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Monedas al Aire por HashiraZac

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Notas del capitulo:

Aquí viene el segundo capítulo, también breve pero algo más largo que el anterior.

Tranquilos, pronto saldremos de la aburrida vida cotidiana de Yume y todo comenzará a cobrar algo más de sentido.

 

 

-¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos Yume, cumpleaños feliz!

-…Zoe, déjalo.

-¿Por qué? No todos los días le caen a una los diecinueve.

Bufé.

-¿Y qué?

-De verdad, prima… qué sosa eres… -suspiró-. Venga, levántate, te estarán esperando en el trabajo.

-Que les zurzan.

-Pero bueno… ¿y esa actitud? ¿Es nueva o qué?

-Cállate ya.

Una superficie ligeramente acolchada impactó de lleno contra mi rostro, súbitamente.

-Niña, a mi no me contestes así –el tono de voz que utilizó sonó burlesco, como siempre, sin embargo, aprecié una nota peligrosa diferente a la simpatía que ahora me mostraba su sonrisa.

-No me tires tú cojines a la cara –la desafié lanzándole una mirada huraña.

-Lo he traído expresamente desde el salón para ello –hizo una pausa para reír, lo peor es que era cierto-. Vamos vaga, que ya está listo el desayuno.

Los pasos de aquella que había perturbado mi sueño resonaron alejándose. Tras ellos, el sonido de la puerta de mi habitación al cerrarse.

Resoplé. Ya sabía lo que tocaba.

Aquella mañana debía reprimir en la medida de lo posible mi característico mal humor matinal. Si no lo hacía, la gente que me rodeaba normalmente y que se esforzaría por animarme, felicitarme y demás “paripés” propios de un día de cumpleaños, quedarían decepcionados y me tomarían por una niñata insensible y borde, empeorando la sensación de antisociabilidad que suelo causar a simple vista.

Me levanté con torpeza, entre bostezos y parpadeos continuos. Tanteé cuidadosamente la superficie de mi mesita de noche, topándome de improviso con mis gafas. Tras retirarme el pelo de la cara con cansancio me las coloqué, tardando unos segundos en enfocar mi visión y avancé hacia el espejo de tocador colocado sobre la cómoda. Éste, desde su pequeño mundo de cristal, me devolvió la imagen de una pálida muchacha, demasiado delgada, de aspecto bastante desaliñado y ojeras notablemente marcadas.

-Qué… -pensé unos momentos la palabra adecuada, mi mente barajaba las dos opciones de calificarme como “asco” o “desastre”, finalmente me decidí por una más adecuada- …horror.

Lancé un gruñido a mi propia imagen.

-¡Yume! –exclamó una indignada voz desde la cocina- ¡Ven ya de una vez! ¡El desayuno se está enfriando!

Suspiré, saliendo de mis cavilaciones.

-Ya voy…

De repente, mi anticuado teléfono móvil que apenas conservaba ya fuerzas para vibrar en el modo silencio, comenzó a agitarse sobre mi mesilla.

Al abrirlo me topé con una nueva felicitación en formato sms acompañada por los característicos emoticonos que suelen añadirse en ese tipo de situaciones: texto, carita feliz, texto, carita con morritos dando un beso, texto, carita feliz de nuevo, despedida, carita aún más feliz.

A pesar de toda aquella lluvia de innecesarias expresiones de cariño, sonreí. Seguía acordándose, como siempre. Me sentí culpable, pensaba que en verdad, ese año no lo haría, no sé si quiera como pude dudar de ella. Sin embargo, si no lo hubiera hecho tampoco la habría culpado. La verdad me importaba poco que la gente se olvidara de mi nacimiento, yo misma si pudiera lo haría.

Tecleé un “Muchas gracias. Espero verte pronto.”, pulsé “Enviar” y cerré la tapa del teléfono. Ella ya sabía que yo no era alguien de demasiado “papeleo” y gestos cariñosos, ni por mensajes ni en la vida diaria, pero por lo menos, ya que se había molestado en gastar saldo para felicitarme, debía responderle.

-¡YUME! ¡JODER, VEN DE UNA VEZ!

Suspiré.

-¡Ya, ya, ya estoy!

Salí de mi cuarto a medio correr y me topé de lleno con una enorme cesta de mimbre sobre la mesa del salón repleta de bollos, palmeritas, cruasanes, pastelitos y demás delicias poco equilibradas.

-Ehm…

-No rechistes –me cortó Zoe, sagaz -. Es de la abuela.

-¿Pero cómo narices ha hecho llegar esto hasta aquí?

-¿Lo sabes tú? Porque yo no. Esta mañana llamaron al timbre y cuando salí a abrir me topé con ello en el pasillo.

-Capaz habrá sido de mandar a alguien expresamente para traerlo.

-Pues que no te extrañe… quizás algún empleado de la repostería

-Creía haber escuchado que se encargaría de todo el tío Juan.

-Sí, ya, pero cariño, mi padre es un inútil, sólo vale para las ventas y las cuentas, y mi madre y mi hermana a veces no dan abasto solas, así que la abuela suele echarles una mano, ya sabes como es.

-No puede parar quieta.

-Pues, que sepas que las galletas, son de ella, mi madre les da un toque diferente.

Fruncí el ceño.

-Gracias por esperarme y empezar a disfrutar de mi regalo sin mi permiso –hice énfasis en los pronombres posesivos.

-No venías, así que opté por empezar sin tí –se encogió de hombros y me sacó la lengua-. Además tengo que irme a trabajar –cargó el maletín que reposaba sobre el sofá y se acercó a mí –En el primer cajón de mi escritorio te he dejado una sorpresa –me besó en la mejilla-, y no me cotillees toda la habitación, que te conozco.

Le dirigí una mirada fulminante, a lo que ella respondió revolviéndome el pelo.

-¡Nos vemos! –se despidió con su habitual buen humor.

-Hasta luego.

Suspiré y me lancé al encuentro de las delicias que descansaban sobre la mesa.

Encima de todas ellas, cuidadosamente colocado, un sobre en el cual se podía leer “Felicidades”. Lo abrí, sorprendida de que mi prima no hubiera hurgado ya en él. Sonreí al reconocer la elaborada letra cursiva de mi abuela y comencé a leerla mientras echaba mano a una magdalena y la degustaba.

<<Hola cariño, ¿qué tal estás? Hay que ver que bonito es crecer para los jóvenes. Seguramente te estarás volviendo cada vez más guapa, y no como yo que a cada año que pasa me arrugo más. Espero que disfrutes de este pequeño detalle, ya sabes que nunca te faltará este tipo de regalo “dulce” en tus cumpleaños, por lo menos mientras yo viva. Las galletas las hice yo, que sé que te gustan mucho. Te echo de menos, mi niña, espero que vuelvas pronto a la ciudad y me hagas una visita. Un beso y un abrazo de los grandes. Te quiere: tu abuela Matilde>>.

Justo después de reparar en el garabato bajo la ultima frase que cerraba sus palabras como firma, decidí deleitarme con el sabor de las galletas, sí, en verdad las había preparado ella, su sabor seguía siendo incomparable.

No pude evitar sonreír, todo lo que provenía de la abuela me hacía feliz, incluso sus eternas regañinas cuando hacía algo mal. Sí, yo también la añoraba, mucho, quizás demasiado. Ella siempre había sido como una segunda madre para mí, si es que a la primera si quiera podía atribuírsele ese calificativo.

Doblé el papel y lo introduje de nuevo en el sobre, con sumo cuidado. Aquella carta la guardaría para mí en el cajón de mi mesita con la intención de poder releerla en mis aciagos días de soledad y tristeza.

Una lágrima resbaló por mi mejilla sin previo aviso.

Al tiempo en que secaba el rostro con la manga de mi pijama, el enorme reloj de pared dio siete campanas, provocándome un inoportuno respingo.

-¡Oh, joder! ¡Voy a llegar tarde!

 

 

Notas finales:

En el próximo capítulo, empieza lo "interesante".


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