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Juntos, Nada más por konaxtakuya

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Notas del fanfic:

Basado en la película

 

"Ensemble, c'est tout"

Notas del capitulo:

 

La neblina avanzaba por las calles dándole un aspecto completamente tenebroso, el frío no ayudaba a cambiar el oscuro aspecto de la noche, y la luna que prácticamente estaba cubierta por completo de nubes hacía que nada mas los faroles de las calles iluminaran el camino de las personas que volvían a casa. 

Un joven miraba el terrorífico escenario desde la ventana de la oficina en la que estaba trabajando. Al notar el aspecto de la noche deseó no salir del trabajo a congelarse en ese frío calador que lo espera ofreciéndole una apetitosa gripe. Sin más recordó que debía trabajar para ganar el sustento de cada día, y espabilando se apartó de la ventana para volver a tomar la aspiradora y el paño con el cual sacudía los escritorios de la oficina.

El suelo estaba regado de papeles arrugados que parecían haber sido tirados a propósito; estaba cansado de ello. Que fuese el chico del aseo no quería decir que se les permitiese abusar de su labor. – Como me gustaría estar aquí durante el día para hacer que estos tipos se coman cada papel que botan – reclamaba a la vez que recogía papel tras otro.

Poco faltaba para que su día acabara, sólo poco de limpieza a las pantallas de los ordenadores y ya podría volver a casa. - ¡Takashima! – Lo llamó uno de sus colegas haciéndolo sobresaltar – ya es tarde, déjalo así nada más, vete primero que vives más lejos. Ya lo terminaré yo – le sonrió quien sería su colega superior, Uke Yutaka  - ok, gracias Kai – dijo devolviéndole la sonrisa, pero odiándolo internamente por obligarlo a salir más temprano a aquel frío.

Ordenó los implementos de aseo, se deshizo de su delantal y tomando su abrigo y bufanda salió del enorme edificio de cristal haciendo una seña de despedida a la gente adentro. Miró al cielo antes de comenzar a caminar, sólo para descubrir que estaba completamente opacado por las nubes que estaban “a punto de llorar” como decía él.

Tengo hambre… tengo frío… tengo sueño – decía cantadito a medida que daba pequeños brincos y aceleraba el paso para no congelarse en el camino.  

 

 

Miraba su reloj cada cinco minutos. Lo único que quería era arrancar de ese horrible calor que amenazaba con quemarlo en cualquier momento mientras no saliera de esa cocina. Estaba a punto de colapsar, sólo un grito de pedido más y voltearía la hoya con agua hirviendo en la cabeza del  Chef. - ¡Eh Shiroyama!, ¡más rápido!, la gente está esperando la orden, ¿Cuánto más cocerás la langostas? – Lo apresuraba el segundo ayudante de Chef haciéndolo irritar casi al máximo - ¡Shiroyama!, necesito tres Creep’s de camarón en 10 – le ordenaba por otro lado el primer ayudante de Chef. El pelinegro sólo respiraba hondo intentando no exaltarse y comenzar a darle un uso homicida la utilería punzocortante.

Un último vistazo a la langosta, pero aún  le faltaban unos pocos minutos. Salteaba los camarones con una mano, mientras batía los huevos con la otra; y seguía sintiendo ese calor arrebatador que lo haría explotar de un momento a otro. – Vamos Shiroyama, más eficiencia – fue el comentario que hizo que la última gota cayera en el vaso de paciencia del chico haciéndolo rebalsar… y no sólo eso; también hizo que las última capa tectónica de su cerebro quisiera acomodarse, provocando un enorme terremoto que hizo al vaso voltearse, caer y quebrarse. – ¡Si están tan desconformes, pónganse también ustedes a trabajar malditos hijos de puta!. El Chef y los ayudantes no hacen nada más que tirarse las pelotas, estorbar en el espacio y meter los dedos a las hoyas. Y qué decir del servicio de chef que se supone debería estar ayudando con la preparación de los platos, no hacen nada más que venir a preguntar como mierda se hacen las cosas.  ¡Vaya equipo que han contratado!, soy el único que está verdaderamente trabajando aquí y todos ustedes creen que pueden venir aquí a darme ordenes. ¡Váyanse a la mierda!, y ahora si no quieren que en este mismo momento tome mis cosas y me largue, agarren cualquier utensilio que póngase a preparar las entradas. Estoy en un 100% seguro que si ahora me voy todos ustedes también de van… pero a la mierda, porque aquí nadie sabe cocinar excepto yo. – finalizó por fin tomando una bocanada de aire que obviamente le hacía falta luego de ese discurso.

El resto de los empleados incluido el Chef, luego de permanecer atónitos por algunos segundos obedecieron la orden que había dado el joven y comenzaron a preparar las entradas. Ya con un gran peso menos encima el pelinegro continuó con su labor para tener las órdenes a tiempo. Siempre había querido hacer eso; el nivel de satisfacción que sentía en ese momento era indescifrable – “soy un hombre nuevo” – pensó con una gran sonrisa. Sonrisa que lamentablemente no duró mucho. Uno de los camareros amigos del chico que había entrado por una orden escuchó sonar el teléfono interno de la cocina y había alcanzado a contestar. – ¡Yuu!, teléfono tu tía – gritó para ser escuchado por el joven, pero este sólo le hizo una seña de que no contestaría. – ¡Yuu, que es tu tía!

Estoy ocupado, ¿Qué no ves?, después la llamo yo – contestó malhumorado moviendo un poco los camarones para que no se quemaran – dice que tu hermano está en el hospital.

 

 

Haría un último intento, sólo uno y si no funcionada recién se permitiría entrar pánico. Miró nuevamente la pantalla sin soltar las bolsas de papel que cargaba con las compras recién hechas en el supermercado. Hacía un frío desgarrador, estaba cansado y ya arto de intentar recordar cual era clave para abrir la inmensa puerta de madera que le impedía entrar al condominio. Acercó nuevamente el dedo a la pantalla, y lentamente presionó el nueve, luego el dos, el seis y el… - maldito número siempre te olvido; por tu culpa moriré de hipotermia aquí afuera – reclamaba para luego acercar el dedo al número siete y dudar – la siguiente vez me estamparé el maldito número en la frente –siguió gruñendo para finalmente decidirse por el ocho.

Una vez más la bocina negativa sonó haciéndolo frustrar. – No podré volver a entrar a mi casa – dramatizaba azotando delicadamente su cabeza contra la puerta – ahora no me queda más que esperar en este frío a que Yuu salga del trabajo y venga a poner la combinación. Maldita memoria, me meteré a terapia, que me revisen el cerebro… a lo mejor tengo una enfermedad mental y ni lo sé – prosiguió hablando solo sin percatarse de la divertida mirada que le dada un chico castaño que aparentemente recién volvía del trabajo – veo que tienes problemas con la combinación – le sonrió amigablemente éste provocando que de inmediato dejara de soltar idioteces. – Déjame ayudarte – sugirió el joven haciéndolo a un lado para digitar los números en la pantalla – es 9267, deberías anotarlo en tu móvil para no olvidarlo – dijo empujando la puerta abriéndose paso para entrar.

Oh muchas gracias – le dijo el chico bajito entrando detrás del castaño. –tal vez estoy un poco atontado. Es que hoy es mi cumpleaños  y nadie me saludó– dijo el chico bajito aún con las bolsas en las manos sonriendo amigablemente.

Oh, pues… feliz cumpleaños- respondió el castaño sacando las llaves de su bolsillo – muchas gracias – sonrió chico volteando en la entrada a la recepción de los departamentos.

Yo voy por acá – dijo el castaño apuntando al los patios del condominio, dejando al otro chico atónito.

¿Vives en el patio? – preguntó algo desconcertado. Haciendo reír un poco al otro joven, quien acomodando un poco su bufanda dio unos pasos atrás – no exactamente, vivo en la piecita de al lado de la mediagua del cuidador – dijo retomando un poco su camino – Buenas noches pequeño

Buenas noches… altito – se despidió lentamente aún en transe.  

 

 

El viento le dificultaba un poco la vista, viéndose obligado a bajar el parabrisas de su casco. Dio la vuelta a la moto en la esquina, y ya podía ver el gran letrero de “Hospital”. Aparcó la moto, y se aventuró a entrar en emergencias quitándose el casco.  Al entrar notó un gran ajetreo; médicos corrían de aquí para allá, las enfermeras trasladaban suero, niños lloraban por sus dolores esperando su turno, y muy cerca del mesón de informaciones vio a su tía. Se acercó apresuradamente a ella. - ¿Cómo está?, ¿Qué le paso? – preguntaba acelerado mientras sujetaba a la mujer por los hombros.

Ahora está bien, estable. – respondió ella intentando tranquilizar al pelinegro – pero los doctores dijeron que necesita mucha atención y cuidados desde ahora en adelante. Se verá imposibilitado para hacer muchas cosas esenciales para su vida. – siguió hablando mientras intentaba descifrar la expresión en blanco de su sobrino. – dicen que lo mejor es ponerlo en un centro de atención para menores enfermos de gravedad. Ahí los doctores estarán siempre disponibles para sus necesidades.

No va a aceptarlo, lo sabes – masculló el pelinegro cubriéndose la cara con una mano- quiero verlo, ¿Dónde está?

No dejan entrar a visitas, ya he intentado pasar a verlo y el doctor no me ha dejado. – Dijo la mujer deteniéndolo con una mano en el pecho sin tener mucho éxito. - ¿Dónde está ese doctor?, soy el hermano así que va a tener que dejarme entrar – dijo apartando todo a su paso hasta llegar fuera de la habitación donde efectivamente lo detuvo un doctor que sólo tuvo el placer de intentar abrir la boca para recibir un leve empujón de parte del pelinegro – Soy su hermano – le dijo con tono amenazante apartándolo e ingresando a la habitación.    

 

 

Era un nuevo día, por ende otra vez la oficina estaba asquerosamente sucia. Habían restos de café en los muebles, dedos marcados en las ventanas, hasta gomas de marcar el suelo… sin hablar siquiera de los papeles - ¿es que estos aquí trabajan o hacen guerras de basura? – reclamaba el castaño recogiendo las suciedades del suelo y metiéndolas al tacho de basura.

No tardó más que de costumbre en dejar todo completamente limpio y tomar sus cosas para partir a casa. Fue cuando estuvo a punto de cerrar la puerta de la oficina cuando tuvo la brillante idea de dejar un mensaje para los trabajadores de esa sección. Se acerco a un enorme pizarrón blanco que había en uno de los muros y tomó un plumón para comenzar a escribir.

“Señores:

Miren a sus pies eso tan práctico que llamamos cesto de basura. Por si no saben cuál es su uso, es un contenedor de papeles inservibles. Así que maldito sea el hijo de puta que para mañana me tenga el suelo regado de basura.                                                                                                                                                                    

Gracias. El servicio de limpieza”

 

¿No temes que sugieran tu despido con eso? – le habló divertido su colega Kai. Acercándose y pasándole un brazo por los hombros para dirigirse con él a la salida. – nadie sabrá quien fue, sólo estábamos tu y yo ahí y no serás tú quien hable, ¿verdad Ukecito? - Inquirió el castaño con mirada desafiante.

Eso ya lo veremos – bromeó el castaño más oscuro – bueno, nos vemos mañana, me esperan en la estación – comentó moviendo las cejas arriba y abajo haciendo reír un poco al otro chico para luego salir corriendo en dirección a su destino - ¡suerte con eso! – le gritó a la distancia el castaño claro.

Metió las manos a sus bolsillos y miró el cielo. Estaba más despejado que la noche anterior, ahora podía ver las estrellas y en vez de los faroles, era la luna la que iluminaba la noche. Esto no quería decir que el frío fuera menos, si no que todo lo contrario, sentía que habían 20 grados bajo cero. Caminó unos metros en dirección a su casa, deseando llegar pronto para poder servirse una taza bien caliente de té y comer algo. Pero entonces fue cuando recordó que había vaciado el refrigerador esa misma mañana.

Cambio el rumbo en dirección al supermercado por algo de alimento. Tomo una canasta y se adentró en la gran tienda. Dio algunas vueltas por el lugar cogiendo una que otra cosa, encontrándose sin querer con el tipo de la noche anterior, nuevamente en una situación divertida. El pequeño, por cada espacio que caminaba iba ordenando el desorden que la demás gente dejaba en las estanterías. Demoraba siglos en elegir un producto, para dar un paso y decidirse por otro; era un tipo aparentemente muy divertido.

Al castaño se le pasó por la cabeza invitarlo a beber algo, estaba seguro de que no pasaría un mal momento con él.  Se acercó mientras éste lidiaba con la duda de elegir un paté de jamón o un queso crema. Con ambos productos en las manos se debatía entre cual llevaría. – Yo preferiría el queso crema – habló el castaño tomando uno del frigorífico, recibiendo instantáneamente la mirada asustada del más bajito. Su expresión se suavizó al recordar al castaño de la noche anterior.                                                                                                                          

Ah, eres tú. Me diste un sustote – sonrió el rubio pequeño volviendo a mirar los dos productos en sus manos  - entonces, me recomiendas el queso crema. Lo llevaré ¿Qué tal tu día?, ¿no crees que es sorprendente el habernos encontrado aquí? – hablaba entusiasmado el rubio pareciéndole enormemente divertido al castaño. ¡Ese chico era una radio parlante! . – es comiquísimo que no nos hayamos visto antes siendo que vivimos en el mismo lugar. ¿O es que te mudaste hace poco?, porque yo vivo en ese condominio hace años en un piso que me heredó mi abuela. – continuaba cotorreando el rubio obligando al castaño a abrir la boca para detenerlo.

De hecho, vivo ahí desde hace dos años – respondió secamente mirando la cara de sorpresa del bajito. – y ahora venía del trabajo a buscar algo de comer cuando te vi por ahí debatiendo en que cosas comprar, así que decidí acercarme para hacer una invitación.

¿Una invitación?, ¿para ahora en este mismo momento? – inquirió el rubio con los ojos brillantes de emoción. Haciendo que el castaño lo mirara aún más divertido. – de hecho, es para el viernes. Quería invitarte a comer, ¿vienes?

Oh si por supuesto – contesto el rubio. Se dirigieron a las cajas a cancelar los productos que querían llevar– más que nada te invitaba a comer porque me pareces muy divertido y siempre he querido socializar con la gente del condominio – habló el castaño mientras recogía sus bolsas – tienes razón, allí nadie habla con nadie – respondió el bajito. Caminaron a casa juntos conversando de cosas de la vida.  Rieron un buen pedazo del camino y tontearon otro. Ahora el castaño estaba completamente seguro de que con ese chico no iba a aburrirse, era demasiado espontáneo.

Entraron al condominio y avanzaron hasta la entrada de los departamentos – bien, entonces hasta el viernes – se despidió el rubio – ¡ah! Por cierto, ¿Cuál es tu nombre? ¿Cómo se supone que puedo ir a comer contigo si no sé ni tu nombre?, yo soy Takanori Matsumoto.

Tienes toda la razón – rió el castaño – soy Takashima, Takashima Kouyou. Para los amigos Uruha.

Notas finales:

Espero les haya gustado el primer capitulo. Hace mucho que no escribía; este último tiempo he comenzado a retomar mi otro Fic "Mi enfermedad" ya que los dejé a todos con una mortales ganas de más. Me disculpo aquí y ahora con todas las personas que lo estaban leyendo por haberlo abandonado así tan derepente. Muchas gracias por leerme :)

Kona ♥


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