Era maldito, mil veces maldito el momento. Él, Uzumaki Naruto, el que nunca cedía y nunca aceptaba la derrota, había sido rechazado por aquella chica que le había llamado la atención desde hacía cierto tiempo. Si tan sólo no hubiera sido tan déspota, si tan sólo fuera algo más que un capricho para el rubio.
Bien dicen que la diferencia entre el amor y el capricho es que este último dura más… Naruto estaba consternado, quebrado internamente no sólo por el rechazo en sí, sino por el sadismo en que se dio. La pelirrosa no sólo había movido el rostro en señal negativa, sino, con ese cruento ademán, le indicaba que no le gustaba, ni le gustaría nunca.
Sabía de sobra que las chicas de su salón, no, del grado… De todo el maldito instituto, estaban coladas por el mismo idiota: Sasuke Uchiha, un tipo a primera vista arrogante, indiferente y que parecía no tener en cuenta los sentimientos de la horda de chicas que suspiraban por él.
Le maldecía a él y al mismo tiempo no podía reprocharle. Él era sólo la ensoñación mal fundamentada de esas chicas. Era la representación física de sus más puras niñerías alimentadas de anhelos efímeros.
Y él, claro, tenía la fecha de vencimiento de los mismos.
Más empujado por el deseo de venganza que cualquier otra cosa, estaba dispuesto a todo. Incluso de tener entre sus manos lo que todas aquellas estúpidas estaban deseando.
Sabía que era de las pocas personas, por no decir la única, cercana al azabache. Esa cercanía era ciertamente conveniente. Un día, dos. Un mes. El tiempo que fuese necesario para cumplir su cometido.
Sasuke Uchiha, el chico como témpano de hielo, sabía que, aunque Naruto Uzumaki fuera más contrastante a él de lo que pudiera tolerar, la verdad es que valoraba su “lo que quiera que fuera” relación. Aún con ello, había notado un cambio de personalidad en el rubio. Algo en el interior del ojiazul se sentía raro… “quebrado” se atrevería a decir, pero no era su deber indagar en el interior de su compañero.
Aún así, notó como el rubio se cerraba con las demás personas. Ese fue un cambio bastante raro para él, tan radiante como siempre y jubiloso. Ahora era raro si le hablaba a alguien más que no fuera el Uchiha. Tal vez era buena idea hablar con él, pero no tenía ni idea de qué decirle, y algo dentro de sí le indicaba que era mejor ser prudente, sino quería que su exclusividad con las charlas del rubio se perdiera.
En alguna ocasión le había cuestionado si aquel cambio tan radical se debía a cierta pelirrosa. Sasuke estaba consciente de que a Naruto le gustaba mucho aquella chica. Y también estaba bastante consciente de que aquella era una de las chicas que más lo atosigaba a él. Por el simple hecho de no querer ser escandaloso es que no había frenado a esa horda de admiradoras suyas, pero la realidad era que eran insoportables y cansinas, “rendirse” no era una palabra habitual en su vocabulario, definitivamente.
Y así siguió ese comportamiento tan frío para el resto de personas que no fueran él, Sasuke Uchiha, el acercamiento de aquel, no había duda, era algo aceptable para el azabache.
Unos días/semanas/meses después (el rubio no estaba muy seguro de cuánto tiempo, y realmente cuando uno está obsesivo con una idea, algo como el tiempo no es un dato contemplado) decidió que era suficiente.
Un golpe brusco, un arrinconamiento a la pared, Sasuke no sabía qué diantres pasaba por la cabeza del usurantokachi y su ademán de reclamo se ve interrumpido: Una cara con una mirada perdida, desesperada… ávida y arrasante al extremo.
Un calor le recorrió y toda voluntad por ofrecer resistencia se fue a la mierda. Su amigo, el rubio imbécil, succiona sus labios con fuerza. No sabe reaccionar. No sabe qué hacer cuando segundos antes pensaba que aquel tenía ánimos de una trifulca, y no de besarlo descaradamente.
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La pared paga la factura de todo. Sasuke parece arremeter contra ella, sin entender si lo que más le desconcierta es que el rubio se haya tomado esa clase de “libertades” o que él no haya hecho nada por impedirlo.
Toda la puta clase restante no hizo sino sentir aún la presión de los labios de Naruto sobre él.
No va a girar a su derecha. No va a ver la expresión del rostro de Naruto. No. No. No.
Y, de haber girado, hubiese visto un atisbo de sonrisa maliciosa en aquel rubio de peculiares marcas en las mejillas. Tonteaba, entre otras cosas, acerca de aquel beso, pero no supo definir si le gustaba que todo marchase como deseaba o que aquel beso hubiera estado tan bien.
Oh, sí que lo estaba.
Itachi ya le indagaría después porque había marcas de golpes en las paredes y porque se había encerrado en su cuarto todo el día. Ni siquiera había tenido la decencia de comer algo. Menudo hermano raro el que tenía.
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- Bueno, ¿y qué demonios fue lo de ayer? – ambos estaban en la azotea del edificio de laboratorios, Sasuke contuvo las ganas de interrogarlo más ásperamente
- ¿No lo adivinas, Sasuke?- La forma tan lasciva en la que pronunció su nombre le hizo temblar ligeramente, decididamente su amigo el rubio estaba perdiendo la chaveta. El rubio contrajo ligeramente los labios antes de animarse a seguir: -Me gustas, teme.