Hijo de la Luna
La canción de Horokeu.
Tonto el que no entienda
Mitos, cuentos, leyendas…
¿Cuándo puede uno estar seguro de que son reales¿Cómo se puede distinguir una historia falsa de una verdadera, cuando sólo nuestros oídos son testigos lejanos de los hechos?
La pregunta precisa será siempre¿Creer o no creer…?
Cuenta una leyenda
Que una hembra gitana
Una joven perteneciente a la tribu de los ainus, casi mujer, que erraba junto con su pueblo por la fría tierra de las montañas. Atractiva y, como toda dama, con una cuota de misterio irradiado en su expresión. Y solitaria, pues poseía un extraño carácter peculiar introvertido y algo cerrado y también secretamente sentimental que parecía alejar a los hombres de tanto respeto que imponía.
Sí, la ainu estaba sola y, como todo ser tímido pero bondadoso, sedienta de afecto; deseosa de encontrar al amor de su vida. Tan deseosa, que dolía.
Conjuró a la luna
Una noche sin estrellas; su oportunidad. Luna llena. Palabras en dialecto ainu, pronunciadas con toda el alma; horas, horas y horas. Meditación y ruego al pálido satélite terrestre, que parecían ser en vano.
Hasta el amanecer.
Y cuando menos se lo esperaba, justo antes de abandonar, obtuvo respuesta. Iluminándola con una inverosímil luz blanca, Isis la incitó a efectuar su petición.
- Quiero… - empezó, el rostro bañado por lágrimas de desesperación y otras de cansancio, mientras trataba de fijar sus ojos oscuros en la Diosa que la escuchaba.
Llorando pedía
Al llegar el día
desposar un calé
- ¡Quiero enamorarme! – gritó al fin, todas sus fuerzas, esperanzas y corazón impregnados en sus palabras.
- Muy bien.
Tendrás a tu hombre, piel morena
Una voz mágica, sin duda femenina, llena de paz, que provenía de todos lados y a la vez de ninguno. Le bastó a la ainu mirar el cielo para comprender a quién pertenecía.
Desde el cielo habló la luna llena
- Sin embargo…
- …
Pero a cambio quiero
- Tendrás que pagarme de alguna forma.
- ¿De qué forma¿Qué es lo que deseas?
- Quiero que su primer niño me pertenezca.
El hijo primero
Que le engendres a él.
- Yo…
Duda; miedo; desazón. Un hijo es el fruto del amor entre dos personas, algo sagrado y único, especial. Mas si no prometía dárselo, tal amor no existiría…
¿Qué es más fuerte, el hambre de amor o el instinto moral y maternal humano?
- Acepto.- de seguro tendrían más de uno¿no?
Que quien su hijo inmola
- Ya hemos hecho un trato, no hay vuelta atrás.
Para no estar sola
- ¿Cuándo voy a conocerlo? – ansiedad. Emoción.
- Pronto. Y, una cosa…
- Dime.
- Te recomiendo no apegarte mucho al niño. Sólo sufrirías.
- … Sí.
Poco le iba a querer.
La mujer ainu llegó muy tarde (o quizá ya muy temprano) a su hogar temporal, llena de esperanza y de júbilo, pero con una duda.
Luna quieres ser madre
¿Por qué aquella condición? De todo lo que Isis pudo haberle pedido¿Por qué un niño?
Y no encuentras querer
que te haga mujer
¿Era acaso posible que incluso la poderosa Diosa de la Luna se viera desesperada dentro de su propia e irremediable soledad?
Y entonces, por primera vez, alguien compadeció al astro plateado.
Dime luna de plata
Mas le hubiese agradado saber por qué, en lugar de un hombre, un infante.
Qué pretendes hacer
con un niño de piel
Pero, bueno, lo hecho, hecho estaba.
Ella conoció al hombre de su vida. Alto, fuerte, moreno, apuesto, con un par de ojos que de tanta belleza daba escalofríos mirarlos.
Quedó embarazada.
Hijo de la Luna
Nueve meses más tarde, todo el pueblo regocijado por la pronta llegada de la criatura. Todos, a excepción de la mujer.
Llegó el día.
De padre canela nació un niño
Las ancianas que asistieron el parto no pudieron, además de asombrarse ante la hermosura del recién nacido, asustarse por la evidente verdad; pues el crío representaba con claridad la traición. Traición por parte de la ainu hacia su presunto amado.
Ese niño no era uno de ellos.
Blanco como el lomo de un armiño
Ningún parecido con el más lejano familiar. Nada; nada que pudiese salvar a su progenitora de las acusaciones que se avecinaban, ni de su castigo.
Con los ojos grises
en vez de aceituna
Y al contemplarlo por vez primera, postrada en la cama, ella, exhausta y temerosa, comprendió que Isis no olvidaba sus deudas, ni tampoco perdonaba la ingenuidad pasada de sus deudores. El bebé no le pertenecía; era de la Diosa del cielo nocturno.
Niño albino de luna
Y la primera vez que él lo vio, el brillo alegre y entusiasta de su mirar cambió por sombría estupefacción, por desengaño. Por dolor.
Maldita su estampa
este hijo es de un payo
y yo no me lo cayo
Su amada, su vida, lo había engañado.
Gitano al creerse deshonrado
Y como todo perteneciente a una tribu errante, nómada, la venganza se convirtió en una obligación.
Se fue a su mujer cuchillo en mano
- Me mentiste.
- ¿¡Q-qué haces con eso!
- ¿¡Cuándo¿¡Cuándo fue!
¿De quién es el hijo?
Me has engañao fijo
- ¡No…¡No es lo que crees; es de Is…!
Un riachuelo de sangre decoró las sábanas amarillentas con tristes y abstractos dibujos, mientras un mudo grito críptico se grababa para siempre en el alma de él.
Y de muerte la hirió.
El llanto del crío, anteriormente dormido, proveniente de la pieza continua de la carpa, llegó a los oídos de quien se creyó alguna vez su progenitor, como una canción acusadora.
- Tú no has visto nada…- le susurró con rencor, tomándolo por primera y última vez en sus brazos fuertes y culpables.
Luego se hizo al monte
Nadie lo salir. Nadie lo vio al regresar.
Con el niño en brazos
y allí le abandonó
En medio de la fría montaña, un canasto de mimbre, amplio y barato, guardaba una solitaria y pálida criatura, envuelta en varios harapos, que jugueteaba sin diversión con una extraña estatuilla artesanal.
Horokeu.
El grabado de la artesanía fue lo único que el hombre al que, si el odio, la vergüenza y el miedo no existieran en el corazón humano, pudo haber algún día llamado Papá, le dejó.
Y ese nombre, que quien lo parió había decidido concederle, le fue otorgado como prueba – sin testigo- de que existe el amor aún habiendo odio. Porque el ainu amaba a la mujer que asesinó y, siendo el niño de ojos lunares una parte de ella, merecía algo proveniente de su fallecida voluntad. Aunque, al final de todo, él era quien sufría.
Y en las noches que haya luna llena
Una noche en la montaña. Una carroza se dirigía al puerto más cercano, situado al otro lado del monte, para zarpar a China. La conducía el leal y más importante servidor de la Dinastía Tao.
Será porque el niño esté de buenas
Una risita en medio de la penumbra, cristalina y tierna como la caricia de un gatito, incitó al conductor de la carroza a detenerse.
Y si el niño llora
Lo encontraron. Y al verlos, el niño lloró asustado. Y cómo no, si hacía mucho que no veía seres humanos; ya que únicamente conocía a Isis, su madre y protectora, que no podía tocarlo, pero lo comprendía y cuidaba con infinito cariño.
Menguará la luna
para hacerle una cuna
Pero Isis no pudo detener al sirviente, aún cuando vio que Basón cogía a Horokeu en sus brazos, murmurando las siguientes palabras, llenas de bondad, que sólo serían oídas por su corazón esperanzado:
- Este niño… parece de la edad del señorito. Lo llevaré ante mi Señor para que le conceda el derecho de ser el compañero de juegos del amo Ren.
- ¡NO!
Un grito sin voz, escuchado sólo por la menguante Isis, a quien nadie jamás, en toda la historia del universo y la astronomía, vio cambiar de forma tan rápidamente, y por los oídos del pequeño que esa noche le fue arrebatado.
El viaje a China fue cómodo y duró cinco días.
Al llegar a la Mansión de los Tao, Basón presentó ante su amo su viviente y joven hallazgo, ansioso por llevarlo ante los aún pequeños y dorados ojos del niño heredero porque en un futuro, se decía Basón, podrían ser amigos.
- Hm. Supongo que le serviría a Ren como esclavo personal.
Ante las crueles palabras, llenas de indiferencia, ambición y egoísmo, el bondadoso sirviente sólo pudo reflejar su decepción en su gacha mirada, sintiéndose culpable por el destino que, sin desearlo, le había dado al pálido infante.
El injusto y miserable futuro de Horokeu había sido forjado, y la ira de su madre, la poderosa Diosa de la Luna, comenzaría a expandirse por el Universo.