Seguía con sus ojos el movimiento de aquel pequeño objeto plateado. Entraba y salía, arriba y abajo, izquierda y derecha. El delgado hilo rosa le acompañaba en cada movimiento, mientras los hábiles dedos que sostenían aquella prenda le indicaban el camino.
-Kibum.- soltó en un pequeño murmullo, recibiendo un bufido como respuesta. -¿No tenemos gente que hace eso?-
El rubio se detuvo, sosteniendo en una mano la camisa y en la otra la aguja. Enarcó una ceja y le miró. Sus ojos felinos lucían molestos, así que lo mejor era permanecer en silencio. Aunque eso a Minho jamás le había importado.
-Ahórrate tus comentarios.- siseó Key, volviendo a su trabajo.
-Sólo era una pregunta.- se quejó. –Serás una gran esposa, Hyung.-
Silencio.
Minho estaba aburrido, demasiado aburrido. No había nadie más en el apartamento, salvo Kim Kibum, quien no estaba resultando ser una agradable compañía. Quizá porque ni siquiera le prestaba atención.
-¿Estás seguro de que se hace así?- cuestionó el más joven, siguiendo nuevamente el camino que la aguja metálica trazaba en el aire.
El mayor se detuvo de nuevo. Se mordió un labio para no soltar una palabrota, eso Choi lo sabía bien. Si había algo que le faltara a Key, eso era paciencia. Mucha paciencia.
-Hello, Hello. Yuki dashite say hello.- cantó el más alto, cerrando los ojos.
-Comienzo a pensar que debí irme con Jjong.- susurró Kibum, soltando un largo y cansado suspiro. –Realmente me sacas de mis casillas, Minho.-
-Si no tuvieras ese carácter tan extraño, me casaría contigo.- pronunció despacio el modelo, como si no desease ser escuchado.
-¿Qué?- Kibum tenía la boca abierta y le miraba sorprendido.
-Serías una buena esposa.- señaló de nuevo.
-No soy una chica.- repuso ofendido el mayor. –Escucha, Minho…-
-Aún así.- le cortó, sonriendo suavemente.
-Olvidaré que dijiste algo.- concluyó el rubio, volviendo a su tarea.
Minho seguía sonriendo. Aquella conversación había logrado poner nervioso a Kibum, lo notaba por sus movimientos torpes y el leve sonrojo en sus mejillas. Tal vez, sólo tal vez, no fuera tan mala compañía… Por primera vez, podía observarlo realmente.
Key era demasiado bonito, eso estaba más que claro. Tenía ese no sé qué, que te causa un qué se yo, del que tú ya sabes. O algo así…
-Kibum, ¿te casarías conmigo?- soltó de repente, sonriendo ante el brinco que pegó el mayor.
La llave de SHINee sonrió nerviosamente, tratando de ignorar las extrañas palabras que el modelo seguía empeñado en dejar escapar de sus labios. Sin embargo, no contaba con el temblor de sus dedos, los cuales terminaron por hacerle errar y clavar la aguja en el sitio equivocado.
-¡Demonios!- chilló, observando la gota de sangre en su dedo.
No era la gran cosa, pero igual dolía. Y, lo peor de todo, es que había ensuciado la camisa que trataba de arreglar. Sería difícil sacar esa mancha, al igual que explicar su descuido.
-¡Es tu culpa!- acusó a su compañero, señalándolo con el dedo herido.
El más alto del grupo le miró divertido, sujetando su mano y tirando levemente de él. Lo siguiente que ocurrió, definitivamente Kibum no lo esperaba. Minho había lamido la sangre, mirándole a través de sus espesas pestañas negras, para luego introducirse completamente el dedo en la boca.
Key se había tensado ante la acción, sintiendo el calor subir hasta su rostro y la sangre agolpada en sus mejillas. El modelo mantenía los ojos cerrados, dejando que su lengua se deslizara por la pequeña herida.
-M-Minho…- Kibum se había acercado al chico, logrando liberar su dedo.
No hubo tiempo para regaños o disculpas. Los dos se habían movido al mismo tiempo, buscando desesperadamente los labios del otro. Kibum, prácticamente, se había lanzado contra él, tumbándolo en el sofá y quedando entre sus piernas. Minho le besaba hambrientamente, enredando sus dedos en el cabello rubio, rodeándole la estrecha cintura con un brazo.
-¿Cómo se supone que debo interpretar esto?-
Se separaron velozmente al escuchar aquella voz tan conocida. Ninguno había advertido la puerta abrirse, por lo que ahora Onew les contemplaba con algo de reprobación. Jinki se cruzó de brazos y enarcó una ceja, esperando la respuesta de ambos chicos.
-¡Oh!- comenzó Kibum, avergonzado. –Verás, Onew…- sus ojos no le miraban. –Es sólo que Minho y yo…-
-Vamos a casarnos, Hyung.- soltó el modelo, levantándose y arrastrando a Key con él.
-¿Eso debe hacerme sentir más tranquilo?- cuestionó el mayor, algo sorprendido.
-¿Ah? ¡Yo no he dicho nada de eso!- se quejó el rubio, tratando de soltarse. -¡No me casaré contigo!- rezongó, haciendo sonreír al modelo.
-¿Por qué no?- preguntó el más alto.
-Porque… Porque…- Kibum dudó unos instantes. -¡Eso ni siquiera es legal!-
-Sí lo es.- sonrió.
-¡No soy una chica!- chilló encolerizado. Aquello se le iba de las manos.
-Lo sé.- Minho seguía sonriendo. –Y no me molesta.-
-Eres un…- comenzó Kibum, pero unos labios le impidieron continuar. -¡Minho!-
-Estaremos en mi habitación, Hyung.- le informó el más alto a Onew, quien aún lucía algo desubicado con aquella escena.
Asintió en silencio, observando a ambos alejarse, mientras Key seguía discutiendo con el más alto. Volver a casa había sido una mala idea, estaba seguro. Jinki no podía dejar de pensar en lo que había visto. Además, ¿por qué Minho había dicho aquello? Prefirió dejar el tema de lado, aunque aún tenía demasiadas preguntas.
Un par de minutos después, las quejas de Kibum dejaron de escucharse. En realidad, la casa se sumergió en un silencio extraño. Algo se rompió en la habitación de Minho, pero no quiso saber qué ni cómo. Optó por huir de ahí antes de que algo más se dejara oír.
-Sólo espero…- murmuró. –Que nadie más vuelva a casa este día.-