Hubo un tiempo en el que me sentía tan miserable… tan vacío. Yo, Uchiha Sasuke me sentía un inútil, pedazo de imbécil… jamás me había sentido así y era normal, siendo un Uchiha es imposible poder sentirse mal, era inaceptable.
Pero un día, caminando bajo la lluvia encontré un motivo, un pequeño rayo de luz bajo tanta oscuridad: un joven rubio, hermoso, de ojos azules cual zafiro y unas marquitas sobre las mejillas cual zorrito.
No pude evitar dejar de mirarlo, estaba totalmente paralizado y sumido en mis profundos pensamientos que no me percaté cuando el chico se acercó a mí y sin notarlo del todo me llamó la atención su sonrisa llena de alegría que me dedicó.
- Hola, disculpa… soy nuevo en la aldea y quisiera saber donde está ésta escuela.
Miré el pequeño trozo de papel que estiro hacía mí y no pude evitar sonreírle, cosa extraña en mí; miré la dirección y se trataba del internado Konoha, justo donde me encontraba estudiando.
- Bueno, está un poco lejos de aquí; pero si quieres te puedo llevar, de cualquier forma tengo que ir.
- ¿Estudias ahí?
- Sí, el internado Konoha es bastante conocido.
- Nadie me ha dicho como llegar. – su voz denotó que ya había preguntado en varias ocasiones anteriores.
- Bueno, en esta aldea la gente es muy… cerrada, se acostumbra a lo que ya conoce y la gente nueva no es muy bien recibida.
- Lo pude notar con mucha facilidad; por cierto, mi nombre es Naruto Uzumaki, mucho gusto.
- Yo… soy Sasuke Uchiha. – un leve ardor comenzó a esparcirse por mis mejillas dándome a entender que me había sonrojado un poco.
- Bueno, entonces… ¿me llevarías?
- Sí, no hay problema.
Comenzamos a caminar en dirección contraria a la que me dirigía, pues me quería alejar del colegio hasta que encontré a ese hermoso ángel que coincidentemente entraría a ese colegio.
- Es extraño que alguien venga a vivir a esta pequeña aldea ¿de dónde vienes? – tenía curiosidad, quería saberlo todo de él.
- Vengo de Suna.
- ¿De la cuidad de Suna? ¿Y qué hizo que un citadino viniera a vivir a una excluida aldea como ésta?
- Tuve problemas allá, la gente no me quería, sinceramente; supongo que por eso no me afecto que no me dieran una buena bienvenida a este lugar; me sorprende que tú me hables.
- Bueno, no tengo prejuicios con la gente nueva además tampoco soy bien aceptado por aquí.
- ¿No? ¿Eso por qué?
- Bueno, digamos que mi familia no es muy querida en la aldea.
- Pero pareces buena persona.
- A veces las apariencias engañan, en el caso de mi familia aplica a la perfección.
- ¿Insinúas qué eres mala persona?
- No insinué nada, sólo dije que mi familia no suele ser lo que aparenta.
- Hmm… ¿Por qué si tienes a tu familia vives en el internado?
- Bueno, digamos que no tengo una… relación familiar propiamente buena, es más como… una relación de conveniencia con ellos.
- ¡Pero es tu familia! – exclamó de pronto y entonces se volteó apenado a mirar a otro lugar. – Lo lamento, es que… es tu familia, debería ser diferente.
- Bueno, a decir verdad mis padres casi nunca están en la aldea, están en el país del agua o un lugar semejante y alejado de aquí; mi hermano mayor… él es… no es un hermano ejemplo, y sinceramente puedo decir que le tengo miedo, hasta cierto punto; por eso no vivo en casa.
- Ya comprendo. – ocultó sus ojos bajo su flequillo rubio y guardó silencio por unos minutos.
- ¿Puedo hacerte una pregunta? – me preguntó después del largo silencio tortuoso para mí.
- Claro.
- No sé… no sé si considerarte como un especie de amigo… ¿te molestaría?
- No, no me molesta.
- Gracias. – su sonrisa fue tierna y no pude hacer nada más que sonreírle como respuesta.
- Descuida.
Seguimos caminando con otro silencio incómodo; pero en ésta ocasión pude estar más tranquilo, después de todo los dormitorios de chicos estaban casi a tope, de hecho quedaban unas cuatro habitaciones, una sola y tres compartidas; cabía la pequeña posibilidad de que me tocara con él, y aún era una ilusión que tenía por dentro.
- Y dime ¿qué hacías caminando bajo la lluvia? – me preguntó de pronto.
- Bueno, me gusta sentir las gotas caer sobre mi piel, además me deja pensar con claridad ya que cuando llueve todos se ocultan en el lugar más cercano.
- Bueno, te entiendo.
- Y tú supongo que seguías buscando la escuela.
- Sí, es que mi abuela me prometió enviar a alguien a buscarme a la estación a eso de la 1, y llegué y no había nadie y me cansé de esperar.
- ¿Tu abuela?
- Bueno… es la directora del internado.
- ¿La Tsunade es tu abuela? – eso ciertamente me había sorprendido.
- Sí, ella misma.
- ¡Vaya! ¡Increíble!
- ¿Por qué?
- Tú pareces ser paciente y tener buen humor.
- Bueno, de paciencia no tengo ni pizca; pero un buen humor, procuro tenerlo siempre. – dijo sonriendo.
- Bueno, entonces supongo que sé a quién mandó. – dije recordando la discusión en la tarde.
- ¿A quién?
- Su nombre es Kiba, él vino; pero creo que ya te habías marchado o llegó antes y tampoco tiene pizca de paciencia, se fue de inmediato y volvió echando chispas, fue un gran problema conseguir que se calmara.
- Hmm.
- Y después nos pidieron que te buscáramos; pero… me negué.
- ¿Por qué? – no se ofendió, al contrario su voz se escuchaba llena de curiosidad.
- La verdad soy muy… antisocial, detesto la compañía de la mayoría de la gente y no quería salir a buscar a alguien que ni siquiera conocía, preferí pensar en cosas relevantes que me ocurren día a día.
- Ya veo, supongo que en tu lugar habría hecho lo mismo.
- Ahora resulta que me negué; pero llegaré contigo, suena gracioso.
- Un poco, sí.
- Y… ahí lo tienes… - dije mirando un punto fijo, la entrada del colegio. – El internado Konoha.
- Muchas gracias.
- No te preocupes, entremos.
- Pero habías salido, supongo que ibas a hacer algo.
- No, nada en especial, sólo caminar.
- Bueno… entonces entremos.
Quedó decidido que entraríamos y lo acompañé directamente a la oficina de la directora.
- Buenas tardes Shizune, venimos a ver a Tsunade. – le comenté.
- Hmm… ¿Otra vez, Sasuke? Sabes que no le agradan las constantes visitas.
- Vengo con su nieto. – le avisé.
- Oh, pasen.
Entramos a la oficina y la Tsunade estaba mirando a la ventana bastante fijamente y ninguno quería interrumpir sus pensamientos, aunque por dentro no quería interrumpirla porque sería alejarme de mi ángel; pero tarde o temprano deberíamos hablarle.
- Oiga, vieja. – le llamé, ella siempre se había caracterizado por su pésimo carácter y me resultaba muy gracioso que cuando le decía algo como “vieja” o “amargada” se molestaba, aunque ya era juego entre ambos.
- ¿¡Mil veces te he dicho que no me llames así, muchacho engreído!? ¿¡Acaso eres idiota!? – apenas iba a voltear cuando mi ángel y yo soltamos unas carcajadas algo sonoras.
- ¡Vamos, vieja! Te traje a tu nieto, no estés amargada como siempre; qué él debe conocerte como… no, no puede conocerte alegre. – me burlé otro poco.
- ¡Naruto! – se puso de pie y abrazó a su nieto.
- Los dejo a solas, supongo que podrán hablar así.
- No, espera Uchiha. – me llamó la Tsunade.
- Hmm.
- ¿Compartes habitación?