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Ironía por Passion Pit

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Notas del capitulo:

Presentación:

Soy Passion Pit y ésto surgió de mi total aburrimiento, una historia en donde mezclo dos de mis mundos favoritos, lo alternativo-indie y el yaoi. La historia se me ha hecho más larga de lo que esperaba así que serán unos cuantos capítulos para que finalice. La verdad es que no prometo una rauda actualización debido a agentes externos, léase estudios y trabajo. Pero como yo soy de esas lectoras empedernidas que exigen a sus autores pronta actualización y finalización, intentaré ser lo más rápida posible para todos aquellos que me lean. Que espero que sean muchos... Que espero que "sean" al menos.

En fin, los dejo con el relato, espero les guste y nos leemos en una próxima entrega... O más bien allá abajo en las notas finales, donde aclararé un par de puntos y haré comentarios innecesarios.

Gracias

 

El estridente retumbar en los amplificadores negros vociferando los electrónicos sonidos marcaba el mismo ritmo que la masa de cuerpos sudorosos y extasiados que danzaban apretados y sincronizados en la atiborrada pista de baile. Luces verdes, rojas, azules, todas ellas parpadeando de manera desenfrenada sobre el grupo de personas, parecían caricias invisibles y sensuales. Los beats fuertes y marcados no hacían más que envalentonar una y otra vez a esa vorágine sacudida por las pastillas de colores, las botellas de agua y los besos demasiado sexuales.

Él se encontraba ensimismado en ese mundo caluroso y libertino, dejando salir con un par de gritos y las manos alzadas todo ese interior tímido y recóndito que se ocultaba en los moralistas comentarios a la luz del sol. Esa era su noche y nada le impedía ser quien era, un chiquillo enloquecido y drogado, el jovencito de a penas diecisiete años que había teñido su cabello violeta y llevaba los anteojos de marco grueso y negro, el mismo al que sus compañeros de escuela molestaban y gritaban a viva voz “gay” con ese tono peyorativo que usan los adolescentes para herir sin desearlo realmente.

Debía admitir que era la pura verdad, y no es que le avergonzara, pero tener al grupillo de descerebrados que tenía por compañeros de escuela, persiguiéndole como idiotas sin vida no era justamente un agrado. Pero bien que esta noche podían irse a la mierda. Era su noche, gran fiesta, mucha música electrónica, algunas drogas que usaba casualmente… En cuanto supo que uno de sus dj favoritos se presentaba había corrido a comprar la entrada. Aprovecharía cada momento, había rogado a su madre para que le diera el dinero y nada opacaría la instancia. Nada.

Agitaba sus brazos arrítmicamente, solo dejándose llevar por el furor y los cuerpos que le rozaban, habían muchos chicos lindos ahí con los que podía recrear la vista, altos, guapos, musculosos, gay… por fin se encontraba en su mundo, y no habían estúpidos que se lo arruinaran. Miraba con sus ojos curiosos tras los cristales de sus anteojos, buscaba silenciosamente alguien que llamara su atención. Ya era tiempo de terminar con aquella mala racha de parejas, la que, cabe decir, era nula. Debía buscarse algún lindo chico con quien pasar la velada y divertirse a como de lugar.

Seguía observando, al acecho, a unos metros había un hombre interesante, se veía mayor, apuesto, bien vestido y se movía bastante bien… Pero iba acompañado, otro hombre más pequeño le bailaba de muy cerca, ya estaba descartado. Frente a él un delgado moreno, cabellos alborotados, apariencia tan hipster como la suya, completamente atrayente, mas la forma en que se movía denotaba que el hombre parecía estar viajando hasta Júpiter y, la verdad sea dicha, no estaba con ánimos de arrastrarse con un yonqui que no viera más allá de su nariz respingona. Siguió mirando. A su izquierda un joven como de su estatura bailaba solo, tenía facciones delicadas, admitía que no eran de su gusto, pero por esa noche podía pasarlo por alto, solo algo le molestaba, el jovencito rubio miraba algo inquieto como esperando algo o alguien… Al poco rato pudo comprobar que era un alguien, en concreto un hombre bastante sensual que llegaba caminando con dos botellas de mineral en sus manos, un poco más alto, cabellos negros, piel algo tostada, una camiseta de tirantes blancas y una sonrisa que le dirigía con ternura al más pequeño, ese alguien se acercó y besó con voracidad los labios del chiquillo, luego bebió la mitad de su botella y lo que restaba se lo regó en su cabello, cuello y pecho, no podía quitarle la vista de encima a ese pelinegro, era intrigante, inquietante. Ahí andaba algo mal, ese hombre de cabellos negros… No, no podía ser. Él… ¿ÉL?, justamente él… ¿Ahí?

Un momento. Hora de retrospectiva:

 


Era mediodía de un jueves sumamente aburrido en aquella escuela, el sol mezquino de invierno a penas alcanzaba para calentar las plumas grisáceas de las sucias palomas que paseaban en el patio de cemento del establecimiento. Faltaban aún un par de horas para poder terminar aquella molesta rutina y solo podía matar los minutos paseándose con pesar por esos pasillos fríos y sucios. Hace solo dos días que había cometido la gran locura de haberse teñido sus cabellos de violeta, y vaya cuantas repercusiones había traído. Primero su madre, la que a regañadientes había sido quien le tinturara, le admitió que aquel color iba con su color de piel, “El contraste te hace ver más pálido” según palabras textuales. A su padre poco le había interesado, ya casi parecía inmune a las extravagancias de sus hijos o bien le eran indiferente y creía sinceramente que eran parte de aquella época llamada adolescencia. Sus dos hermanos mayores tampoco dijeron mucho, una mirada, una sonrisa, qué mas daba… Eran sus insulsos hermanos.

Su mejor amiga había pegado uno de esos gritillos de tonta emoción y había prometido seguirle los pasos, “¡Ah! Me encanta, haré lo mismo, pero yo lo teñiré rosa. ¿No te parece?”. En fin, por otro lado le divertía muchísimo ver a la gente por la calle voltearse a mirarlo con ojillos criticones. El siempre causaba revuelo, si no era por su cabello, era por sus ajustadísimos jeans o el nuevo tatuaje de una golondrina que había hecho en su espalda. Era un chico raro, como suelen llamarle en las calles. Un hipster para aquellos a los que les gusta estereotipar en tribus urbanas. Un algo alternativo, según él.

Caminaba aún con su i-pod sonando de manera exagerada a través de los grandes audífonos verdes que llevaba puestos, escuchaba el ultimo disco de Bon Iver, idóneo para días fríos como aquellos, metió sus manos heladas en los bolsillos de su abrigo y miró hacia el patio del colegio, dos pisos más abajo los idiotas de sus compañeros corrían desquiciados tras un balón de fútbol y a él le pareció que esa era la peor forma de matar el tiempo posible. En su lugar el prefería un buen libro o una película, los deportes no eran su fuerte y quizás era esa la razón de que su cuerpo fuera más bien delgado y alargado, no como aquellos mastodontes con ínfulas de machos que tenía por compañeros, siempre exhibiendo sus músculos a diestra y siniestra, y aunque en el fondo a él no le molestara para nada un desfile de buenos cuerpos, no soportaba la idea de desparramo de testosterona sin un mínimo de neuronas.

Cuando su madre le dijo hace un par de años que le cambiaría del colegio mixto al que acudía a un instituto solo para hombres donde la excelencia académica era prometedora, sus ánimos sufrieron un remezón que él no sabía como clasificar. Dejaría a sus dos queridísimas amigas Bárbara y Tamara para imbuirse en un caos de hombres donde las reglas de machos predominaban y los chicos “como él” quedaban totalmente fuera del sistema, más bien terminaban en el final de la pirámide social siendo solamente útiles al momento de las bromas y los insultos, vamos, el bullying puro y duro. Los maricones en tierras de hombres no eran bienvenidos. Eran el primer blanco de los golpes, de los sobrenombres, del maltrato psicológico y de la destrucción de la autoestima.

Lindo panorama pintaba ese colegio, pero nada podía hacer, era su totalmente inescuchable palabra contra la vociferación autoritaria de su madre. Por lo tanto concluyó por mantenerse al margen y no mezclarse en esa perdida guerra. Iría al bendito colegio de hombres le gustase o no. Y aunque no le gustara la idea de ser discriminado, también estaba la interesante opción de mirar con ganas a sus tontos compañeros, bueno, que si iba a ser destruido que fuera con razones contundentes. Y él vaya que se las daba, siempre paseándose con su extravagante estilo de vestir, su caminar amanerado y su forma de hablar irónica.

Se acercó un poco al barandal del pasillo y tarareó en silencio las letras tristonas del cantante cuando de improviso sintió un fuerte golpe en su nuca que hizo que sus audífonos verdes cayeran de sus orejas y quedaran colgados en el barandal, peligrosamente a punto de caer, los recogió de manera apresurada mientras escuchaba un par de risas masculinas que sonaban estridentes y burlonas. Dejó escapar un suspiro de cansancio y rodó sus ojos con algo de molestia. Estaba claro que le importaba un comino lo que esos neardenthales opinaran de él, lo que hablaran a sus espaldas o como ser burlaban frente a sus ojos, pero a veces la rutina repetitiva e idiota de esos primates le aburría sobremanera.

Después de dejar a salvo sus audífonos cómodamente colgados en su cuello, se giró para mirar a ese par de idiotas que le sonreían socarronamente.

-Hola Alexita, ¿cómo estás nena?- le preguntó con burla uno de ellos, un idiota de su año y de su salón, cabellos marrones y nariz prominente. Feo para su gusto.

-¿Qué quieren?- rebatió con molestia el de cabellos morados.

-No te enojes princesita, veníamos a charlar un rato contigo- le dijo el mismo chico de antes, mientras se apoyaba a un lado de Alex, de la misma manera en que éste se semi-sentaba en el barandal.

-Qué emoción… ¿Qué quieren que conversemos, fútbol, chicas, cervezas?... ¿Cuánta estupidez más?- les dijo de manera irónica el de anteojos gruesos.

-¿Mmmm, con que al fin te has enderezado Alexita? ¿Ahora te gusta dar y no que te den?- cuestionó esta vez el otro chico, mirándole de manera sardónica siendo acompañado por una carcajada tonta del castaño. Alex solo soltó un suspiro y contestó: -Verás Noel… Una de las ventajas de ser “maricón” es el dar… Y que te den. Si no entiendes, puedo enseñártelo- le respondió irónico el pelivioleta, el que fuera abusado no significaba que se quedara de brazos cruzados, el también repartía su cuota de veneno y eso le hacía sentir bien.

Ante tal respuesta Noel se le quedó mirando algo pasmado y con furia rebosándole los ojos, no supo qué responderle y solamente atinó a hacer aquello que los neradenthales tienen por “último recurso”, como solía decir Alex, se acercó con algo de apuro y tomo la solapa del abrigo negro del más pequeño, con violencia lo acercó a sí y amenazó con miradas y puño. De inmediato el castaño se interpuso y detuvo a su amigo.

-Tranquilo Noe, recuerda que no estás en condiciones de mandarte un show más, el director te tiene pendiendo de un hilo- Las palabras de su amigo parecieron bajar raudamente los ánimos de Noel, quien no había dejado de mirar fijamente los ojos de Alex, éste también le miraba con sus ojos miel desafiantes. Ese patético de Noel no le asustaba, se había convertido en su “enemigo” número uno en cuanto se apareció en las puertas del salón y le había perseguido por todos lados del establecimiento insultándole y recordándole eternamente su condición de “maricón”. Alex por su parte solía ignorarle y hacerse el que no oía, pero es que a veces no se aguantaba las ganas de restregarle en su rostro que estaba completamente orgulloso de su “mariconería” y eso parecía espantarle sobremanera al más alto. El de anteojos se sonrió internamente mientras veía como ese par de primitivos se alejaban ofuscados.

-Nos vemos más tarde, maricón- le gritó a cierta distancia Pete, el de cabellos marrones, mientras le echaba miradas renconrosas, Noel por su parte caminaba iracundo sin querer voltearse. Sabía que encontrarían la manera de vengarse, pero poco y nada le importaba. Volvió a ponerse sus verdes audífonos y encendió su ipod, esta vez era el turno de passion pit, se sentía con ganas de bailar.

 


Era la última hora de clases, tocaba historia, una de sus favoritas, como todas las veces se sentó en uno de los primeros asientos y abrió uno de sus cuadernos para tomar apuntes. Aquel profesor era completamente interesante, un hombre divertido, dinámico y joven, se sentía fulminantemente atraído hacia él, si bien el hombre no era un adonis, para Alex esa desbordante inteligencia, esa energía y alegría no hacían más que envolverle en una rosada bruma de amor platónico. Después de todo era su profesor, unos diez a quince años mayor que él, un hombre que probablemente tenía una vida hecha y una familia potencial, definitivamente no era una opción la de enredarse con un chiquillo que se creía valiente por teñirse el cabello de colores raros o por usar ropa que al resto le parecía una perfecta mezcla entre los nerds y la elegancia. Era un caso perdido, pero Alex se conformaba con disfrutar de las apasionadas cátedras de ese hombre, mirarlo a la distancia y, porqué no, masturbarse en la intimidad de su habitación mientras fantaseaba que el hombre le hacía el amor salvajemente sobre la mesa en la que se sentaba Noel (bueno, esa parte no entraba en la fantasía, pero le parecía divertido a manera de venganza).

Cuando ya habían pasado algunos minutos y todos entraban a la sala, conversando y armando un bullicio ensordecedor, a su lado llegó un chiquillo poco más alto que él, llevaba una gorra de camionero yanqui verde, la que se quitó y guardó en su mochila mientras saludaba con simpatía a Alex. El jovencito era Joey, algo así como su “amigo”, un amable compañero con el que compartía un par de gustos musicales y unas cuantas conversaciones. Si bien no tenían lazos arraigados, ambos se sentían cómodos compartiendo asientos en clases y alguna que otra palabra en el recreo. Joey parecía hacerse el desentendido con la homosexualidad de Alex, por lo que habían llegado a llevarse bastante bien, un par de veces el chico aficionado al skate y la música punk le había defendido del idiota de Noel aunque Alex no se lo había pedido, por lo que internamente se sentía agradecido, además su compañía llenaba el vacío aburrido que era estar la mayor parte del día metido en un aula de cuatro asfixiantes paredes.

En cuanto llegó el profesor todos se dirigieron con paso derrotado hasta sus asientos y guardaron silencio, el catedrático se puso frente a la clase y comenzó con su charla incesante. El joven de cabellos violeta se encontraba sumido en el mundo que le plasmaba su profesor, éste hablaba de manera emocionada de la Grecia antigua, de democracia, artistas y filósofos.

-Ustedes saben, Sócrates, uno de los más importantes filósofos de la historia tenía por discípulo a Plantón. En aquella época las relaciones entre discípulos y maestros eran muy estrechas. El maestro le enseñaba a su pupilo de todo, incluidos el amor y las artes amatorias- Contaba el profesor.

-Ves Alex, no te sientas tan sola, Sócrates era maricón como tú- gritó desde el fondo Noel, interrumpiendo al profesor y siendo acompañado por la carcajada general de gran parte de la clase. Alex por su parte cerró los ojos con molestia y no pudo evitar un sonrojo de vergüenza, se sentía expuesto frente a su profesor y eso le incomodaba muchísimo. A su lado Joey se removió molesto y parecía que iba a soltar un grito pero prontamente se vio truncado por el hombre que daba la clase, quien mandó a callar a todos y miró severamente a Noel, dirigiéndose con tono autoritario que hasta llegaba a amedrentar a los chistositos que ahora huían cobardemente.

-Pues no, Noel. Sócrates no era aquello que usted describió tan elocuentemente. Tampoco era homosexual, o al menos no es comprobable. Solamente era un hombre de una época en la que éste tipo de tradiciones eran sumamente respetadas. Algo que usted debería comenzar a hacer. Pero al parecer su limitada inteligencia y tolerancia no le permiten la comprensión debida- recitó con solemnidad el profesor, logrando que un mutismo gélido se plantara de manera tensa en cada una de las personas que estaban ahí sentadas. Alex por su parte miraba asombrado al hombre que se erguía frente a él, con ese porte tan gallardo y sensual solo logró un punto más para sus hormonales fantasías.

-Ahora, como ha interrumpido la clase y ha insultado a uno de sus compañeros, tendré que enviarle a detención. Creo que no tengo que indicarle dónde se encuentra ni el procedimiento, usted ya muy bien lo conoce- comentó finalmente con ironía el profesor. Ante esto Noel se levantó enfurecido de su asiento y se dirigió a la salida, dando una última mirada violenta al pelivioleta, todo terminó con el broche de oro que dio a su salida, un fuerte golpe a la puerta mientras la cerraba. Alex suspiró riendo internamente, sabía que después de esto esperaba como mínimo una encerrona en el baño donde los sobrenombres de maricón y las risotadas burlescas serían lo mínimo recibido.

 


 

Era la mañana de un agitado viernes, al parecer que, llegado ese grandioso día de la semana todos los manojos de testosterona comenzaban a revolverse con impaciencia y hacían del día una víspera a las prontas fiestas a las que acudirían, comentado por doquier sobre tetas y culos, emborracharse hasta agarrarse un coma etílico y follar con cuanta falda se moviera frente a sus ojos. Era costumbre de cada viernes, y él les miraba con aburrimiento, ese ir y venir emocionado de sinsentido le hastiaba muchísimo. En esos momentos se encontraba conversando con Joey, el chico adicto al skate le contaba que ese fin de semana iría a no sé qué lugar a participar en un concurso de la dichosa tablita esa, por su lado Alex no entendía un carajo, pero le seguía la conversación a su amigo porque le divertía el entusiasmo de éste. Luego de un rato de charla incesante de Joey, y de que éste le explicara tanto y tanto sobre ruedas, tablas y trucos que no tenía idea qué significaban, el de la gorra verde le cuestionó sobre que haría ese fin de semana.

-Eh, realmente no pensaba hacer nada hasta ayer. Pero el sábado hay una fiesta con un dj francés al que quiero ver. Me había resignado a no ir pero mi madre se compadeció a último minuto y me pasó el dinero a cambio de que cuidara el jardín por un mes. Así que iré mañana a bailar y divertirme- le comentó casual el de anteojos.

-Vaya, suena divertido. ¿Vas solo?- le cuestionó Joey

-Sip, aunque espero acompañarme en la fiesta… Me entiendes- rió cómplice Alex, mientras el del skate negaba con su cabeza mientras sonreía, en un gesto de cómplice resignación.

-¿Irás a una fiesta para que por fin un maricón te de por el culo, Alexita?- preguntó jocoso tras de sí esa muy conocida y molesta voz. Alex no tuvo que darse la vuelta para saber qué estúpido hablaba de aquella manera.

-Si, verás me encontraré con tu hermanito y no seré justamente yo el que abra las piernas, Noel- comentó con aburrimiento el de anteojos, mencionando de pasada al hermano menor de éste, iba dos años más abajo que ellos y bien sabía Alex que era sobreprotegido por el primate ese que se le acercaba por la espalda.

-¿Qué dijiste, maricón? Mi hermano jamás sería marica, y mucho menos se mezclaría con uno como tú- le gritó un iracundo Noel, mientras tomaba al más pequeño y le zamarreaba con violencia. Rápidamente Joey se levanto y empujó pesadamente el cuerpo de quien molestaba a su amigo.

-Vete de aquí Noel, estás estorbando y sabes perfectamente que otra detención no te conviene- le amenazó tranquilo Joey.

-¿Qué pasa, tú también eres un mariconcito, Johana?- burló el más alto.

-¿Te importa acaso lo que yo o Alex seamos, Noel? Porque, por lo que demuestras siempre molestando, es que te importan, y mucho, los “maricones”. No será que te gustan los hombres, Noel- comentó irónico el de la gorra, ganándose una mirada de odio puro por parte del otro.

-Jamás voy a ser uno de ustedes, no le abro el culo a nadie. No como ustedes, maricas- les dijo con palabras ponzoñosas, viéndose casi derrotado prefirió no seguir. Las amenazas de expulsión del director le jugaban también en contra. Miró por última vez al de cabellos violetas y bufó como animal enfurecido.

Alex vio como se iba Noel, a veces no entendía a ese chico, su inteligencia parecía ser bastante limitada aunque eso no era lo que demostraban sus calificaciones, casi de las mejores de la clase. No comprendía cómo alguien que parecía aplicado en los estudios tuviera ese tipo de comportamiento tan estúpido. Prefería atribuírselo a una costumbre social arraigada, un pensamiento familiar y colectivo con el que se dejaba llevar. Por un lado tenía una tonta y vaga esperanza de que abriera sus ojos y se diera cuenta que esa cegada intolerancia no hacía más que opacar una brillantez que tenía escondida, pero rápidamente desechaba ese tipo de pensamientos. Después de todo era Noel, el estúpido neardenthal capaz de golpearle solo porque llevaba una camiseta rosa o porque su bolso tenía bordadas un par de guindas y unas tontas flores.

 


 

Volvió a la realidad, se encontraba agitado y sudoroso en medio de aquella fiesta electrónica, los sonidos repetitivos no se detenían y los bailes evidentemente eróticos se daban lugar en cada rincón, Alex se había quedado quieto, parado en su lugar completamente pasmado. No podía salir de su asombro, por un momento pensó que su visión drogada solo le jugaba malas pasadas y no había visto aquello que había creído ver, pero cuando redirigió su mirada miel a esa pareja algo como un intangible cubo de agua fría le cayó en la cabeza, quitándole todo resto de efecto narcótico, bajándole a una realidad que se le mostraba cruel, irónica y totalmente bizarra. Mentalmente se repetía una y mil veces que eso era mentira. Pero allí estaba, frente a sus ojos, él y nada más que él. No sabía qué pensar, hacer o decir. Si acercarse, si hacer una jugada, si mejor escapar y olvidar todo, divagaba y se debatía internamente, entonces una oportunidad se le presentó y casi sin pensarlo, solo dejándose llevar por un instinto que él creía inexistente en él, se acercó a aquel chico de cabellos negros, justamente se había quedado solo ya que el delgadito de los cabellos rubios había tomado un rumbo desconocido y el moreno bailaba sumido en su mundo mientras Alex iba directo a él. El de anteojos de marco grueso se acercó decidido y sin ser notado, tras la espalda del más alto, se empinó suavemente sobre sus pies para acercarse a la oreja del pelinegro y entonces dijo: -No sabía que también eras “maricón”…Noelia-

 

 

 

Notas finales:

Espero el primer capítulo haya sido de su agrado, yo me divertí bastante.

Debo decir que el segundo ya está en proceso, solo que Noelito se me hace algo complicado, no puedo evitar que parezca un idiota descerebrado, pero ya se darán cuenta que no lo es tanto y dará un vuelco a la historia.

Alex me gusta mucho, su personalidad es simplemente encantadora, aunque aún no se nota del todo. Es un chico despreocupado y bastante libre.

Debo agregar también que los nombres asignados a los personajes son con su qué. Todos ellos sacados de vocalistas de bandas alternativas y todos levemente influenciados por las personalidades reales. Alex Turner (Arctic Monkeys), Noel Gallagher (Oasis), Pete Doherty (The Libertines) y Joey Ramone (The Ramones).

En fin, en los siguientes capítulos hará más aparición el mencionado profesor de historia, a quien por cierto no puse nombre, y moverá bastante los ánimos.

En fin, llené de comentarios inservibles, espero me sigan leyendo y dejen críticas, es bueno saber cómo continuar y para quién.

Un saludo. Passion Pit


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