CAPÍTULO 1 - Holic
Hace muchísimo calor, el clima está algo inhóspito. El viento azota las puertas y las ventanas, pero nada de eso me importa, porque la estoy recordando… A ella.
Hace muchos días que no sé nada de ella, las últimas veces, la vi muy contenta hablando con su nueva amiga, y me llené de celos, así que finalmente decidí no mirar más.
Ella pasa todas las mañanas por mi puerta, sé que va a su trabajo, aunque no sé donde queda, seguirla es casi como acecharla, y no, eso no está bien para mí. Hasta hace poco yo tenía una costumbre, que al final, se me convirtió en un vicio, verla pasar todas las mañanas, tipo 7 am, el tiempo era más que suficiente, ya que yo salgo a trabajar a las 9.
La descubrí un día que tuve que salir más temprano, dos horas antes, entre la impresión de planos y trámites bancarios. Cuando la vi, esa sonrisa idiota se posesionó de mi cara. Cambié mi hora de despertar sólo para verla, primero pretendía recoger el periódico en la puerta de mi casa, luego me fui descarando, y no me importaba que se notara que no le quitaba los ojos de encima. Para mí, ella es la mujer más bonita de todas, es como un sol.
Algunas veces, cuando volteaba a verme también, me saludaba con un gesto simple, esos eran los días en que terminaba suspirando, pensando que, después de todo, al menos ‘me daba la hora’.
Entonces una de esas mañanas, mi sonrisa se congeló, cuando la vi pasar muy contenta con otra chica, parecían conversar muy animadas y llevarse muy bien. Yo sabía que ‘Mi sol’ era más lesbiana que Safo[1], y también debía aceptar que la otra chica no estaba tan mal. Varios días las vi pasar, cada vez más cercanas, cada día ella notándome menos y a mí, doliéndome más. Decidí que ver eso me estaba matando, que era mejor no ver, que por mí estaba bien que estuvieran juntas, que era genial que estuviera feliz, pero que no necesitaba verlo en primera fila. Llevaba enamorada de ella más de un año y ya estaba convencida de que las cosas no se darían, nunca jamás.
Aun así, no puedo evitar fantasear con ella como tantas veces lo he hecho, he imaginado tantas cosas con ella, desde cosas tiernas, hasta muy pasionales. Ella también ha ocupado mis sueños, y en ellos, es que me gustaría quedarme siempre, en ellos, siempre me corresponde y me desea tanto como yo a ella.
Con este calor, se me calienta la cabeza, y se me alborotan las hormonas, el viento me hace eco, y dejo de preguntarme donde estará, porque empiezo a verla aquí conmigo, veo su piel, sus labios, esas imaginaciones vívidas vienen a mí, y la escena comienza…
[1]Safo de Lesbos fue una poetisa griega. A partir de sus poemas se suele deducir que Safo se enamoraba de sus discípulas y mantenía relaciones con muchas de ellas. Todo esto la ha convertido en un símbolo del amor entre mujeres.