Capítulo 2 - Fantasía
Está aquí, justo sobre mí, no tiene nada arriba, no trae camiseta, ni bra siquiera, sus pechos son grandes, terriblemente provocativos y deliciosos, creo que le encanta mi cara de tonta cuando les veo y se aprovecha de mi torpeza para atacar mi cuello. Por instinto, le doy acceso en el lado derecho, mi respiración se agita con tantas atenciones recibidas, el contacto piel a piel se siente muy bien; ya en este momento, me he rendido a sus caricias y puede hacer conmigo lo que ella quiera.
Poco a poco sus labios van descendiendo desde mi cuello hasta mi pecho, su mano se posesiona de mi otro pecho, mientras yo no puedo más que jadear por la falta de aire y el calor que emana de mi cuerpo; cierro mis ojos mientras disfruto lo que me hace, de por fin ser suya, casi puedo verla sonreír al notar todo el poder que tiene sobre mí. Mis manos recorren su espalda hasta que mis dedos terminan por enredarse en su cabello, acercándola más, si es posible. Me gusta como se siente sus hebras finas y suaves, y me encanta como ese simple gesto, junto a mis gemidos, hacen las caricias más necesitadas y profundas.
Al pasar a mi otro pecho, que sólo con el roce de sus labios y su cálido aliento me hace sentir un enorme placer, todo se desata y el calor en mi cuerpo es incontenible. Estoy segura que a ella le gusta jugar conmigo, la forma como su lengua se mueve y me provoca, como sus labios succionan, la forma en que marca mis pechos como suyos, me encanta y a la vez me desespera porque la necesito más. Cuando se levanta un poco para disfrutar de mi rostro sonrojado, no puedo más que rogarle por un beso, aunque me robe el aliento. Un beso, largo, lento y profundo, mientras mis pechos se erizan al sentir y estar junto a los de ella.
De pronto, una ventana golpea muy fuerte y despierto de mi ensoñación, más excitada y sudorosa de lo recomendable para el clima que hace, especialmente cuando ella realmente no está aquí, y no me ha tocado ni un pelo, por más que yo lo desee. Decido irme a bañar mientras me vienen flash de la escena que acaba de ocurrir en mi mente, y pienso en lo real que se sentía, en cuanto me gustaría que pasara, y pienso que ‘La reina de mis fantasías’ debe estar con… esa… esa… ‘amiga’ de ella, y no esperando en mi cama. Pero bueno, lo mejor es intentar fantasear menos, dejar de verla, dejar de pensar tanto en ella.
Después de un buen baño, de agua MUY FRÍA, en un día como hoy, sólo queda dormir un poco, así que después de ponerme una de mis camisetas para dormir, Morfeo[2] me lleva con él antes de notarlo siquiera.
Y de nuevo, ahí está ella, mi bonita, la reina de mis fantasías, sentada en un sofá junto conmigo, vemos algo en la tv, que ni siquiera logro distinguir de lo nerviosa que estoy, mi cara está más colorada que un tomate para salsa, mientras intento hacer el papel de interesante con la mirada fija en el televisor, aunque siga sin saber de qué va el programa. Ella me mira descaradamente, tiene sus ojos puestos en mí y creo que sonríe porque estoy sonrojada. Yo no puedo si quiera cruzar mi mirada con la de ella, mi corazón late tan fuerte que casi puedo jurar que ella lo escucha y por eso sonríe más grande, y cuando menos me lo espero, me da un beso en la mejilla, y ahora sí que no puedo evitar mirarla y su mirada me reta, acaso… ¿Quieres que te bese, bonita?
[2] En la mitología griega, Morfeo es el dios de los sueños.