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Mar-amor por KuroxFye-sama

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Notas del capitulo:

Es solo uno.... espero q les guste

-¡Kuro-pon! Despierta, despierta, despierta.

Fye comenzó a picarle una mejilla, hasta que Kurogane abrió los ojos, somnoliento. Al instante, apartó su mano de un manotazo, molesto. Fye hizo un mohín.

-¡Ouch! Tu mano duele- y Kurogane se dio cuenta de que le había dado con la mano de metal.

-Lo siento, idiota. ¿Dónde estamos?- preguntó, mientras trataba de levantarse. A su alrededor, una playa inmensa se extendía hasta los dos confines del horizonte, y un tranquilo mar ronroneaba bajo la luz de una luna menguante. Tras ellos, no había ninguna ciudad, sino simplemente una densa maraña de plantas.

-No lo sé. Pero Mokona debe estar cerca, porque te entiendo perfectamente, Kuro-rin- Kurogane lo miró con ceño. Sin embargo, pudo notar que Fye no lo miraba divertido. De hecho ni lo miraba. Solo miraba el mar.

-Bueno, será mejor que nos pongamos a buscar a esa bola blanca y al chico.

Fye no le respondió, mientras su amarillo ojo brillaba. Su rostro estaba tranquilo, y una leve sonrisa aparecía en su boca, mientras observaba las olas que dejaban leves rastros de espuma en la arena.

-Oye, rubio. ¿Me estás escuchando? Oye...- Kurogane lo miró, un poco molesto, pero a su pesar, maravillado. La expresión de Fye era hermosa; su dorada pupila destellando, y su expresión de total tranquilidad al contemplar aquella extensión de agua. Y su sonrisa...

 

Kurogane se dio cuenta entonces de que ni él ni Fye tenían camisa. Entonces recordó que en el anterior mundo habían estado a punto de latigarlos a ambos en una cárcel, por lo que les habían arrancado las camisas... y recordó azorado  que se había interpuesto entre el carcelero y el mago, mientras Shaoran robaba la pluma de las manos del monje que usaba su poder para conceder milagros y ser venerado como un dios. Los latigazos casi lo habían matado...

Estuvo a punto de tocarse las cicatrices de la espalda, para ver si aún sangraban, pero entonces contempló el cuerpo blanco y delgado de su compañero, y se sonrojó levemente. La azulada luz de la luna brillaba tenuemente en el pecho de Fye, que se había sentado en la arena, dejando que el agua mojase sus botas. Sus brazos no eran fuertes, pero bajo la suave piel se adivinaban los músculos, y lo mismo en su pecho. Sus clavículas sobresalían suavemente, y su delgado y alto cuerpo parecía una escultura de mármol; su pelo amarillo recogido en una coleta moviéndose levemente por el viento, y su sonrisa delicada de nuevo, mientras contemplaba el océano.

Y al contemplar su cuerpo, pudo darse cuenta de que Fye le había vendado la espalda. Kurogane contempló la parte inferior del cuerpo del vampiro, y comprobó con sorpresa y vergüenza, algo que no estaba acostumbrado a sentir, que Fye había roto su pantalón para poder vendarle.

Fye estaba en ropa interior.

 

-Fye

Kurogane no sabía si alguna vez lo había llamado por su nombre, pero necesitaban encontrar al chico y a Mokona... y además Kurogane no estaba acostumbrado a ver a alguien tan hermoso, tan cautivado por algo como el mar, tan indefenso, y sin embargo tan seductor.

Tenía que admitirlo. Al menos solo para sí. Fye era hermoso. Muy hermoso, su cuerpo delgado pero fuerte, su pelo rubio y largo. Y esa expresión de eterna alegría que desesperaba a Kurogane no estaba, solo estaba una sonrisa que le resultaba cautivadora, hechizante.

Kurogane no se lo había dicho a nadie, pero llevaba ya un tiempo pensando que no volvería a Japón al final del viaje. O si lo hacía, le pediría a ese mago que se quedase con él. Era estúpido, irracional, extremadamente feliz hasta el punto de que Kurogane trataba de matarlo. Pero simplemente Kurogane sabía que algo en ese hombre le hacía... quererlo.

No era que le cayese bien. No eran amigos. Eran compañeros de trabajo, camaradas de misión; pero Kurogane simplemente había desarrollado el impulso de protegerlo (incluso se había quitado un brazo por él, y ahora había recibido los golpes del látigo en su espalda), y ahora lo veía en sus sueños, no en sus fantasías ni en sus pesadillas... sino simplemente un personaje más que le sonreía como todos, pero que llamaba su atención más que ningún otro. Y ahora sentía algo hacia él, esa persona que protegía, que odiaba... pero que estaba aprendiendo a querer.

 

-Fye, tenemos que irnos.

-Esto... ¿es el mar?- preguntó el vampiro, sin mirarlo, con la voz algo temblorosa.

Kurogane lo miró, tratando de aparentar molestia. Sin embargo, no podía dejar de mirar su blanca piel.

-Sí. ¿No lo habías visto nunca?- preguntó el ninja, con una ceja levantada.

-Shaoran-kun me había contado como era, pero no, no lo había visto.

Fye suspiró.

-Es... realmente hermoso.

Kurogane solo lo miró, sin saber que decir. Ni cómo actuar, porque ver su cuerpo realmente le estaba produciendo una sensación incómoda... Sin embargo, suspiró, y por una vez decidió no luchar contra su terquedad. Se sentó a su lado.

 

Kurogane no supo bien cuál de los dos había tomado la iniciativa, pero en un momento sintió los dedos del vampiro en su mano, bajo su mano. Estaban fríos, pero Kurogane solo pudo pensar que ese hermoso hombre le cogía la mano... y que era un hombre de quien parecía haberse enamorado. Volvió a suspirar, molesto por divagar tanto, algo a lo que no acostumbraba. ¿Y qué le importaba? Si también le gustaba a ese vampiro, no importaba que ambos fueran hombres. El único que podía juzgarlos era Shaoran, y sabía que no diría nada.

Apretó esos dedos, y miró a Fye. Este había cerrado su ojo, y sonreía...

 

Lentamente, Kurogane se echó sobre él. Fye se estremeció, pero sus brazos rápidamente rodearon la cintura del ninja, sin abrir su dorado ojo. Kurogane se montó sobre él, y con sus dedos comenzó a recorrer el pecho del hombre, que suspiró, mientras se sonrojaba. Kurogane lamió sus labios, levemente, y pudo notar como el rubio los abría. Introdujo con fuerza su lengua en la boca de Fye, que parecía dormido, de no ser porque se sonrojó aún más y apretó sus dedos en la espalda de Kurogane.

Lentamente, Kurogane comenzó a bajar, lamiendo su cuello, su pecho, sus pezones, mientras la fría agua del mar recorría sus cuerpos. Fye gimió, y abrió su ojo, en el que Kurogane vio ansias, deseo, y felicidad. ¿Había algo más que decir?

Kurogane sonrió, y entrecerró los ojos, mientras recorría con la lengua el abdomen de Fye, que temblaba, jadeando un poco. Notó la dureza bajo su boca, y apartó la tela de un tirón. No le pareció asqueroso, de hecho sintió que el sabor de esa suave y temblorosa piel mejoraba en cuanto Fye gimió con fuerza, temblando, sonrojado.

 

Sin embargo, Fye se incorporó un segundo después y le levantó la cabeza. Kurogane lo ignoró, tratando de no perder el hilo, pero Fye lo besó de nuevo, mientras reía. Kurogane lo miró, entre molesto y divertido.

-¿De qué te ríes, payaso?- preguntó con rudeza, o sea, dulzura mal disimulada, mientras Fye le lamía los pezones.

-De que en mis fantasías no me acerco ni a la mitad de lo bueno que eres en la realidad, Kuro-sama.

Kurogane sonrió, y se quitó los pantalones. Se abalanzó sobre su Fye (SU Fye), y volvió a rellenar su boca con su lengua, mientras frotaba la entrepierna del rubio contra la suya, y lo apretaba contra sí. Ahora fue él quien sonrió, e introdujo un dedo en Fye, que reaccionó acariciándole con más firmeza la espalda, mientras gemía, lo que también le dolió en las heridas; solo lo excitó más. Lo movió dentro, una y otra vez, mientras mordía levemente el pezón derecho de Fye, lamiéndolo y arrancándole más suspiros.

 

Shaoran y Mokona simplemente se escabulleron en la oscuridad, entre divertidos y avergonzados. No se lo esperaban.

 

-Apúrate... Kurogane...- jadeó Fye, contra su pecho, mientras Kurogane introducía el tercer dedo, ahora arrancándole un gemido de dolor.

-Ya voy, no seas impaciente. Solo quiero que lo disfrutes tanto como yo- dijo, sonriendo, aún con Fye entre su mano metálica- aunque si quieres dolor puedo dártelo toda la noche- cambió de mano, sosteniéndolos a ambos con su brazo metálico y volviendo a cogerlo con su otra mano.

-Solo...hazlo, Kuro...

Kurogane volvió a besarlo, y sonriendo, empujó. Fye gritó, arqueándose, pero Kurogane se quedó quieto, mientras lo acariciaba con firmeza y ternura. Luego, sonrojado, comenzó a entrar y salir, una y otra vez, en ese húmedo y caliente agujero, mientras Fye gemía y jadeaba aferrado a él. Una y otra vez, de nuevo, otra más, solo un poco más, ahí...

Fye gimió con la voz destrozada, y en el mismo momento en que Kurogane se vaciaba dentro de él, agotado, en su mano se regó la humedad de Fye, tibia. Kurogane salió lentamente, y lamió su mano manchada, comiéndose con los ojos el cuerpo blanco, caliente y húmedo de Fye, que yacía bajo él, agotado, jadeante, y mirándolo con una leve sonrisa.

-Eres increíble, Kuro...

-No digas nada, payaso.

 

Kurogane se lo pensó un momento, mientras el agua del mar los rodeaba, llevándose las manchas blancas de sus piernas. Y luego sonrió. Besó con voracidad a Fye, acariciando su cuerpo, abrazándolo. Luego se tendió a su lado,  con un brazo abarcando sus hombros.

-¿Dolió?- preguntó, mirándolo con suficiencia, pero también con satisfacción.

-Bastante. Pero lo valió.

Kurogane pudo darse cuenta entonces de que sus pantalones se los había llevado el mar, al igual que la ropa interior de su amante, pues no estaban a su alrededor. No le importó.

 

-¿Te molestaría que te tocara de nuevo?- preguntó un par de minutos después Fye, pues notó que Kurogane se iba quedando dormido.

-No realmente. Pero me duele le espalda.

-Lo siento, creo que te rasguñe- murmuró Fye, besándolo.

Kurogane lo miró con el ceño fruncido. Luego sonrió levemente.

-No te disculpes, idiota. Me gustó.

Fye lo miró, y se le ocurrió que la presencia del mar realmente lo había afectado más a Kurogane que a él. No porque Kurogane le hubiera hecho eso, de hecho lo había estado deseando tanto él como su amante. Sino porque Fye se dio cuenta de que Kurogane lo miraba con ternura, y Fye se sonrojó, satisfecho, y de nuevo excitado.

Sonrió.


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