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Reír a tu lado por Leia-chan

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Era un lindo día de sol, los niños se reunían alrededor del agasajado, quien tenía entre sus manos un precioso muñeco que acababa de recibir. Benjamín cumplía ocho años ese 22 de junio y había recibido ese muñeco de madera de un tío suyo que vivía en el extranjero y a quien apreciaba mucho. Desde que abrió el regalo y se topó con el muñeco, no se había despegado de él, e incluso salió a jugar al patio con los demás con el pequeño muñeco entre sus brazos. David y dos niños más observaban a los demás jugar desde una de las mesas. Eran el grupo de niños más grandes del barrio y a veces jugaban con los pequeños, aunque también solían molestarlos para "dejar en claro quien manda". David miraba a Benjamín sonriendo radiante, con el muñeco en brazos y jugando alegremente con sus amigos.

Entonces, se le ocurrió una broma y se sonrió autosuficiente. Se levantó de la mesa, seguido de inmediato por los otros dos y el grupo de niños grandes se acercó al de los pequeños. David fue directo hasta Benjamín y, sin mucha antelación, le arrebato el muñeco de los brazos. Benjamín comenzó a pelear por el pequeño muñeco, pero David era muy grande y Benjamín muy pequeño. De alguna forma, el bullicio terminó en la acerca y en un descuido, David lanzó el muñeco a la calle. Al principio, todos se asombraron, pero David fue el primero en despertar y, poniéndose en plano machito, retó a Benjamín:

-          Si lo quieres, ve por él... - y apenas terminó de decir esas palabras, un vehículo pasó a gran velocidad al lado de ellos y despedazó el muñeco de madera. El grupo de niños miraba los destrozos ocasionados, pero David se concentraba en otra cosa... El pequeño rostro de David contorsionado de dolor...

...

Y puede que nunca haya sido capaz de realmente perdonarse el haberlo herido de esa forma, o tal vez, sólo sea que comenzaba a entender, diez años después, porqué siempre se las tomaba con el pequeño y tímido Benjamín. Sea cual sea el motivo, David estaba allí, frente a la juguetería, asombrado de haber encontrado un muñeco idéntico al que había destruido. "Y justo en el 22 de junio...". Miraba el objeto con insistencia, esperando que este le resolviera todas las dudas que le rondaban la cabeza. "Parece el destino, pero... Vamos, todos somos crueles cuando niños... Aunque eso no explica por qué sigo molestándolo de vez en cuando... No es como si debiera disculparme, aunque debo hacerlo. Pero no tengo porqué, ¿o sí? Como sea, no voy a comprarlo para disculparme, pero es su cumpleaños y... Pero no puedo comprarle  un muñeco a un chico de 18 años...", pensaba y pensaba, sin resolver qué hacer.

Miró su reloj y se dio cuenta de que, si no tomaba una decisión ya, llegaría tarde a la universidad. Volvió a ver al muñeco y recordó todo el dolor en esos tiernos ojos azules y lanzó un pesado suspiro.

...

David y Benjamín eran vecinos desde pequeños, pero nunca se llevaron realmente bien. David tenía dos años más que Benjamín, pero Benjamín era como el más querido por todos. Adorables y amigable, honesto y humilde, el chico simplemente le daba nauseas... Pero el destino se las había arreglado para que terminaran en la misma escuela, luego en el mismo colegio y ahora, en la misma universidad. Y siempre, la dinámica entre ellos parecía la misma. David se las arreglaba para molestar al pequeño, aunque no estuvieran en las mismas clases y Benjamín respondía a los abusos sonrojándose e inflando los cachetes. En todo lo que llevaban de conocerse, fueron pocas las veces que David realmente hirió a Benjamín y, en el fondo, ambos se consideraban como amigos... Amigos bastante peculiares...

...

Aún no sabía si entregarle el dichoso juguete o no. El hacerlo implicaría decir más de lo que deseaba, pero a cada día que pasaba necesitaba poner en palabras lo que atormentaba sus días. ¿Por qué hostigaba a Benjamín todos los días? ¿Por qué lo buscaba aunque sea sólo para darle un pequeño golpe en la cabeza? "No seas cobarde. Lo único que tienes que hacer es ir y reclamarlo. Es prácticamente tuyo, ya...". No sabía de donde sacaba esas ideas, pero generalmente era eso lo que pensaba cuando molestaba a Benjamín. Que era suyo o que él era de Benjamín. Sea cual fuere la situación, había cierta pertenencia en toda su relación. "Así que deja de ser un nenito cobarde y aclara la situación de una vez por todas...".

Pero cuando lo encontró en aquel salón vacío, sólo e indefenso, no pudo hacerlo.

-          Hey, enano... - Benjamín era sensiblemente más pequeño que él y más pequeño que el promedio de chicos de su edad y a David simplemente le encantaba recordárselo.

Benjamín levantó la vista y suspiró cansado en respuesta al saludo, algo que no solía hacer. Generalmente, respondía sonrojándose y poniéndose de malas. No lo saludó al instante, más bien parecía estar esperando algo.

-          Hoy, no, David - dijo al fin.

-          ¿Hoy, no, qué? - en verdad, esa reacción era extraña. David parecía estar triste y enfadado a la vez.

-          No quiero que me molestes hoy - respondió el menor y se llevó el bolso al hombro, dispuesto a irse. Caminó en dirección a la puerta, por ende, en dirección a David y David decidió que eso era suficiente. Benjamín no escaparía tan fácilmente...

Cerró la puerta tras su espalda y se recostó contra ella.

-          Por favor, David. En verdad, estoy cansado y... - volvió a lanzar otro suspiro agotador y continuó - Sólo déjame salir...

-          ¿Y si no lo hago? - David sonrió malévolamente, tratando de parecer amenazador, pero sexy a la vez.  Benjamín apretó los dientes y miró ferozmente a su amigo de la infancia. "Va a explotar".

-          ¡Si no! - gritó, pero obviamente no sabía como continuar esa frase.

Lanzó un grito de derrota y se abalanzó sobre David para sacarlo de su camino a la fuerza, lo cual era bastante difícil, ya que era pequeño y no precisamente atlético. Fácilmente, David lo doblegó y lo acorraló contra la puerta, en una posición bastante comprometedora. Benjamín tenía la cara roja por la impotencia y David respiraba agitadamente por el pequeño esfuerzo. Sus miradas se cruzaron en algún momento y se quedaron allí, en esa posición, con los rostros muy cerca uno del otro por mucho tiempo. David pasaba de esos ojos azules a los labios entreabiertos y... ¡Diablos, cómo deseaba besarlo! Y Benjamín se quedaba allí, inmóvil, expectante... Sólo un poco más y sus labios se tocarían...

"No", se acobardó David y comenzó a erguirse pero unas manos lo tomaron del cuello y lo mantuvieron en su lugar.

-          Si tú no haces nada, lo haré yo... - murmuró Benjamín, con la mirada feroz y se lanzó a comerle los labios al mayor en un beso desesperado.

...

De cómo pasaron del salón de clases al departamento de Benjamín no recordaba mucho. Recordaba el beso, el calor, la necesidad... y la frase "ven a mi casa". Después, simplemente recordaba besar la nuca de Benjamín, mientras este intentaba abrir la puerta del departamento. Cuando entraron, volvieron a besarse con intensidad, y Benjamín comenzó a luchar con las telas que los cubrían.

David se había imaginado ese momento muchas veces. Incluso lo había soñado en su pubertad y seguía haciéndolo de vez en cuando. Todas las veces, él resultaba como atacando a Benjamín, devorándolo por completo mientras este se dejaba llevar mansamente...

Este Benjamín no se estaba dejando llevar. Este Benjamín lo estaba llevando...

Lo buscaba con tal ímpetu que sobrecogía a David. "¿Esto esta sucediendo realmente?", se preguntó, al caer desnudo sobre la mullida cama del menor, con el dueño sobre él, saboreando la nueva piel expuesta. "Sólo hay que aprovecharlo, ¿no?", trataba de seguirle el ritmo a Benjamín, pero al final siempre quedaba como receptor, gimiendo y dejándose probar como una torta de cumpleaños... Y justo cuando Benjamín descendía para soplar la vela, sonó el molesto aparato celular de Benjamín.

-          Demonios... - farfulló Benjamín y se levantó para atender, desnudo como estaba. David lo comía con la mirada desde la cama, estudiaba cada línea, cada curva. "Ven a apagar las velas...", se le ocurrió. Entonces, recordó el regalo que tenía en su bolso. Debía entregárselo, debía... - ¿Adónde crees que vas?  - preguntó Benjamín, al ver que el otro intentaba levantarse - Hoy, eres mío, así que vuelve a la cama - ordenó, con tal autoridad que David no atinó a más que obedecer - Bueno, te decía... - volvió al teléfono... Estoy ocupado ahora te llamaré luego  - y cortó sin más preámbulos - No puedo dejarte solo ni cinco minutos... - se quejó - ¿Debo castigarte por eso? - sonrío, con malicia y David sintió que podía correrse sólo con ese despliegue de autoridad absoluta.

"Soy un jodido masoquista...", pensó David, mientras volvía a dejarse dominar por el menor. Se recostó a sentir sus besos y caricias descender y concentrarse en la ingle. Para no quedarse tan atrás, le acariciaba el cabello y la espalda, deleitándose con la suavidad de estos. Gimió alto cuando Benjamín se llevó su miembro a la boca. Era la sensación más hermosa que había vivido hasta ese momento. El calor, la humedad, la presión... todo, simplemente perfecto. Sus atenciones lo llevaban lentamente al cielo del placer, que se acumulaba en su bajo vientre. Benjamín comenzó a subir y bajar la cabeza, metiendo todo lo que podía y subiendo hasta casi sacárselo de la boca. David puso todo su empeño y fuerza de voluntad para no derramarse en esa boquita ansiosa que le brindaba placer.

En una de esas subidas, Benjamín finalmente se alejó del miembro, para mirar a David a la cara, con los labios húmedos e hinchados por el esfuerzo y los ojos lagrimeando. - Te quiero dentro... - susurró el menor, con el deseo hecho voz. David gruñó ante esas palabras y tomandolo de los cabellos, lo hizo erguirse para robarle un feroz beso. Lo tumbó sobre las almohadas, sin dejar de quitarle el aliento con sus besos, sintiendo como un animal, dispuesto a comerse al pequeño. Se alejó sólo para buscar algo con que lubricar y, Benjamín, como leyendo lo que pensaba, le señaló la mesita a su izquierda. En el primer cajón, David encontró un frasco de lubricante, además de un vibrador con forma de pene. De inmediato, la idea de David masturbándose con ese objeto se le formó en la cabeza y eso sólo hizo que le tuviera mas ganas. Se apresuró para untarse los dedos con la sustancia del frasco y de inmediato se hizo un espacio entre las piernas del otro, quien afectuosamente se abrió de piernas, sin vergüenza alguna. La disposición de Benjamín era algo con lo que no contaba, pero no se quejaba... Llevó los dedos con crema a la entrada del otro y comenzó a trabajar con ellos la zona. Un dedo escurridizo dentro, seguido pronto de otro. Benjamín los recibió con  gemidos de placer, abriendo más las piernas y moviendo las caderas, para recibirlos más adentro.

David estaba atontado por tanta sobrecarga de placer. Ya no podía esperar y, por suerte, parecía que Benjamín tampoco. Sacó sus dedos del interior de Benjamín y este de inmediato rodeó su cintura con las piernas, más que listo para recibir algo más grande y caliente en su interior. David lo tomó de las caderas y se introdujo de una, hasta el fondo, sacándole un grito a Benjamín. No esperaron mucho para comenzar a moverse en una danza antigua y más que satisfactoria. Benjamín parecía poseído por las sensaciones. La lujuria guiaba sus movimientos en busca de más y más placer en cada embestida. David se sentía glorioso en el interior acogedor de su amigo de la infancia y ahora amante. Y bailando esa danza candente alcanzaron las estrellas entre chorros espesos de semen.

...

Estaban descansando desnudos, bajo las sábanas blancas de Benjamín. Este se recostaba comodamente sobre el torso de David, mientras el mayor pasaba sus dedos a través de los sedosos cabellos castaños. Se sentían satisfechos y contentos y tan solo disfrutaban de la compañía del otro sin muchas complicaciones.

-          Oye... - comenzó Benjamín, acariciando el pecho de David - Perdóname por ser tan... mandón... - completó un tanto avergonzado.

-          No importa... - respondió David - Fue sexy... - río quedamente, para luego morderse el labio.

-          Es que... Es mi cumpleaños y nadie lo recordó... y luego viniste tú y tenía la esperanza de que me dijeras algo, pero...

-          ¡Oh, el regalo! - recordó David, en voz alta.

-          ¿Regalo? - preguntó Benjamín, incorporándose para verlo - ¿Me compraste un regalo? - volvió a preguntar emocionado. David se sintió tan feliz de verlo tan radiante - ¿Dónde esta? - preguntó ansioso.

-          En mi bolso... -respondió el otro, algo ensoñador. Benjamín lanzó un gritito de emoción.

-          ¡Voy a verlo, ahora mismo! - y, mientras se erguía, David recordó lo que había comprado y comenzó a sentirse bastante abochornado por su decisión.

-          ¡No, mejor no! - lo abrazó a medio camino para no dejarlo avanzar - Te compraré algo mejor...

-          Pero este lo compraste pensando en mí, ¿no? - Benjamín se lo pensó  mejor - ¿Era para hacerme una broma?  - preguntó, frunciendo las cejas.

-          ¿Qué? ¡NO! Era algo que... - y David se sonrojó al recordar que lo había comprado por nostalgia.

-          ¡Yay! ¡Quiero verlo! - se liberó de los brazos de David y fue corriendo a la sala.

-          ¿Eh? ¡No, no puedes! - David corrió tras él.

Benjamín ya había encontrado la caja y se disponía a abrirla cuando David se la arrebató de las manos - ¡Maldito, es mi regalo! ¡Dámelo! - ordenó Benjamín, riendo como un niño. David dejó la vergüenza de lado y también comenzó a reír. Ya no le importaba verse idiota ante Benjamín, pero le encantaba reír a su lado...

... y esta historia termina con dos chicos desnudos, forcejeando por un paquete rojo con un pequeño muñeco de madera dentro...

Notas finales:

Ok, espero que haya quedado bien...


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