Entró en la habitación poco iluminada, era muy amplia y al fondo había una cama matrimonial y un bulto sobresalia en medio de esta, era pequeño y respiraba. Se removió un poco al sentir que abrieron la puerta.
-Levántate ya –le susurraron al bulto.
Pero este solo volvió a removerse sin hacer caso, así que el hombre que entró se dirigió a una enorme ventana y corrió las cortinas permitiendo que el sol entrara a sus anchas y cayera directamente en la cama.
-Anda, tienes muchas cosas que hacer hoy –dijo el hombre con voz grave y fría.
Pero de nuevo no hubo respuesta, ni un movimiento por parte del bulto.
Tomó las sábanas y tiró de ellas destapándolo completamente, inmediatamente un pequeño rubio, de piel blanca; se hizo bolita a causa del frío, pero se negaba a abrir los ojos y tanteaba buscando las sábanas.
-Levántate –ordenó de nuevo, esta vez con severidad.
El pequeño se sentó al momento, abriendo los ojos para mostrar unos preciosos ojos verdes con muestras claras de sueño y, a pesar de saber que se estaba arriesgando de nuevo, dijo:
-Es mi cumpleaños y me gustaría dormir hasta tarde.
-Tu abuelo vendrá en unos días, no ha podido conseguir un vuelo –respondió el hombre ignorándolo.
Acababa de levantarse, si ese pequeño mocoso tenía algo era un muy mal genio al despertarse.
-Nunca viene el día de mi cumpleaños, siempre lo tengo que esperar –gruñó el pequeño levantándose a regañadientes.
-Vístete, en una hora llegarán tus invitados.
-¿Me compraste el abrigo que te pedí?
-Estarás en la casa, no lo necesitas.
-¿Pero lo compraste?
-Si, lo compré, ahora vístete.
-Bien –dijo resignado y comenzó a cambiarse cuando el hombre salía.
El hombre dejo la habitación y cerró la puerta, anduvo unos metros por un amplio corredor hasta que se encontró con un espejo en una de las paredes, giró a verse, y ahí lo vio, ese bastardo devolviéndole la mirada con una sonrisa resignada. Tom Riddle en carne y hueso, pero era un Tom mayor al que había visto en su segundo año en Hogwarts; no le sorprendió verle con ese aspecto, era el que le había visto los últimos diez años.
-Vaya, tanto tiempo sin vernos –dijo Tom mirando con odio al espejo- ¿Sabes? Esta "tradición" del cinco de Agosto me esta fastidiando…/
Se levanto sobresaltado, otra vez ese estupido sueño; miró el reloj: las once veinte, ¡Demonios! Ya era tarde y le había prometido a Jenny que iría con ella a la inauguración de aquel estupido restaurante, que no se quedaría encerrado en casa, bebiendo, como cada cinco de agosto.
Suena el timbre, es tarde y no alcanza a arreglarse, así que le dirá que no se encontraba muy bien, la haría volver a casa y después… después continuaría con su rutina del cinco de agosto. Se levantó y camino directo a la puerta, mientras volvían a timbrar con insistencia.
-¡Por fin, Harry! –exclamó exasperada en cuanto este abrió la puerta- Tengo como media hora llamando a la puerta.
"Si tiene media hora esperando en la puerta va a ser muy difícil deshacerme de ella", pensó Harry preocupado.
Jenny entró sin esperar invitación y se volvió a verlo con exagerada rapidez, su cabello castaño onduló en el aire y sus ojos azules brillaron con astucia. A veces le recordaba tanto a Hermione, fue ese sentimiento el que le hizo presentarse ante ella como un completo idiota y una sonrisa triste.
-No me vengas con que te sientes mal, porque ya lo has intentado otras veces –dijo ella antes de que Harry abriera la boca.
El moreno suspiró resignado y asintió lentamente. "A veces te odio Jenny"
-Siempre has sido muy alegre, pero alrededor de esta fecha y sobre todo este día te pones muy melancólico… ¿Por qué? -preguntó curiosa.
-Es algo personal, no quiero hablar de ello.
-Ya…
-¿Quieres salir o no? –atajó Harry antes de que la chica se pusiera a interrogarlo como solía hacer.
-Si
-Me iré a bañar, espera en la sala –le dijo volviéndose al baño.
Vivía en un pequeño departamento, constaba de cuatro habitaciones: la sala, que no era muy grande; la cocina, que era más espaciosa, a colores blancos y grises; el baño y su habitación. Jenny se quedó en la sala y Harry entró al baño sin muchas prisas, no pasaron cinco segundos cuando escuchó la voz de Jenny al otro lado de la puerta.
-¿Te gusta Canadá?
-¿Cómo? –preguntó incrédulo.
-¿Qué si te gusta vivir en Canadá? –preguntó Jenny.
-Si…no esta mal –respondió Harry sin darle importancia.
Hacia unas semanas que se habían mudado allí, Jenny solía seguirlo a todas partes desde que se hicieron amigos.
-¿Cómo es Londres? –preguntó Jenny.
-Bueno…-comenzó buscando las palabras- no es muy diferente.
-¿Extrañas a tu familia?
Como un rayo de luz, el entendimiento llegó a la cabeza de Harry. "Por supuesto, tenía que ser"
-No te diré lo que me pasa con este día –dijo Harry a la puerta.
-Tenía que intentarlo.
-¿A qué restaurante vamos a ir? –preguntó Harry, nervioso de pronto.
-¿Por qué eres tan receloso de cada lugar al que vamos a comer? –preguntó Jenny curiosa.
Harry ya no contesto, no quería hacerlo, así que abrió la ducha y fingió que no la escucho, se dirigió al lavamanos y, recargándose en el, se mojó el rostro. El responder aquella pregunta era como afirmar lo que tantas veces se había negado en su soledad.
-¿Harry? –intentó Jenny, pero al no recibir respuesta esta vez, decidió marcharse a la sala.
Cerró la llave del lavamanos y se metió a la regadera, aun seguía pensando en ese restaurante, tenía que evitar a toda costa que fuera de él. Terminó y se puso una toalla en la cintura, volvió al lavamanos y se miró al espejo, se inspeccionó durante unos minutos; quizás esperaba ver a aquel Tom Riddle a través de el para darse una esperanza de que él estuviera vivo, pero no podía aferrarse al pasado; ese bastardo le mató.
Sus ojos se humedecieron por un segundo al pensar en las posibles torturas que pudo haber utilizado antes de matarlo, ¡Por Merlín, era sólo un bebé! Volteó la cara al no poder seguir mirándose en el espejo, cerró los ojos abatido y al abrirlos vio una hoja de periódico en el suelo, estaba debajo de algunas botellas de cerveza. "Así que aquí llegó", pensó mientras retiraba las botellas y recogía el papel.
Ahí estaba él…su tortura, su negación, no quisiera admitirlo, pero del que se había estado escondiendo durante casi once años. Ahí estaba, sonriendo, saliendo adelante, viviendo su vida…
Se secó la cara con la toalla y salió aun con el periódico en la mano.
-No deberías beber tanto –lo reprende Jenny señalando con la cabeza más botellas de cerveza en la sala- eres un empresario importante, ¿qué pasaría si algún medio se enterara o te viera?
-No me interesa –gruñó Harry frunciendo el ceño.
Entró a su habitación y cerró la puerta, Jenny lo siguió y le hablaba a través de la puerta de nuevo; Harry no le respondió, se cambió rápido y volvió a tomar el periódico, debía deshacerse de el, no lograría salir vivo ese día si estaba viéndolo constantemente en su baño.
-¿Qué es eso? –preguntó Jenny señalando el periódico.
Harry quiso ocultarlo, tirarlo, quemarlo, lo que fuera con tal que no lo viera, pero Jenny fue más rápida y se lo arrebató. Al momento comenzó a leer el artículo.
-Draco Malfoy, el famoso y prestigiado Chef ahora abre un nuevo restaurante en Estados Unidos…bla, bla, bla…es su quinceavo local…bla, bla, bla… ¡Bah! Tonterías, conozco mejores lugares –masculló Jenny y volviéndose a Harry le dijo-, le hacen mucha bulla por que tiene varios locales, pero eso no es lo importante, ya verás. Te llevaré al local de un amigo, es excelente.
-Entonces, ¿no te gusta Malfoy? –preguntó como quien no quiere la cosa.
-No es que no me guste, pero no le veo porque hacer tanto alboroto –dijo Jenny-. Yo lo conozco, es una buena persona, muy amable…
-¿Lo conoces? –preguntó Harry asustado.
-Si, el amigo que te mencione tiene tratos con el, planean abrir un lugar juntos, pero aun no esta decidido.
-¿Y sabes si se encuentra aquí?
-¿Malfoy? –Harry asintió- No se, tal vez.
-Ya…
-¿Pero qué hacemos aquí hablando tonterías? Vamonos, se hace tarde.
Harry asintió y salió detrás de Jenny. Por un momento pensó en decirle que el también lo conocía, que era la razón por la que se embriagaba hasta vomitar esos días, pero se arrepintió al último momento, si se lo decía, le preguntaría cosas, lo haría recordar, y lo que más le dolía en esos momentos era el recordar.
Al llegar al restaurante el amigo de Jenny los recibió, pero tuvo que irse a los poco minutos ya que tenía un asunto que arreglar. Harry y Jenny se la estaban pasando bien, más Jenny que Harry, ya que este seguía divagando sobre sus cosas. Hora y media fue necesario que pasara para que Jenny decidiera que ya era hora de que se fueran. Insistió en que fueran a despedirse de su amigo, Harry aceptó con tal de salir de ahí de una vez por todas. Se dirigieron a la cocina y al lado de esta estaba la oficina del chef, Jenny llamó y espero a que le respondieran.
-Jenny, cariño, ¿se te ofrece algo más? –preguntó el chef Giorgo al verla ahí.
-Es que ya nos vamos, venía a despedirme –sonrió Jenny.
-¿Jenny? –se escuchó una voz dentro de la oficina.
Jenny al escuchar que la llamaban entró a la habitación a la vez que Giorgo le permitía el paso, sin embargo Harry no se movió, esa voz le había sonado de algo y todo su cuerpo se paralizo cuando volvió a escuchar a Jenny que hablaba alegremente.
-¡Malfoy!
Fue en ese momento que todo su mundo se cayó…