A la mañana siguiente.
Mmmmmmmmm aspiró el aroma del otro mago, mezclado con el olor a sexo que había quedado impreso en la habitación. Se reacomodó ligeramente entre sus brazos. Suspiró. Hacía décadas que no se sentía tan satisfecho. Desde luego, su hijo y su mejor amigo tenían tooooooooooda la razón. No hay mejor complemento para tu cama, que un Gryffindor.
Abrió reticente los ojos para encontrarse al otro hombre aun completamente dormido. Recordó el brillo de sus ojos entre ese cabello revuelto por sus propias manos. Oh! Si… podía recordar el deseo y la lujuria que bailaba en ellos mientras lo embestía una y otra y otra vez. Se relamió los labios ante aquel recuerdo.
Jamás habría imaginado que ser dominado pudiera llegar a ser tan… extasiante. Apartó un mechón del cabello de su acompañante, para observar mejor el rostro frente al suyo. En él; se distinguía su fortaleza, esa pasión, ese lado salvaje que aun dormido se intuía. Que diferente a su mujer.
La fría Narcisa. Se decía de los Black que eran apasionados en sus amores y en sus odios, pero ella… Sabía que él no era el más indicado para hablar pero, bueno, él era un Malfoy después de todo. Su inexpresividad y frialdad iban con el apellido. Pero solo para el exterior. En casa era otra cosa. Él era un ser pasional como bien había demostrado un par de veces, esa misma noche.
Después del mejor orgasmo de su vida, ni siquiera protestó cuando aquel animal insaciable volvió a abrirle las piernas para comenzar de nuevo. Lo recibió anhelante mientras se retorcía entre caricias y besos. Mientras su lengua traviesa recorría su cuello de nuevo. Mientras mordía su clavícula de esa manera que lo hacía delirar. Mientras se hundía en él obligándolo a gritar su nombre y a rogar por más, por más placer, por más de esa locura. Todo esto sin decir una sola palabra.
Si este hombre quisiera… si este hombre le aceptara… ahora que todo había acabado; ahora que ese maldito loco estaba muerto… dejaría a su mujer y se ataría a él por lo que le restaba de vida. Si Severus conociera sus pensamientos se reiría de él. Solo una noche y ya estaba jurando amor eterno. Pero también comprendería lo que sentía en este mismo instante, pues su querido amigo se encontraba en la misma situación.
- Malfoy deja de pensar, joder, que no me dejas dormir… - murmuró el propietario de la cama sin abrir los ojos.
La carcajada del patriarca Malfoy no tardó en escucharse.
- ¿Tan fino tienes el oído? - cuestionó estirando su cuerpo y buscando rozar el contrario.
Quería más, oh! Por supuesto que quería más. Aunque no pudiera sentarte en una semana. Él estaba acostumbrado a lo mejor y “esto” era lo mejor que había probado en su vida. Jamás.
- Vaya vaya… ¿acaso quieres repetir Malfoy? – ronroneó sobre sus labios mientras clavaba su mirada en los ojos grises.
- Por supuesto mon petit chat*, por supuesto – ahora el turno del otro para reírse al tiempo que apretaba su abrazo.
- Y dime, mi hermoso rubio… ¿en que pensabas?- cuestionó mientras tiraba hacia abajo, del cabello de Lucius para lamer lentamente su cuello.
- En que me equivoqué de Black – contestó Malfoy cuando pudo volver a pensar con claridad.
Sirius Black soltó la maraña rubia y clavó su mirada en la contraria, totalmente serio.
- ¿Es eso una propuesta… Lucius? – un relámpago cruzo los ojos azules del mago.
- Si – respondió tratando de no desviar la mirada.
La sonrisa del animago le dio la respuesta a Luc, que se enroscó sobre su presa buscando un nuevo round. O debería decir ¿cazador?
¿FIN?