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Yes your majesty; FFIX (Versión 2.0) por ParadiseNowhere

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Capítulo 1_Un tipo raro.

 

 

 

A Yitán siempre le había parecido un tipo raro. Por infinidad de cosas.

 

Para empezar, sus pintas eran raras.

 

Tenía el pelo rojo. No anaranjado ni rojizo, no. Rojo como el fuego. Y en punta. Parecía que iba en llamas. Llevaba siempre un cinturón alrededor de su frente, que a veces le tapaba los ojos. Unos ojos negros y profundos como pozos, fríos y penetrantes. Y siempre, siempre, llevaba a cuestas esa enorme espada, colgada de un cinturón cruzado sobre su pecho.

 

Además, estaban las cicatrices. Parecía que estaba hecho a cachitos. Aquí y allá tenía injertos de piel más oscuros. A Yitán le recordaba inevitablemente a una muñeca de trapo remendada. Aunque, en realidad, su aspecto era de todo menos de delicada muñeca. Parecía más bien un macarra, vestido siempre con aquellos pantalones largos de cuero, aquellas botas tan bastas, aquel raído chaleco y aquellos guantes negros con tachuelitas.

 

Ese era otro punto. Él decía que no le gustaban sus cicatrices, pero siempre iba por ahí luciendo el pecho descubierto y tal... no lo entendía. Tenía unos músculos que ya los quisiera él. Se veía enclenque a su lado. No es que fuese un tirillas... él era más bien esbelto, pero... tampoco es que Blank fuese un armario...

 

Le parecía un poco engreído. Y un egocéntrico. Orgulloso hasta límites insospechados, además. Sus mejores armas eran su cinismo y su mordaz sarcasmo, del que no se libraba absolutamente nadie. Menuda lengua viperina la suya. También lo sacaban de quicio sus repentinos cambios de humor. Lo mismo se reía a carcajadas que amenazaba con partirte la cara.

 

Otra cosa que tenía era que nunca hablaba de sí mismo. Nunca jamás. Siempre que intentaba sonsacarle algo, se ponía de mal humor. Y no le gustaba ponerlo de mal humor. No porque le tuviese miedo (aunque era verdad que nunca había podido ganarle en una pelea), pero lo miraba de una forma... era como si aquellos ojos de sombras fuesen a devorarlo, a tragarlo en su inmensa negrura.

 

Desde luego, era un tipo que imponía respeto. Su amenazante carácter y aspecto físico, combinados con aquella mirada de lobo acechante hacían que cualquier oponente se lo pensase dos veces antes de ir a por él.

 

Pero no era solamente el típico bruto barriobajero del tres al cuarto. También era un tipo inteligente. Entendía más que nadie que conociera de pociones y de mapas. Le hacía mucha gracia ver a semejante tipo midiendo al milímetro cuantos gramos de tal ingrediente debe llevar tal poción o con la nariz pegada a algún libro. Combo equilibrado entre músculo y cerebro. Raro, raro, raro.

 

Aun así, era idiota. No se daba cuenta de que las chicas lo miraban siempre. Pero su fuerte carácter y su frialdad las echaba atrás.

 

Un tipo definitivamente muy raro.

 

Rarísimo.

 

Pero a pesar de todo... aquel tipo le agradaba. Lo veía como suponía que debía ser un hermano. Pese a sus constantes discusiones y peleas tontas, no se le ocurría nadie más en quien confiar plenamente. Le confiaría su vida sin dudarlo. Y estaba seguro que el sentimiento era recíproco.

 

Sip. Era un tipo raro, lo mirase por donde lo mirase. Pero no se apañaba sin él. Juntos eran un tándem imparable en todo aquello que se propusiesen.

 

Ahora lo observaba mientras dormía tirado de cualquier forma en uno de los sofás de la guarida. Uno de sus brazos colgaba, rozando el suelo. Con el otro se tapaba los ojos. Roncaba muy bajito; más que roncar, respiraba con fuerza.

 

Esa mañana había salido temprano a hacer ejercicio. Siempre salía. Normal, aquellos músculos habría que mantenerlos de alguna forma.

 

-Blank- llamó en voz baja-... Blank- un poco más alto.

 

Se levantó y se acercó a él. Posó un dedo sobre su mejilla.

 

-Eh, Blank...

 

Ni caso. Debía estar profundamente dormido. Eso era una novedad. Siempre parecía estar alerta. Entonces, no pudo resistirse. Fue hasta la mesa que había en el centro del círculo de sofás y cogió un rotulado negro. Se acercó muy despacito.

 

Cuando la punta negra iba a hacer contacto con la piel de su cara, le sujetó la mano con un rápido movimiento. Sus ojos azules se sumergieron en aquella negrura insondable.

 

-¿Se puede saber que estás haciendo?

 

-Euh... nada- sonrisa.

 

-Ya. ¿Por qué no te vas a no hacer nada a otro sitio?

 

-¿Qué pasa? ¿Molesto?

 

-Sí.

 

-No tienes sentido del humor.

 

-Claro que tengo. Lo que pasa es que los bufones baratos como tú no me hacen gracia.

 

-Yo no soy un bufón barato- replicó con un puchero.

 

-Como digas. Sólo déjame en paz.

 

-Muy bien, señor gruñón.

 

-Gracias.

 

Medio minuto de silencio.

 

-Blank...

 

-¿Qué quieres?

 

-Vamos a algún sitio.

 

-No quiero. Déjame dormir.

 

-Es que me aburro.

 

-Ve con Marcus.

 

-No está.

 

-Con Cinna.

 

-Si, ya, para que me espante a las chicas.

 

-Tírale los trastos a Ruby.

 

-¡¿Estás loco!? ¡No quiero morir!

 

-Pues ve con Bakú.

 

-Seguro que me hace trabajar...

 

-Pues ve a tomar por saco.

 

-... es que solo me aburro.

 

-¡Joder, ¿Y a mí que me importa?! ¡Déjame tranquilo, coño!

 

-¡Eres un egoísta!

 

-Hmpf... Se acabó.

 

Se levantó del sofá.

 

-¿Adónde vas?

 

-A mi habitación, a ver si en mi cama me dejas dormir en paz.

 

-Eres un aburrido. Andaaaaa, vamos por ahí.

 

-Que no. Que tengo sueño. Ya eres mayorcito para entretenerte solo.

 

-Nooooo, quédate. No te molesto más, pero no me dejes solito.

 

-Que quiero dormir, ¿O es que no entiendes castellano? No tengo ganas de cháchara. Busca algo que hacer. Búscate un hobbie. ¿Qué tal si aprendes a leer?

 

Y se fue. Yitán hinchó los carrillos, enfadado. Menudo borde era.

 

-¡Yo ya sé leer, pedazo de burro!

 

-¡Pues lo demuestras muy poco!

 

 

 

Blank entró echando humo en su habitación. Cerró la persiana y se tiró en la cama. Que pesadito era Yitán cuando se ponía.

 

Era un tipo muy raro.

 

Para empezar, tenía cola. Parecía un mono.

 

Con esa cara de niño travieso, esos ojos azules y ese pelo rubio largo, siempre se llevaba a todas las chicas de calle. Tenía unos aires de Donjuán que lo molestaban mucho... y, por qué no decirlo, le despertaban cierta envidia. Un par de tonterías dichas con gracia, una sonrisa brillante, una mirada de soslayo y ale, otra que caía desfallecida a sus pies. Maldito mono con suerte. Andrógino afeminado de las narices.

 

Tenía una labia increíble. Y siempre iba derrochando energía y alegría por doquier. Le resultaba agotador. Siempre estaba contento. Siempre tenía una broma preparada y una sonrisa.

 

Además, era todo un caballero de novela. “¿Acaso necesito una razón para ayudar a alguien?” era su lema. Una máxima que iba canturreando por ahí mientras “rescataba” damiselas.

 

Era un tonto sin remedio. Un payaso. Su gran estrategia era entrar a saco donde fuese y cómo fuese. Aún así, era un ladrón muy hábil. Mucho más hábil que él, aunque le costase reconocerlo. Aunque en el combate cuerpo a cuerpo era mejor que Yitán. Nunca había podido ganarle. Era su pequeño orgullo.

 

En el fondo, lo admiraba. Siempre tenía una frase, una palabra, un algo para insuflar ánimo y alegría en los demás. Incluso en él mismo. Siempre era capaz de arrancarle una sonrisa. Su misma presencia era suficiente.

 

Se conocían desde que Blank había llegado a Tantalus, unos ocho años atrás. Había desarrollado una especie de confianza total hacia él. Y eso que él no confiaba en nadie. Pero si tuviera que poner su vida en manos de alguien, sería en las suyas sin duda alguna. Aunque a veces lo sacaba de quicio.

 

Un tipo raro.

 

Raro, raro, raro.

 

Pero no se podía imaginar su vida sin él. De hecho, se había convertido en una parte indispensable de su día a día, de su propio ser. Había despertado ciertos sentimientos en los que prefería no pensar. Sentimientos que lo asustaban en cierto modo, y que no estaba dispuesto a asumir, puesto que su orgullo no se lo permitía.

 

 

 

 

El sueño lo iba venciendo de nuevo. Estaba entre este mundo y el otro, flotando suavemente entre los brazos de Morfeo, cuando escuchó el leve ruido de la puerta al abrirse.

 

Aunque no abrió los ojos, ya sabía quién era.

 

-¿Y ahora qué quieres?

 

-... ¿Estás enfadado conmigo?

 

-No estoy enfadado, estoy cansado. Tengo sueño, y cuando tengo sueño no estoy de humor. Pero no estoy enfadado.

 

-Últimamente estás raro. Siempre estás fuera, o estás durmiendo, o haciendo cualquier cosa. Ya no sales conmigo por ahí, ya no entrenas conmigo, ya no peleamos, ya no hacemos hada. ¿Qué te pasa? Cada vez que te hablo parece que te molesta. ¿He hecho algo malo?

 

Blank se irguió en la cama y se sentó con la espalda apoyada en el cabezal. En un principio, Yitán pensó que lo miraba con el ceño fruncido, pero cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra y se fijó mejor, se dio cuenta de que lo miraba con cierto sentimiento de culpa. ¿Qué últimamente lo estaba evitando? Eso era cierto. Pero es que últimamente… esos sentimientos que trataba de enterrar le estaban haciendo la puñeta. Últimamente, sin saber por qué, los sentía a flor de piel, hasta el punto de que a veces parecía que iba a hablar de más, o a hacer algo más irreversible todavía…

 

-Mira, Yitán, no estoy enfadado. Perdona si te he dado esa impresión, pero es que últimamente estoy un poco... susceptible. No es que me molestes, es que estoy un poco irritable, eso es todo.

 

-¿Y eso? ¿Por qué?

 

-Bueno... son cosas mías.

 

-Vamos, cuéntamelo.

 

-... Simplemente, no estoy de humor. Se me acabará pasando, no te preocupes.

 

-Claro que me preocupo- se acercó y se sentó en el borde opuesto de la cama-. Porque, ¿Somos amigos, no?

 

Le sonrió y él le devolvió la sonrisa.

 

-Claro. Pero, en serio, no es nada. Ya pasará. En serio, no es nada de lo que debas preocuparte. Lo siento si te he dejado un poco abandonado. Ya saldremos de nuevo por ahí, ¿Si? Sólo... dame un respiro.

 

-Pero me tienes preocupado de veras.

 

-Que no es nada, joder- dijo alzando un poco la voz, casi sin darse cuenta-... mira, perdona. Déjalo estar, ¿Si?

 

-... bueno. Ya sé que no es de tu estilo, pero... siempre puedes hablar conmigo.

 

-Que sí. Gracias. Y ahora, déjame dormir un poco, ¿Si?

 

-Vale. Descansa.

 

Y se fue. Se recostó de nuevo en la cama. Así que, según Yitán, estaba raro... ¿Acaso se le notaba tanto? ¿Acaso se le estaba yendo un poco de las manos?

 

Tal vez fuese un mal agüero. Un presentimiento de que algo gordo iba a ocurrir.

 

 

 

Cuando despertó, sería hacia el mediodía. Se desperezó como si fuese un gato y bostezó. Ya iba siendo hora de levantarse. Empezaba a tener hambre.

 

Arriba estaban ya todos.

 

-Buenos días.

 

-Dirás buenas tardes, bella durmiente.

 

-Hmpf... No me toques la moral.

 

-Venga, come algo y prepárate, que nos vamos- le dijo Bakú.

 

-¿Ya habéis comido? ¿Y no me avisasteis?

 

-Sí, hombre. Con el humorcito que te gastas últimamente, cualquiera te va a despertar. Apúrate, que marchamos.

 

-¿Y adónde vamos?

 

-A ver al Cid.

 

-¿Y eso?

 

-Y yo que sé. Sólo quiere que vayamos. Apura, o vas sin comer.

 


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