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13 DÍAS EN FRANCIA por vangelis_krad

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Cuando llegó al lujoso hotel, el pobre chico quiso desaparecer entre la multitud. No era la primera vez que sus padres lo obligaban a viajar a países a los que él no quería, y no era la primera vez que le fastidiaban aquellos ostentosos hoteles.
 
-Te encantará Francia… es uno de mis lugares preferidos- dijo su madre
 
“Si como no” pensó él sarcásticamente.
 
-Vamos Milo- le dijo su padre dándole un codazo al ver la expresión de su rostro-; estaremos aquí trece días, así que disfrútalo.
 
“¡¡Trece días Dios mió!! ayúdame por favor”
 
Subieron a la suite que les fue reservada… por el ventanal se podía apreciar todo París: la Torre Effel y EL Arco del Triunfo.
 
Milo observó unos instantes por el enorme ventanal mientras que sus padres desempacaban.
“Yo no quería venir aquí” se dijo a si mismo “yo quería viaje de cumpleaños a cualquier lugar, ¡menos a Francia!”
 
-¿Milo?- la voz de su madre lo sacó de sus pensamientos-, feliz cumpleaños
 
La mujer le entregó una pequeña cajita.
 
-Ábrela…- sugirió su padre
 
El jovencito la abrió y tomó la pequeña cadenita que tenía su nombre grabado.
-Espero que te haya gustado hijo mío- le dijo su madre poniéndole la cadena alrededor del cuello.
 
- Por supuesto que me gusta mamá- contestó Milo mirando el obsequio-, gracias a los dos.
 
Los abrazó fuertemente, después de todo no sería tan malo estar en Francia trece días…
 
Esa tarde la pasó en el hotel tratando de acomodar su ropa en los cajones; estaba completamente solo, sus padres habían salido de compras. Algo extraño lo hizo salir al balcón de la suite (que estaba en el quinto piso) y mirar hacia abajo.


-¡Cielos!- exclamó al ver una larga cabellera azul.
 
Pronto entró a la habitación para tomar lápiz y papel; escrita en francés, dejó una nota para sus
progenitores. Acto seguido, salió rumbo al elevador para bajar al lobby.
 
Rápidamente salio del hotel para buscar aquella cabellera que le había llamado la atención.
 
Cabe destacar que Milo era caracterizado por sus innumerables conquistas en todos los lugares a los que viajaba; a pesar de apenas tener  16 años, ya tenía una larga lista de nombres de chicas y uno que otro chico.
 
Le dió la vuelta a toda la calle, casi corriendo tratando de encontrar (a lo que él suponía) a una hermosa chica de cabello azul… daba la vuelta en una esquina, cuando algo o alguien hizo que cayera de espaldas.
 
- ¡Fíjate imbecil!- se lo gritaron en francés.
 
-¡Fíjate tú idiota!- contestó Milo en griego.
 
-¡Si quieres lo podemos arreglar ahora mismo!- le contestó el otro en perfecto griego pero con un leve acento francés.
 
Milo se puso de pie para mirar a su agresor; alzó la mirada la mirada para encontrarse con dos hermosos ojos azules.
 
-¿Qué te pasa?, ¿ya te dió miedo?- preguntó el joven francés.
 
El chico griego miró su cabello.
 
-¡Eras tú!- exclamó-, ¡tú eres al que he estado siguiendo!
 
-¿Siguiendo?, ¿qué te sucede?
 
Milo observó la ropa del otro chico: parecía el uniforme de una escuela particular…  camisa blanca de manga larga, pantalón y chaleco negro y todo esto aunado a la mochila que llevaba en la
espalda.
 
-Me llamo Milo- le ofreció la mano
 
El muchacho lo miró extrañado. Tomó su mano solo por educación ya que no le caía muy bien.
 
-Soy de Grecia, ¿y tú?
 
-… soy del sur de Francia pero vivo aquí en París- el chico no entendía nada
 
-No me has dicho tu nombre…- comentó Milo.
 
El francés endureció su rostro y contestó cortantemente.
 
-No tengo por que decírtelo- le dió la espalda y empezó a caminar.
 
Milo le dió alcance y lo jaló del brazo.
 
-No seas un franchute mal educado… solo dime tu nombre.
 
-Camus…- se safó bruscamente de la mano del griego-, me llamo Camus, ¿contento?
 
-Claro.
 
Le dió la espalda y siguió su camino sin reparar en nadie; era de carácter extremadamente frió y serio, cosa que le agradó a Milo ya que gustaba de los retos.
 
 
-Y te prometo que nos volveremos a ver… Camus.
 
Sonrió malévolamente y volvió al hotel.
 
                                                                                          ***
 
Los siguientes dos días Milo se paraba a la misma hora en la esquina en que chocara con el guapo francés llamado Camus. En vano lo esperó; su esperanza menguaba al paso de los días pues en poco tiempo abandonaría Francia.
 
Corría el quinto día de su estancia en Francia cuando…
 
-Ahora vuelvo mamá- le dió un fugaz beso.
 
Estaba por abrir la puerta del cuarto cuando su padre lo detuvo.
 
-Espera un momento Milo… ¿A dónde vas?
 
-A caminar…
 
-¿Por qué sales a la misma hora?
 
-Me gusta ver el atardecer- contestó con cierta molestia-, ¿ya me puedo ir?
 
-Anda ve- autorizó de mala gana el hombre
 
Milo llegó al lugar con dos minutos de retraso.
 
-Espero que no se haya ido- dijo para sí mirando su reloj
 
No tardó mucho tiempo cuando distinguió a un joven de aproximadamente 17 años, con pantalón y chaleco negro y camisa blanca de manga larga.
 
-¿Será él?
 
Pronto lo corroboró al ver su cabellera azul y aquellos ojos que tanto le habían gustado.
 
-¿No me vas a saludar?- le preguntó cuando pasó a su lado
 
-¡¿Tú?!- casi gritó el francés-, ¡¿Qué es lo que quieres?!
 
-Que mal carácter tienes Camus;  se un poco más tierno.
 
Camus le lanzó una mirada que casi lo fulmina con rayo láser.
 
-Vamos, no me mires así… se que mueres por besarme
 
-¡Estas loco!, ¡lárgate y déjame en paz!
 
Camus volvió a darle la espalda.
 
-No seas descortés- le pidió Milo suplicante
 
-…- el francés no contestó
 
Milo se le emparejó y se puso delante de él, evitando que siguiera su camino.
 
-Vamos hombre, te invito un café
 
El joven se ruborizó ante la “atrevida” invitación de aquel extraño.
 
-¿Aceptas?, di que si
 
Camus lo miró un poco extrañado, fue cuando se dio cuenta que era un poco más alto que aquel griego engreído.
 
-No se… tengo que llegar temprano a casa- respondió Camus torpemente
 
-¡Eso no es problema!- Milo sacó un celular de su bolsillo y se lo entregó al muchacho-, llama a tus
padres y diles que un amigo te invitó a charlar un rato
 
-¿Un amigo?
 
-Bueno, bueno; diles que un griego lo hizo
 
El joven francés frunció la frente y marco unos dígitos en el teléfono, luego se colocó la bocina
superior en su oído.
 
-¿Papá? - habló en francés ante la mirada de un Milo gozoso-… lo siento es que… si, si, llegaré bien pero… lo sé…papá me encontré a un amigo y… si, me invitó un café… ¡ajá!... si no te preocupes estaré bien… de acuerdo… te quiero… adiós
 
Cortó la comunicación y entregó el celular a su dueño.
 
-¿Y bien?- preguntó en griego Milo
 
-Conozco un buen ligar para una taza de café
 
Milo sonrió y siguieron su camino.
 
                                                                                               ***
 
Camus era un chico de familia acomodada; desde muy pequeño fue enviado a los mejores colegios de Francia; su padre le daba lo que todo niño deseaba: juguetes, escuela, casa, dinero y amor.
 
Pero… al morir su esposa cuando apenas Camus contaba con 6 años, se volvió demasiado sobreprotector, y más cuando advirtió el notable parecido de su hijo con su
madre…cuando Camus cumplió 13 años, lo envió a un costoso internado en París, donde seria bien cuidado y estaría alejado de todos aquellos que quisieran alcanzar sus amores.
 
Lógicamente, el jovencito adoptó una forma errónea de pensar… “la gente es mala” solía decir, por lo que su carácter era muy difícil de sobre llevar, pues era una persona fría y seria, nunca sonreía y no tenía amigos como todos los jóvenes.
 
Afortunadamente, al cumplir 16 años su padre decidió sacarlo del internado y meterlo en una preparatoria particular mixta (ya que según él, Camus era lo suficientemente listo como para caer en las trampas de los demás), donde era admirado por chicos y chicas. Tenía tal magnetismo, personalidad y porte, que atraía la atención de cualquiera, desde niños hasta adultos.
 
                                                                                       ***
 
-¿Cuántos años tienes?- preguntó Milo sin quitarle los ojos de encima a su nuevo “amigo”
 
-16- contestó Camus sin dejar de mirar la taza que contenía el café
El muchachito griego empezaba a desesperarse ante el hermetismo del francés; por más que hiciera el intento de conversar, no lo lograba.
 
-No hablas mucho, ¿verdad?
 
-…
 
-Anda Camus, quiero que seamos amigos. Pronto regresaré a Grecia y me encantaría tener un amigo a quien escribir
 
-Debo irme- dijo Camus poniendo unas monedas sobre la mesa y tomando su mochila-, ya es tarde
 
Milo lo miró atónito; nunca había conocido a una persona tan fría como a la que tenía en frente.
 
-Quisiera que nos volviéramos a ver Camus
 
-Tal vez… adiós
 
El muchacho salió de la cafetería a grandes pasos y sin mirar atrás. Milo se quedó ensimismado unos momentos recordando la cara de su próxima conquista.
 
“Vamos a ver si eres tan frió como pareces” pensó con una cínica sonrisa
 
Se puso en pie, completo la cuenta y se retiró de la elegante cafetería.
 
                                                                                             ***
 
Camus llegó a su hogar después del anochecer. En cuanto entró a la lujosa mansión, una lluvia de
preguntas cayó sobre él.
 
-¿Por qué te tardaste tanto?- un hombre de edad madura hizo su aparición
 
-Lo siento papá… no volveré a llegar tarde
 
El chico se dirigió hacia las escaleras, cuando su padre lo detuvo
 
-¿Quién es ese “amigo”?, tú no tienes amigos
 
-Se llama Milo- contestó Camus sin mirar al hombre-, es un griego que acabo de conocer
 
-¡Un extranjero!- gritó el hombre
 
Camus lo miró extrañado.
-Te prohíbo que vuelvas a ver a ese extranjero, sabrá Dios que intenciones tenga
 
El joven no se inmutó… como era su costumbre, dió la espalda y subió las escaleras para dirigirse a su habitación.
 
Una vez en ella, aventó la mochila a un rincón y se tumbó en la cama colocando las manos detrás de su nuca; cerró los ojos un momento para luego volver a abrirlos.
 
-No puede ser- murmuró-, no puede ser
 
Ciertamente, desde la primera vez que viera a Milo no lo pudo aparatar de su mente; sentía como si lo conociera desde años atrás.
 
-Milo…- su nombre sonaba con tal vehemencia-, ¿Por qué no puedo olvidarte?
 
Desde aquel día, deseo volverle a ver, volver a ver sus cabellos, sus ojos, esa fina boca que lo invitaba a que la besara.
 
Al ser una persona tan fría, Camus trataba de negarse a si mismo que se estaba enamorando de aquel griego, pero mientras más lo hacia, más pensaba en él.
 
 
                                                                                         ***
 
Camus se levantó muy temprano, a las seis de la mañana; se vistió con unos jeans azules y una camiseta sin mangas color negra. Sin que su padre y los sirvientes se dieran cuenta, salió de la casa y empezó a caminar sin rumbo.
 
Entraba a la escuela a las 10:00 am, así que no había problema. Entró a la cafetería en la que estuviera con Milo el día anterior.
 
Pidió una taza de café… miró hacia la ventana que tenía a su lado derecho. Gruesas gotas de lluvia
comenzaron a caer del cielo lleno de nubarrones.
 
“Milo” comenzó a divagar por sus pensamientos “no puedo olvidarte, te necesito demasiado”
 
-¿Preocupado?- un hombre se sentó en frente de él sacándolo de sus pensamientos.
 
-¡¿Qué haces aquí?!- gritó
 
-Sshh… la gente te está mirando
 
El francés se iba a poner de pie, cuando el otro lo obligó a permanecer en su lugar tomándolo de la mano.
 
-Que bueno que hay cafeterías que abran las 24 hrs. del día, ¿verdad?
 
Camus no respondió, volvió a mirar por la ventana.
 
-Camus… ¿te cuesta tanto aceptar mi amistad?
 
-… no tengo por que decírtelo
 
-No me digas; vaya que si no eres de carácter difícil
 
-¿Qué quieres Milo?, algo has de querer
 
-Ya te lo dije… tu amistad
 
Quedaron en profundo silencio; Milo estaba seguro que esta vez ese estirado francés caería rendido.
 
-¿Qué te parece si salimos a caminar y me muestras toda Francia?
 
-Esta lloviendo- contestó Camus señalando la ventana.
 
Milo sacó una sombrilla (quien sabe de donde) y la colocó sobre la mesa.
 
-Esto nos ayudará- se puso de pie tomando el paraguas-, ¿me acompañas?
 
Sin otro remedio, Camus dejó dinero en la mesa y salió de la cafetería junto con Milo.
 
-¿A dónde quieres ir?, solo tengo hasta las 9:00 am así que no escojas lugares muy retirados- dijo Camus colocándose bajo del paraguas.
 
-De acuerdo; como todavía esta un poco oscuro vamos a caminar y charlar
 
-Como quieras…
 
Caminaron en silencio; poco a poco empezó a amanecer, alejando aquellas nubes de lluvia.
 
-Cuéntame de tu vida Camus…- propuso Milo cerrando el paraguas.
 
-No hay nada interesante en ella
 
El griego se adelantó un poco y se paró en frente de Camus, deteniéndolo. Lo miró a los ojos.
 
-¿Qué te pasa?- preguntó Camus haciéndose un tanto hacia atrás.
 
-¿Nunca sonríes?
 
-Eso no te interesaría- contestó fríamente.
 
Milo sonrió malévolo y le picó una costilla a Camus.
 
-Anda… sonríe…
 
-¡Déjame en paz!
 
-Vamos, yo se que puedes
 
Continuó picándole las costillas.
 
-¡Milo ya basta!- gritaba Camus tratando de sujetarle las manos a su compañero.
 
Milo dejó de molestarlo solo para hacerle cosquillas.
 
-Te creeré inhumano si con esto no te ríes
 
-… ¡jajajajaja!, ¡por favor Milo!, ¡ya basta!
 
El rostro de Camus se suavizó y mostró una linda sonrisa.
 
-Así te ves mejor- Milo lo dejó en paz y le alzó la cara.
 
-¿Por qué lo hiciste?- el francés dejó de sonreír pero su cara ya no expresaba frialdad.
 
-Por que te ves más hermoso sonriendo.
 
Camus se ruborizó.
 
 
                                                                                         ***
 
-Así que eres de Grecia y no querías venir a París- dijo Camus sonriendo.
 
-Ajá… aunque ahora estoy feliz por haber venido
 
Caminaban por una larga avenida; ya la gente transitaba por ella, los establecimientos ya estaban
en servicio y los autos circulaban por las calles… Camus miró su reloj y por poco pega un grito.
 
-¡Las 9:30!, ¡debo irme!
 
-¿Por qué?, ¿qué sucede?- Milo se asustó
 
-Entro a las 10:00 y ¡ya son 9:30!, ¡mi papá me va a matar!
 
Camus se pasó las manos por los cabellos.
 
-¿Y si no vas?- propuso Milo sin entender la situación
 
-¡¿A la escuela?! no inventes… ¿qué voy a hacer?
 
-Te acompaño a tu casa y…
 
-¡No!; mi padre te correría a patadas
 
Milo se rascó la barbilla y miró al cielo.
 
-Te esperaré afuera
 
-… ay de acuerdo, ya vamonos- contestó Camus sin otra alternativa
 
                                                                                                       ***
 
Llegaron corriendo a la casa… Camus entró mientras que Milo se quedó a esperarlo en la acera.
 
El chico francés entró sigilosamente, se dirigió a su cuarto para ponerse el uniforme.
 
-¿Todavía no te vas? Ya van a ser las diez- su padre entró al cuarto, encontrando a su hijo tratando de vestirse rápidamente.
 
-Eh… bueno yo… es que me quedé dormido
 
Como pudo se puso el pantalón, los calcetines, los zapatos, la camisa y el chaleco.
 
-¿Quieres que te lleve en el auto?- preguntó el hombre
 
-…- recordó que Milo lo estaba esperando-; no gracias, yo puedo llegar solo
 
Tomó su mochila y salió del cuarto seguido por su padre.
 
-Mejor te llevo Camus… y si no te dejan entrar yo puedo hablar con el director
 
-Pero…
 
-¡Nada de peros!, te llevo a la escuela y punto
 
“¿Qué voy a hacer?” pensó.
 
Los dos hombres salieron de la casa; Milo escuchó la puerta y se volvió hacia ella, pues estaba de
espaldas.
-¿No te dijeron na_?...- no terminó de hacer la pregunta cuando vio a Camus con el hombre que supuso, era su padre
 
-¿Se le ofrece algo joven?- preguntó en francés el padre de Camus
 
Milo miró a Camus y este le devolvió la mirada como diciendo “no hables en griego o nos matará”
 
-N-no señor- respondió Milo dando gracias de que su madre lo obligara a estudiar francés.
 
-De acuerdo. Que tenga buen día
 
El griego sonrió nerviosamente. Camus pasó junto a él, tirando a propósito la mochila… él y Milo se agacharon instantáneamente.
 
-Pensé que nos iríamos juntos- dijo Milo en voz baja y con cierto resentimiento
 
-¿Qué querías que hiciera?, él fue el que me dijo que me llevaba
 
-¿Qué vamos a hacer?
 
-No tengo idea
 
-Te veo en la cafetería en una hora
 
-Estas loco Milo, tengo que ir a la escuela
 
-En una hora Camus
 
Milo se levantó y le entregó la mochila a Camus.
 
-¡Camie!- gritó su padre desde el auto-, ¡vamonos!
 
Subió al auto y se fue; Milo se encaminó a la cafetería.
 
                                                                                       ***
 
Milo se sentó en la misma mesa de siempre; miraba por la ventana esperando ver a Camus.
 
“No va a llegar” se lamentó al ver que eran las 11:30 am.
 
-Por poco y no llego- Camus se sentó en frente dejando la pesada mochila en el piso.
 
-¿Qué pasó?- preguntó el griego divertido.
 
Camus suspiró.
 
-Si mi padre se llega a enterar que salté la barda de la escuela solo para venir a verme con un griego extraño, me matará
 
-Eres valiente… una cualidad más que te hace el ser más hermoso de toda la tierra
 
El muchacho se ruborizó.
 
¿Qué mas puedo decir? El resto del día se la pasaron jugando en todos los parques que veían, iban y venían por toda la ciudad. Camus le mostraba a Milo cada
rincón de París, desde una simple cafetería hasta la Torre Effel.
 
Estaba atardeciendo cuando llegaron al hotel donde Milo se hospedaba.
 
-Bueno…- Camus lanzó un profundo suspiro-; creo que es todo por hoy
 
-¿Sabes?, debo aceptar que en un principio me sentí el ser mas desdichado de todo el mundo cuando llegué a Francia- confesó Milo
 
-¿Y?
 
-Pero ahora que estamos juntos, agradezco el que me hayan obligado a venir
 
-Y yo agradezco tener un amigo como tú Milo; has sido el único que me ha hecho sonreír
 
“No me ve como yo lo veo a él” se lamentó el joven griego “no soy mas que un amigo para él”
 
-¿Te pasa algo Milo?- preguntó Camus
 
-No, nada… ¿nos volveremos a ver?
 
Camus sabia a lo que se refería: faltar a clases y arriesgarse a que su padre lo descubriera pero…
 
-¡Por supuesto!- contestó con una gran sonrisa en los labios
 
-Mañana a las diez en la cafetería
 
-Claro
 
Intercambiaron teléfonos y unas cuantas palabras de despedida. Luego, cada uno se fue a su respectivo hogar (en el caso de Milo no se aplica).
 
Los siguientes tres días hicieron lo mismo; en aquella cafetería se veían a la misma hora para charlar, conocerse y pasear por todo París.
 
Milo llamaba a casa de Camus por las noches, para poder seguir conversando; lógicamente, esto no pasó desapercibido para el padre del francés.
 
Pero lo que nunca pudo sospechar, era que en el corazón de su hijo se empezaba a anidar un bello
sentimiento llamado amor.
 
Por su parte, Milo, que era dado a tener conquistas de una sola noche, comenzó a apaciguarse.
 
“¿Será amor?” se preguntaba
 
No lo sabia, pero lo que si, era que quería estar con ese muchacho de nombre Camus… desde aquella vez que lo vió sonreír, sintió la necesidad de protegerlo, de
cuidarlo… y amarlo. Le parecía un niño con el que deseaba estar toda su vida.
 
“Lo amo pero… yo tendré que irme y… ambos sufriremos”
 
El solo pensar que en cuatro días abandonaría París, lo estremecía de dolor y pesadumbre. ¿Cuándo lo volvería a ver después de su partida? En vano trató de alargar su estancia… no lo logró.
 
                                                                                                ***
 
 
 
Al día siguiente se volvieron a ver en la cafetería para luego salir a caminar el resto del día… todo
parecía tranquilo y normal. Llegó el atardecer y con él…
 
-Esta vez te acompañaré a tu casa- dijo Milo
 
-Pero
-Nada… vamos, no le tengo miedo a tu padre
 
Desviaron el camino del hotel en donde se hospedaba Milo hacia la vivienda de Camus; una vez que llegaron.
 
-Bien, nos vemos mañana- se despidió Camus afuera de su casa. Estaba por darse media vuelta, cuando Milo lo detuvo del brazo.
 
-¡Espera!...- el francés lo miró extrañado, por lo que Milo lo soltó- se que me consideras un estúpido griego que solo busca divertirse contigo…
 
-Claro que no
 
-No me interrumpas… yo no quiero hacerte daño Camie ^^, quiero lo mejor para ti y eso significa no volver a vernos y yo…
 
-¡Estas loco!- exclamó Camus-; desde que somos amigos ha cambiado mi vida, soy muy feliz al tenerte a mi lado.
 
Milo bajó la mirada.
 
-Me consideras tu amigo siendo que yo…
 
-¿Qué tú que?
 
-¿No te das cuenta?- alzó la cara para encontrarse con aquellos hermosos ojos- ¡¡TE AMO CAMUS!!
 
El pobre muchacho francés hubiera caído al piso de la impresión de no haber sido por que Milo lo abrazó fuertemente para luego besarlo.
 
“Yo también te amo” respondió Camus mentalmente.
 
-¡¡Camus!!
 
Los dos muchachos se separaron bruscamente al escuchar aquel grito (en francés).
 
-¡Padre!- Camus se puso mas pálido que la nieve
 
El hombre salió de la casa y se dirigió a su hijo.
 
-¡Así que no has ido a la escuela por ir a verte con este imbécil!, ¡me decepcionaste!
 
Camus cayó de espaldas al suelo a causa del golpe que su progenitor le diera en la cara.
 
-¡No le pegue!- Milo lo encaró y le gritó en francés-, ¡no estamos haciendo nada malo!
 
El hombre se volvió hacia el griego y antes de que este pudiera reaccionar, le asestó un fuerte golpe en el estómago que le impidió moverse.
 
-¡No volverás a acercarte a mi hijo!
 
Se volvió hacia Camus; tomó la mochila que estaba en el suelo y levantó bruscamente a su hijo del brazo y lo metió a fuerza a la casa.
 
-¡¡Milo!! ¡¡Milo!!
 
-Ca-camus…- el muchacho no podía ni hablar a causa del golpe.
 
                                                                                             ***
 
-¡¿Cómo pudiste hacerme esto?! ¡¿en que fallé para merecer este castigo?!
 
-Papá…
 
-¿Por qué te atreviste a enredarte con un griego que no vale nada?
 
-¡Papá!
 
El hombre dejó de parlotear y miró a su hijo, quien estaba sentado en la cama de su habitación masajeandose la mejilla izquierda.
 
-Milo es bueno y…
 
-¡Cállate!- le volvió a pegar, tumbándolo en la cama-; te prohíbo que vuelvas a verlo. Desde mañana te llevaré a la escuela y pobre de ti si se te ocurre escaparte
 
Salió de la habitación dando un portazo. Una lágrima corrió por la mejilla de Camus, pero recordó:
 
*** ¿No te das cuenta? ¡¡TE AMO CAMUS!! ***
 
-Yo también te amo Milo
 
Posó sus dedos en su boca, reviviendo el dulce beso recibido. A pesar de sentir la cara adolorida, en su interior había una lucecita de felicidad y esperanza al saberse correspondido.
 
                                                                                   ***
 
-¡¿Qué te pasó?!- preguntó la mujer al ver a Milo en ese estado de abatimiento
 
-Nada mamá
 
-¿Cómo que nada?- su padre se metió en el interrogatorio
 
-Ya les dije que nada- respondió Milo molesto
 
Se dirigió al teléfono y marcó unos números.
 
-¿A quien le llamas?- preguntó su madre
 
-A un amigo…- esperó un momento y empezó a hablar en francés- ¿si?... buenas noches, ¿se encuentra Camus?... ¿no?... ¿salió?... ¡pero si yo lo dejé en su casa!... que… si soy Milo… ¿cómo?... dígale al señor que puede tragarse sus ordenes, que eso no me va a impedir que siga amando a su hijo
 
Colgó bruscamente el auricular; sus padres lo miraban atónitos.
 
-Me voy a bañar- el chico agarró una toalla y se metió al baño
 
                                                                                      ***
 
Al día siguiente, Milo fue a buscar a Camus a su casa… lo vio salir con su padre por lo que tuvo que
esconderse tras un árbol y observar como se llevaban al amor de su vida en un auto.
 
Se pasó todo el día esperando el regreso de Camus a la casa, pues bien sabia que ya no lo vería en la cafetería y como no sabía donde quedaba la escuela, no tuvo mas opción que quedarse.
 
Alrededor de las seis de la tarde, vio acercarse el auto del padre del francés, observó a Camus bajarse del vehiculo y dirigirse a la puerta de su casa.
 
-Camus…- le habló en voz baja tratando de no ser descubierto por el padre-; psss… Camus
 
El muchacho volteó hacia atrás y vio a Milo escondido detrás de un árbol.
 
-¿Milo?
 
-¿Hablaste Camus?- le preguntó su padre
 
-No… para nada
 
Entraron a la casa, Camus se acercó a la ventana del comedor, la misma que daba a la calle.
 
“¿Dónde estará?” pensó. En ese instante sonó el teléfono, uno de los sirvientes contestó.
 
-¿Si?... ¿usted otra vez?... ya le dije que no… el joven Camus no esta y…
 
El muchacho le arrebató el auricular y empujó al sirviente.
 
-¿Milo?- contestó-… si… ajá… ¡voy para allá!
 
Colgó… el criado lo detuvo.
 
-Joven, tengo ordenes de no permitirle ver a ese muchacho
 
Camus sintió como la rebeldía se agitaba en su interior. Estaba harto de seguir ordenes y dejar casi
su vida por complacer a su padre.
 
-Puedes tragarte esas ordenes como más te plazca- salió dando un portazo
 
                                                                                     ***
 
Llegó a la cafetería y allí lo vio: tan hermoso, tan seductor. Le pareció un ángel caído del cielo que
había venido a la tierra para hacerlo reír y sobre todo revivir su frió corazón.
 
-Milo- se acercó a la mesa donde estaba sentado y lo acompañó
 
-Que bueno que viniste- replicó el otro-. Tengo que hacerte una propuesta
 
-Te escucho
 
El griego tomó las manos de Camus a través de la mesa, después lanzó un largo suspiro.
 
-Bien sabes que en dos días me iré y yo… tengo que ser sincero, me he enamorado locamente de ti Camus y no quiero perderte
 
-Milo yo…
 
-No me interrumpas… de verdad Camus, te amo como nunca he amado. Ahora se que eres con quien deseo estar el resto de mi vida; pero, creo que ya debo decirlo… volveré a Grecia y quiero que vengas conmigo
 
Camus se quedó estupefacto ante la proposición, nunca imaginó cosa igual.
 
-No se que decir- contestó torpemente-; tendría que dejarlo todo, a mi padre y toda mi vida
 
-¿Es un no?
 
-No, dame tiempo para decidir
 
Milo sonrió tristemente; le soltó las manos.
 
-te daré hasta mañana. Te esperaré aquí mañana en la noche… si no vienes sabré entenderlo
 
                                                                                       ***
 
Camus pasó los momentos más difíciles de su vida; jamás imaginó que aquél muchacho de sonrisa cínica le propusiera fugarse con él.
 
No era que no quisiera si no que… iba contra sus principios. No era la primera vez que los escrúpulos y los prejuicios le sacudían el alma. Ante todo, primero estaba la moral.
 
“No quiero ni pensar en lo que pasaría si nos descubren”
 
Este pensamiento lo acompañó desde que saliera de la cafetería hasta llegar a su casa.
 
“¿Qué hago? ¿Qué hago?”
 
Tenía que ser honesto consigo mismo: quería irse con Milo, alejarse de Francia y de su padre pero…
 
“Todos se burlarían de mi y papá pasaría el disgusto de su vida”
 
Era una terrible guerra entre el sentimiento y la razón; pasó la noche en vela dándole vueltas al asunto… hasta que al fin se decidió.
 
                                                                                       ***
 
En día siguiente pasó tranquilo para Camus, pero para Milo era un perfecto infierno.
 
Siguió la rutina, solo que esta vez el chico francés no asistió a clases.
 
Cerca de las siete de la noche, Camus se dirigió a la puerta de su casa.
 
-¿A dónde vas?- lo detuvo su padre apareciendo de improviso
 
-Voy a dar una vuelta…- contestó el chico dándole la espalda a su progenitor
 
-Te acompaño
 
-¡No!- casi gritó-, no… no tardaré
 
Giró la perilla y abrió la puerta.
 
-Vas a encontrarte con él, ¿cierto?
 
-No es tu problema- respondió Camus saliendo rápidamente de la vivienda sin dar tiempo a un regaño.
 
                                                                                                ***
 
Los minutos parecían horas; de vez en cuando miraba hacia la entrada de la cafetería con la esperanza de verlo.
 
-No me hagas esto Camus- susurró
 
Lanzó un profundo suspiro al ver que su reloj marcaba los ocho de la noche.
 
Tristemente se levantó de su asiento y salió de la cafetería. No había dado ni cinco pasos cuando
escuchó.
 
-¡¡Milo!! ¡¡espera Milo!!
 
-¡Camus!- gritó de alegría al verlo correr hacia a él
 
-Milo- Camus lo abrazó y escondió el rostro en el pecho del griego
 
-Pensé que no vendrías
 
El hermoso francés lo miró a los ojos.
 
-Te amo y estoy dispuesto a ir contigo a donde sea, hasta el mismísimo infierno
 
Los ojos de Milo se nublaron de lágrimas al oír aquellas palabras dichas con tanta ternura y amor.
 
-Te amo Camus, eres mi todo y nunca me cansaré de amar a un ángel como tú
 
Ambos jóvenes se fundieron en un profundo beso, sin importarles las miradas curiosas y comentarios de la gente, en ese instante solo eran ellos dos… pero lo que nunca imaginaron era que unos ojos observaban todos sus movimientos, en especial los de Camus…
 
                                                                                    ***
 
Esa noche, Camus tuvo que quedarse con Milo en el hotel, donde los padres del griego no vieron con desagrado al francés.
 

                                                                                     ***
 
-¿Listo?- le preguntó Milo a Camus antes de salir del cuarto del hotel
 
-Si…
 
Estaba por anochecer cuando marcharon rumbo al aeropuerto; Camus estaba notablemente nervioso pero a la vez, en su rostro se reflejaba una inmensa felicidad.
 
-¿Qué haremos cuando estemos en Grecia?- preguntó Camus
 
-No sé… seguiremos juntos y me enamoraré mas de ti- contestó Milo tomando la mano del otro
 
Llegaron al fin al aeropuerto, ahora solo les quedaba esperar.
 
                                                                                             ***
 
-“Pasajeros del vuelo 301 con destino a Grecia, favor de presentarse en la entrada B”
 
-Es nuestro vuelo- dijo Milo tomando sus maletas y dirigiéndose a la entrada
 
Se formaron para entregar sus pasajes y abordar el avión; Milo estaba al inicio, luego sus padres y al final Camus.
 
-¡Camus!- antes de que el joven francés pudiera entregar su boleto, una mano lo jaló fuertemente hacia atrás
 
-¡Padre!- el rostro de Camus era más blanco que una hoja de papel
 
-No permitiré que te vayas con ese miserable
 
-¿Cómo me encontraste?
 
-Ese es mi problema, vámonos- lo jaló de la mano
 
Camus volteó hacia la entrada que llevaba al avión y pudo apreciar que Milo y sus padres ya no estaban, no se habían dado cuenta de que su padre lo había detenido.
 
-¡No!- Camus se soltó bruscamente
 
Sin contestar nada, el hombre le dio un revés tirándolo al suelo, para luego levantarlo y llevárselo.
 
-¡¡Milo!! ¡¡Milo!!- comenzó a gritar esperando que el griego lo escuchara y no abordara el avión
 
-¡Cállate!
 
Desesperado y sin otra salida, le dió un puntapié a su padre haciendo que lo soltara.
 
-¡Milo!- corrió hacia la entrada-; déjeme pasar por favor- suplicó a la encargada
 
-¿Tiene su pasaje?
 
Camus buscó en vano, había perdido el boleto en el forcejeo con su padre, el boleto que Milo le diera.
 
-Lo siento, no puedo dejarlo pasar-respondió la encargada al cerciorarse que Camus no tenía su
pasaje-. Además el avión ya esta despegando
 
Sin responder, Camus corrió hacia la sala de espera y dirigiéndose a la puerta que daba a la pista.
 
-No puede pasar- dos guardias lo sujetaron impidiendo que abriera la puerta
 
-¡Déjenme! ¡tengo que ir!- empezó a llorar al ver que los aviones despegaban uno tras otro
 
Finalmente cayó de rodillas derrotado, se cubrió la cara con las manos tratando de ocultar sus lágrimas.
Los guardias se fueron al ver que se acercaba un hombre corpulento.
 
-No te quería Camus- su padre llegó y lo levanto haciendo que lo mirara- tan no te quería que no te esperó
 
Camus no reaccionó, su vista estaba clavada en la pista de aterrizaje.
 
-Déjame en paz padre- dijo al fin en voz baja y dándole la espalda al hombre-, no quiero volver a
verte
 
Rápidamente se pedió entre la multitud y de la vista de su padre. Salió del aeropuerto cabizbajo… volvía a ser el Camus de siempre: triste, sombrío y serio. Había perdido al único y verdadero amor de su vida: Milo…
 
FIN.

Notas finales:

ESTE FUE EL PRIMER FIC QUE ESCRIBI HACE YA ALGUNOS AÑOS JEJEJEJE ESPERO QUE SEA DE SU AGRADO


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