … —él solo asintió con la cabeza, sin mirarme.
— A partir de las once, te estaré esperando a partir de las once. Te esperaré todas las noches si es necesario. —mis palabras fluían de mí… yo apenas y me daba cuenta de lo que estaba diciendo.
— … Me tengo que ir. —susurró.
— ¡Entra al auto de una maldita vez! —asomó el otro la cabeza.
— Ya basta, Derek. No me grites.
— Va, pero sube de una vez. ¡Caray!... Estás hecho un espanto. Tendré que comprarte ropa otra vez…— el tipo no dejaba de hablar.

 

Edmon se sonrojó de improviso y le dio un golpe a Derek en el brazo; me causó gracia, parecían un par de niños.

— … Ya me voy. —alzó la mano y apenas y la agitó—… Adiós, Adrián. — sonrió de lado y luego avergonzado se metió dentro del auto.
— … Adiós. —dije para mí mismo.

 

Ya era tarde, tenía que irme a trabajar si quería tener el dinero suficiente para el pasaje de mañana. No encontramos el botón de Edmon, y ambos terminamos con la ropa sucia. Recordé cuando se irguió por el toque de mis manos y cuando me dijo que mi voz lo excitaba… pensé en todo aquello mientras veía a Edmon irse en aquel caro auto que partió con la velocidad de una brisa.

 

Notas finales:

Espero que haya sido de su agrado <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).