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Una de la otra por shix

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Notas del fanfic:

Es un one shot escrito en un momento de inspiración... De esas veces que se te ocurren cosas al azar, y deseas escribirlas. 

Espero que les guste. 

-Quiero que dejes de hacerlo…-Susurró Isabela, sosteniendo firmemente su taza de té-. Deja de acostarte con otras-Pidió molesta.

Su cuerpo estaba rígido, y yo sabía que no tenía nada que ver con las incómodas sillas del local. Su posición imponía, incluso sus labios estaba firmes, sin ninguna clase de temblor de los que solía tener al enfrentar situaciones difíciles. Sin duda alguna: una mujer implacable. Pero no sería mi Isabela, si su mirada no revelara lo que realmente sentía:

En sus grandes ojos verdes, enmarcados por espesas pestañas, podía ver el temor, el miedo, la tristeza.

Sostuve mi propia taza con más fuerza, por un momento, quedándome sin palabras. ¿Qué le puedes decir a la mujer que amas cuando te pide algo así?, ¿Cuándo sabes que has fallado?

No importaba si alguna vez Isabela había prometido no pedirlo nunca: era obvio que sucedería. Si de alguna forma, Isabela me amaba como yo la amaba a ella, era lógico pensar que quisiera tenerme, única y sólo para ella. Incluso yo misma había pensado de esa forma sobre Isabela, pero jamás había tenido la necesidad de pedirlo, porque era totalmente mía sin que yo se lo pidiera.

Finalmente tuve que mirar a otro lado, tratando de arreglar mis propios pensamientos. Aun notaba su mirada sobre mí: dura, intensa.

Momentos después, una risa surgió de mis labios, y volví a mirarla: su rostro se mostraba igual de firme, pero se había coloreado de un intenso rojo.

-¿Qué es tan gracioso?-Preguntó molesta. Al instante controlé la risa involuntaria: sabía cuánto le molestaba a Isabela mis risas inoportunas, aun cuando éstas fueran causadas enteramente por el nerviosismo.

-Nada…-Susurré.

Un silencio incómodo se instaló después de aquello. Era triste que una tarde tan buena de sábado se arruinara por una petición como aquella. Miré hacia mi taza, dándole unas cuantas vueltas con los dedos antes de llevarla a mis labios para tomar un largo sorbo. El té seguía caliente, y sentí arder mi lengua y mi garganta mientras el líquido pasaba a través de ella. No me quejé a pesar del ardor que sentía en ese momento.

Suspiré y enfrenté de nuevo la mirada de Isabela, que seguía tan firme como al principio. Inevitablemente me pregunté cuánto tiempo había pasado. A nuestro alrededor, las conversaciones de los comensales de las otras mesas, fluían tranquilamente, y ninguno había notado el cambio abrupto en el ánimo de la nuestra.

-Es curioso…-Dije calmadamente, al instante, la mirada de Isabela se volvió iracunda, y ahora sí: sus labios temblaron.

-No empieces, Valeria…-Pidió. Mi mirada hacía ella cambió a una de profunda lástima.

-Lo siento…-Susurré. Estiré mi brazo para poder tomar su mano entre la mía. Isabela se dejó hacer, sonreí mirando mi mano sobre la suya- . Lo siento en verdad-Le dije, acariciando suavemente su mano con mi pulgar.

El brillo en su mirada se intensificó, haciéndola voltear a otro lado evitando que yo viera sus ojos acuosos, a punto de llorar. Realmente una mujer así, no merecía llorar por mí. Con la otra mano, se limpió el inicio de aquellas lágrimas y volvió a mirarme.

-¿Me amas?-Preguntó- ¡Entonces ya basta!-Exclamó ahogadamente, no queriendo llamar la atención hacía nuestra pequeña discusión-, ¿O es que simplemente no quieres dejar de hacerlo?-Una risa amarga surgió de su garganta.

Fruncí el entrecejo, en una mueca de lástima y confusión.

-¿Dudas de mi amor?-Pregunté, incluso considerándolo una táctica sucia de mi parte. Ella rió de nuevo, terminando con un gemido ahogado. Alejó su mano de la mía, hasta ponerla en el borde de la mesa-. No debes de hacerlo. Te amo…-Aseguré yo.

-¿Entonces por qué?-Preguntó en un sollozo, sus manos volaron hacía el servilletero, tratando de sacar una servilleta, y al final tirándolas todas. Se limpió los ojos que estaban por soltar lágrimas- Valeria…-Sollozó.

Me mordí el labio inferior con saña: no sabía qué decir, negarlo sería estúpido, y simplemente heriría más a la mujer tan maravillosa con la que compartía la tarde.

-No es tan difícil…-Comentó.

Yo sabía que era verdad aquella oración. Yo realmente amo a esa mujer, y para cualquier otra persona eso debía bastar para cumplir una petición como aquella.

-Yo...-Susurré, incapaz de dejar a Isabela hablar sola y sin darle una explicación-… Sé que es posible…-Le dije-, pero no sé cómo hacerlo…-Ella soltó un bufido- ¡Es difícil para mí!

-¡No debería serlo!-Dijo, casi gritó. Me quedé callada, esperando a que agregara algo más. Volvió a pasar el papel rasposo de la servilleta por sus ojos-. Me has dicho que me amas varias veces, y yo te amo, por eso mismo lo aceptaba, pero si tú de verdad me amas… Debería…-Un sollozo escapó de sus labios-… Debería ser suficiente, para que dejaras de hacerlo…

La miré y en sus ojos pude ver furia y asco, algo que jamás había recibido de ella. Nunca…

-Tú me conocías…-Le recordé-, sabías cómo era, y por qué, y jamás me lo reclamaste…-Dije, y al igual que ella mis ojos se inundaron de lágrimas que no quería soltar-, ¿Por qué me lo pides si lo sabes?

Ella pareció conmoverse ligeramente por mis reacciones, pero no cedió.

-Porque yo pensaba que no podrías superarlo nunca, que tenía que aceptarlo para poder estar contigo…-Dijo, y yo sonreí entre las lágrimas. Era tan patético-, lo creí hasta que me dijiste que me amabas…-Un gemido lastimero surgió de sus pálidos labios-. Tengo derecho a creer que yo puedo ser la excepción, ¿Verdad?-Una lágrima escapó de sus ojos, y antes de que pasara sus pómulos, Isabela la limpió con rapidez.

Mi corazón no pudo soportar eso, ¡De verdad había logrado hacer sufrir a la mujer que amo! Me sentí el ser más despreciable del mundo, y no por primera vez, odie todo lo que Gabriela había significado en mi vida, y que aun no me dejaba avanzar.

-Te amo…-Le dije con el corazón roto-. Te amo…

Ella me sonrió dulcemente. Tomó su bolso, sacó unas monedas y las dejó en la mesa. Se acercó para darme un beso en la mejilla y salió del local.

La observé alejarse, e incluso cuando ya no la podía ver, no dejé de mirar hacia afuera. Las personas pasaban y ni una sola se giró a mirarme, nadie entendía la desesperación que sentía por dentro, y la única persona capaz de entenderlo, me lo había causado.

***

Recordé el por qué hacía las cosas de esa forma, y realmente entendía por qué Isabela se mostraba tan desesperada ante mis actos. Ella me amaba, y yo lo sabía, lo sabía perfectamente. Y aun así, no había podido dejar de lado mis costumbres de antaño por ella.

Era ridículo pensar que Gabriela tenía la culpa, porque ella simplemente se había mostrado como era, e incluso, me dio la oportunidad de rechazarla, a ella o a sus actos, y yo los había aceptado todos. No era culpa de Gabriela por ser como era, si no mía, por no resistir.

Aquellas costumbres, aun después de Gabriela, se habían quedado arraigadas a mí, y simplemente no las había podido abandonar con los años.

Isabela tenía un aura de inocencia, que aun si no era verdadera, impedía que quisiera mostrarme de esa forma ante ella, pero fuimos amigas por un largo tiempo, y simplemente era imposible que esas cosas pasaran desapercibidas para ella.

Pero fue aun peor cuando ella confesó su amor. Me había acostumbrado a las relaciones de más de una persona, pero ella era diferente. ¿Realmente podría lograrlo por una chica así de tierna y bella? Valía la pena intentarlo.

Aunque al inicio había sido más fácil de lo que había parecido en mi mente, con el tiempo se volvió complicado, estresante, necesario. Ella se daba cuenta que mi mente volaba de vez en cuando, y probablemente se imaginaba por qué, pero nunca dijo nada sobre ello.

La relación iba bien, y por eso decidí proponérselo a Isabela. Su reacción, aunque no mala, tampoco había sido buena. Yo diría, que más bien se mostró indiferente, a pesar de que no lo aceptó. El que no se mostrara en desacuerdo total, me hizo proponérselo más de una vez, y cuando en una ocasión lo aceptó, fue como si regresaran mis costumbres con aun más fuerza.

Ella tuvo que aceptar que otras personas entraran en nuestra relación, pero siempre había exigido que ella fuera especial, única. Podíamos cambiar de personas varias veces, en especial, porque Isabela sólo parecía aceptar que alguien interfiriera cuando se trataba del sexo. Me parecía extraño que no quisiera amor de nadie más, pues pensaba que ella sería del tipo que esperaba amor de sus acompañantes sexuales, pero sólo parecía esperar una relación verdadera conmigo.

Finalmente, después de un tiempo, decidimos vivir juntas. Incluso en ese tiempo, había aceptado aquello.

 Yo la adoro en cada aspecto, su forma de ser, sus manías extrañas, y todo en ella, así mismo ella aceptaba las mías, incluso aquella en la que no estaba en completo acuerdo. Tenía ideas acerca del por qué lo aceptaba si no le gustaba, pero a veces dudaba de sus razones, y simplemente me dejaba llevar. Y finalmente ella me lo había dicho, lo que le molestaba y por qué le molestaba…

Tantos años juntas me hacían comprenderla fácilmente, y sólo me había confirmado mis sospechas. No podía imaginar perderla, perder a esa mujer tan perfecta. Habíamos tenido peleas, pero todas eran diferentes a las que la gente común tiene, no gritábamos de verdad, no sentíamos furia que se pudieran transformar a golpes, y jamás nos habíamos insultado. Isabela era calmada y neutral en cualquier sentido. Una vida con alguien tan centrado era ideal… ¿Por qué era tan estúpidamente difícil entonces?

***

Llegué a la casa por la noche, bastante noche. Tenía que pensar en todo, y al final había tenido que tranquilizarme tomando unas cuantas cervezas o cualquier bebida alcohólica. Era una mala idea, sin duda alguna, llegar a casa borracha, pero no había otra forma de mirar las cosas con más calma.

Dejé el abrigo y el bolso en un sillón cualquiera de la sala, caminé hacía la cocina y tomé una rebanada del panqué que habíamos comprado en el súper por la mañana, tomé un vaso de leche, y subí las escaleras para ir a nuestra habitación. Al entrar saludé a mi novia que se encontraba medio acostada en la cama, bajo las sábanas, mirando la televisión. Atravesé el cuarto para ir al baño y lavarme los dientes.

-¿Fuiste a tomar?-Preguntó Isabela desde la habitación. Hice un sonido que trataba de ser afirmativo mientras me cepillaba los dientes- Okey…-Contestó.

Terminé de cepillarme y regresé a la habitación, donde me desvestí hasta quedar tan sólo con las pantaletas. Dudé entre ponerme camisón o acostarme así. Miré a Isabela que tenía puesto su pijama completo. Suspiré antes de ponerme el camisón. Abrí las sábanas para meterme bajo ellas y me acerqué hacia Isabela.

Me quedé un momento callada, junto a ella: hombro contra hombro. Miré sin mirar la televisión, una serie policiaca: las favoritas de Isabela. Finalmente suspiré.

-Te amo…-Le dije, girándome lentamente hacia ella-. Es difícil…-Le dije, pero ésta vez como una afirmación y no como una escusa a mis acciones-. Sin embargo: por ti… Haría lo que sea…-Le dije. Mis ojos se llenaron de lágrimas porque quería que me creyera, y quería creer en mí, quería ser capaz de dejar todo por ella, y que ella notara que lo hacía, que me esforzaba.

Se quedó mirándome sin decir nada. Las lágrimas brotaron de mis ojos sin que yo las detuviera, y no era porque tratara de darle lástima, si no porque, en la intimidad del hogar, ¿Qué importaba llorar si sólo te veía quien amabas?

-Te amo…-Dijo ella. Tomó mi mano sobre la colcha y acarició con suavidad la piel. Mis lágrimas parecieron tomar el doble de fuerza. Me dejé caer contra su hombro, respirando agitadamente.

-Lo siento…-Susurré entre sollozos-, en serio no voy a… Sé que tú no querías, perdóname…-Le pedí, finalmente dándome cuenta del por qué ella jamás exigió nada. Ella me quería, tal vez incluso me amaba desde el principio, y prefería soportar aquellas cosas antes de perderme-. Sólo de ti… Lo juro…-Dije entre sollozos. La apreté contra mí con aquel brazo que tenía libre-Te amo.

-Yo también te amo…-Dijo ella con voz estrangulada, subió con rapidez la mano que acariciaba la mía hasta mi rostro, tomó con firmeza mi barbilla y me obligó a mirarla. Sus ojos brillaban, con lágrimas amenazando por salir-. Una de la otra…-Dijo, antes de unir nuestros labios.

Notas finales:

Acepto insultos, correcciones, ideas, propuestas... Pero sobre todo acepto amor (?) ajajaja ¿Qué tal les pareció?


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